jueves, febrero 15, 2007

La perversidad de ARENA : Postulación de asesino a hijo meritísimo de El Salvador insulta a la humanidad

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York


Toronto, Canadá – El asesinato estremeció al mundo. Hace casi exactamente 27 años, el 24 de marzo de 1980, Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, Arzobispo de San Salvador, fue ejecutado de un balazo al corazón. Calibre 22. De alta velocidad. A mansalva. Premeditado. Con alevosía. El disparo le destrozó el corazón mientras oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia en la capital de la república de El Salvador.

Pocas veces en la nefasta historia de las sangrientas dictaduras militares de América se había perpetrado un crimen tan horrendo a la luz del día. Pocas veces se conmovió tanto la humanidad. Pocas veces sintió el Hemisferio en carne propia la muerte de un hombre de paz. Pocas veces quedó tan claramente establecida la autoría intelectual del homicidio.


La Comisión de la Verdad para El Salvador, constituida en cumplimiento de los Acuerdos de Paz y cuyos miembros fueron designados por la Organización de las Naciones Unidas, establecieron que los capitanes del ejército salvadoreño Álvaro Saravia y Eduardo Ávila, con la colaboración de los civiles Fernando Sagrera y Mario Molina, formaban parte del escuadrón de la muerte responsable de la planificación y conducta del crimen. Amado Antonio Garay, motorista de Saravia, les condujo en un volkswagen rojo de cuatro puertas hasta la capilla donde el cobarde francotirador ultimaría a Romero.

La Comisión de la Verdad para El Salvador asimismo determinó que Roberto D’Aubuisson Arrieta, ex Mayor del ejército salvadoreño, dio la orden de asesinar al Arzobispo e instruyó de manera precisa a los sicarios de la seguridad del estado sobre la organización y conducta del asesinato. Compareciendo en 1986 ante el Congreso de los Estados Unidos Robert White, ex Embajador de Washington en El Salvador, declaró que existía suficiente evidencia para declarar a D’Aubuisson culpable del asesinato. White concluyó su presentación caracterizando a D’Aubuisson de “asesino patológico.”

Pocas veces en la historia de la jurisprudencia criminal se comprobó tan contundentemente la participación directa de un individuo en la monstruosa ejecución de un crimen. Pocas veces se saldría el criminal con la suya. El ex Mayor D’Aubuisson resultaría inmune. Según lo denunció la Comisión de la Verdad, en 1988 la Corte Suprema de Justicia violentó la Constitución y la Ley Penal salvadoreña al efectuar una “injerencia ilícita en el proceso de persecución penal contra el capitán Saravia y el mayor D’Aubuisson al ordenar la anulación de pruebas que obraban en perjuicio de estos imputados.” En efecto el abuso de facultades de la Corte Suprema encubrió la responsabilidad en el crimen de Saravia y D’Aubuisson.

Las declaraciones de la Dra. María Julia Hernández, Directora, Tutela Legal del Arzobispado, concuerdan con la opinión expresada por la Comisión de la Verdad. Según la Dra. Hernández en 1993 los diputados de la Asamblea Legislativa dictaron la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz la cual “indebidamente pretende liberar de responsabilidad penal o civil a los perpetradores de atroces y aberrantes violaciones a los derechos humanos y derogar inaceptablemente derechos constitucionales de miles de víctimas de tales crímenes.”

La Ley de Amnistía general de 1993 oficialmente le confería el visto bueno a los crímenes del terrorista D’Abuisson. Nada nuevo bajo el sangriento sol de los terroristas y torturadores militares protegidos por la Casa Blanca. Egresado en 1972 de la criminal Escuela de las Américas, mejor conocida como la Escuela de Asesinos, el mayor D’Aubuisson contaría con el respaldo del establecimiento militar estadounidense. El criminal pronto se convirtió en su hijo predilecto. Le apoyaban además prominentes conservadores tanto en Washington como en su propio país donde el fundador de los escuadrones de la muerte también fundó el partido político Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) que hoy gobierna la nación centroamericana.

Este pasado 20 de enero ocurrió algo inverosímil. El Presidente salvadoreño Antonio Saca, ultraderechista líder de ARENA, conmemoró el aniversario de la muerte de D’Aubuisson comprometiéndose a continuar con el legajo y la ideología de D’Aubuisson. En otras palabras, de vil canalla a modelo a imitar.

Once días más tarde, el 31 de enero de 2007, los serviles diputados y diputadas de ARENA en la Asamblea Legislativa obedientemente confirmaron la irracional decisión de Saca. Haciendo uso de la potestad de iniciativa de ley solicitaron que se le otorgue a D’Aubuisson la distinción de “Hijo Meritísimo de El Salvador.” ¡Salvajes!

Esta semana la Asamblea salvadoreña votará si acepta o rechaza la propuesta de una distinción que por asociarse a un empedernido criminal constituye un insulto a la memoria del martirizado Monseñor Romero, al aguerrido pueblo salvadoreño y a los principios más elementales de los Derechos Humanos. Cualquier decisión que tome la Asamblea, para el gobierno de Saca la propuesta representa otra horrible mancha en un partido fundado por asesinos y plenamente identificado con la opresión del pueblo salvadoreño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El gobierno del derechista partido ARENA de El Salvador es en América Latina:

El más títere
El más criminal
El más entreguista
El más perverso
El más asesino
El más corrupto
El más odiado
El más mentiroso
El más antipatriota
El más ladrón
El más ateo
El más narciso
El más traidor
El más nefasto
El más fascista
El más anti-solidario
El más nepotista
El más imbecil


J.M.S.