Licda. Norma Guevara de Ramirios
El incumplimiento de obligaciones del Estado con la población especialmente de escasos recursos genera diferencias en las condiciones sociales de vida y por eso en nuestro país crecen las brechas que diferencian a las personas con nula o escasa escolaridad de quienes gozan de oportunidades educativas de calidad; o a quienes al padecer enfermedades no tienen quien les tienda la mano con atención médica y medicinas de quienes pueden hacer uso de clínicas y hospitales altamente desarrollados. Mientras abundan los desempleados y los bajos salarios, otros ganan muchísimo. Esto es propio de países capitalistas con alta desigualdad y preocupa tanto que en Naciones Unidas se trazaron las llamadas "metas del milenio", que no son otra cosa que indicadores que deben alcanzarse para minimizar esas dramáticas realidades y mejorar en educación, salud, equidad entre hombres y mujeres, condiciones ambientales.
La evaluación de esos compromisos, coloca a nuestro país a la cola, refleja las políticas ineficaces para disminuir la pobreza extrema, elevar a sexto grado la escolaridad incluyendo las áreas rurales, disminuir la mortalidad materno infantil, elevar las condiciones de vida de las mujeres o detener el deterioro ambiental. El gobierno se propuso hacer un remedo, hacer el mate de querer cumplir, inventó la llamada RED SOLIDARIA.
De acuerdo a ese programa los pobres urbanos han sido ignorados. Se focalizarían, dijeron, en apoyar a los municipios alejados, pequeños y con mayor proporción de pobres. Este es un truco que a la larga fracasa porque un 6% de analfabetos en un municipio como San Salvador son tanto o más que todos los analfabetos de un departamento como Cabañas o Morazán; pero bien, el gobierno aseguró que se dedicaría a apoyar a aquellos 31 municipios pobres, esto tampoco se cumple.
¿En que consiste la llamada red solidaria? En mandarle a ANDA, al MOP, al MAG o al Ministerio de Educación y de Salud que hagan en esos municipios las acciones a las que por ley están obligados pero que incumplen o cumplen a medias; al cumplimiento de esa obligación estatal le llaman solidaridad.
En verdad la solidaridad es un valor que debemos estimular y consiste en que el ser humano desarrolle una sensibilidad tal que sea capaz de sentir como propio un problema del prójimo, desarrollar la capacidad de compartir lo que se es y lo que se tiene con otros y otras que lo necesitan; y se hace sin obligación legal, sino como imperativo de conciencia; esto es completamente distinto a la obligación del Estado de cumplir sus obligaciones.
Compartir lo que se es, lo que se tiene, darse uno o una con el prójimo, esto ocurre escasamente, porque el sistema promueve más el individualismo y la voracidad concentradora de quienes se creen dueños del país. Es un valor difícil de encontrar entre quienes más tienen, pues acumulan explotando a otros y muchas veces incumpliendo sus obligaciones de pagar impuestos, más bien presionan y aprisionan a la burocracia estatal para pagar lo menos posible. Como es lógico, así se debilita la capacidad financiera gubernamental para cumplir las obligaciones que la Constitución manda: "es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la República el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social". Cuando el gobierno se convierte en protector de intereses económicos de minorías sacrificando a las mayorías se alimentan los desequilibrios sociales, se provoca resentimiento, rebeldías que luego son tratadas costosamente con represiones o formas sutiles de sometimiento político a lo cual algunos califican como populismo.
El gobierno de Saca ha maltratado el concepto de solidaridad, su valor profundamente humanista para confundir a la gente más pobre porque al gobierno de derecha le disgusta que la ciudadanía tenga conciencia de derechos y exija su cumplimiento. Para colmo pide préstamos para atender sus obligaciones con la gente más pobre mientras fomenta el derroche y la corrupción.
Ahora que trabajadores y gobiernos municipales ganados por el FMLN promueven la solidaridad con algunos municipios, que los pobres apoyamos a los pobres, se vuelcan ciertos funcionarios con la mente dolarizado a preguntar ¿Cuánto están gastando?
Realmente la solidaridad carece de precio, es un sentimiento capaz de producir resultados buenos, por eso es necesario que recuperemos el sentido, el contenido de conceptos que el gobierno pervierte con sus políticas empobrecedoras. Es necesario distinguir las obligaciones estatales de la solidaridad.
El incumplimiento de obligaciones del Estado con la población especialmente de escasos recursos genera diferencias en las condiciones sociales de vida y por eso en nuestro país crecen las brechas que diferencian a las personas con nula o escasa escolaridad de quienes gozan de oportunidades educativas de calidad; o a quienes al padecer enfermedades no tienen quien les tienda la mano con atención médica y medicinas de quienes pueden hacer uso de clínicas y hospitales altamente desarrollados. Mientras abundan los desempleados y los bajos salarios, otros ganan muchísimo. Esto es propio de países capitalistas con alta desigualdad y preocupa tanto que en Naciones Unidas se trazaron las llamadas "metas del milenio", que no son otra cosa que indicadores que deben alcanzarse para minimizar esas dramáticas realidades y mejorar en educación, salud, equidad entre hombres y mujeres, condiciones ambientales.
La evaluación de esos compromisos, coloca a nuestro país a la cola, refleja las políticas ineficaces para disminuir la pobreza extrema, elevar a sexto grado la escolaridad incluyendo las áreas rurales, disminuir la mortalidad materno infantil, elevar las condiciones de vida de las mujeres o detener el deterioro ambiental. El gobierno se propuso hacer un remedo, hacer el mate de querer cumplir, inventó la llamada RED SOLIDARIA.
De acuerdo a ese programa los pobres urbanos han sido ignorados. Se focalizarían, dijeron, en apoyar a los municipios alejados, pequeños y con mayor proporción de pobres. Este es un truco que a la larga fracasa porque un 6% de analfabetos en un municipio como San Salvador son tanto o más que todos los analfabetos de un departamento como Cabañas o Morazán; pero bien, el gobierno aseguró que se dedicaría a apoyar a aquellos 31 municipios pobres, esto tampoco se cumple.
¿En que consiste la llamada red solidaria? En mandarle a ANDA, al MOP, al MAG o al Ministerio de Educación y de Salud que hagan en esos municipios las acciones a las que por ley están obligados pero que incumplen o cumplen a medias; al cumplimiento de esa obligación estatal le llaman solidaridad.
En verdad la solidaridad es un valor que debemos estimular y consiste en que el ser humano desarrolle una sensibilidad tal que sea capaz de sentir como propio un problema del prójimo, desarrollar la capacidad de compartir lo que se es y lo que se tiene con otros y otras que lo necesitan; y se hace sin obligación legal, sino como imperativo de conciencia; esto es completamente distinto a la obligación del Estado de cumplir sus obligaciones.
Compartir lo que se es, lo que se tiene, darse uno o una con el prójimo, esto ocurre escasamente, porque el sistema promueve más el individualismo y la voracidad concentradora de quienes se creen dueños del país. Es un valor difícil de encontrar entre quienes más tienen, pues acumulan explotando a otros y muchas veces incumpliendo sus obligaciones de pagar impuestos, más bien presionan y aprisionan a la burocracia estatal para pagar lo menos posible. Como es lógico, así se debilita la capacidad financiera gubernamental para cumplir las obligaciones que la Constitución manda: "es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la República el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social". Cuando el gobierno se convierte en protector de intereses económicos de minorías sacrificando a las mayorías se alimentan los desequilibrios sociales, se provoca resentimiento, rebeldías que luego son tratadas costosamente con represiones o formas sutiles de sometimiento político a lo cual algunos califican como populismo.
El gobierno de Saca ha maltratado el concepto de solidaridad, su valor profundamente humanista para confundir a la gente más pobre porque al gobierno de derecha le disgusta que la ciudadanía tenga conciencia de derechos y exija su cumplimiento. Para colmo pide préstamos para atender sus obligaciones con la gente más pobre mientras fomenta el derroche y la corrupción.
Ahora que trabajadores y gobiernos municipales ganados por el FMLN promueven la solidaridad con algunos municipios, que los pobres apoyamos a los pobres, se vuelcan ciertos funcionarios con la mente dolarizado a preguntar ¿Cuánto están gastando?
Realmente la solidaridad carece de precio, es un sentimiento capaz de producir resultados buenos, por eso es necesario que recuperemos el sentido, el contenido de conceptos que el gobierno pervierte con sus políticas empobrecedoras. Es necesario distinguir las obligaciones estatales de la solidaridad.
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