Jon Sobrino
Justicia. Es triunfo macabro de Occidente el que ya no se hable de injusticia ni de la necesidad de justicia. Se hablará de pobreza, guerras y terrorismo, pero no de injusticia. Y por lo que toca a la justicia dicen unos que “no es necesario hacerlo en tiempo de globalización, pues la solidaridad es suficiente”. La conclusión es clara: no se hable de injusticia y justicia. Y más clara es la razón: hablar de ello es una bofetada al mundo de hoy, el que se tiene por democrático, nada terrorista y globalizado. Y tienen toda la razón: es una bofetada.
Evo y Schafick, cada uno a su modo, han vuelto a desenterrar la necesidad de la justicia y a dejar que vuelva a resonar el clamor contra la injusticia. Para los cristianos son los clamores de los oprimidos, campesinos y obreros durante décadas, indígenas durante siglos. Ya lo dijo Dios: “he visto sus sufrimientos y he escuchado los clamores que les arrancan sus capataces”. Y no le bastó animar a la cooperación internacional de los gobiernos ni a la solidaridad de ONG’s de buena voluntad. Dijo algo más: “he bajado a liberarlos”.
Credibilidad. Hablar hablan muchos. Análisis los hay muy buenos. Pero para mover las corrientes subterráneas que cambian la historia hace falta, además, credibilidad. La origina crecer entre dificultades y mantenerse en el sufrimiento, caminar con viento a favor y también en contra, saber fracasar sin paralizarse y saber tener éxito sin engañarse.
Algo de eso comunican Evo y Schafick. No comenzaron con viento a favor. Nadie ha regalado nada a los pueblos indígenas bolivianos, que han tenido que sufrir despojos y desprecios sin cuento. Y a los partidos comunistas Occidente los ha tenido como engendros de Satanás. Pero a Evo y a Schafick no les ha derrotado el viento en contra, que, no nos engañemos, seguirá arreciando en Occidente.
Para los cristianos hubo un tal Jesús que tampoco tuvo viento a favor. Desconocido por venir de Nazaret, contracultural en desmesura, incomprendido por sus parientes y amigos -y el Padre Dios guardaba silencio en momentos importantes. Pero siguió caminando y eso le dio credibilidad. Sus amigos pudieron decir, creíblemente, que Jesús no podía morir del todo, y que Dios lo ha devuelto a la vida para siempre.
Ecumenismo: fraternidad universal. No hay nada más “ecuménico”, es decir, universal que el amor y la sangre, cuando ésta es derramada con amor. En la especie humana hay muchas diferencias: razas, culturas y religiones. Muchas veces se oprimen unas a otras, y para sobrevivir impera el darwinismo. Pero puede llegar a ser familia humana cuando en medio de la diversidad y por encima de ella aparece como un milagro y se impone como fuerza indestructible el amor que lo da todo, hasta la propia vida.
Dios sabe cuanto de eso han dado ya Evo y Schafick, pero sí han hablado de ello. Ambos hablan de mártires y caídos, lo que no hacen los inquilinos del Occidente acomodado. Evo Morales, con su ropaje típico, nada occidental, rindió tributo a Tupac Amaru, Ché Guevara, Luis Espinal -éste último, jesuita, asesinado en Bolivia el 20 de marzo de 1980 por defender con su pluma, era periodista, la justicia. De Schafick Handal han aparecido muchas fotografías después de su muerte. Cada quien podrá elegir, pero para mí -y pienso que para muchos- las más hondas son las que le muestran celebrando a los caídos, también a los mártires de la UCA en el jardín de rosas. Y la más entrañable es poniendo flores sobre la tumba de Monseñor.
Para los cristianos “nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”. Son palabras lapidarias de Jesús de Nazaret. De ese mayor amor no queda nadie excluido, ni guaraníes, ni marxistas, ni jesuitas. Al contrario, con ese gran amor de todos se construye la familia humana, el reino de Dios.
De Schafick quedan sus obras pasadas. A Evo le espera el incierto futuro de todos los humanos. Nuestro deseo es que crezca lo que ambos expresan de justicia, credibilidad y fraternidad universal.
Justicia. Es triunfo macabro de Occidente el que ya no se hable de injusticia ni de la necesidad de justicia. Se hablará de pobreza, guerras y terrorismo, pero no de injusticia. Y por lo que toca a la justicia dicen unos que “no es necesario hacerlo en tiempo de globalización, pues la solidaridad es suficiente”. La conclusión es clara: no se hable de injusticia y justicia. Y más clara es la razón: hablar de ello es una bofetada al mundo de hoy, el que se tiene por democrático, nada terrorista y globalizado. Y tienen toda la razón: es una bofetada.
Evo y Schafick, cada uno a su modo, han vuelto a desenterrar la necesidad de la justicia y a dejar que vuelva a resonar el clamor contra la injusticia. Para los cristianos son los clamores de los oprimidos, campesinos y obreros durante décadas, indígenas durante siglos. Ya lo dijo Dios: “he visto sus sufrimientos y he escuchado los clamores que les arrancan sus capataces”. Y no le bastó animar a la cooperación internacional de los gobiernos ni a la solidaridad de ONG’s de buena voluntad. Dijo algo más: “he bajado a liberarlos”.
Credibilidad. Hablar hablan muchos. Análisis los hay muy buenos. Pero para mover las corrientes subterráneas que cambian la historia hace falta, además, credibilidad. La origina crecer entre dificultades y mantenerse en el sufrimiento, caminar con viento a favor y también en contra, saber fracasar sin paralizarse y saber tener éxito sin engañarse.
Algo de eso comunican Evo y Schafick. No comenzaron con viento a favor. Nadie ha regalado nada a los pueblos indígenas bolivianos, que han tenido que sufrir despojos y desprecios sin cuento. Y a los partidos comunistas Occidente los ha tenido como engendros de Satanás. Pero a Evo y a Schafick no les ha derrotado el viento en contra, que, no nos engañemos, seguirá arreciando en Occidente.
Para los cristianos hubo un tal Jesús que tampoco tuvo viento a favor. Desconocido por venir de Nazaret, contracultural en desmesura, incomprendido por sus parientes y amigos -y el Padre Dios guardaba silencio en momentos importantes. Pero siguió caminando y eso le dio credibilidad. Sus amigos pudieron decir, creíblemente, que Jesús no podía morir del todo, y que Dios lo ha devuelto a la vida para siempre.
Ecumenismo: fraternidad universal. No hay nada más “ecuménico”, es decir, universal que el amor y la sangre, cuando ésta es derramada con amor. En la especie humana hay muchas diferencias: razas, culturas y religiones. Muchas veces se oprimen unas a otras, y para sobrevivir impera el darwinismo. Pero puede llegar a ser familia humana cuando en medio de la diversidad y por encima de ella aparece como un milagro y se impone como fuerza indestructible el amor que lo da todo, hasta la propia vida.
Dios sabe cuanto de eso han dado ya Evo y Schafick, pero sí han hablado de ello. Ambos hablan de mártires y caídos, lo que no hacen los inquilinos del Occidente acomodado. Evo Morales, con su ropaje típico, nada occidental, rindió tributo a Tupac Amaru, Ché Guevara, Luis Espinal -éste último, jesuita, asesinado en Bolivia el 20 de marzo de 1980 por defender con su pluma, era periodista, la justicia. De Schafick Handal han aparecido muchas fotografías después de su muerte. Cada quien podrá elegir, pero para mí -y pienso que para muchos- las más hondas son las que le muestran celebrando a los caídos, también a los mártires de la UCA en el jardín de rosas. Y la más entrañable es poniendo flores sobre la tumba de Monseñor.
Para los cristianos “nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”. Son palabras lapidarias de Jesús de Nazaret. De ese mayor amor no queda nadie excluido, ni guaraníes, ni marxistas, ni jesuitas. Al contrario, con ese gran amor de todos se construye la familia humana, el reino de Dios.
De Schafick quedan sus obras pasadas. A Evo le espera el incierto futuro de todos los humanos. Nuestro deseo es que crezca lo que ambos expresan de justicia, credibilidad y fraternidad universal.
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