sábado, septiembre 30, 2006

Perderse en el alcohol: síntoma de la desesperanza

Redacción Central, 29 sep (PL) La exagerada ingestión de bebidas alcohólicas puede ser un síntoma más de la desesperación de los latinoamericanos ante la problemática social que se ven precisados a enfrentar cada día.

Crecientes índices de pobreza, depauperación, violencia doméstica, desajustes familiares, desesperanza y otros factores adversos a la salud síquica de los seres humanos puede que estén en el sustrato de la mayoría de los consumidores asiduos o parciales en esta región.


Por efecto, siguen aumentando las estadísticas de prácticas sexuales forzadas, sin protección y todo tipo de comportamientos violentos, particularmente dentro de las familias y los más vulnerables son mujeres, niñas y niños.

Pese a esto, la mayoría de las autoridades gubernamentales en esta región muestran un total desinterés por potenciar estudios sobre el consumo de estas bebidas nocivas y sus políticas se limitan al control sobre la disponibilidad y el acceso a estas.

Tales estrategias se desatienden casi siempre de las evidentes dimensiones de género en el asunto y los problemas relacionados con éste: la mayoría de los consumidores excesivos en Latinoamérica son hombres.

Entre 9,7 y 35,6 por ciento oscilan los adictos que pululan por esta área y eso es uno de los parámetros que permite explicar por qué la cirrosis está entre las 10 principales causas de muerte en México, por ejemplo.

Tanto en esa nación, como en Venezuela y Argentina, los decesos por esta razón triplican los reportados entre las mujeres, de lo cual se desprende que el alcoholismo también está atravesado por la lógica de género en esta parte del continente.

Adultos y jóvenes del considerado por algunos "sexo fuerte" pueden hasta pernoctar en un bar sin temor a ser censurados por sus conciudadanos, más esto puede revertirse en causa de la estigmatización de cualquiera de sus contrapartes.

Sociedades machista por tradición, enseñan desde muy pequeños a los infantes las supuestas diferencias que deben seguirse en el comportamientos entre mujeres y hombres, al mismo tiempo que estimulan actuaciones de esta naturaleza.

Por norma general, se espera que ambos beban y se les alienta a hacerlo, pero las mujeres se enfrentan a un mayor control social en términos del cuándo y dónde deben hacerlo.

Esto redunda en la distribución de los niveles de consumo y patrones, en los cuales se puede constatar que los integrantes del sexo masculino adquieren mayores probabilidades de beber en exceso que sus compañeras.

La sujeción a añejos patrones de conducta incide en que estas tengan mayores posibilidades de abstenerse a ingerir bebidas alcohólicas sin temor a ser criticadas por una supuesta flojera.

También la suerte de la maternidad opera como cortina de viento frente a las mujeres: el consumo de alcohol durante el embarazo aumenta el riesgo de tener recién nacidos con defectos y las dadas a tomar en demasía tienen mayor riesgo de contraer cáncer mamario.

El alcoholismo redunda además en la proliferación de los casos de cirrosis hepática y otras enfermedades, lesiones y fallecimientos por accidentes de tránsito, homicidios y suicidios.

Estas estadísticas, manejadas de manera indistinta por cada uno de los países y tergiversadas en correspondencia con el tema de que se trate, tienden al aumento y motivan la alerta de socorristas y otros entes sociales.

Cierto que el consumo y producción de tales sustancias está expandido por el mundo, más Latinoamérica acumula el porcentaje más alto del total de muertes atribuibles al apego a esta práctica, según organismos internacionales.

Esta área geográfica registra un 4,5 por ciento en ese indicador, mientras que otros países dependientes o menos desarrollados económicamente apenas alcanzan el 1, 6 por ciento.

Tal cifra es inferior al 1,3 contabilizado en los territorios del norte aventajado en esa materia, donde la enajenación suele procurarse a través del consumo de drogas y otras vías más sofisticadas, pero igual de dañinas a las personas.

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