Licda. Norma Guevara de Ramirios
Centenares de salvadoreños y salvadoreñas que viven en el exterior, principalmente en Estados Unidos, se reunieron en nuestra capital para expresar sus visiones sobre la perspectiva de país, sus posibilidades de contribuir más de lo que ya lo hacen al desarrollo económico, social, político y cultural de esta nuestra patria que se extiende hasta esos centenares de miles de familias, millones de personas que buscan fuera lo que su suelo natal les niega.
Su arraigo familiar y al país es una condición extraordinaria que resulta poco común en comparación con ciudadanos de otras nacionalidades y esto ha permitido que centenares de miles de familias cuenten con ingresos vía remesas, o comunidades organizadas apoyen a gobiernos municipales en la construcción de obras que mejoran sus lugares de origen como Suchitoto, Intipucá, Santa Elena y otros; la proyección gubernamental del sector turismo, sin duda alguna, espera contar con los segmentos de salvadoreños y salvadoreños prósperos, pero para salvadoreños o para extranjeros, las bases internas son un requisito ineludible, la educación, la infraestructura y sobre todo, la seguridad es fundamental.
En la agenda del encuentro el tema de la seguridad estaba ausente, pero en la realidad dominaba como interés, y no se subsana con estadísticas de la criminalidad, requiere compromisos y acciones eficaces que por hoy está lejos de ser presentada como logro de gobierno, y más bien la inseguridad existente es expresión del fracaso de enfoques y estrategias ineficaces de los sucesivos gobiernos areneros.
Ni siquiera el anuncio de la cadena perpetua, último invento del Presidente Saca, puede dar alivio a la enorme preocupación ante la inseguridad; la familia salvadoreña reclama protección y seguridad de sus propias vidas más que lo que las supuestas duras penas que merezca un asesino, violador, extorsionista, narcotraficante, corrupto o corruptor.
De nuevo, la seguridad que reclamamos, la seguridad que necesitamos es la que nos permita caminar, trabajar o vivir tranquilamente; las calles cerradas, las casas con balcones de hierro y alambres electrificados, los camiones que transportan mercancías seguidos por otros que custodian valores, la tiendita con vigilante privado, las empresas gastando hasta 30% en mecanismos de seguridad y personal de empresas privadas que les cuiden; el excesivo gasto pues, que origina la sensación de temor; eso es inseguridad, no seguridad.
De manera que cuando el gobierno asegura que los asesinatos se originan en las cárceles, o que una gran cantidad de delitos son cometidos por maras, lo que exhibe es un resultado de inseguridad, ¿ Porqué si saben de donde surge el crimen no lo evitan? Le falta al gobierno además de capacidad, una dosis de modestia, de autocrítica, de sentido de país para abordar problemas graves; pareciera que al darse cuenta que enfrentar esta epidemia nacional requiere contar con todos, y además cambiar sus enfoques errados, es reconocer que su visión mercantilista es causa del problema y corregir afecta los negocios de la venta de armas, de seguridad privada y además le obligaría a desestimar la «dureza» en la verborrea política con la cual ha capitalizado votos en todas las elecciones.
Ahora, cuando las y los salvadoreños que viven en el exterior le reclaman seguridad como requisito para invertir en el país, o para que sea un destino turístico, el gobierno de Saca debe darse cuenta que los problemas que vivimos se ven de lejos; que no se puede engañar proyectando la imagen de un paraíso inexistente, que los «hermanos lejanos» sienten lo mismo que quienes vivimos y trabajamos aquí, que la inseguridad es inaguantable y debe abordarse con valentía, ahora mismo, con todos y en serio.
El gobierno tiene la oportunidad de abrir su propia cárcel, pues vive prisionero de una trampa que él mismo ha creado, juntando en una sola persona la máxima figura de gobierno y de partido, pues como partido arena ha ganado mucho al exaltar el temor para promoverse como partido dispuesto a la máxima dureza, y como gobierno ha menospreciado la prevención, los enfoques integrales, el debate y la concertación honesta. Para responder a la exige0ncia de los salvadoreños dentro y fuera del país, debe disponerse en serio a una profunda corrección.
Centenares de salvadoreños y salvadoreñas que viven en el exterior, principalmente en Estados Unidos, se reunieron en nuestra capital para expresar sus visiones sobre la perspectiva de país, sus posibilidades de contribuir más de lo que ya lo hacen al desarrollo económico, social, político y cultural de esta nuestra patria que se extiende hasta esos centenares de miles de familias, millones de personas que buscan fuera lo que su suelo natal les niega.
Su arraigo familiar y al país es una condición extraordinaria que resulta poco común en comparación con ciudadanos de otras nacionalidades y esto ha permitido que centenares de miles de familias cuenten con ingresos vía remesas, o comunidades organizadas apoyen a gobiernos municipales en la construcción de obras que mejoran sus lugares de origen como Suchitoto, Intipucá, Santa Elena y otros; la proyección gubernamental del sector turismo, sin duda alguna, espera contar con los segmentos de salvadoreños y salvadoreños prósperos, pero para salvadoreños o para extranjeros, las bases internas son un requisito ineludible, la educación, la infraestructura y sobre todo, la seguridad es fundamental.
En la agenda del encuentro el tema de la seguridad estaba ausente, pero en la realidad dominaba como interés, y no se subsana con estadísticas de la criminalidad, requiere compromisos y acciones eficaces que por hoy está lejos de ser presentada como logro de gobierno, y más bien la inseguridad existente es expresión del fracaso de enfoques y estrategias ineficaces de los sucesivos gobiernos areneros.
Ni siquiera el anuncio de la cadena perpetua, último invento del Presidente Saca, puede dar alivio a la enorme preocupación ante la inseguridad; la familia salvadoreña reclama protección y seguridad de sus propias vidas más que lo que las supuestas duras penas que merezca un asesino, violador, extorsionista, narcotraficante, corrupto o corruptor.
De nuevo, la seguridad que reclamamos, la seguridad que necesitamos es la que nos permita caminar, trabajar o vivir tranquilamente; las calles cerradas, las casas con balcones de hierro y alambres electrificados, los camiones que transportan mercancías seguidos por otros que custodian valores, la tiendita con vigilante privado, las empresas gastando hasta 30% en mecanismos de seguridad y personal de empresas privadas que les cuiden; el excesivo gasto pues, que origina la sensación de temor; eso es inseguridad, no seguridad.
De manera que cuando el gobierno asegura que los asesinatos se originan en las cárceles, o que una gran cantidad de delitos son cometidos por maras, lo que exhibe es un resultado de inseguridad, ¿ Porqué si saben de donde surge el crimen no lo evitan? Le falta al gobierno además de capacidad, una dosis de modestia, de autocrítica, de sentido de país para abordar problemas graves; pareciera que al darse cuenta que enfrentar esta epidemia nacional requiere contar con todos, y además cambiar sus enfoques errados, es reconocer que su visión mercantilista es causa del problema y corregir afecta los negocios de la venta de armas, de seguridad privada y además le obligaría a desestimar la «dureza» en la verborrea política con la cual ha capitalizado votos en todas las elecciones.
Ahora, cuando las y los salvadoreños que viven en el exterior le reclaman seguridad como requisito para invertir en el país, o para que sea un destino turístico, el gobierno de Saca debe darse cuenta que los problemas que vivimos se ven de lejos; que no se puede engañar proyectando la imagen de un paraíso inexistente, que los «hermanos lejanos» sienten lo mismo que quienes vivimos y trabajamos aquí, que la inseguridad es inaguantable y debe abordarse con valentía, ahora mismo, con todos y en serio.
El gobierno tiene la oportunidad de abrir su propia cárcel, pues vive prisionero de una trampa que él mismo ha creado, juntando en una sola persona la máxima figura de gobierno y de partido, pues como partido arena ha ganado mucho al exaltar el temor para promoverse como partido dispuesto a la máxima dureza, y como gobierno ha menospreciado la prevención, los enfoques integrales, el debate y la concertación honesta. Para responder a la exige0ncia de los salvadoreños dentro y fuera del país, debe disponerse en serio a una profunda corrección.
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