sábado, febrero 24, 2007

Incertidumbre en la mayoria de salvoreños ante dolarización

Redacción Central (PL).-Incertidumbre es la palabra que bien pudiera describir la realidad de la mayoría de los salvadoreños después de transcurrir años de la puesta en marcha de un proceso de dolarización de la economía nacional.

La evaluación de la primera etapa presenta realidades tales como un gobierno satisfecho, pero la segunda muestra una ciudadanía contra las incomodidades facilitadas por la ley que -paradójicamente- es parte de una estrategia encaminada a integrar una nación ya fragmentada.


¿Cuál es el objetivo real de un cambio financiero?

El gobierno salvadoreño vendió a Estados Unidos la imagen de una "economía estable", en la cual se podría experimentar la dolarización.

Pero, tanto Washington como San Salvador no previeron los cataclismos de la tierra inestable que sostiene esa economía.

Rechazo fue el resultado de la transformación, que aumentó en todo el país en la misma medida en que creció la confusión popular y la entusiasta propaganda administrativa.

Como en una película de horror y misterio, y a casi siete años de acoger sin resultados positivos la moneda estadounidense para las transacciones salvadoreñas, la gestión en el poder insiste en ver los beneficios económicos de la dolarización, aunque los datos lo nieguen.

Antes de finalizar el 2007 se cumplirá el séptimo año de vigencia de una disposición que forzó a los salvadoreños a usar monedas y billetes con insignias de Washington y leyendas en inglés.

Economistas, activistas sociales y pequeños comerciantes aseguraron que el vuelco favoreció a pocos y disparó los precios de los servicios públicos a una población de más de seis millones de habitantes, de los cuales el 60 por ciento vive en la pobreza.

No obstante, funcionarios de altas esferas de poder continúan afirmando que la adopción de la moneda extranjera catapultó la economía a niveles estables, redujo las tasas de interés bancarias y favoreció a la población.

Perplejos quedaron los salvadoreños cuando en noviembre del 2000, el entonces presidente Francisco Flores (1999-2004) anunció la "dolarización" de la economía.

Los titulares de los medios nacionales de comunicación amanecían cada día atiborrados de publicidad gubernamental con discursos que exaltaban los posibles beneficios del dólar.

Pero, a estas alturas, el ganador es el sector financiero, pues los banqueros adquirieron préstamos en el extranjero y como el colón, otrora moneda nacional, estaba amenazado de devaluación, sus créditos se encarecieron y necesitaron dinero para honrar sus deudas.

La anterior afirmación pertenece al director ejecutivo del Centro de Defensa del Consumidor (CDC), Armando Flores, quien considera que la dolarización profundizó la crisis económica y lejos de cumplirse lo ofrecido en la publicidad gubernamental, sucedió lo contrario.

"Ha sido una medida nefasta para las familias de pequeños ingresos, pues esa mayoría subsiste con menos de un dólar al día", acentuó el promotor de los derechos del consumidor.

De atropellado calificó Armando Flores el proceso en El Salvador, país que recibió la noticia de parte del propio ex presidente a mediados de noviembre del 2000 e inmediatamente envió al parlamento a borrar la Ley de Integración Monetaria (LIM).

Diputados del gobernante partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y sus aliados del Partido de Conciliación Nacional, el Demócrata Cristiano y la Acción Nacional aprobaron la iniciativa en la madrugada del 30 de noviembre del 2000.

El colón quedó atrás desde su vigencia en el 1892, cuando en homenaje al colonizador español Cristóbal Colón y con motivo del IV centenario del llamado "descubrimiento de América" se estableció como la moneda nacional en sustitución del peso.

Existía el "bimonetarismo", establecido oficialmente por la LIM, pero que al cabo de un año el Banco Central de Reserva (BCR) retiró los colones y dejó en circulación únicamente el dólar estadounidense.

Propició la normativa incluir a El Salvador en el programa de integración económica mundial, que presuntamente reduce las tasas de interés, controla la inflación y atrae la inversión extranjera.

Diciembre del 2006 fue el mes escogido por el Instituto Universitario de Opinión Pública para realizar una encuesta, la cual arrojó que el 55,2 por ciento de los entrevistados atribuyen el aumento del costo de la vida a la dolarización.

Mientras que el Centro de Recursos para Centroamericanos indicó como fenómeno adjunto la salida ilegal de alrededor de cientos de salvadoreños al año hacia el extranjero en busca de trabajos y salarios dignos.

Principalmente van de manera ilegal hacia Estados Unidos, donde residen 2,3 millones de los más de 2,5 millones de salvadoreños establecidos en diversas partes del mundo, agregó la pesquisa.

Sumó que gran parte de los nacionales desea irse de su país de origen ante la carencia de fuentes de trabajo y la ausencia de alternativas de estudio para la juventud.

Por conceptos de remesas familiares, el país recibió en el 2006 tres mil 300 millones de dólares, cifra equivalente a más del 17 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Se puede considerar, mencionó la investigación, que la economía de El Salvador es sustentada por el envío de dinero a familias desde el exterior.

En declaraciones radiotelevisadas, Héctor Vidal, ex director ejecutivo de la Asociación Nacional de la Empresa Privada, catalogó de "aberración" la dolarización y todas sus malas consecuencias sociales.

"Desde el punto de vista de política económica es un nefasto error y un entuerto jurídico sin validez en una sociedad que supuestamente está construyendo institucionalidad.La historia del ex Jefe de Estado Flores es nefasta", concluyó.

Esa afirmación fue sustentada con el criterio del portavoz del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Sigfrido Reyes, quien consideró el proceso similar al más grande engaño en materia económica para el pueblo.

Calificó la acción como el "secuestro del colón", por tanto, la inmensa mayoría popular no soporta el alto costo de vida y es necesario revertir el hecho.


La autora es periodista de la Redacción de América Latina y el Caribe de Prensa Latina.

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