jueves, mayo 11, 2006

Vergonzosa metáfora de política nacional

¿Mayorga para Presidente?

Pastor Valle-Garay • Toronto
Senior Scholar, Universidad de York


Era la primera vez que pagaba por ver que le dieran una soberana paliza a alguien. El resultado fue sumamente satisfactorio. No me defraudó HBO. No me defraudó la pelea entre Oscar De la Hoya y Ricardo Mayorga.

No importan los detalles. En el MGM Grand Garden de Las Vegas, De La Hoya le dio una lección de boxeo y de caballerosidad a la caricatura de pugilista. Después del sábado, no botaré plata para disfrutar otra derrota del compatriota y ex campeón nicaragüense. Con ésta basta y sobra.


Lo más lamentable de la noche fue que Lya Barrioz no luciera entonando el Himno Nacional ante millones de televidentes. No hubo tiempo. Después de semejante viaje, de tanta publicidad y de tanto tiempo diseñando exclusivo atuendo para lo ocasión, la diva nicaragüense no merecía que la relegasen al papel de espectadora. Pensándolo bien quizás fue mejor así. Es embarazoso debutar frente a tan selectos y conocedores fanáticos del pugilismo cuando el apadrinado da con los huesos en la lona. Tres veces lo tumbaron. Fue embarazoso. Para Lya. No así para el ex campeón. Mayorga y su comitiva se retiraron muy campantes a las lujosas habitaciones del hotel y luego salieron a cenar. Contabilizarían el multimillonario cheque recibido por 18 minutos de vapuleo. No lo vale Mayorga.

Prueba de ello es que la derrota no causó consternación en Nicaragua. Menos entre las mujeres. Las damas aficionadas al boxeo favorecían al mexicano-americano. Con razón. La denigrante conducta machista de Mayorga no le ha ganado popularidad en el sexo opuesto. Los machos nicas tampoco se identifican con Mayorga. Se le consideran vago, bebedor, fumador, irresponsable y hasta gallina como se lo gritaron en el aeropuerto al regresar de Las Vegas. No es extraño. Durante las semanas que precedieron la pelea Mayorga alardeó de la patanería que le caracteriza. Insultó groseramente a De La Hoya, a su esposa y pequeño hijo. Cuestionó la sexualidad del pugilista mexicano-americano y su habilidad en el cuadrilátero. No lo hizo para efectos de propaganda publicitaria del boxeo. Así es lo que pasa por personalidad del repugnante individuo.

No se trata pues de otro Mike Tyson lanzando improperios y agitando frente a la prensa y los fanáticos para lograr mejor taquilla. Mayorga no es Tyson. Ni por los contornos de los alrededores. Si bien ambos comparten similitudes en el vocabulario soez, en el vil tratamiento de la mujer y en la vulgaridad, hasta ahí llega la comparación. Al menos Tyson cae preso de vez en cuando o lo someten a tratamiento sicológico. Mayorga se burla de la ley, de la mujer, se suelta en obscenidades contra los críticos y deambula libre como si nada. Considera un privilegio personal su aberrante conducta. Atributos del ex campeón. Gajes del oficio. Nada de eso. Mala educación.

Con De La Hoya se equivocó Mayorga. Pagó caro por su fanfarroneo. En la paliza, el Niño de Oro confinó al tapudo pugilista a la cloaca de los fracasados, un insignificante asterisco en los anales de un deporte en bancarrota. Hoy ocupa el sitio destinado para aquellos que a la hora de la verdad no dan la talla. Merecido castigo. Por no medirse las palabras. Por payaso. Una cosa es boxear y otra muy diferente es cobrar sueldo con pretensiones de buscapleitos callejero.

Si Mayorga fuese inteligente no volvería al cuadrilátero. De La Hoya le demostró que carece de las cualidades de campeón. Será difícil retirarse para el nica. Aparte de puños gelatinosos, Mayorga no sabe ganarse el pan de cada día aunque logró algo en la derrota. Inadvertidamente se convirtió en metáfora de un establecimiento político en las cuerdas. Simbolismo más deprimente que el boxeo.

Ahí está en buena compañía. Además su regreso coincide con la cita que se dan por este tiempo toda clase de aspirantes a mandatarios. Se preparan a incursionar el ring electoral. Su entrenamiento, al igual que el del matón de barrio, es limitadísimo. Consiste en lanzar insultos a diestra y siniestra. Se mientan la madre. Hablan sandeces hasta por los codos. Prometen triunfar y se les noquea sin más ni más. Desafortunadamente para los fanáticos vuelven a ponerse los guantes una y otra vez. Con tantos golpes en la cabeza, uno asume que aprenderían algo. Nos equivocaríamos.

De ahí que quizás haya otra opción para el futuro de Mayorga. Podría unir fuerzas con la vergonzosa joya de campañas presidenciales. Compartiría la boleta con el convicto reo y ex presidente Arnoldo Alemán. Éste, de candidato presidencial. Mayorga de vicepresidente. Quizás pocos voten por el repugnante dúo. Sin embargo en el país que eligió vice alcalde al tres veces campeón mundial de boxeo Alexis Argüello todo es posible. La elección de Argüello demostró lo inconsecuente de las calificaciones para desempeñar puestos gubernamentales. ¡Detalles! El vice no trabaja mucho de todos modos. Después de dos años en la alcaldía, nadie sabe en qué se desempeña Argüello.

Por supuesto, para suerte de Nicaragua, la metáfora Alemán-Mayorga no sería inusual. Desde ya convergen al encuentro los acostumbrados personajes del viciado cuadrilátero político. Solo falta Don King. Pero no promoverá el evento. En su lugar estará George W. Bush con el embajador estadounidense Paul Trivelli en la esquina opositora. Daniel Ortega subirá también al cuadrilátero. Con un récord nada envidiable. Cuatro derrotas consecutivas. A pesar de ello, Ortega se siente optimista. Esta vez cuenta con intervención divina. Su segundo es el Cardenal Miguel Obando Bravo.

Solo queda contratar a HBO. Hay tiempo. Para noviembre se negociarían los puntos y comas siempre y cuando la transmisión televisiva no supere US $1.98. De ser así, quizás me atrevería a sintonizarlo. Pero si la pelea se reduce a la boleta Alemán-Mayorga contra Ortega, ni pensarlo. Pelea amarrada. Es más divertida y honesta la lucha libre.

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