Redacción Central, 29 sep (PL) La epidemia de tratados bilaterales parece haber contagiado de manera definitiva a Centroamérica: a pesar de los desajustes provocados por la aplicación del concertado con Estados Unidos, pretende hoy uno similar con la Unión Europea.
Los encargados de administrar el Estado en las naciones de esta área dan riendas sueltas a las propuestas de ambos centros de poder y favorecen la extrema desregulación de las economías locales en detrimento de sus pueblos.
Condiciones geográficas y otros atributos constituyen el motor propulsor de las miradas sobre la "cintura de América" y la aplicación de múltiples estrategias para obtener derechos de posesión o concesiones de poder en esos puntos.
Desde hace más de un siglo, estas fueron las razones que animaron la rivalidad entre los otrora imperios coloniales- Inglaterra, Francia y el naciente Estados Unidos- y despertaron la urgencia de acortar distancias entre Oriente y Occidente.
Aún vigentes, estas ventajas estimulan el empeño del foro europeo por desplazar de manera progresiva la influencia norteamericana en esta región, a partir de la aplicación de métodos muy similares a los propugnados desde Washington.
Tal estrategia tuvo como antecedente el establecimiento de múltiples convenios de colaboración a través de supuestas organizaciones no gubernamentales y del patrocinio de programas humanitarios orientados hacia diferentes sectores.
Mucho antes, varias transnacionales europeas habían invertido ca pitales en los territorios centroamericanos en los rubros bancario y de servicios como la telefonía, comunicaciones, entre otros.
Al negociar un tratado de "libre comercio", ese ente regional pretende proteger a sus empresas de los daños que pudieran causarle sus contrapartes estadounidenses, favorecidas por el acuerdo ratificado por los órganos legislativos de estos países, salvo Costa Rica.
La búsqueda de un posible convenio de este tipo con los gobiernos centroamericanos tiene propósitos más geoestratégicos que comerciales, porque el flujo entre estos países y el viejo continente es todavía mínimo.
En medio de la confrontación contemporánea por reivindicar zonas de influencia, Europa busca debilitar el tradicional control estadounidense en esta zona, paso privilegiado para quienes pretenden acceder al norte o sur de este continente o al océano Pacífico.
Además del Canal de Panamá, por donde atraviesa más del cinco por ciento del comercio internacional, esta región posee otros puntos de embarque de relevancia en caso de conflictos bélicos como el istmo nicaragüense y el de Tehuantepec, en México.
Los tímidos avances del Plan Puebla Panamá y los proyectos desarrollistas acumulados en la zona norte de El Salvador, la construcción del Puerto Cutuco y el canal seco entre La Unión y Puerto Cortez, en Honduras, se suman a esta cadena de bendiciones.
Poca o nula sería la diferencia de un acuerdo comercial con el bloque europeo con relación a este: la gran tajada sólo iría a dar a manos de las poderosas transnacionales, mientras los representantes de estos bloques continuarían disputándose la hegemonía sobre esta área.
Tal vez podría negociarse un convenio con los representantes del viejo continente en condiciones menos graves que el establecido con Estados Unidos, que lastra la soberanía de estas naciones y atenta contra sus pequeñas y medianas empresas; pero esto está por ver.
La práctica de cooperación con el foro europeo pudiera redundar en aspectos favorables, mas siempre estaría latente el riesgo de que se profundicen los desequilibrios causados por las estrategias de libre comercio impulsadas.
Es más, un acuerdo comercial con la UE podría ser mucho más dañino que el firmado con los representantes del gobierno de George W. Bush si los negociadores europeos exigen de los centroamericanos concesiones mayores a las reclamadas por los norteamericanos.
Por lógica, si las empresas de allende el Atlántico quieren aventajar a las transnacionales estadounidenses, seguro demandarán menos restricciones arancelarias, mayores cuotas de exportación y mejores atractivos para sus inversiones, pronosticaron especialistas.
En última instancia, ningún beneficio que pueda obtenerse de un acuerdo de asociación comercial con ese bloque de poder compensaría los graves daños que las estrategias de libre comercio arrastran consigo desde su puesta en práctica.
Aunque la historia enseña diferencias sutiles en el comportamiento de ambos centros de dominio norteños, el esquema neoliberal es el mismo por lo que las organizaciones sociales centroamericanas deben mantenerse alertas ante propuestas de esta naturaleza.
Los encargados de administrar el Estado en las naciones de esta área dan riendas sueltas a las propuestas de ambos centros de poder y favorecen la extrema desregulación de las economías locales en detrimento de sus pueblos.
Condiciones geográficas y otros atributos constituyen el motor propulsor de las miradas sobre la "cintura de América" y la aplicación de múltiples estrategias para obtener derechos de posesión o concesiones de poder en esos puntos.
Desde hace más de un siglo, estas fueron las razones que animaron la rivalidad entre los otrora imperios coloniales- Inglaterra, Francia y el naciente Estados Unidos- y despertaron la urgencia de acortar distancias entre Oriente y Occidente.
Aún vigentes, estas ventajas estimulan el empeño del foro europeo por desplazar de manera progresiva la influencia norteamericana en esta región, a partir de la aplicación de métodos muy similares a los propugnados desde Washington.
Tal estrategia tuvo como antecedente el establecimiento de múltiples convenios de colaboración a través de supuestas organizaciones no gubernamentales y del patrocinio de programas humanitarios orientados hacia diferentes sectores.
Mucho antes, varias transnacionales europeas habían invertido ca pitales en los territorios centroamericanos en los rubros bancario y de servicios como la telefonía, comunicaciones, entre otros.
Al negociar un tratado de "libre comercio", ese ente regional pretende proteger a sus empresas de los daños que pudieran causarle sus contrapartes estadounidenses, favorecidas por el acuerdo ratificado por los órganos legislativos de estos países, salvo Costa Rica.
La búsqueda de un posible convenio de este tipo con los gobiernos centroamericanos tiene propósitos más geoestratégicos que comerciales, porque el flujo entre estos países y el viejo continente es todavía mínimo.
En medio de la confrontación contemporánea por reivindicar zonas de influencia, Europa busca debilitar el tradicional control estadounidense en esta zona, paso privilegiado para quienes pretenden acceder al norte o sur de este continente o al océano Pacífico.
Además del Canal de Panamá, por donde atraviesa más del cinco por ciento del comercio internacional, esta región posee otros puntos de embarque de relevancia en caso de conflictos bélicos como el istmo nicaragüense y el de Tehuantepec, en México.
Los tímidos avances del Plan Puebla Panamá y los proyectos desarrollistas acumulados en la zona norte de El Salvador, la construcción del Puerto Cutuco y el canal seco entre La Unión y Puerto Cortez, en Honduras, se suman a esta cadena de bendiciones.
Poca o nula sería la diferencia de un acuerdo comercial con el bloque europeo con relación a este: la gran tajada sólo iría a dar a manos de las poderosas transnacionales, mientras los representantes de estos bloques continuarían disputándose la hegemonía sobre esta área.
Tal vez podría negociarse un convenio con los representantes del viejo continente en condiciones menos graves que el establecido con Estados Unidos, que lastra la soberanía de estas naciones y atenta contra sus pequeñas y medianas empresas; pero esto está por ver.
La práctica de cooperación con el foro europeo pudiera redundar en aspectos favorables, mas siempre estaría latente el riesgo de que se profundicen los desequilibrios causados por las estrategias de libre comercio impulsadas.
Es más, un acuerdo comercial con la UE podría ser mucho más dañino que el firmado con los representantes del gobierno de George W. Bush si los negociadores europeos exigen de los centroamericanos concesiones mayores a las reclamadas por los norteamericanos.
Por lógica, si las empresas de allende el Atlántico quieren aventajar a las transnacionales estadounidenses, seguro demandarán menos restricciones arancelarias, mayores cuotas de exportación y mejores atractivos para sus inversiones, pronosticaron especialistas.
En última instancia, ningún beneficio que pueda obtenerse de un acuerdo de asociación comercial con ese bloque de poder compensaría los graves daños que las estrategias de libre comercio arrastran consigo desde su puesta en práctica.
Aunque la historia enseña diferencias sutiles en el comportamiento de ambos centros de dominio norteños, el esquema neoliberal es el mismo por lo que las organizaciones sociales centroamericanas deben mantenerse alertas ante propuestas de esta naturaleza.
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