Río de Janeiro, 2 oct (PL) Aunque incluidos entre los pronósticos, los resultados de las elecciones celebradas en Brasil este domingo sorprendieron al presidente Luiz Inacio Lula da Silva y al alto mando del Partido de los Trabajadores (PT), que lo llevó como candidato.
El jefe de Estado, quien no conseguió la reelección en la primera vuelta, atribuyó a su partido de lo que en algunos círculos de opinión se consideró un virtual revés para el bloque petista.
En una reunión celebrada esta madrugada en el Palacio de Planalto, Lula lamentó la "avalancha de errores" cometidos por el PT durante la campaña y dijo que intentará intervenir en la crisis que se abatió sobre esa agrupación política en las últimas tres semanas.
"Tenemos que resolver eso para iniciar la campaña del segundo turno", reconoció Lula, a quien los brasileños otorgaron ayer el 48,79 por ciento de los votos, insuficientes para imponerse y suficientes para provocar una segunda vuelta en los comicios, el próximo día 29.
Su más cercano contrincante y agudo crítico, el ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, concluyó con 41,43 por ciento de los sufragios emitidos, hecho calificado de "sorpresa" e ïnesperado" en la comandancia general del PT.
Heloisa Helena, aspirante por una coalisión de fuerzas de izquierda, alcanzó 6,85 por ciento, y Cristovam Buarque, del Partido Democrático Laborista, 2,67. Otros cuatro candidatos terminaron con cifras menores al uno por ciento.
El 54 por ciento alcanzado por Alckmin en la plaza paulista a golpe de ataques directos contra el gobernante, decidió a la postre en los comicios.
"Esa cuestión del dosier evidentemente perturbó la campaña", admitió la víspera el ministro de Hacienda, Guido Mantega, cuando se computaban las cifras finales.
El "caso dosier" estalló "oportunamente" a mediados de septiembre, en pleno apogeo de la contienda electoral, para implicar a personas y funcionarios muy cercanos al PT y a Lula en una supuesta compra de informes destinados a perjudicar la imagen de políticos opositores.
El escándalo, al que un influyente periódico llegó a dedicar hasta 12 páginas de una sola edición, sorprendió y desestabilizó al liderazgo del PT y al propio gobernante, de acuerdo con reflexiones coincidentes de analistas políticos nacionales.
Ante los ojos de observadores y enviados, en la propia cara del electorado, se fabricó una situación de inestabilidad política del país, cuyo resultado fue a parar -como se esperaba- a las modernas urnas electrónicas.
Más aún, las investigaciones sobre el hecho fueron detenidas y seguirán siendo lastre y fuego en la atmósfera política brasileña.
Lula llegó a tener el 49,06 por ciento de la votación en el curso del conteo, alrededor de las 22:30 horas -a menos de un punto de conseguir la victoria- pero, de momento, comenzó a descender su acumulado hasta concluir por debajo del 48 por ciento.
Para imponerse, el candidato debía lograr el 50 por ciento más uno de las boletas válidas. "Es incríble que Lula no lo haya logrado", afirmaron activistas del PT, tras dedicar decenas de horas al aquí llamado panfletaje o distribución de propaganda política.
Por el contrartio, en su mejor momento de la campaña, Alckmin nunca superó el 38 por ciento, pero de repente la población lo favoreció en los metros finales de una sudada trayectoria que mantuvo en tensión a los votantes hasta pasada la medianoche del domingo.
La inasistencia de Lula al debate con sus contrincantes en la televisión, se considera hoy igualmente un craso error de sus asesores.
"Es público y notorio el grado de virulencia y desespero de algunos adversarios, que están dejando en segundo plano el debate de propuestas e ideas para dedicarse casi exclusivamente a los ataques gratuitos y agresiones personales", explicó en mensaje a la nación.
Fuentes políticas consultadas aseguran que la derecha logró el objetivo que se trazó de mellar la imagen de Lula y el PT, con el fin estratégico de confundir al electorado y provocar una segunda vuelta.
"Lula y el PT se dejaron robar el escenario electoral y las calles por Alckmin y el PSDB", comentó este lunes a Prensa Latina una dirigente petista en Río de Janeiro que prefirió el anonimato.
"El debate -dijo- se redujo durante días a casi un monólogo entre socialdemócratas y opositores".
Con ese punto de vista coincidió Marco Aurelio García, coordinador de la campaña del aspirante del PT, quien reemplazó en el cargo a Ricardo Berzoini, depuesto por Lula tras el estallido del "caso dossier".
El cercano asesor de Lula llamó a promover un debate programático fuerte con vista a la segunda vuelta de las elecciones, sobre la base de los logros y realizaciones del gobierno petista en los últimos cuatro años.
De acuerdo con pronósticos iniciales, el candidato Buarque, derrotado por amplio margen, llamará a sus compromisarios a que se unan a Alckmin.
Heloisa Helena, enemiga confesa de Lula, adelantó que dejará libre a su electorado (obtuvo unos seis millones de votos) para qué decida por sí mismo qué hacer en el balotaje.
La fundadora del Partido Socialismo y Libertad, una reconocida representante de la izquierda, se inclinaría hacia Lula y el PT, partido del cual fue expulsada, según enfoques de fuentes independientes.
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El jefe de Estado, quien no conseguió la reelección en la primera vuelta, atribuyó a su partido de lo que en algunos círculos de opinión se consideró un virtual revés para el bloque petista.
En una reunión celebrada esta madrugada en el Palacio de Planalto, Lula lamentó la "avalancha de errores" cometidos por el PT durante la campaña y dijo que intentará intervenir en la crisis que se abatió sobre esa agrupación política en las últimas tres semanas.
"Tenemos que resolver eso para iniciar la campaña del segundo turno", reconoció Lula, a quien los brasileños otorgaron ayer el 48,79 por ciento de los votos, insuficientes para imponerse y suficientes para provocar una segunda vuelta en los comicios, el próximo día 29.
Su más cercano contrincante y agudo crítico, el ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, concluyó con 41,43 por ciento de los sufragios emitidos, hecho calificado de "sorpresa" e ïnesperado" en la comandancia general del PT.
Heloisa Helena, aspirante por una coalisión de fuerzas de izquierda, alcanzó 6,85 por ciento, y Cristovam Buarque, del Partido Democrático Laborista, 2,67. Otros cuatro candidatos terminaron con cifras menores al uno por ciento.
El 54 por ciento alcanzado por Alckmin en la plaza paulista a golpe de ataques directos contra el gobernante, decidió a la postre en los comicios.
"Esa cuestión del dosier evidentemente perturbó la campaña", admitió la víspera el ministro de Hacienda, Guido Mantega, cuando se computaban las cifras finales.
El "caso dosier" estalló "oportunamente" a mediados de septiembre, en pleno apogeo de la contienda electoral, para implicar a personas y funcionarios muy cercanos al PT y a Lula en una supuesta compra de informes destinados a perjudicar la imagen de políticos opositores.
El escándalo, al que un influyente periódico llegó a dedicar hasta 12 páginas de una sola edición, sorprendió y desestabilizó al liderazgo del PT y al propio gobernante, de acuerdo con reflexiones coincidentes de analistas políticos nacionales.
Ante los ojos de observadores y enviados, en la propia cara del electorado, se fabricó una situación de inestabilidad política del país, cuyo resultado fue a parar -como se esperaba- a las modernas urnas electrónicas.
Más aún, las investigaciones sobre el hecho fueron detenidas y seguirán siendo lastre y fuego en la atmósfera política brasileña.
Lula llegó a tener el 49,06 por ciento de la votación en el curso del conteo, alrededor de las 22:30 horas -a menos de un punto de conseguir la victoria- pero, de momento, comenzó a descender su acumulado hasta concluir por debajo del 48 por ciento.
Para imponerse, el candidato debía lograr el 50 por ciento más uno de las boletas válidas. "Es incríble que Lula no lo haya logrado", afirmaron activistas del PT, tras dedicar decenas de horas al aquí llamado panfletaje o distribución de propaganda política.
Por el contrartio, en su mejor momento de la campaña, Alckmin nunca superó el 38 por ciento, pero de repente la población lo favoreció en los metros finales de una sudada trayectoria que mantuvo en tensión a los votantes hasta pasada la medianoche del domingo.
La inasistencia de Lula al debate con sus contrincantes en la televisión, se considera hoy igualmente un craso error de sus asesores.
"Es público y notorio el grado de virulencia y desespero de algunos adversarios, que están dejando en segundo plano el debate de propuestas e ideas para dedicarse casi exclusivamente a los ataques gratuitos y agresiones personales", explicó en mensaje a la nación.
Fuentes políticas consultadas aseguran que la derecha logró el objetivo que se trazó de mellar la imagen de Lula y el PT, con el fin estratégico de confundir al electorado y provocar una segunda vuelta.
"Lula y el PT se dejaron robar el escenario electoral y las calles por Alckmin y el PSDB", comentó este lunes a Prensa Latina una dirigente petista en Río de Janeiro que prefirió el anonimato.
"El debate -dijo- se redujo durante días a casi un monólogo entre socialdemócratas y opositores".
Con ese punto de vista coincidió Marco Aurelio García, coordinador de la campaña del aspirante del PT, quien reemplazó en el cargo a Ricardo Berzoini, depuesto por Lula tras el estallido del "caso dossier".
El cercano asesor de Lula llamó a promover un debate programático fuerte con vista a la segunda vuelta de las elecciones, sobre la base de los logros y realizaciones del gobierno petista en los últimos cuatro años.
De acuerdo con pronósticos iniciales, el candidato Buarque, derrotado por amplio margen, llamará a sus compromisarios a que se unan a Alckmin.
Heloisa Helena, enemiga confesa de Lula, adelantó que dejará libre a su electorado (obtuvo unos seis millones de votos) para qué decida por sí mismo qué hacer en el balotaje.
La fundadora del Partido Socialismo y Libertad, una reconocida representante de la izquierda, se inclinaría hacia Lula y el PT, partido del cual fue expulsada, según enfoques de fuentes independientes.
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