Redacción Central, 1 sep (PL) Si los hallazgos de evidencias olmecas siguen proliferando en Centroamérica, historiadores y antropólogos tendrán que romper con la idea de que este grupo humano sólo se asentó en México.
Pesquisas realizadas en Olancho, en el noroeste de Honduras, hacen suponer la existencia de siete asentamientos relacionados con esa importante cultura anterior a la conquista española, considerada la madre de las que se expandieron en el área.
Entre los vestigios encontrados, destacan los restos de un campo de pelota en las cuevas de Hato Viejo, jurisdicción de Catacamas, en ese departamento del país centroamericano.
Los análisis de estas pruebas y las encontradas en zonas cercanas a los ríos Tinto y El Pataste, 260 kilómetros al este de Tegucigalpa, permitirán demostrar su pertenencia o no a esa civilización mesoamericana.
De comprobarse que realmente este grupo ancestral avanzó hacia el territorio hondureño, también pudieran cobrar nuevos bríos los debates acerca de la posible relación entre las culturas de esta zona y las expandidas por lo que se conoce como la región incaica.
Similitudes en su régimen alimentario, técnicas agrícolas, organización social, y otros aspectos, son esgrimidos desde hace mucho tiempo para sustentar la idea de un posible tronco común entre todas las comunidades que poblaron las tierras al sur del Río Bravo.
La pesquisa sobre las evidencias olmecas en Olancho comenzó tras conocerse que en enero de este año cuatro adolescentes realizaron valiosos hallazgos en una caverna aledaña a esos cauces.
De manera accidental, los muchachos encontraron en la gruta una estatuilla muy similar a las conocidas de ese grupo poblacional, junto a unas conchas de mar talladas con figuras iconográficas.
La imagen, de 29 centímetros de alto, tallada en jade y representativa de un hombre obeso, sentado, condujo a los expertos a formular la hipótesis de que los olmecas se extendieron desde México hasta Honduras.
Para los entendidos, la existencia humana en la "cintura de América" data del año 9000 A.N.E.(antes de nuestra era) y logró alcanzar de manera progresiva una enorme multiplicidad en cuanto a culturas.
Sólo en Honduras se registraron antes 15 mil sitios arqueológicos, el cinco por ciento de estos pertenecientes a los mayas, una de las civilizaciones más avanzadas del subcontinente antes de la conquista y colonización europea.
Investigaciones practicadas inclinan a pensar que el núcleo central de la olmeca estuvo de 1200 a 800 A.N.E. era en el sur del estado de Veracruz y el oriente del estado de Tabasco, entre el río Grijalva y el Papaloapa (México).
Aunque con posterioridad se encontraron indicios de la presencia de estas comunidades en el norte de El Salvador y Guatemala, los especialistas coinciden en que la fundación de sus primeras ciudades y esculturas ocurrió en esa porción del país norteño.
Los primeros pobladores de Mesoamérica, región que se extiende desde México hasta la península de Nicoya, en Costa Rica, estructuraron su "área metropolitana" en las otrora capitales La Venta, San Lorenzo, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes.
Estas mujeres y hombres, identificados como habitantes del país de hule sobre la base del significado de los términos náhuatl olli y mecatl (mecate), fueron también los que se constituyeron de manera inicial en un Estado luego de rebasar la organización tribal o en cacicazgos.
Los estilos arquitectónicos de los centros religiosos olmecas y las esculturas encontradas, sugieren que este gobierno era teocrático, es decir, su autoridad política debió ser respetada como una divinidad.
La zona ocupada por este grupo humano poseía un elevado índice de humedad, lo cual se revirtió en la formación de varios lagos, ríos y pantanos, donde sus miembros desarrollaban la caza, pesca y captura de mariscos.
A pesar de esto, no se descarta que esos pueblos incursionaron en la agricultura, en especial, de maíz, frijol y calabaza.
Por su parte, varios entendidos defienden que los olmecas practicaban la antropofagia y consumían alucinógenos, preferentemente una sustancia extraída de un sapo marino abundante en el golfo.
Entre sus obras más reconocidas se encuentran 17 monumentales cabezas de piedra, de 1,5 a tres metros de altura, y otras estatuas de enormes dimensiones que representaban gente deforme, combinaciones de hombre con tigre, y otros figuras.
Pesquisas realizadas en Olancho, en el noroeste de Honduras, hacen suponer la existencia de siete asentamientos relacionados con esa importante cultura anterior a la conquista española, considerada la madre de las que se expandieron en el área.
Entre los vestigios encontrados, destacan los restos de un campo de pelota en las cuevas de Hato Viejo, jurisdicción de Catacamas, en ese departamento del país centroamericano.
Los análisis de estas pruebas y las encontradas en zonas cercanas a los ríos Tinto y El Pataste, 260 kilómetros al este de Tegucigalpa, permitirán demostrar su pertenencia o no a esa civilización mesoamericana.
De comprobarse que realmente este grupo ancestral avanzó hacia el territorio hondureño, también pudieran cobrar nuevos bríos los debates acerca de la posible relación entre las culturas de esta zona y las expandidas por lo que se conoce como la región incaica.
Similitudes en su régimen alimentario, técnicas agrícolas, organización social, y otros aspectos, son esgrimidos desde hace mucho tiempo para sustentar la idea de un posible tronco común entre todas las comunidades que poblaron las tierras al sur del Río Bravo.
La pesquisa sobre las evidencias olmecas en Olancho comenzó tras conocerse que en enero de este año cuatro adolescentes realizaron valiosos hallazgos en una caverna aledaña a esos cauces.
De manera accidental, los muchachos encontraron en la gruta una estatuilla muy similar a las conocidas de ese grupo poblacional, junto a unas conchas de mar talladas con figuras iconográficas.
La imagen, de 29 centímetros de alto, tallada en jade y representativa de un hombre obeso, sentado, condujo a los expertos a formular la hipótesis de que los olmecas se extendieron desde México hasta Honduras.
Para los entendidos, la existencia humana en la "cintura de América" data del año 9000 A.N.E.(antes de nuestra era) y logró alcanzar de manera progresiva una enorme multiplicidad en cuanto a culturas.
Sólo en Honduras se registraron antes 15 mil sitios arqueológicos, el cinco por ciento de estos pertenecientes a los mayas, una de las civilizaciones más avanzadas del subcontinente antes de la conquista y colonización europea.
Investigaciones practicadas inclinan a pensar que el núcleo central de la olmeca estuvo de 1200 a 800 A.N.E. era en el sur del estado de Veracruz y el oriente del estado de Tabasco, entre el río Grijalva y el Papaloapa (México).
Aunque con posterioridad se encontraron indicios de la presencia de estas comunidades en el norte de El Salvador y Guatemala, los especialistas coinciden en que la fundación de sus primeras ciudades y esculturas ocurrió en esa porción del país norteño.
Los primeros pobladores de Mesoamérica, región que se extiende desde México hasta la península de Nicoya, en Costa Rica, estructuraron su "área metropolitana" en las otrora capitales La Venta, San Lorenzo, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes.
Estas mujeres y hombres, identificados como habitantes del país de hule sobre la base del significado de los términos náhuatl olli y mecatl (mecate), fueron también los que se constituyeron de manera inicial en un Estado luego de rebasar la organización tribal o en cacicazgos.
Los estilos arquitectónicos de los centros religiosos olmecas y las esculturas encontradas, sugieren que este gobierno era teocrático, es decir, su autoridad política debió ser respetada como una divinidad.
La zona ocupada por este grupo humano poseía un elevado índice de humedad, lo cual se revirtió en la formación de varios lagos, ríos y pantanos, donde sus miembros desarrollaban la caza, pesca y captura de mariscos.
A pesar de esto, no se descarta que esos pueblos incursionaron en la agricultura, en especial, de maíz, frijol y calabaza.
Por su parte, varios entendidos defienden que los olmecas practicaban la antropofagia y consumían alucinógenos, preferentemente una sustancia extraída de un sapo marino abundante en el golfo.
Entre sus obras más reconocidas se encuentran 17 monumentales cabezas de piedra, de 1,5 a tres metros de altura, y otras estatuas de enormes dimensiones que representaban gente deforme, combinaciones de hombre con tigre, y otros figuras.
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