miércoles, febrero 14, 2007

El amor, el cultivo de flores y otros demonios

Odalys Troya Flores

Redacción Central, 14 feb (PL) Nada existe hoy tan asociado al día del amor como un beso, un mensaje de aliento, un poema... o una flor.

Rosas, claveles, nomeolvides, orquídeas, tulipanes, adornan a los amantes, alegran a los amigos y ahondan ese sentimiento, infinidad de veces tratado de definir que, dicen, es motor impulsor de la vida.


Por estos días, hasta quien nunca regaló una flor encuentra un pretexto para hacerlo. En el empeño unos ganan y otros pierden. Puede salir triunfante quien la recibió y resultar perdedor algún jardín "asaltado" por amor.

Más allá del balance amatorio en esta práctica de regalar flores, existen otros ganadores y perdedores.

Semanas, y hasta meses antes del 14 de febrero, empresarios de floristerías comienzan a formular sus pedidos a los más connotados jardines. Los precios de tan románticos productos se disparan y es una gran oportunidad para robustecer el bolsillo.

También es una ocasión nada despreciable para los dueños de plantaciones.

Pero detrás del amor y del negocio redondo que son las flores, se esconde un demonio: el trabajo infantil.

Según la Organización Internacional del Trabajo, los niños vinculados a la floricultura comienzan en edades muy tempranas, por lo que muchos no llegan a conocer nunca un pupitre escolar.

Por las características propias de estos cultivos, la jornada laboral se inicia antes de la salida del sol y se extiende por muchas horas. El descanso se pierde como las primeras letras y números, o los juegos iniciales.

Ellos participan en todo el proceso de producción, desde la preparación de la tierra, aplicación de fertilizantes, siembra de plántulas, construcción de invernaderos, riego y recolección hasta la propia comercialización.

En esta labor los infantes pasan horas de pie, inclinados, agachados o de rodillas, deben desplazarse por terrenos irregulares, manipular cargas pesadas, agroquímicos y están expuestos a cambios de temperatura y humedad constantes.

Investigaciones advierten que la exposición a la baja intensidad de químicos tóxicos usados en estas plantaciones afectan la médula ósea, el hígado, riñones, el sistema nervioso central y la estabilidad genética.

Una quinta parte de las sustancias químicas utilizadas en la jardinería en los países del Sur producen cáncer y por ello están restringidas o prohibidas en Europa y América del Norte.

En Ecuador, por citar un ejemplo, las flores ocupan un importante lugar entre los productos de exportación, detrás del petróleo, el banano y el camarón.

A pesar de que el marco legal vigente relativo al trabajo infantil impone como edad mínima los 15 años, en la producción y comercio de este perfumado producto, niños ecuatorianos integran una buena parte de la fuerza laboral.

Diversos estudios dan cuenta de que el 42 por ciento de la mano de obra de las empresas de ese rubro en dicha nación suramericana son mujeres menores de 19 años, de ellas, 2,4 por ciento tienen menos de 15.

De manera general, entre hembras y varones los menores de 19 años son el 31 por ciento de los productores de flores.

La situación se repite en Guatemala y Colombia, incluso en países subdesarrollados donde hay pequeñas plantaciones.

Este 14 de febrero, quien reciba un jazmín del delta del Nilo, Egipto, o su aroma encerrado en un frasco de vidrio, tal vez ni sepa cómo es posible que perdure tanto olor.

Porque lo más probable es que tampoco conozca que los niños recolectores de jazmín se levantan a la una de la madrugada y trabajan 10 horas en la oscuridad para recogerlas húmedas, y de esa manera puedan conservar todo su aroma.

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