Cinco más cinco más cinco

Se derrumba casa de naipes, se derrumba el imperio de Bush

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York

Toronto, Canadá – Hace apenas un mes la Casa Blanca anunció el nombramiento de Karen Hughes al puesto oficial de Directora Ejecutiva en Estrategias de Imagen. El inusual mandato de la ex Consejera Personal del Presidente George W. Bush consistía en moldear radicalmente la destartalada imagen del mandatario y hacerla más agradable a la América hispana.

Como tantos otros descabellados proyectos, el reciclaje de Bush estaba condenado a fracasar. Perro viejo no aprenden nuevos trucos ni cambian las rayas del tigre. Quedó a la vista durante su mensaje televisado a la nación anunciando nuevas medidas de inmigración. Bush lucía más inseguro, desorientado y nervioso que de costumbre. El maquillaje de la Hughes produjo un personaje diametralmente opuesto al mandato. Se reveló en la pantalla chica. Desapareció el fanfarrón. Lo repuso un matoncito incoherente. Inanimado. Derrotado. Acobardado. Dos horas después de la intervención los comediantes y humoristas estadounidenses le convertirían en el jocoso blanco de sus más ácidos comentarios. En otras palabras, en hazmerreír nacional.

Al comenzar la semana la bolsa de cambios reflejó la incertidumbre que agobia a la nación. Wall Street sufrió masivas pérdidas. Simultáneamente la popularidad de Bush se desplomaba vertiginosamente. Fracasó la Hughes en su cometido. No se puede reparar lo irreparable. Bush lo sabe muy bien y no hay vuelta atrás. Si los prestidigitadores de imagen no reconocen la cruda realidad, deberían hacerlo cuanto antes. Tratar de reinventarlo es misión imposible. En este Hemisferio cinco irrefutables verdades se lo impiden.

*** Bush jamás derrotará la revolución cubana. La voluntad férrea del pueblo no se lo permitirá nunca.

*** Bush jamás derrocará los gobiernos de Venezuela y Bolivia. Se agotó el espacio del injerencismo gringo.

*** Bush jamás convencerá a nadie de la culpabilidad de los Cinco Héroes de Cuba. Universalmente se ha comprobado la inocencia de los prisioneros políticos.

*** Bush jamás deportará a 12 millones de indocumentados. Se desplomaría la economía nacional.

*** Bush jamás impondrá nuevos tratados de libre comercio. El Hemisferio ya no admite más instrumentos de opresión.

En otras partes del mundo el cuadro es igualmente desolador para la Casa Blanca. Cinco irrefutables verdades lo confirman.

*** Bush jamás triunfó en Iraq o en Afganistán. Se lo demuestra a diario la heroica resistencia en ambas naciones.

*** Bush jamás invadirá Irán. El ejército y la población iraní derrotarían al invasor sin mayor contemplación.

*** Bush jamás contará con el belicista apoyo de los ingenuos aliados de otrora. No les engañará dos veces.

*** Bush jamás obtendrá prestigio internacional para los Estados Unidos. Se le considera un bufón amoral sin principios ni inteligencia.

*** Bush jamás impondrá su hegemonía política o económica en otras naciones. Se lo comprobó China recientemente.

En los Estados Unidos cinco irrefutables verdades confirman el monumental fracaso en maquillar la imagen presidencial.

*** Bush jamás volverá a recibir apoyo nacional en futuras aventuras bélicas.

*** Bush jamás logrará aceptación del plan de espionaje en las comunicaciones privadas de hogares estadounidenses.

*** Bush jamás conseguirá apoyo en la destrucción del seguro social, asistencia a la vejez, empleos, educación, servicios de salud y precios del combustible.

*** Bush jamás será perdonando por el profundo divisionismo nacional provocado su liderazgo.

*** Bush jamás podrá disculparse por la negligencia de no tomar medidas preventivas para aminorar los daños incalculables conque la temporada de huracanes amenaza devastar la nación en dos semanas.

Considerando estas contundentes perspectivas no sorprende que Bush comparezca frente a la pantallita de la tele con el asustado aspecto de la proverbial liebre cogida en la mira del cazador. ¿Y qué anuncia Bush para distraer la atención del público? Nada menos que conjura esquemas tan imposibles e irracionales como su política gubernamental. Recurre a espejismos, columnas de humo y malabarismo pueblerino que a primera vista sugieren que el mandatario subestima la inteligencia del público.

Momentáneamente nos tragamos el anzuelo. Nadie en los Estados Unidos o en México cree que miles de Guardias Nacionales o kilómetros de muros a lo largo de la frontera detendrán al inmigrante. Nadie comparte la imposible logística de deportar a 14 millones de indocumentados. Sin embargo creemos en estas cosas por diferentes razones de las que mueven al mandatario. Si pensamos por un instante que a Bush y socios se le ocurrió la idea de implementar un plan cosmético únicamente para guardar apariencias y apaciguar contribuyentes, nos equivocaríamos. Deberíamos pensarlo otra vez. El diabólico plan de Bush conlleva propósitos más nefastos. Su propósito es exacerbar los más profundos sentimientos racistas siempre presentes a flor de suelo en los Estados Unidos. Lo ha logrado. La reacción racista, manifestada por los elementos más radicalizados, más vociferantes y más fundamentalistas de la nación, está diseñada a conjurar más temor entre los indocumentados que la Guardia Nacional o los muros tipo Israel construidos en la frontera US-México.

¿Y el espionaje teléfonico? ¿Otra cacería de brujas del comandante en jefe? Quizás. Quizás no. A guisa de protegerlo del terrorismo, la medida de Bush le advierte al consumidor que los ojos y oídos del gobierno le vigilan las 24 horas del día y de la noche. ¡Ay de aquél que no digiera el mensaje! Esto es de particular importancia en una nación en donde son pocos y contados los que no guarden esqueletos en el armario o pecadillos que proteger. Se juega la carta de culpabilidad y se cuenta con que el ciudadano responda favorablemente a las orwellianas medidas presidenciales, especialmente al asistir a las urnas electorales. ¿Paranoico? En un mundo gobernado por el odioso Hermano Mayor, más valdría serlo. De otro modo dormiríamos con un ojo abierto, oídos atentos y calzón de lata. Bastante incómodo pero se evitan inoportunas sorpresas.

Poco a poco nos acostumbraremos a la noción de que el gobierno intercepta millones de telefonemas. Igual ocurrió cuando el comercio cibernético utilizó precisamente la misma tecnología electrónica de Bush para incursionar en nuestros hogares. Nos invadió el Internet ofertándonos pornografía, Viagra, pastillas para alargar pene, combatir la eyaculación prematura, lociones para mantener erecciones y pociones para rejuvenecer muertos. Al principio, la ciudadanía pegó el grito al cielo. Con el tiempo ignoramos los anuncios no solicitados y hoy ya no les prestamos la menor atención.

Claro. Si algo detestamos es que cualquier desgraciado se entrometa en nuestra intimidad. No importa que sea el presidente de los Estados Unidos. A diferencia de la hospitalidad del latino que nos dice “mi casa es tu casa” en Norteamérica nuestro hogar es nuestro castillo. Inviolable. Nosotros nos encargamos del terrorista que lo mancille. De otro modo ¿de qué sirve mantener arsenales de armas aprobados por George si no los disparamos contra la supuesta amenaza terrorista? Lógico, ¿no? ¡Quién sabe!

El único consuelo es que la farsante sonrisita de Bush se ha convertido en indescifrable, angustiosa mueca. Algo le preocupa hasta la médula. Quizás serán las imágenes en la tele. Mientras millones de cubanos marchan por la nación apoyando al Presidente Fidel Castro y denunciando el injerencismo estadounidense y mientras en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México y Perú se repiten similares escenarios, en los Estados Unidos y en Francia millones de ciudadanos se lanzan a la calle en manifestaciones espontáneas en repudio de draconianas acciones de sus respectivos gobernantes. Cambia el mundo. ¡Da qué pensar! Sin duda al ocupante de la Casa Blanca estrepitosamente se le derrumba la imperialista casa de naipes. De esto ni la Hughes lo salva. Ya era hora.