Francisco G. Navarro
Caracas, 10 may (PL) Han pasado casi 35 años y hoy a la venezolana Brenda Esquivel aún le resuena la orden contra su hijo por nacer del comisario Basilio, el alias del terrorista Luis Posada Carriles, en los sótanos de la policía política venezolana.
Acaba con esa semilla antes de que nazca, ordenó a unos de sus subordinados el oficial de la DISIP, y varias patadas en el vientre de la veinteañera Brenda Esquivel asesinaron a la criatura gestada ocho meses antes.
Debieron transcurrir más de cuatro años, y la masacre de las 73 personas a bordo de un avión comercial cubano, para que Esquivel reconociera al comisario Basilio con la verdadera identidad del terrorista Luis Posada Carriles.
Aquel niño a quien unas botas militares le cercenaron el derecho de nacer, era la simiente del revolucionario Ramón Antonio Alvarez, ultimado dos días antes por los mismos criminales, y la joven Esquivel, militante de la Juventud Comunista desde los 12 años.
Brenda recuerda la fecha que le quema la memoria, 3 de junio de 1972.
Ramón Antonio Alvarez y otros militantes del grupo revolucionario Punto Cero, fueron hallados muertos en el barrio caraqueño de El Paraíso varios días después de su detención por la DISIP.
La policía política simuló que las muertes habían ocurrido como consecuencia del secuestro de un industrial.
Ese mismo día en la ciudad de La Victoria, estado Aragua, fueron secuestradas Brenda Esquivel y su hermana Marlene, viuda de otros de los revolucionarios asesinados por la DISIP y madre de un niño de meses que también fue torturado.
Después que el comisario Basilio ordenara matar la semilla revolucionaria que Brenda llevaba en sus entrañas, los martirios fueron desde la pateadura hasta meterla en una bañera con agua fría.
Sufrió hemorragias vaginales, infección y fiebre. Así permaneció 12 días en los sótanos de la policía política.
Estoy aquí para denunciar a ese asesino de semillas, grita Brenda Esquivel en cualquier foro propicio para exigir justicia, cuando un monstruo humano anda libre.
Caracas, 10 may (PL) Han pasado casi 35 años y hoy a la venezolana Brenda Esquivel aún le resuena la orden contra su hijo por nacer del comisario Basilio, el alias del terrorista Luis Posada Carriles, en los sótanos de la policía política venezolana.
Acaba con esa semilla antes de que nazca, ordenó a unos de sus subordinados el oficial de la DISIP, y varias patadas en el vientre de la veinteañera Brenda Esquivel asesinaron a la criatura gestada ocho meses antes.
Debieron transcurrir más de cuatro años, y la masacre de las 73 personas a bordo de un avión comercial cubano, para que Esquivel reconociera al comisario Basilio con la verdadera identidad del terrorista Luis Posada Carriles.
Aquel niño a quien unas botas militares le cercenaron el derecho de nacer, era la simiente del revolucionario Ramón Antonio Alvarez, ultimado dos días antes por los mismos criminales, y la joven Esquivel, militante de la Juventud Comunista desde los 12 años.
Brenda recuerda la fecha que le quema la memoria, 3 de junio de 1972.
Ramón Antonio Alvarez y otros militantes del grupo revolucionario Punto Cero, fueron hallados muertos en el barrio caraqueño de El Paraíso varios días después de su detención por la DISIP.
La policía política simuló que las muertes habían ocurrido como consecuencia del secuestro de un industrial.
Ese mismo día en la ciudad de La Victoria, estado Aragua, fueron secuestradas Brenda Esquivel y su hermana Marlene, viuda de otros de los revolucionarios asesinados por la DISIP y madre de un niño de meses que también fue torturado.
Después que el comisario Basilio ordenara matar la semilla revolucionaria que Brenda llevaba en sus entrañas, los martirios fueron desde la pateadura hasta meterla en una bañera con agua fría.
Sufrió hemorragias vaginales, infección y fiebre. Así permaneció 12 días en los sótanos de la policía política.
Estoy aquí para denunciar a ese asesino de semillas, grita Brenda Esquivel en cualquier foro propicio para exigir justicia, cuando un monstruo humano anda libre.
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