Caracas, 22 May. ABN. Por: Hernán Mena Cifuentes.-
Derrotados por la opinión pública, que según Noam Chomsky es la otra y única superpotencia capaz de enfrentar al Imperio, han caído Tony Blair y Paul Wolfowitz, derribados por el mismo «efecto dominó» que abatió a otros «halcones» y «perros falderos» como Rumsfeld, Bolton, Perl y Aznar, arrojados al basurero de la historia, destino que le espera a su amo Bush, y al resto de genocidas que le asesoran en su proyecto de dominación planetaria.
Atrás han quedado los efímeros momentos de gloria y triunfo que hasta hace poco más de cuatro años compartieron junto con sus cómplices, como artífices de la inmoral guerra desatada contra Irak, Wolfowitz, como Subsecretario de Defensa y Blair como Primer ministro del Reino Unido, conflicto que, como la guerra lanzada meses antes contra Afganistán, se convirtió en uno mas de los genocidios que a lo largo de su historia ha cometido EEUU en nombre de la democracia y la libertad.
Eran los días iniciales del Tercer Milenio, un siglo XXI que se presentaba como signo de esperanza, armonía y paz para un mundo hastiado de los horrores de dos guerras mundiales y otros conflictos bélicos continentales y regionales que dejaron como saldo, muerte, destrucción y ruina económica y social, un trauma planetario que muchos creyeron ingenuamente sería superado, pero que la ambición de un Imperio los despertó a la realidad al desatar esas dos guerras que aún siguen cobrando vidas inocentes.
Y Blair y Wolfowitz tienen una alta cuota de responsabilidad por la tragedia que hasta hoy se vive en Irak y Afganistán, donde han muerto cerca de un millón de seres humanos, hombres, mujeres, niños y ancianos oriundos de esas dos naciones, y mas de 4.000 soldados yanquis y británicos como ellos, enviados a la muerte junto con otros miles de latinoamericanos, asiáticos, europeos y de otras latitudes, que invadieron y ocuparon ambos países, como parte del proyecto hegemónico imperial orientado a dominar al mundo.
Blair, junto con José María Aznar, el presidente español, convertidos, según la crítica mundial en “perros falderos de Bush”, apoyaron y avalaron de la forma más sumisa y servil, las mentiras del presidente estadounidense y de sus asesores, Wolfowitz entre ellos, quienes aseguraban que Irak poseía armas de destrucción masiva, y dejando a un lado al débil Consejo de Seguridad de la ONU que no aprobaba sus planes, invadieron al país, dando inicio a una tragedia que se sabe cuando comenzó pero no cuando concluirá.
Entre quienes critican Blair, figura una de las figuras mas respetables y admiradas mundialmente por la postura asumida en defensa de los Derechos Humanos, como lo es Jimmy Carter, firme opositor a la guerra contra Irak y quien al referirse al incondicional apoyo del Primer ministro británico a la política belicista de George W. Bush, expresó que “el respaldo de Blair, “ha sido aparentemente servil, y su apoyo casi rígido a las políticas desacertadas de Bush en Irak, ha sido una gran tragedia para el mundo.”
Aznar, fue el primero de los dos “perros falderos” de Bush, en caer, abatido por la furia del pueblo español, que le cobró el precio de su traición y sus mentiras obligándolo a renunciar al cargo, lo mismo que hoy le ha ocurrido a Blair, quien, obligado también a dimitir ha coincidido con Aznar al manifestar con el mismo cinismo y desfachatez del ibérico, que se siente orgulloso de haber apoyado a Bush en la guerra contra Irak.
El saliente Primer ministro británico hizo la declaración durante la visita que realizó a Washington, para despedirse de su amo Bush y anunciar que abandonará el poder el 27 de junio, ante el asombro de los periodistas que le entrevistaban, dijo: “No lamento en absoluto haber dado ese respaldo. He tomado esa decisión y estoy orgulloso de ello.”
Mas o menos, en los mismos términos se había expresado Aznar el pasado 20 de marzo al cumplirse 4 años de la invasión a Irak, quien durante una conferencia dictada en Sydney, Australia, pese a la derrota que el Imperio y sus secuaces sufren en la nación árabe a manos de la resistencia, manifestó que “”No debemos escaparnos de Irak. Si escapamos sin haber conseguido la estabilidad, es como aceptar que hemos perdido.” Un pensamiento similar al de Bush, quien, pese al fracaso de su guerra, aun sueña con un triunfo imposible.
Curioso final para dos “perros falderos” que apoyaron un genocidio contra al cual se opuso la humanidad entera, antes de que se perpetrara, y que aun sigue condenando, mientras Blair y Aznar se enorgullecen de haber sido autores intelectuales de su ejecución, junto con Paul Wolfowitz, y el resto de los “halcones” estadounidenses.
Wolfowitz, desde su despacho en el Pentágono, diseñó no solo la guerra contra Irak, sino también la de Afganistán, dos conflictos en los que, a pesar del monumental poderío militar del Imperio, y sus aliados de la Otan, y de la coalición, no han logrado alzarse con la victoria y, todo lo contrario, están empantanados en un callejón sin salida, rodeados por todas partes por combatientes “invisibles” que acosan a sus tropas día y noche, respondiendo a los ocupantes con una guerra asimétrica, que los mantiene al borde de la locura.
Después de haber dejado una estela de muerte a su paso por el Pentágono, como diseñador de la estrategia que ha costado la vida a miles de seres humanos, Wolfowitz fue designado hace 2 años presidente del Banco Mundial, y desde su sede, ubicada a pocos metros de la Casa Blanca, el “halcón” se dedicó a desangrar económicamente a los pueblos del Tercer mundo, aplicando las mismas recetas de quienes le precedieron en el cargo, que no son otras, que las que se ordenan desde Washington.
Fue así, como Wolfowitz desde la presidencia del BM continuó aprobando créditos a gobiernos corruptos y sumisos a Washington, mientras que rechaza las solicitudes de préstamos de aquellos que se resistían al chantaje, negándose a aceptar las leoninas condiciones contempladas en el marco de las políticas neoliberales diseñadas para beneficiar las inversiones de las transnacionales y la privatización de industrias y servicios básicos en detrimento de las economías de sus pueblos.
Pero el “halcón”, tenía plomo en el ala, y un débil corazón, y el “hombre de mano dura”, rudo e implacable mercenario del capitalismo que había diseñado una hipócrita política anticorrupción, cayó en su propia trampa de corrupto, al conceder un desmesurado aumento salarial a su novia, una empleada del BM, provocando un escándalo que lo llevó a su destitución, disfrazada bajo la figura de la “renuncia”, pese a los denodados esfuerzos realizados por su amo Bush para impedirlo.
Lo mismo le ha ocurrido a Tony Blair, quien en los últimos meses realizó inútiles actos de malabarismo para mantenerse en el cargo de Primer ministro, hasta llegar a estrellarse con la realidad de una opinión publica de su propio país que, al igual que la mundial, le acusa de ser un servil peón de Bush, por su incondicional apoyo al mandatario yanqui y coautor de las decisiones que condujeron al genocidio de Irak y Afganistán, por lo que, ante bajo el peso inmenso del rechazo a su siniestra actuación, ha anunciado su renuncia.
Pero, “Si algo huele mal en Dinamarca”, como reflexionaba Hamlet al enterarse de la extraña muerte de su padre, el rey, un olor más nauseabundo se aspira en los corrillos políticos de Washington y Londres, donde corren los rumores de que Tony Blair sustituirá en la presidencia del Banco Mundial a Paul Wolfowitz, y no sería nada extraño que el rumor se convierta en un hecho cierto, porque Bush, como buen amo, protege a sus fieles e incondicionales vasallos.
Todo hace pensar que el arrogante y soberbio mandatario, después de lamerse las heridas causadas a su ego por la destitución a Wolfowitz, piense colocar en su lugar a Tony Blair, un “servil”, como llamó Jimmy Carter, al todavía primer ministro, quien en una pobre actuación, viajo a Irak este fin de semana en busca del aplauso de sus soldados, siendo recibido por una andanada de cohetes y morteros lanzados por la resistencia en Bagdad y Basora.
Blair se marchará de Downing Street el 27 de junio y Wolfowitz, del BM tres días después, marcando el fin de una era de siniestras actuaciones de dos peones al servicio del imperio, Blair, “un perro faldero” como Aznar, y Wolfowitz, un “halcón”, como Rumsfeld, Perl y Bolton, ya caídos, mientras que Dick Cheney y Condoleezza Rice, “la muchacha descendiente de esclavos negros que obedece a la voz de su amo blanco”, figuran junto con George W. Bush, en “la lista de espera” de los próximos asesinos por caer.
Pero, su caída no puede quedarse en el simple y rutinario hecho de una simple renuncia o destitución, sino que esa otra superpotencia, que es la opinión pública, capaz de enfrentar con éxito a la otra superpotencia que es el Imperio, como ya lo ha demostrado al poner fin a la carrera criminal que desde sus cargos realizaban esos “halcones” y “perros falderos”, llegue a sentarlos en el banquillo de los acusados en un Tribunal Internacional para juzgarlos por los genocidios y otros crímenes de lesa humanidad que han cometido.
Derrotados por la opinión pública, que según Noam Chomsky es la otra y única superpotencia capaz de enfrentar al Imperio, han caído Tony Blair y Paul Wolfowitz, derribados por el mismo «efecto dominó» que abatió a otros «halcones» y «perros falderos» como Rumsfeld, Bolton, Perl y Aznar, arrojados al basurero de la historia, destino que le espera a su amo Bush, y al resto de genocidas que le asesoran en su proyecto de dominación planetaria.
Atrás han quedado los efímeros momentos de gloria y triunfo que hasta hace poco más de cuatro años compartieron junto con sus cómplices, como artífices de la inmoral guerra desatada contra Irak, Wolfowitz, como Subsecretario de Defensa y Blair como Primer ministro del Reino Unido, conflicto que, como la guerra lanzada meses antes contra Afganistán, se convirtió en uno mas de los genocidios que a lo largo de su historia ha cometido EEUU en nombre de la democracia y la libertad.
Eran los días iniciales del Tercer Milenio, un siglo XXI que se presentaba como signo de esperanza, armonía y paz para un mundo hastiado de los horrores de dos guerras mundiales y otros conflictos bélicos continentales y regionales que dejaron como saldo, muerte, destrucción y ruina económica y social, un trauma planetario que muchos creyeron ingenuamente sería superado, pero que la ambición de un Imperio los despertó a la realidad al desatar esas dos guerras que aún siguen cobrando vidas inocentes.
Y Blair y Wolfowitz tienen una alta cuota de responsabilidad por la tragedia que hasta hoy se vive en Irak y Afganistán, donde han muerto cerca de un millón de seres humanos, hombres, mujeres, niños y ancianos oriundos de esas dos naciones, y mas de 4.000 soldados yanquis y británicos como ellos, enviados a la muerte junto con otros miles de latinoamericanos, asiáticos, europeos y de otras latitudes, que invadieron y ocuparon ambos países, como parte del proyecto hegemónico imperial orientado a dominar al mundo.
Blair, junto con José María Aznar, el presidente español, convertidos, según la crítica mundial en “perros falderos de Bush”, apoyaron y avalaron de la forma más sumisa y servil, las mentiras del presidente estadounidense y de sus asesores, Wolfowitz entre ellos, quienes aseguraban que Irak poseía armas de destrucción masiva, y dejando a un lado al débil Consejo de Seguridad de la ONU que no aprobaba sus planes, invadieron al país, dando inicio a una tragedia que se sabe cuando comenzó pero no cuando concluirá.
Entre quienes critican Blair, figura una de las figuras mas respetables y admiradas mundialmente por la postura asumida en defensa de los Derechos Humanos, como lo es Jimmy Carter, firme opositor a la guerra contra Irak y quien al referirse al incondicional apoyo del Primer ministro británico a la política belicista de George W. Bush, expresó que “el respaldo de Blair, “ha sido aparentemente servil, y su apoyo casi rígido a las políticas desacertadas de Bush en Irak, ha sido una gran tragedia para el mundo.”
Aznar, fue el primero de los dos “perros falderos” de Bush, en caer, abatido por la furia del pueblo español, que le cobró el precio de su traición y sus mentiras obligándolo a renunciar al cargo, lo mismo que hoy le ha ocurrido a Blair, quien, obligado también a dimitir ha coincidido con Aznar al manifestar con el mismo cinismo y desfachatez del ibérico, que se siente orgulloso de haber apoyado a Bush en la guerra contra Irak.
El saliente Primer ministro británico hizo la declaración durante la visita que realizó a Washington, para despedirse de su amo Bush y anunciar que abandonará el poder el 27 de junio, ante el asombro de los periodistas que le entrevistaban, dijo: “No lamento en absoluto haber dado ese respaldo. He tomado esa decisión y estoy orgulloso de ello.”
Mas o menos, en los mismos términos se había expresado Aznar el pasado 20 de marzo al cumplirse 4 años de la invasión a Irak, quien durante una conferencia dictada en Sydney, Australia, pese a la derrota que el Imperio y sus secuaces sufren en la nación árabe a manos de la resistencia, manifestó que “”No debemos escaparnos de Irak. Si escapamos sin haber conseguido la estabilidad, es como aceptar que hemos perdido.” Un pensamiento similar al de Bush, quien, pese al fracaso de su guerra, aun sueña con un triunfo imposible.
Curioso final para dos “perros falderos” que apoyaron un genocidio contra al cual se opuso la humanidad entera, antes de que se perpetrara, y que aun sigue condenando, mientras Blair y Aznar se enorgullecen de haber sido autores intelectuales de su ejecución, junto con Paul Wolfowitz, y el resto de los “halcones” estadounidenses.
Wolfowitz, desde su despacho en el Pentágono, diseñó no solo la guerra contra Irak, sino también la de Afganistán, dos conflictos en los que, a pesar del monumental poderío militar del Imperio, y sus aliados de la Otan, y de la coalición, no han logrado alzarse con la victoria y, todo lo contrario, están empantanados en un callejón sin salida, rodeados por todas partes por combatientes “invisibles” que acosan a sus tropas día y noche, respondiendo a los ocupantes con una guerra asimétrica, que los mantiene al borde de la locura.
Después de haber dejado una estela de muerte a su paso por el Pentágono, como diseñador de la estrategia que ha costado la vida a miles de seres humanos, Wolfowitz fue designado hace 2 años presidente del Banco Mundial, y desde su sede, ubicada a pocos metros de la Casa Blanca, el “halcón” se dedicó a desangrar económicamente a los pueblos del Tercer mundo, aplicando las mismas recetas de quienes le precedieron en el cargo, que no son otras, que las que se ordenan desde Washington.
Fue así, como Wolfowitz desde la presidencia del BM continuó aprobando créditos a gobiernos corruptos y sumisos a Washington, mientras que rechaza las solicitudes de préstamos de aquellos que se resistían al chantaje, negándose a aceptar las leoninas condiciones contempladas en el marco de las políticas neoliberales diseñadas para beneficiar las inversiones de las transnacionales y la privatización de industrias y servicios básicos en detrimento de las economías de sus pueblos.
Pero el “halcón”, tenía plomo en el ala, y un débil corazón, y el “hombre de mano dura”, rudo e implacable mercenario del capitalismo que había diseñado una hipócrita política anticorrupción, cayó en su propia trampa de corrupto, al conceder un desmesurado aumento salarial a su novia, una empleada del BM, provocando un escándalo que lo llevó a su destitución, disfrazada bajo la figura de la “renuncia”, pese a los denodados esfuerzos realizados por su amo Bush para impedirlo.
Lo mismo le ha ocurrido a Tony Blair, quien en los últimos meses realizó inútiles actos de malabarismo para mantenerse en el cargo de Primer ministro, hasta llegar a estrellarse con la realidad de una opinión publica de su propio país que, al igual que la mundial, le acusa de ser un servil peón de Bush, por su incondicional apoyo al mandatario yanqui y coautor de las decisiones que condujeron al genocidio de Irak y Afganistán, por lo que, ante bajo el peso inmenso del rechazo a su siniestra actuación, ha anunciado su renuncia.
Pero, “Si algo huele mal en Dinamarca”, como reflexionaba Hamlet al enterarse de la extraña muerte de su padre, el rey, un olor más nauseabundo se aspira en los corrillos políticos de Washington y Londres, donde corren los rumores de que Tony Blair sustituirá en la presidencia del Banco Mundial a Paul Wolfowitz, y no sería nada extraño que el rumor se convierta en un hecho cierto, porque Bush, como buen amo, protege a sus fieles e incondicionales vasallos.
Todo hace pensar que el arrogante y soberbio mandatario, después de lamerse las heridas causadas a su ego por la destitución a Wolfowitz, piense colocar en su lugar a Tony Blair, un “servil”, como llamó Jimmy Carter, al todavía primer ministro, quien en una pobre actuación, viajo a Irak este fin de semana en busca del aplauso de sus soldados, siendo recibido por una andanada de cohetes y morteros lanzados por la resistencia en Bagdad y Basora.
Blair se marchará de Downing Street el 27 de junio y Wolfowitz, del BM tres días después, marcando el fin de una era de siniestras actuaciones de dos peones al servicio del imperio, Blair, “un perro faldero” como Aznar, y Wolfowitz, un “halcón”, como Rumsfeld, Perl y Bolton, ya caídos, mientras que Dick Cheney y Condoleezza Rice, “la muchacha descendiente de esclavos negros que obedece a la voz de su amo blanco”, figuran junto con George W. Bush, en “la lista de espera” de los próximos asesinos por caer.
Pero, su caída no puede quedarse en el simple y rutinario hecho de una simple renuncia o destitución, sino que esa otra superpotencia, que es la opinión pública, capaz de enfrentar con éxito a la otra superpotencia que es el Imperio, como ya lo ha demostrado al poner fin a la carrera criminal que desde sus cargos realizaban esos “halcones” y “perros falderos”, llegue a sentarlos en el banquillo de los acusados en un Tribunal Internacional para juzgarlos por los genocidios y otros crímenes de lesa humanidad que han cometido.
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