Roberto Savio
Después de varios años de una permanente campaña de desprestigio en contra de las Naciones Unidas, ahora son las instituciones de Bretton Woods, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, las que se destacan en los diarios. Instituciones hasta ahora intocables en su prestigio y credibilidad, solo denunciadas por la sociedad civil, siempre gozaron de una estable consideración por el sistema de información internacional.
Hay que recordar que la concentración de los medios en manos conservadoras (como los Murdoch, y a nivel casero, los Berlusconi), unida al peso creciente sobre cuestiones internacionales del sistema informativo americano, han realmente creado un “pensamiento único”, como lo llama Ignacio Ramonet, que es el que define los malos y los buenos. Y mientras Naciones Unidas depende de los Ministros de Relaciones Exteriores y de Desarrollo, Bretton Woods es expresión de un club mucho más poderoso, el de los Ministros de Hacienda, los verdaderos hombres del poder en cualquier gobierno.
Ahora, tras una década de continuas acusaciones a la corrupción, ineficiencia y despilfarros de las Naciones Unidas (que ha sido obligada a reducir a la tercera parte sus efectivos, a pesar de costar menos que los bomberos de Nueva York), los reflectores pasan de Nueva York a Washington. Al final, las grandes acusaciones de falta de ética sobre las Naciones Unidas finalmente se redujeron en dos hechos concretos: que el hijo de Kofi Annan había ganado casi 80.000 dólares de manera dudosa (y por esto, numerosos senadores republicanos pidieron la renuncia del Secretario General), y que el funcionario encargado de la operación Oil for Food, (Banon) Savan, había registrado de manera misteriosa 140.000 dólares en su cuenta personal. La prensa ignoraba que el escándalo de los sobornos en la venta del petróleo de Irak alcanzaba los 12 mil millones de dólares, y que esta operación estaba en realidad en las manos de los países involucrados, y en particular de compañías estadounidenses. Mientras tanto, los informes internos del Banco Mundial indicaban que cada año por lo menos 300 millones de dólares habían sido despilfarrados, y que el 20% de los proyectos habían sido un fracaso. Y mientras los sueldos máximos de los mas altos funcionarios de Naciones Unidas no superan los 100.000 dólares anuales, en el BM alrededor 1.000 funcionarios ganan de 175.000 a 200.000 dólares por año, y todo funcionario de Bretton Woods, en misión, cobra casi el doble de per diem de los de Naciones Unidas. Los mismos privilegios gozan los funcionarios del Fondo Monetario Internacional.
Esta abrupta eliminación de la inmunidad se debe a tres causas, separadas entre ellas, pero que finalmente se han juntado, por el festival mediático creado por el error de otro actor hasta ahora impune, Paúl Wolfowitz.
La primera causa se viene desarrollando desde la caída del Muro de Berlín, y la aparición de la revancha del capitalismo salvaje, a través de la puesta en marcha de la globalización neoliberal, que hace del mercado el único criterio en el cual basar las relaciones internacionales, y los ajustes internos en cada país. No hay que olvidar que la base conceptual de este tipo de globalización fue el llamado Consenso de Washington, en el cual el Ministerio de Hacienda de Estados Unidos y los dos organismos de Bretton Woods lanzaron casi dos décadas de una minuciosa revisión de las políticas monetarias y económicas internacionales, que pedían ajustes estructurales dirigidos a minimizar el papel del Estado, reducir déficit privatizando todo lo posible, reduciendo costos sociales no productivos (como enseñanza y salud), eliminando todas tarifas aduaneras, con la finalidad de abrir las puertas a las inversiones extranjeras, y a la globalización de los mercados. Esta política se llevó adelante con un fervor ideológico y con una uniformidad mecánica, que hoy se reconocen fueron la causa principal de la crisis monetaria asiática de los anos 90.
Mientras antes eran solo las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y algunas fuerzas de izquierda (silenciosas por cierto en el Norte del mundo), la que denunciaban los estragos causados por el Consenso de Washington, el reconocimiento de estos errores del ex economista principal del Banco Mundial y premio Nobel de Economía, (Joseph) Stigliz, empezó a desquebrar la imagen unitaria del establishment. Y el hecho de que en Asia, el primer ministro de Malasia, (Mahathir Mohamad), que se había negado a aceptar las recetas de FMI, con gran escándalo, había resultado el único a haber sorteado la crisis asiática, obligó el mismo FMI a reconocer que a la postre había tenido razón.
Así mismo, en América Latina, los Golden Boys del Consenso de Washington, Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil y Fujimori en Perú, habían terminado de manera ignominiosa sus mandatos. Tardíamente, el BM volvió, bajo la presidencia de Wolfanson, a reconocer la importancia del Estado para el desarrollo nacional, y a introducir mecanismos de apoyo social, en un cuadro de desequilibrios e injusticias sociales crecientes, que marcaron el giro político, por ejemplo, de América Latina. Pero ya la credibilidad de Bretton Woods estaba irremediablemente mermada. Y es simbólico el anuncio del retiro de Venezuela de las dos instituciones, así como la tentativa venezolana de crear un banco Bolivariano, que tiene como precedente la propuesta asiática de la creación de un Fondo Monetario asiático, inmediatamente liquidada por Estados Unidos.
La segunda causa, más sutil, pero no menos importante, es que la gran campaña en contra del multilateralismo, lanzada por la Administración Bush, de la cual se ha hecho eco en buena medida el sistema informativo americano, ha alcanzado de rebote también las instituciones de Bretton Woods. El portavoz de lo privado en contra de lo publico, el Wall Street Journal (que ignora la elegancia y gradualidad de The Economist), ha llevado adelante una campaña aduciendo que con la globalización y la asunción del mercado a parámetro único de las relaciones internacionales, ya no había necesidad de estas instituciones. En estos días, ha vuelto a publicar un artículo cuestionando la utilidad del Banco Mundial, mientras que The Economist encuentra que la crisis se debe a los hombres elegidos por el Presidente americano. El responsable de la ayuda internacional americana, Randall Tobias, ha sido obligado a renunciar por verse involucrado en un escándalo de un servicio de mujeres de compañía, denunciado por prostitución, así como Wolfowitz está involucrado en un escándalo por haber subido el sueldo de su compañera, transfiriéndola del Banco Mundial, donde trabajaba, a un sector del Departamento de Estado dirigido por la hija del Vicepresidente Cheney, sin respetar las reglas de transparencia y ética necesarias.
La tercera causa, que es totalmente ignorada por los medios, es que la sociedad civil global ya es una realidad, aunque no logre una estructuración real, que logre una relación directa con las instituciones políticas. El Foro Social Mundial es solo la punta de un iceberg, mucho más grande de lo que parece. Se calcula que en el mundo hay hoy no menos de 2 millones de ONGs, en las que participan más de un centenar de millones de ciudadanos. Es un mundo de idealismo y de compromisos solidarios, en el cual Bretton Woods es visto mas como una causa de los problemas que una solución. En esta parte activa, y siempre mas decisiva en las relaciones internacionales, no existe impunidad para Bretton Woods, sino una constante y cada día mas fuerte crítica radical a instituciones acusadas de falta de transparencias, de políticas equivocadas, y donde el sistema de toma de decisiones está inexorablemente en las manos de Ministerio de Hacienda de Estados Unidos, que detenta un peso desmesurado en los mecanismos de votación y nombramientos. The Economist del 5 de mayo cita uno de los 30 nuevos dirigentes impuestos por Wolfowitz, el Director Ejecutivo, el salvadoreño Juan José Daboub, por creer “en una quijótica fusión de la magia del libre mercado con un profundo conservadorismo católico”. Son elecciones profundamente ideologistas como estas, que han alienado a los funcionarios del BM, que se han visto dirigidos por un pequeño grupo de neoconservadores, a los cuales no tenían acceso.
Estas tres causas son mucho más profundas que el destino personal de Wolfowitz, el cual tendrá, a la larga, que dejar su puesto. La Casa Blanca, tal vez como amenaza, ha hecho circular que tiene como candidato para remplazarlo a otro famoso halcón, el ex embajador antes Naciones Unidas, John Bolton. Es cierto que George W. Bush vive cada día mas en un mundo de sueños, y la nómina del Presidente del BM es una prerrogativa del Ejecutivo americano, sin referéndum del Congreso. Pero esta sería la madre de todas las batallas del Presidente, en contra de todos, incluso de los europeos.
Lo que cuenta es que el Banco Mundial está en una crisis financiera. Tendría que reunir por lo menos unos 16 mil millones de dólares para restablecer su capital operacional, y Wolfowitz acusa a los estados de utilizar su caso personal para evitar dichas contribuciones.
Más grave es el caso del FMI. Sus ingresos bajan de 3.190 millones de dólares en el 2.005 a 1.309 millones en el 2.006, que nuevamente van a caer a la mitad este año, pasando a solo 635 millones para el 2.009. El director, el español (Rodrigo) Rato, otro ideólogo de la receta única para todos, reconoce que entre el 2.006 y el 2.009 el déficit del FMI llegará a alrededor de 429 millones de dólares, y que la caída de un promedio entre 216 a 360 millones de dólares del ingreso anual en los próximos años es equivalente a una tercera parte de los actuales costos de gestión. El FMI tiene un patrimonio de 3.217 toneladas métricas de oro, del cual vendería el 12.5% (400 toneladas), que a 665 dólares la onza troy darían cerca de 8.000 millones de dólares para aplicar a colocaciones más rentables, aunque de mayor riesgo. El FMI se encuentra así frente a la dantesca ley del contrapaso: tiene que aplicar en carne propia las políticas de ajuste estructural que impuso a los países del Tercer Mundo.
De todas maneras, la crisis de Bretton Woods es el último acto de la crisis de la arquitectura internacional. Al fin de la primera Guerra Mundial el mundo, bajo el liderazgo de Estados Unidos, supo crear la Sociedad de las Naciones. Al final de la Segunda Guerra Mundial, siempre bajo el liderazgo de Estados Unidos, supo crear las Naciones Unidas y Bretton Woods. Ahora, al final de la Guerra Fría, Estados Unidos ha creído que la globalización era el camino más conveniente, y ha resistido toda reforma del sistema internacional. Pero la crisis llega a su casa y a sus instrumentos privilegiados. Es evidente que no hay gobernabilidad real cuando el sector financiero, que es 20 veces más grande que la producción de bienes e servicios (teóricamente reglamentado por la OMC), no tiene mecanismo de gobierno y de control: el FMI no lo es. Con unas Naciones Unidas relegadas básicamente a las políticas de desarrollo, y Bretton Woods enfrentado una profunda revisión, ¿los dramáticos temas del cambio climático serán suficientes para crear una nueva conciencia sobre el hecho que el mercado sin reglas no soluciona los problemas de una gobernabilidad internacional para todos los ciudadanos, ricos y pobres?
Después de varios años de una permanente campaña de desprestigio en contra de las Naciones Unidas, ahora son las instituciones de Bretton Woods, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, las que se destacan en los diarios. Instituciones hasta ahora intocables en su prestigio y credibilidad, solo denunciadas por la sociedad civil, siempre gozaron de una estable consideración por el sistema de información internacional.
Hay que recordar que la concentración de los medios en manos conservadoras (como los Murdoch, y a nivel casero, los Berlusconi), unida al peso creciente sobre cuestiones internacionales del sistema informativo americano, han realmente creado un “pensamiento único”, como lo llama Ignacio Ramonet, que es el que define los malos y los buenos. Y mientras Naciones Unidas depende de los Ministros de Relaciones Exteriores y de Desarrollo, Bretton Woods es expresión de un club mucho más poderoso, el de los Ministros de Hacienda, los verdaderos hombres del poder en cualquier gobierno.
Ahora, tras una década de continuas acusaciones a la corrupción, ineficiencia y despilfarros de las Naciones Unidas (que ha sido obligada a reducir a la tercera parte sus efectivos, a pesar de costar menos que los bomberos de Nueva York), los reflectores pasan de Nueva York a Washington. Al final, las grandes acusaciones de falta de ética sobre las Naciones Unidas finalmente se redujeron en dos hechos concretos: que el hijo de Kofi Annan había ganado casi 80.000 dólares de manera dudosa (y por esto, numerosos senadores republicanos pidieron la renuncia del Secretario General), y que el funcionario encargado de la operación Oil for Food, (Banon) Savan, había registrado de manera misteriosa 140.000 dólares en su cuenta personal. La prensa ignoraba que el escándalo de los sobornos en la venta del petróleo de Irak alcanzaba los 12 mil millones de dólares, y que esta operación estaba en realidad en las manos de los países involucrados, y en particular de compañías estadounidenses. Mientras tanto, los informes internos del Banco Mundial indicaban que cada año por lo menos 300 millones de dólares habían sido despilfarrados, y que el 20% de los proyectos habían sido un fracaso. Y mientras los sueldos máximos de los mas altos funcionarios de Naciones Unidas no superan los 100.000 dólares anuales, en el BM alrededor 1.000 funcionarios ganan de 175.000 a 200.000 dólares por año, y todo funcionario de Bretton Woods, en misión, cobra casi el doble de per diem de los de Naciones Unidas. Los mismos privilegios gozan los funcionarios del Fondo Monetario Internacional.
Esta abrupta eliminación de la inmunidad se debe a tres causas, separadas entre ellas, pero que finalmente se han juntado, por el festival mediático creado por el error de otro actor hasta ahora impune, Paúl Wolfowitz.
La primera causa se viene desarrollando desde la caída del Muro de Berlín, y la aparición de la revancha del capitalismo salvaje, a través de la puesta en marcha de la globalización neoliberal, que hace del mercado el único criterio en el cual basar las relaciones internacionales, y los ajustes internos en cada país. No hay que olvidar que la base conceptual de este tipo de globalización fue el llamado Consenso de Washington, en el cual el Ministerio de Hacienda de Estados Unidos y los dos organismos de Bretton Woods lanzaron casi dos décadas de una minuciosa revisión de las políticas monetarias y económicas internacionales, que pedían ajustes estructurales dirigidos a minimizar el papel del Estado, reducir déficit privatizando todo lo posible, reduciendo costos sociales no productivos (como enseñanza y salud), eliminando todas tarifas aduaneras, con la finalidad de abrir las puertas a las inversiones extranjeras, y a la globalización de los mercados. Esta política se llevó adelante con un fervor ideológico y con una uniformidad mecánica, que hoy se reconocen fueron la causa principal de la crisis monetaria asiática de los anos 90.
Mientras antes eran solo las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y algunas fuerzas de izquierda (silenciosas por cierto en el Norte del mundo), la que denunciaban los estragos causados por el Consenso de Washington, el reconocimiento de estos errores del ex economista principal del Banco Mundial y premio Nobel de Economía, (Joseph) Stigliz, empezó a desquebrar la imagen unitaria del establishment. Y el hecho de que en Asia, el primer ministro de Malasia, (Mahathir Mohamad), que se había negado a aceptar las recetas de FMI, con gran escándalo, había resultado el único a haber sorteado la crisis asiática, obligó el mismo FMI a reconocer que a la postre había tenido razón.
Así mismo, en América Latina, los Golden Boys del Consenso de Washington, Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil y Fujimori en Perú, habían terminado de manera ignominiosa sus mandatos. Tardíamente, el BM volvió, bajo la presidencia de Wolfanson, a reconocer la importancia del Estado para el desarrollo nacional, y a introducir mecanismos de apoyo social, en un cuadro de desequilibrios e injusticias sociales crecientes, que marcaron el giro político, por ejemplo, de América Latina. Pero ya la credibilidad de Bretton Woods estaba irremediablemente mermada. Y es simbólico el anuncio del retiro de Venezuela de las dos instituciones, así como la tentativa venezolana de crear un banco Bolivariano, que tiene como precedente la propuesta asiática de la creación de un Fondo Monetario asiático, inmediatamente liquidada por Estados Unidos.
La segunda causa, más sutil, pero no menos importante, es que la gran campaña en contra del multilateralismo, lanzada por la Administración Bush, de la cual se ha hecho eco en buena medida el sistema informativo americano, ha alcanzado de rebote también las instituciones de Bretton Woods. El portavoz de lo privado en contra de lo publico, el Wall Street Journal (que ignora la elegancia y gradualidad de The Economist), ha llevado adelante una campaña aduciendo que con la globalización y la asunción del mercado a parámetro único de las relaciones internacionales, ya no había necesidad de estas instituciones. En estos días, ha vuelto a publicar un artículo cuestionando la utilidad del Banco Mundial, mientras que The Economist encuentra que la crisis se debe a los hombres elegidos por el Presidente americano. El responsable de la ayuda internacional americana, Randall Tobias, ha sido obligado a renunciar por verse involucrado en un escándalo de un servicio de mujeres de compañía, denunciado por prostitución, así como Wolfowitz está involucrado en un escándalo por haber subido el sueldo de su compañera, transfiriéndola del Banco Mundial, donde trabajaba, a un sector del Departamento de Estado dirigido por la hija del Vicepresidente Cheney, sin respetar las reglas de transparencia y ética necesarias.
La tercera causa, que es totalmente ignorada por los medios, es que la sociedad civil global ya es una realidad, aunque no logre una estructuración real, que logre una relación directa con las instituciones políticas. El Foro Social Mundial es solo la punta de un iceberg, mucho más grande de lo que parece. Se calcula que en el mundo hay hoy no menos de 2 millones de ONGs, en las que participan más de un centenar de millones de ciudadanos. Es un mundo de idealismo y de compromisos solidarios, en el cual Bretton Woods es visto mas como una causa de los problemas que una solución. En esta parte activa, y siempre mas decisiva en las relaciones internacionales, no existe impunidad para Bretton Woods, sino una constante y cada día mas fuerte crítica radical a instituciones acusadas de falta de transparencias, de políticas equivocadas, y donde el sistema de toma de decisiones está inexorablemente en las manos de Ministerio de Hacienda de Estados Unidos, que detenta un peso desmesurado en los mecanismos de votación y nombramientos. The Economist del 5 de mayo cita uno de los 30 nuevos dirigentes impuestos por Wolfowitz, el Director Ejecutivo, el salvadoreño Juan José Daboub, por creer “en una quijótica fusión de la magia del libre mercado con un profundo conservadorismo católico”. Son elecciones profundamente ideologistas como estas, que han alienado a los funcionarios del BM, que se han visto dirigidos por un pequeño grupo de neoconservadores, a los cuales no tenían acceso.
Estas tres causas son mucho más profundas que el destino personal de Wolfowitz, el cual tendrá, a la larga, que dejar su puesto. La Casa Blanca, tal vez como amenaza, ha hecho circular que tiene como candidato para remplazarlo a otro famoso halcón, el ex embajador antes Naciones Unidas, John Bolton. Es cierto que George W. Bush vive cada día mas en un mundo de sueños, y la nómina del Presidente del BM es una prerrogativa del Ejecutivo americano, sin referéndum del Congreso. Pero esta sería la madre de todas las batallas del Presidente, en contra de todos, incluso de los europeos.
Lo que cuenta es que el Banco Mundial está en una crisis financiera. Tendría que reunir por lo menos unos 16 mil millones de dólares para restablecer su capital operacional, y Wolfowitz acusa a los estados de utilizar su caso personal para evitar dichas contribuciones.
Más grave es el caso del FMI. Sus ingresos bajan de 3.190 millones de dólares en el 2.005 a 1.309 millones en el 2.006, que nuevamente van a caer a la mitad este año, pasando a solo 635 millones para el 2.009. El director, el español (Rodrigo) Rato, otro ideólogo de la receta única para todos, reconoce que entre el 2.006 y el 2.009 el déficit del FMI llegará a alrededor de 429 millones de dólares, y que la caída de un promedio entre 216 a 360 millones de dólares del ingreso anual en los próximos años es equivalente a una tercera parte de los actuales costos de gestión. El FMI tiene un patrimonio de 3.217 toneladas métricas de oro, del cual vendería el 12.5% (400 toneladas), que a 665 dólares la onza troy darían cerca de 8.000 millones de dólares para aplicar a colocaciones más rentables, aunque de mayor riesgo. El FMI se encuentra así frente a la dantesca ley del contrapaso: tiene que aplicar en carne propia las políticas de ajuste estructural que impuso a los países del Tercer Mundo.
De todas maneras, la crisis de Bretton Woods es el último acto de la crisis de la arquitectura internacional. Al fin de la primera Guerra Mundial el mundo, bajo el liderazgo de Estados Unidos, supo crear la Sociedad de las Naciones. Al final de la Segunda Guerra Mundial, siempre bajo el liderazgo de Estados Unidos, supo crear las Naciones Unidas y Bretton Woods. Ahora, al final de la Guerra Fría, Estados Unidos ha creído que la globalización era el camino más conveniente, y ha resistido toda reforma del sistema internacional. Pero la crisis llega a su casa y a sus instrumentos privilegiados. Es evidente que no hay gobernabilidad real cuando el sector financiero, que es 20 veces más grande que la producción de bienes e servicios (teóricamente reglamentado por la OMC), no tiene mecanismo de gobierno y de control: el FMI no lo es. Con unas Naciones Unidas relegadas básicamente a las políticas de desarrollo, y Bretton Woods enfrentado una profunda revisión, ¿los dramáticos temas del cambio climático serán suficientes para crear una nueva conciencia sobre el hecho que el mercado sin reglas no soluciona los problemas de una gobernabilidad internacional para todos los ciudadanos, ricos y pobres?
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