JORGE LUIS CANELA CIURANA
7 DE OCTUBRE
director@trabaja.cip.cu
(…) “conversar con la gente, pero de verdad, para saber qué piensa. No contentarse con hablar, sino también oír, aunque no agrade lo que nos digan; reconocer cuando nos equivocamos y si es el caso, decirle al otro que no tiene la razón (…) estos conceptos son válidos no solo para el movimiento sindical”.
7 DE OCTUBRE
director@trabaja.cip.cu
(…) “conversar con la gente, pero de verdad, para saber qué piensa. No contentarse con hablar, sino también oír, aunque no agrade lo que nos digan; reconocer cuando nos equivocamos y si es el caso, decirle al otro que no tiene la razón (…) estos conceptos son válidos no solo para el movimiento sindical”.
Raúl Castro en la clausura del XIX Congreso de la CTC
Apenas unas horas después de la clausura del XIX Congreso obrero, algunos compañeros debatíamos sobre una de las principales cualidades que todo cuadro debe cultivar como método: saber escuchar, que es uno de los modos más sabios de relacionarse con los compañeros, de dirigir.
Propiciaba el diálogo la afirmación del Segundo Secretario del Partido, General de Ejército Raúl Castro: (…) “si conseguí motivarlos a pensar una y otra vez hasta encontrar la solución más adecuada a cada asunto concreto, doy por cumplido el objetivo de esta intervención”.
Y llegábamos a la conclusión de que debíamos tener a mano una especie de decálogo o vademécum, que fuera como una pauta y contribuyera al análisis íntimo y al consecuente actuar de cada dirigente sindical o administrativo. Sin otros adornos, resumo diez consejos surgidos en ese diálogo, como expresión de experiencias personales de quienes hacíamos nuestro primer ejercicio de reflexión sobre las palabras de Raúl:
1. No adopte decisiones unipersonales o inconsultas. Mida bien su alcance. Ellas siempre tendrán alguna trascendencia en la labor de un grupo aunque sea mínimo de personas. No tema escuchar otros criterios, incluidos los de sus subordinados.
2. Asuma con responsabilidad y pasión su papel de dirección, pero nunca se crea superior a quienes dirige. Muchos de ellos podrían hacerlo igual o mejor que usted, y tienen opiniones que sería muy útil escuchar.
3. No espere a que vengan a contarle los problemas. No basta con comprobar si se cumple lo que usted dispuso u orientó. Ponga su oído cerca de la gente. Asuma un papel activo acerca de qué piensan sus subordinados en relación con el trabajo o sus orientaciones.
4. No hay nada más funesto que dirigir sin conocer la realidad. Recorra los puestos de trabajo no solo para ver cómo marchan la producción o los servicios. Quienes se ocupan de esto también pueden tener necesidad de confiarle algo del trabajo o personal.
5. No se encasille en que su criterio es el único correcto, o en que es suya toda la razón. Usted también puede errar. Siempre hay un cierto grado de razón en el pensamiento de los demás. Analice lo que le planteen y reaccione honestamente. Si llega a la conclusión de que se equivocó en algo, no se ponga intransigente: déjese convencer.
6. Estimule el intercambio crítico en la ocasión apropiada y el lugar correcto. Nunca deje de escuchar a alguien que discrepe de usted. Ese criterio puede influir decisivamente en mejorar los resultados del colectivo y de usted personalmente.
7. Si alguien no coincide con su opinión, redoble la atención en lo que esa persona le plantee, pero no tanto con el ánimo de replicarle como de asimilar en qué pudiera tener razón.
8. Es natural que nos disgustemos cuando en una reunión nos critican, o discrepan abiertamente de nuestros planteamientos, y mucho más si dirigimos el análisis. Pero precisamente la función de quien conduce una discusión es propiciar el examen de los problemas en todas sus aristas. No se acalore al responder. Sobrepóngase a esa reacción y exponga sus argumentos con ecuanimidad y respeto para el criterio discrepante, sin pretender imponer el suyo. En un análisis, la razón y la autoridad no la dan la jerarquía ni la imposición, sino los argumentos.
9. Dedique tiempo a pensar. El trabajo operativo para acometer tareas prioritarias o urgentes es solo parte de su responsabilidad. Quien no trata de prever el futuro, de adelantarse a posibles cambios de coyunturas o circunstancias, o no es capaz de sacudirse la rutina y proponerse nuevos o más altos empeños, no es un buen jefe. Para esa proyección es de inestimable valor el criterio de sus compañeros y de sus subordinados. Intercambie con ellos.
10. No se arriesgue a dar opiniones sobre lo que desconoce. Si tiene que decidir sobre una propuesta trascendente que le presenta su subordinado más capaz y de mayor confianza, no la acepte a ciegas, escuche al resto del colectivo de dirección y a algunos de los que tendrán que aplicarla o sobre los que recaerán las consecuencias.
Pero una vez aplicados los principios de este decálogo, no tema adoptar la decisión que le corresponda tomar, para la que está facultado y por la cual responderá ante sus superiores o su propio colectivo. Muchas cosas tendrá que decidirlas por usted mismo y para eso debe estar suficientemente preparado. Nunca deje de estudiar y trabaje sin desmayo, modestamente y sin fanfarria.
Todos los ojos están puestos sobre usted
Apenas unas horas después de la clausura del XIX Congreso obrero, algunos compañeros debatíamos sobre una de las principales cualidades que todo cuadro debe cultivar como método: saber escuchar, que es uno de los modos más sabios de relacionarse con los compañeros, de dirigir.
Propiciaba el diálogo la afirmación del Segundo Secretario del Partido, General de Ejército Raúl Castro: (…) “si conseguí motivarlos a pensar una y otra vez hasta encontrar la solución más adecuada a cada asunto concreto, doy por cumplido el objetivo de esta intervención”.
Y llegábamos a la conclusión de que debíamos tener a mano una especie de decálogo o vademécum, que fuera como una pauta y contribuyera al análisis íntimo y al consecuente actuar de cada dirigente sindical o administrativo. Sin otros adornos, resumo diez consejos surgidos en ese diálogo, como expresión de experiencias personales de quienes hacíamos nuestro primer ejercicio de reflexión sobre las palabras de Raúl:
1. No adopte decisiones unipersonales o inconsultas. Mida bien su alcance. Ellas siempre tendrán alguna trascendencia en la labor de un grupo aunque sea mínimo de personas. No tema escuchar otros criterios, incluidos los de sus subordinados.
2. Asuma con responsabilidad y pasión su papel de dirección, pero nunca se crea superior a quienes dirige. Muchos de ellos podrían hacerlo igual o mejor que usted, y tienen opiniones que sería muy útil escuchar.
3. No espere a que vengan a contarle los problemas. No basta con comprobar si se cumple lo que usted dispuso u orientó. Ponga su oído cerca de la gente. Asuma un papel activo acerca de qué piensan sus subordinados en relación con el trabajo o sus orientaciones.
4. No hay nada más funesto que dirigir sin conocer la realidad. Recorra los puestos de trabajo no solo para ver cómo marchan la producción o los servicios. Quienes se ocupan de esto también pueden tener necesidad de confiarle algo del trabajo o personal.
5. No se encasille en que su criterio es el único correcto, o en que es suya toda la razón. Usted también puede errar. Siempre hay un cierto grado de razón en el pensamiento de los demás. Analice lo que le planteen y reaccione honestamente. Si llega a la conclusión de que se equivocó en algo, no se ponga intransigente: déjese convencer.
6. Estimule el intercambio crítico en la ocasión apropiada y el lugar correcto. Nunca deje de escuchar a alguien que discrepe de usted. Ese criterio puede influir decisivamente en mejorar los resultados del colectivo y de usted personalmente.
7. Si alguien no coincide con su opinión, redoble la atención en lo que esa persona le plantee, pero no tanto con el ánimo de replicarle como de asimilar en qué pudiera tener razón.
8. Es natural que nos disgustemos cuando en una reunión nos critican, o discrepan abiertamente de nuestros planteamientos, y mucho más si dirigimos el análisis. Pero precisamente la función de quien conduce una discusión es propiciar el examen de los problemas en todas sus aristas. No se acalore al responder. Sobrepóngase a esa reacción y exponga sus argumentos con ecuanimidad y respeto para el criterio discrepante, sin pretender imponer el suyo. En un análisis, la razón y la autoridad no la dan la jerarquía ni la imposición, sino los argumentos.
9. Dedique tiempo a pensar. El trabajo operativo para acometer tareas prioritarias o urgentes es solo parte de su responsabilidad. Quien no trata de prever el futuro, de adelantarse a posibles cambios de coyunturas o circunstancias, o no es capaz de sacudirse la rutina y proponerse nuevos o más altos empeños, no es un buen jefe. Para esa proyección es de inestimable valor el criterio de sus compañeros y de sus subordinados. Intercambie con ellos.
10. No se arriesgue a dar opiniones sobre lo que desconoce. Si tiene que decidir sobre una propuesta trascendente que le presenta su subordinado más capaz y de mayor confianza, no la acepte a ciegas, escuche al resto del colectivo de dirección y a algunos de los que tendrán que aplicarla o sobre los que recaerán las consecuencias.
Pero una vez aplicados los principios de este decálogo, no tema adoptar la decisión que le corresponda tomar, para la que está facultado y por la cual responderá ante sus superiores o su propio colectivo. Muchas cosas tendrá que decidirlas por usted mismo y para eso debe estar suficientemente preparado. Nunca deje de estudiar y trabaje sin desmayo, modestamente y sin fanfarria.
Todos los ojos están puestos sobre usted
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