domingo, mayo 21, 2006

Procurador: Quédese en México

Insólita arrogancia de Procurador en asesinato de canadienses en Cancún

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York

Toronto, Canadá – Hay burócratas gubernamentales que no deberían abandonar el charco. Cuando viajan hacen el ridículo y ridiculizan la oficina, el estado y el país que representan. Ocurrió con Bello Melchor Rodríguez y Carrillo, Procurador General de Quintana Roo, México.

La semana pasada Bello Rodríguez llegó a Canadá con tres investigadores mexicanos. Supuestamente vino a esclarecer las circunstancias del brutal asesinato de los esposos canadienses Nancy y Dominic Ianiero en un hotel de Cancún el pasado 20 de febrero.


Anthony Ianiero, hijo de las víctimas, y su abogado, el famoso criminalista Edward Greenspan, se entrevistaron con Rodríguez. A los treinta minutos Ianiero se retiró convencido de lo inútil de la entrevista. Greenspan concluyó que “la familia Ianiero no confía en el Procurador General o en la policía mexicana. Ningún canadiense debería confiar en el sistema de justicia de México.” Es más, dijo Greenspan, “si un Fiscal General canadiense cometiera este tipo de inconsistencias sería despedido inmediatamente.”

Lo único claro fue la prepotencia y la arrogancia del Procurador General. Olvidando su condición de huésped en Canadá, Rodríguez respondió con hostilidad y petulancia a las preguntas de Ianiero sobre el asesinato de sus padres. En un momento de la entrevista se le subieron los humos de gallito de Cancún. Desconociendo que un abogado presente entendía bien el español Rodríguez insolentemente conminó a Ianeiro “Usted no me investiga a mí. Yo lo investigo a usted.” Añadiendo “Nosotros no estamos aquí para contestar preguntas específicas. Usted no puede hablarme de esa manera, Yo soy el Procurador General de Quintana Roo.” Como sugiriendo ‘aquí mando yo.’ ¡Por favor, Señor Procurador! Más respeto. Aquí no está en México.

No cabe duda que el comportamiento del Procurador General en el país anfitrión y su incompetente investigación indican una colosal falta de tacto, de sentido común y de insensibilidad para Canadá y para los familiares de las víctimas. Sin embargo su conducta no es inusual. Para comenzar Rodríguez no es abogado. Jamás ha visto una escuela de leyes. Su nombramiento le viene al “dedazo.” Por amistad personal con el gobernador del estado. Explica su ignorancia de la ley.

Hay otras explicaciones. Ninguna justificada. Las primeras declaraciones de Rodríguez al descubrirse el atroz asesinato de los canadienses demuestran la colosal estupidez y el prejuicio racista del Procurador. Desesperado por proteger la industria turística en Cancún, Rodríguez dedujo que el apellido italiano de los occisos le serviría para achacar el crimen a la mafia. En menos de 24 horas Rodríguez declaró que mafiosos internacionales asesinaron al matrimonio. Es más el Procurador acusó, sin prueba alguna, a dos turistas canadienses declarando a la prensa las dos mujeres habían huido a Canadá luego de perpetrar el delito. Como se descubriría en los próximos días, Rodríguez fabricó el cuento. Nada nuevo en la Procuraduría. Pocos meses antes dos turistas extranjeros aparecieron asesinados en Cancún. Ese crimen no se ha resuelto tampoco.

La conducta irracional de Rodríguez no discrimina contra extranjeros o nacionales. En junio del 2005, la periodista mexicana Miriam Gomezcésar, de Expresión Libre (Cancún), denunció que Rodríguez “mintió a la nación” y abusó de autoridad. “Aquí los derechos civiles son letra muerta,” escribió Gomezcésar responsabilizando a Rodríguez por ordenar actos de violencia el 13 de junio del 2005 contra un grupo que protestaba las condiciones de trabajo en el sector turístico.

En esa ocasión, según el periodista Miguel Zinde, también de Expresión Libre, Rodríguez envió a la policía “a torturar y apalear salvajemente a las personas que se manifestaban pacíficamente en las afueras del recinto de la Procuraduría,” provocando “otra mega marcha” de los empleados de la hospitalidad. Aparentemente no hay crimen que incomode a Rodríguez. El año pasado puso en libertad a un peligroso pederasta y arremetió contra los periodistas y trabajadores de derechos humanos que criticaron el infame abuso de poder.

En estas circunstancias es difícil culpar a la familia Ianiero, a Greenspan y a Canadá por cuestionar la justicia mexicana cuando el Procurador General de Cancún la irrespeta de manera tan vergonzosa en el exterior. Lamentablemente para la imagen y para el turismo canadiense en México, Rodríguez desestimó que estaba en patio ajeno. Se dejó llevar por la característica arrogancia de los prepotentes dinosaurios de su tierra. No encaja bien por estos lados.

Que el Procurador General no suela viajar al extranjero tampoco disculpa su comportamiento rastrero. Sencillamente debería abstenerse de hacerlo. Al fin de cuentas, nada resolvió en este país aparte de profundizar en el dolor de los familiares de las víctimas. Del crimen, no esclareció nada. Su visita solo demostró su infinita capacidad de conducirse como un vulgar patán en el país anfitrión. Haga patria. Quédese en México. En Canadá nadie se traga su insolencia.

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