sábado, agosto 05, 2006

De por qué ríen las hienas: Regocijo de apátridas en Miami obedece a ordeñar la vaca de la Casa Blanca

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York


Toronto – Tres días más tarde Washington quedó cresta baja. Confuso. Aturdido. Desalentado. Sus socios en Miami retornaron a sus guaridas. Callados algunos. Enriquecidos otros.

George W. Bush, abatido por fracasos militares, diplomáticos, económicos y políticos en Afganistán, Iraq y el Líbano, metió la pata otra vez. Esta vez en Cuba. La exitosa intervención quirúrgica del Presidente Fidel Castro le costó caro a la Casa Blanca. Para los mafiosos líderes cubano-americanos el cuento es otro. En la cuenta bancaria les cayó como maná del cielo.


El jueves, con apresurada obscenidad, la Casa Blanca le prometió a la disidencia US $80 millones de dólares, supuestamente para cubrir los gastos de la inminente transición a una Cuba democrática. ¡Lunáticos! Solo a un psicópata se le ocurre pensar que campantemente puede entrar a una nación soberana como entra Pedro en su casa y sin más ni más transformarla a su imagen y semejanza.

Sin embargo, nadie ha acusado a la presente administración en Washington de poseer una gota de inteligencia. Es más, los torpes de la Condi Rice no aprenden. Su colosal ignorancia en apoyar causas perdidas continúa produciéndoles resultados diametralmente opuestos. En este proceso la credibilidad de la Casa Blanca se continúa precipitando vertiginosamente al abismo de los desprestigiados. Por su parte, los apátridas en Miami se enriquecen a costa de la ignorancia y de la largueza de Bush. Ni cortos ni perezosos, los gusanos se embolsan la perversa donación. Vieja costumbre. Platita en el banco para unos. Dolor en la billetera para Bush.

Aparte de dejar expuesta al ridículo la insensatez estadounidense, la cirugía del Comandante en Jefe no produjo en los Estados Unidos otra cosa que el proverbial alegrón de burro para los traidores y sus titiriteros. El resto del mundo manifestó amplia solidaridad con el mandatario y con la revolución. La salud de Fidel continúa mejorando. Lo sabría la dirigencia mafiosa. Nadie preparó maletas anticipando el regreso a la isla. No hay “valiente” que se atreva. Ni por las buenas ni por las malas. De intentarlo, el pueblo cubano, siempre listo para defender los logros de la revolución y el primer territorio libre en América, no les espera con los brazos abiertos. Con o sin Fidel.

Pero más allá de hacerse descabelladas ilusiones, el aullido de las hienas apenas disimula su verdadero propósito: aprovecharse de la estupidez de la vaca lechera en Washington y ordeñarla hasta extraerle el último céntimo. Así se engrasa el patriotismo en Miami. De ahí que en la nación del despiadado mercado libre la mafia cubano-americana descarta el diálogo constructivo y convierte la especulación sobre el futuro de Cuba en la lucrativa industria del vendepatria.

En Cuba, por su parte, todo normal. Como si nada. Tranquilo. Y es que cuando un pueblo tiene limpia la conciencia y muy claro el derrotero de sus convicciones, no hay hienas que se desgañiten ni poder en el mundo que empañe su soberanía ni el indomable espíritu recuperativo de su dirigencia.

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