martes, mayo 02, 2006

“Antes de leer un periódico, escuchar la radio o ver la televisión, uno debería saber quiénes son los propietarios de esos medios”

Entrevista a Pascual Serrano, miembro cofundador de www.rebelion.org

María Toledano
Diagonal

Periodista de amplia experiencia y agudo sentido crítico, director editorial de Telesur y miembro del equipo fundador de rebelión.org Pascual Serrano acaba de publicar Perlas. Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación (El Viejo Topo). Un libro que irrumpe con fuerza en el panorama periodístico tratando de desvelar, a través de gruesas pinceladas y análisis, cómo operan los grandes medios de comunicación y qué criterios siguen a la hora de construir y difundir el pensamiento dominante.


¿Cómo debe interpretarse la información que recibimos de los grandes medios? ¿Con qué cautela?

Con toda la del mundo. Uno antes de abrir un periódico, escuchar una radio o elegir un canal de televisión, debería saber quiénes son sus propietarios, quiénes lo mantienen mediante la publicidad, qué relaciones poseen con gobiernos u otras empresas. Sólo entonces el ciudadano estará, digamos, vacunado para no ser engañado. Y como eso no sucede con ningún gran medio, ninguno merecería ser considerado como fuente de información válida.


¿Qué son las perlas? ¿Qué papel pueden cumplir frente a la potencia y la mentira difundida por los medios de comunicación de masas?

En una investigación sobre los medios de comunicación se pueden hacer análisis y estudios exhaustivos mediante un buen trabajo de exploración y seguimiento de los medios, o se pueden destapar ejemplos breves pero elocuentes, que pueden servir para dejarlos en evidencia. Yo he optado por el segundo formato. Pierden el rigor de la investigación, pero siguen siendo válidas como prueba del funcionamiento de los medios. Como dice Javier Ortiz en el prólogo, las perlas se trata de un género antiguo, pero habitualmente se han utilizado para dejar en evidencia lapsos y pifias gramaticales o semiológicas de políticos o periodistas, lo que las convertía en inofensivas desde el punto de vista ideológico. Es divertido descubrir a la diputada socialista, Carmen Romero, decir jóvenes y “jóvenas” y a la ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, preguntar quién era Sara Mago, pero, en mi opinión, resulta más valioso desentrañar su modelo ideológico con otro tipo de contenidos e informaciones, otro tipo de perlas.

¿Queda espacio para una información crítica?

Si nos referimos a los medios de comunicación de masas privados en su sentido tradicional, es decir, una empresa con una dirección y un equipo asalariado, propiedad de unos accionistas, no existe información crítica posible. Y lo que es peor, no lo puede haber con ese modelo. Solo cabe, por tanto, dos opciones. Unos medios públicos con el adecuado control y participación ciudadana o un medio de propiedad colectiva cuya subsistencia no depende del mercado con su publicidad, sistema de distribución y obsesión para la audiencia o cifra de lectores.

¿Cómo debe interpretarse la información que recibimos de los grandes medios? ¿Con qué cautela?

Con toda la del mundo. Uno antes de abrir un periódico, escuchar una radio o elegir un canal de televisión, debería saber quiénes son sus propietarios, quiénes lo mantienen mediante la publicidad, qué relaciones poseen con gobiernos u otras empresas. Sólo entonces el ciudadano estará, digamos, vacunado para no ser engañado. Y como eso no sucede con ningún gran medio, ninguno merecería ser considerado como fuente de información válida.

¿Y de qué forma una iniciativa como vuestro periódico en internet, rebelión.org, puede sentirse a salvo de esas deficiencias?

El modelo rebelión.org tiene muchas deficiencias. Yo siempre digo que no es un proyecto ni participativo ni democrático. Porque no existe un amplio mecanismo para que los lectores influyan en los contenidos, ni un método de selección de contenidos ampliamente asambleario. Somos un equipo integrado por una docena de personas que publicamos lo que nos da la gana. La bondad del proyecto es que esa media docena de personas, aun teniendo su arbitrariedad y su sesgo informativo, no están condicionados por todos los elementos que integran el mercado y prostituyen el resultado que he citado antes.

¿Dónde puede dirigirse alguien -a qué fuentes informativas puede asomarse- quien desee saber lo que pasa realmente en este mundo?

En principio a cualquier medio que no tuviera los condicionamientos que he nombrado al principio en lo referente a su propiedad, publicidad, permisos previos para funcionar, etc... Pero mi sugerencia es que se busquen fuentes originales, es decir, intentar sortear a esos mediadores comunicacionales que nos filtran y conforman el cristal para ver el mundo. Los medios han dejado de ser un método para hacernos llegar la información para convertirse en un sistema de criba para impedir conocerla.

¿Es posible realmente, con tantos filtros como existen, saber qué ocurre?

Probablemente en muchos temas y con rapidez, no. Pero entre no saber nada de lo que ocurre y lograr saberlo todo, hay posibilidades intermedias. Si además pretendemos informarnos por medios que requieren una mayor tecnología –televisión, por ejemplo- aún será más difícil acceder a la verdad, porque al control de la información por parte de los grandes medios se sume el control de la tecnología. Lo que no debemos hacer es sumirnos en la pasividad fruto de la impotencia y renunciar al deseo de, adaptando a la información una frase del Che, querer saber lo que le pasa a cualquier gente en cualquier parte del mundo.

¿Vivimos, pese a la apariencia, en la era de desinformación?

Yo comparto la tesis de Ignacio Ramonet de que, bajo la excusa de un acceso fácil a la información, vivimos una situación de sobresaturación informativa en la que no es fácil diferenciar el ruido de la música. Están produciendo en nosotros que estemos sufriendo un bombardeo tal de información que, al final, ya no podemos diferenciar lo riguroso y valioso de lo manipulado y superficial. Sólo imaginando por un momento cómo es el escaparate de un quiosco de prensa, el número de canales de televisión digital o por cable que pueden llegar a nuestra casa, y la oferta informativa de internet, se puede uno hacer una idea de lo difícil que es desenvolverse. Todo eso es también otro modo de desinformar.

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