viernes, septiembre 15, 2006

Remesas, pobreza y emigración en El Salvador

Redacción central, 14 sep (PL) Continúa creciendo la entrada de remesas a El Salvador. El Banco Central de Reserva (BCR) informó que en los primeros ocho meses del año alcanzaron la cifra récord de dos mil 177,8 millones de dólares.

Los datos representan un crecimiento del 18,5 por ciento en relación con el mismo período de 2005 cuando se recibieron mil 838 millones.


Dichos envíos han reportado un aumento creciente y constituyen cerca del 16 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Es cierto que con las remesas, algunas familias mejoran sus condiciones de vida, incluso los niños de la zona oriental comienzan la escuela, permanecen más tiempo en ella y logran niveles académicos mayores que sus padres.

Sin embargo, luego de finalizar sus estudios no encuentran empleos acorde a sus nuevas expectativas como bachilleres y muchos terminan emigrando para el norte.

El canto de sirena que son estas ayudas está indisolublemente ligado al estancamiento económico de la nación centroamericana y al fenómeno migratorio.

Según los cálculos más conservadores, mil 70 personas abandonan el país diariamente y han encontrado fuera de él una calidad de vida sesenta veces superior a la que tendrían en su propia nación.

El lento crecimiento económico ha tenido efectos directos en el ámbito laboral. Las tasas de desempleo se han mantenido casi invariables desde 1991 y las de subempleo aumentaron levemente. La emigración entonces se transforma en alternativa.

Tal situación obliga a miles de personas a abandonar el país cada año. Estadísticas oficiales indican que unos 2,5 millones viven en el extranjero, de los cuales 2,3 residen en Estados Unidos, y con sus remesas mantienen a flote la economía dolarizada de El Salvador desde 2001.

El BCR destacó que algunos factores han favorecido el actual comportamiento de las remesas familiares, tales como la prórroga al Estatuto de Protección Temporal para los salvadoreños en Estados Unidos, así como la disminución en la tasa de desempleo entre los hispanos y el desempeño económico en esa nación.

Pero es preciso tener en cuenta que de los más de dos millones que se encuentran en el norteño país, sólo 200 mil están inscritos en el TPS (permiso temporal) el resto son ilegales o indocumentados.

Allí, sus empleos son los menos remunerados, se dedican en su mayoría a los servicios (camareras, las mujeres, y obreros, los hombres), siguen siendo los más pobres, y de ellos, de sus envíos, viven a duras penas los otros pobres de El Salvador.

Y es que las remesas no significan desarrollo. Aún con su aumento creciente, el país está cada vez más empobrecido y ni siquiera el tan "anhelado" Tratado de Libre Comercio ha logrado reanimar la economía.

El Salvador sigue consumiendo más de lo que produce, y debido a la apertura económica, los dólares salen con la misma relativa facilidad con la que entran, el efecto multiplicador que pudiera tener este dinero, el país lo exporta.

Mientras que el gobierno se vanagloria con este gran negocio de las remesas, sin dudas la ausencia de vida digna continuará incitando la salida del país, a su vez cada informe del BCR emitirá nuevas cifras récord de ayudas, un ciclo imparable.

Diversos foros sociales, no sólo en El Salvador, sino en buena parte de las naciones que hacen su "aporte" al fenómeno migratorio abogan por el derecho a no migrar lo que implica el compromiso de lucha por el cambio de las estructuras que generan la pobreza.

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