miércoles, mayo 10, 2006

Roque Dalton García es el nombre del ejemplo

Erase un Hombre a su Pluma y su Fusil Atado

Pablo Jofré Leal

Co-Latino. El día 14 de mayo de 1935, nace en San Salvador, capital de la República de El Salvador, uno de los más brillantes poetas y ensayistas latinoamericanos : Roque Dalton García. Comprometido con la lucha de su pueblo, vivió las penurias, alegrías y las contradicciones de una época que marcó igualmente su muerte, a manos de sus propios compañeros en la guerrilla, el día 10 de mayo de 1975.

Hace unos días, mi hijo mayor, demandó explicaciones respecto a su nombre. El por qué de el, de donde provenía tal manera de llamar a alguien. Por qué se llamaba Roque y no Juan por ejemplo. No tuve que hacer mucha memoria para recordar a un poeta y su vida, que llenaron mis horas por largas jornadas y que influenció esta elección a la hora de dar un nombre significativo a este hijo que hoy interrogaba por su patronímico. Roque Dalton García es el nombre del ejemplo. Un hombre al cual podemos perfectamente, asimilar la paráfrasis de su propio homenaje a la muerte del Che. Roque Dalton es: “la encarnación de los más puro y lo más hermoso que existe en el seno de esa actividad grandiosa que nos impone nuestra época: la lucha por la liberación de la humanidad; la profunda lección moral y política de su vida y de su muerte forma parte inapreciable del patrimonio revolucionario de todos los pueblos del mundo, y cuya desaparición física es un hecho irreparable para el cual no debemos escatimar lágrimas de revolucionarios; la actitud fundamental a que nos obliga su actual inmortalidad histórica es hacernos verdaderamente dignos de su ejemplar sacrificio”

con ninguna muerte
Cintio Vitier

Roque Dalton vivió siempre al borde de un abismo: eso le daba risa. Una risa contagiosa, inspirada en lo que Martí llamó "la traviesa musa centroamericana", que nos hacía olvidarnos de su abismo, con el que é1 a veces jugaba como un equilibrista más atento a la tensión de los extremos que a la resistencia de la cuerda, y, desde luego, sin malla posible. Pero él no lo olvidaba nunca, es evidente ahora que lo releemos y lo recordamos, es decir, lo pasamos y repasamos por nuestro corazón. Roque y sus palabras cortadas a pico. Roque y el vértigo de su ser oral. Roque y su roca despeñándose a su lado, silenciosa, y él mirándola caer como en cámara lenta, mientras evocaba, pálido de risa, el sastre que no creyó en su autocrítica, o la noche en que, antes de ser fusilado, abrió la Biblia, o mientras cantaba el corrido de Lupita, la tan suertuda que de cuatro balazos que recibió sólo uno era de muerte. Roque serio como un abismo acompañante, autor de sí en verso y prosa y risa, que era su tercer lenguaje, en el que mejor decía su ira y su tristeza indignado de raíz, abismado de nacimiento, muerto de risa, resucitaba siempre para danzar otro paso de la dialéctica, fuego en mano, ironía en mano, amar en mano, sin dejar de disparar un sólo instante como lo sigue haciendo, ahora desde la trinchera misma de su abismo, contra el enemigo. Contra el enemigo que no pudo matarlo ni con la muerte propia ni con la muerte ajena ni con ninguna inventada o por inventar de muerte.

1982

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