sábado, septiembre 16, 2006

¿Metida de pata o insulto deliberado? : Discurso de Benedicto XVI enfurece al mundo de Islam

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York

Toronto, Canadá – Benedicto XVI es una eminencia entre los teólogos del catolicismo. Su brillante trayectoria religiosa le ha merecido profesorados y Doctorados Honoris Causa en varias universidades de su país natal Alemania, y numerosos e importantes nombramientos en el Vaticano.

Tal era la confianza de su predecesor en las habilidades del ultra conservador Cardenal Joseph Alois Ratzinger que el Papa Juan Pablo II le nombró Prefecto para la todopoderosa Congregación de la Fe, descendiente directa de los infames tribunales de la Santa Inquisición que en los años ´80 disciplinó duramente al clero involucrado en la Teología de la Liberación suspendiendo entre otros a tres sacerdotes nicaragüenses por ejercer Ministerios políticos en el gobierno sandinista.


Al morir Juan Pablo II el Cardenal Ratzinger fue elegido Sumo Pontífice de Roma en abril del 2005 y asumió el nombre de Benedicto XVI. La semana pasada Su Santidad provocó la justa ira del mundo islámico.

En un discurso pronunciado en Alemania el Sumo Pontífice se refirió al pasaje de un libro en el que aparece una charla del siglo XIV entre el Emperador Bizantino Cristiano Manuel Paleologo II y un sabio persa. “El Emperador dijo, y me refiero a ello palabra por palabra, ‘Muéstrenme exactamente los aportes novedosos de Mahoma y ahí encontrarán cosas diabólicas e inhumanas, tales como sus órdenes de diseminar con la espada la fe que predicó,’” puntualizó el Papa recalcando que éstas eran palabras textuales del emperador.

Millones de creyentes en el Profeta Mahoma pegaron el grito al cielo y a Roma demandando que el Papa se retractara y se disculpara. Un vocero del Vaticano respondió con la patética explicación de que Su Santidad “no había intentado ofender las sensibilidades del mundo islámico.” Más les valdría haber callado. A los dos.

Sin lugar a la menor duda las palabras del Pontífice constituyen un gratuito insulto a millones de musulmanes. Es más, su pronunciamiento equivale a atizar innecesaria e irresponsablemente las llamas de persecución encendidas por la violencia de Washington contra el mundo musulmán. Benedicto XVI no es ignorante. Al contrario, universalmente se le considera uno de los grandes sabios del catolicismo moderno. De ahí que en este bochornoso episodio el Pontífice no encontrará ni defensa ni refugio en la tradicional infalibilidad Papal en asuntos de fe.

Es inconcebible que un estudioso pontífice no se dé cuenta de la repercusión mundial de sus palabras y del dañino impacto producido por semejante negativismo. ¿Habrán fallado las ilustradas credenciales históricas en iluminarle la razón a Benedicto XVI? ¿Lo habrá dicho a propósito? ¿Con segunda, mala intención? ¡Solo Dios sabe! De ser así, sería un imperdonable pecado contra la decencia y contra la humanidad.

Benedicto XVI está íntimamente familiarizado con la historia de persecución del catolicismo. Por ello es sorprendente que sus palabras sean evocadoras, sin justificación alguna, de la lamentable persecución criminal contra musulmanes y judíos en la España de 1492 cuando la espada de los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón derrotó al último rey moro en Granada expulsándole de España. Para consolidar el poder político y religioso Isabel y Fernando instalaron en España los tribunales de la Santa Inquisición, hoy la Congregación de la Fe que presidiera Benedicto XVI antes de su elección al Papado.

Desde antes de la reconquista de España, el Vaticano había establecido los infernales tribunales de la Santa Inquisición con el objeto de convertir al mundo al catolicismo. Por las buenas o por las malas. En España la Inquisición se entregó a la tarea de perseguir, juzgar, expulsar, torturar y matar a todo español de descendencia musulmana o judía que rehusara abrazar el catolicismo. Por medio de este mecanismo, Isabel y Fernando utilizarían la fe como instrumento de unificación en el nuevo reino de España. En el proceso intentarían borrar la espléndida herencia de 800 riquísimos años de civilización judeo-musulmana. En breve, reducirían a escombros la esencia de España si los infieles moros y judíos no se sometían a la religión oficial. No muy diferente de la destrucción actual de las indefensas poblaciones musulmanas de Afganistán e Iraq, cunas de la civilización, a consecuencia de los ataques de Washington e Israel.

La Inquisición no se limitó a España. A principios de la conquista de América en ese mismo año, la Inquisición se trasladó al nuevo mundo en donde ejercería brutal persecución religiosa contra los indígenas “infieles.” Catolicismo o muerte. Tanto la destrucción de culturas y de civilizaciones como las masacres de inocentes en ambos lados del océano fue de proporciones inimaginables, similar también a la barbarie perpetrada hoy por Washington e Israel en el Medio Oriente.

Se repitió la historia. Algunos, como Benedicto XVI, convenientemente la ignoran. Descartando la diabólica estrategia empleada por la Inquisición contra musulmanes, judíos e indígenas, Benedicto XVI se hace la vista gorda a los desmanes de la institución que presidió anteriormente e inexplicablemente se dedica a agitar pasiones al cometer la osadía de referirse al Profeta Mahoma como un líder que utilizó la espada para propagar la fe. ¿Actuará de mala fe Benedicto? ¿Cuál será su intención al agitar las cenizas de persecución contra Islam? Solo Dios lo sabe. Solo Dios, el Sumo Pontífice y el “Sumo Iluminado” del cristianismo fundamentalista en la Casa Blanca. Cosas veredes, Sancho.

Es innegable que el pronunciamiento del Papa en Alemania fue repulsivo. Sin embargo la facilidad conque el vocero del Vaticano descart’o la gravedad del insulto del Papa es vergonzosa para el catolicismo. Si el Sumo Pontífice en realidad lamenta su colosal e insultante metida de pata, Benedicto XVI no tiene otra opción que disculparse profunda y sinceramente ante Islam y hacer un acto de contrición ante el mundo. Nada menos debe esperarse del líder del catolicismo.

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