Pecado en inglés, maldito legajo gringo en Nicaragua
Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto – A cuatro meses de las elecciones presidenciales Nicaragua es un estudio en pesimismo político. Un barco a la deriva. Sin piloto. Sin timón. Sin nada. Reina el sin. En el lenguaje de EE UU, el país injerencista por excelencia, sin significa pecado. En Nicaragua, la indiferencia de la política criolla y las pecaminosas intervenciones de Washington convierten el vocablo en maldito, permanente estilo de vida.
Un día sin agua. Otro día sin electricidad. Semanas sin transportación pública. Meses sin hospitales y años sin programas de educación. Más de un millón de niños matan el tiempo a diario sin asistir a la escuela. Muchos más sin comer. Miles mueren sin asistencia médica. Nicaragua se precipita al caos sin líderes políticos, sin líderes religiosos. Sin compasión alguna. Sin esperanzas.
Que la nación se haya mantenido a flote hasta la fecha es un tributo a la tenacidad y a la obstinación del nicaragüense. Sobrevive sin presidente. Durante los últimos 12 años y en desastrosa sucesión, tres mandatarios liberales y conservadores se han alternado en el poder con el beneplácito de la Casa Blanca. Es ese período Violeta Chamorro Barrios, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños Geyer desgobernaron sin ton ni son. Se dedicaron única y exclusivamente a denigrar al sandinismo cuya lucha y triunfo contra la dictadura somocista llevó la democracia a Nicaragua pavimentando el camino para que tres inútiles ocuparan la Casa Presidencial.
Obsesionados por destruir todo vestigio de la revolución, la incompetencia y la corrupción gubernamental no solo hundieron la economía y la estabilidad nacional sino que desfachatadamente achacaron al sandinismo sus fracasos presidenciales y su incompetencia personal. Sin experiencia política alguna Chamorro fue elegida por dedazo de Washington. Por considerársele la más inofensiva entre una pléyade de sátrapas, el Departamento de Estado la ungió candidata. Consolidando a los partidos opositores, Washington organizó, financió y dirigió su campañas para evitar el triunfo sandinista. Chamorro inmediatamente le devolvió el ‘favor’ a Washington perdonándole la deuda de US $17 mil millones de dólares, adjudicada a Nicaragua por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en concepto de daños causados a la nación por la guerra de la Contra y de Washington.
Alemán siguió a Chamorro. Sin duda, fue peor. Al finalizar su mandato, Nicaragua sentenció a Alemán a 20 años de prisión por corrupción, fraude y lavado de dinero. Sin embargo, y ahí está otro detalle del sin nicaragüense, a pesar de despojar a Nicaragua de más de US $100 millones de dólares, Alemán anda libre como el viento. Guarda casa por cárcel en su lujosa mansión de El Chile, robada a la nación que dejó en bancarrota. Se desplaza y organiza gozando de plena libertad en parte gracias a pactos sucios y a la generosidad de Bolaños, su vice-presidente de fórmula, que le reemplazaría en la presidencia al triunfar en elecciones apoyadas por la Casa Blanca.
Los tres gobernaron sin importarles un comino la miseria del pueblo. Obviamente lo lograron sin faltarles el servil apoyo de la Asamblea General, una pacotilla de vagos cuya mayoría pertenece a las intercambiables filas de liberales y conservadoras de los ex gobernantes. Disfrazados de parlamentarios nacionales los diputados pasan meses sin sesionar, sin descargar responsabilidades cívicas, sin emitir leyes que mejoren la condición de la ciudadanía y sin el menor escrúpulo en adjudicarse periódicamente cuantiosos salarios en dólares mientras un 70% de la población sufre hambre, enfermedad y desempleo.
El cuadro electoral de noviembre presenta otra de las ridículas peculiaridades de lo que pasa por democracia hecha en Washington. Más de una docena de partidos políticos acudirán a las urnas sin la menor idea de cómo sacar a Nicaragua de la agobiante miseria. Sin plataforma de gobierno, sin conciencia cívica y sin más ambición que el poder por el poder la oposición, asesorada por la Casa Blanca, concentra propósitos en satanizar al partido Sandinista. Sin el tío Sam de por medio, nadie la reconocería.
Nada de esto sería posible sin la constante e insultante injerencia gringa. Durante los últimos tres gobiernos cada embajador y cada “delegación especial” de la Casa Blanca, comenzando con el ex secretario de Estado Collin Powell, viaja a Nicaragua con la expresa agenda de evitar que el sandinismo retome la presidencia.
Esta semana le tocó el turno a Tom Shannon, subsecretario de Estado para América Latina. Shannon acaba de viajar a Nicaragua supuestamente a entrevistarse con Bolaños, y en particular con Eduardo Montealegre, líder del partido Alianza Liberal Nicaragüense y favorecido de Washington en la boleta electoral.
En declaraciones a la prensa Montealegre manifestó que “Vamos a hablar con él (Shannon) de temas sobre democracia, de América Latina, cómo Estados Unidos puede beneficiar el crecimiento del país y así como en los años 80 se trazó la raya para que no se expandiera el comunismo, hoy vamos a trazar la raya en Nicaragua para que el intervencionismo y expansionismo de (el Presidente venezolano Hugo) Chávez no se pasen a Centroamérica.”
Simultáneamente Preeti Shah, portavoz de la Embajada de los Estados Unidos en Managua, indicó que “estamos financiando esfuerzos para promover la concurrencia de votantes y para asegurar que cada ciudadano nicaragüense que desee votar pueda ejercitar su derecho constitucional.”
Sin más ni más. Sin pelos en la lengua, sin la menor vergüenza, sin el más elemental sentido de decencia se manifiesta públicamente el injerencismo estadounidense en los asuntos de Nicaragua y la servil sumisión del candidato ante los padrinos de la mafia gringa.
La visita de Shannon subraya la nueva realidad política de la América latina y la preocupación de Washington por que no llegue al poder otro gobierno de tendencia izquierdista. En Nicaragua el mensaje no pasa desapercibido. El triunfo contra el imperialismo, contra la opresión y contra las oligarquías tradicionales siempre ha requerido guerra sin cuartel. Lo sabía Sandino. Lo sabía Fidel en Cuba. Lo sabía el Che en todas partes. Lo sabía Allende en Chile. Lo sabía el Frente Farabundo Martí en El Salvador. Lo supo Chávez en Venezuela. Lo supo Evo Morales en Bolivia. Y triunfaron. Perdura el ejemplo.
Lo sabe Washington y de ahí sus desesperadas movidas en el Hemisferio. No les servirán. Esta vez, Shannon y compañía se quedarán sin Beatriz y sin retrato. En noviembre se impondrá la decisión del nicaragüense. Con o sin la intervención de la Casa Blanca.
El pueblo de Nicaragua lo sabe tan bien como sabe la historia de otro vocablo que suena similar al sin. En Nueva York. Se trata de Sing Sing, el merecido paradero de la mafia delictiva del hampa, de la de cuello blanco, de los políticos corruptos. Es ahí donde realmente pertenecen el injerencista extranjero y el vende patria nacional. Sin misericordia alguna. Sin lugar a la menor duda en noviembre desaparecerá de una vez por todas el maldito legajo gringo del sin y de la servil sumisión criolla. Sin asco. Quizás entonces se les dirá a los Shannon “Yanqui, go home.” Sin contemplación alguna.
Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto – A cuatro meses de las elecciones presidenciales Nicaragua es un estudio en pesimismo político. Un barco a la deriva. Sin piloto. Sin timón. Sin nada. Reina el sin. En el lenguaje de EE UU, el país injerencista por excelencia, sin significa pecado. En Nicaragua, la indiferencia de la política criolla y las pecaminosas intervenciones de Washington convierten el vocablo en maldito, permanente estilo de vida.
Un día sin agua. Otro día sin electricidad. Semanas sin transportación pública. Meses sin hospitales y años sin programas de educación. Más de un millón de niños matan el tiempo a diario sin asistir a la escuela. Muchos más sin comer. Miles mueren sin asistencia médica. Nicaragua se precipita al caos sin líderes políticos, sin líderes religiosos. Sin compasión alguna. Sin esperanzas.
Que la nación se haya mantenido a flote hasta la fecha es un tributo a la tenacidad y a la obstinación del nicaragüense. Sobrevive sin presidente. Durante los últimos 12 años y en desastrosa sucesión, tres mandatarios liberales y conservadores se han alternado en el poder con el beneplácito de la Casa Blanca. Es ese período Violeta Chamorro Barrios, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños Geyer desgobernaron sin ton ni son. Se dedicaron única y exclusivamente a denigrar al sandinismo cuya lucha y triunfo contra la dictadura somocista llevó la democracia a Nicaragua pavimentando el camino para que tres inútiles ocuparan la Casa Presidencial.
Obsesionados por destruir todo vestigio de la revolución, la incompetencia y la corrupción gubernamental no solo hundieron la economía y la estabilidad nacional sino que desfachatadamente achacaron al sandinismo sus fracasos presidenciales y su incompetencia personal. Sin experiencia política alguna Chamorro fue elegida por dedazo de Washington. Por considerársele la más inofensiva entre una pléyade de sátrapas, el Departamento de Estado la ungió candidata. Consolidando a los partidos opositores, Washington organizó, financió y dirigió su campañas para evitar el triunfo sandinista. Chamorro inmediatamente le devolvió el ‘favor’ a Washington perdonándole la deuda de US $17 mil millones de dólares, adjudicada a Nicaragua por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en concepto de daños causados a la nación por la guerra de la Contra y de Washington.
Alemán siguió a Chamorro. Sin duda, fue peor. Al finalizar su mandato, Nicaragua sentenció a Alemán a 20 años de prisión por corrupción, fraude y lavado de dinero. Sin embargo, y ahí está otro detalle del sin nicaragüense, a pesar de despojar a Nicaragua de más de US $100 millones de dólares, Alemán anda libre como el viento. Guarda casa por cárcel en su lujosa mansión de El Chile, robada a la nación que dejó en bancarrota. Se desplaza y organiza gozando de plena libertad en parte gracias a pactos sucios y a la generosidad de Bolaños, su vice-presidente de fórmula, que le reemplazaría en la presidencia al triunfar en elecciones apoyadas por la Casa Blanca.
Los tres gobernaron sin importarles un comino la miseria del pueblo. Obviamente lo lograron sin faltarles el servil apoyo de la Asamblea General, una pacotilla de vagos cuya mayoría pertenece a las intercambiables filas de liberales y conservadoras de los ex gobernantes. Disfrazados de parlamentarios nacionales los diputados pasan meses sin sesionar, sin descargar responsabilidades cívicas, sin emitir leyes que mejoren la condición de la ciudadanía y sin el menor escrúpulo en adjudicarse periódicamente cuantiosos salarios en dólares mientras un 70% de la población sufre hambre, enfermedad y desempleo.
El cuadro electoral de noviembre presenta otra de las ridículas peculiaridades de lo que pasa por democracia hecha en Washington. Más de una docena de partidos políticos acudirán a las urnas sin la menor idea de cómo sacar a Nicaragua de la agobiante miseria. Sin plataforma de gobierno, sin conciencia cívica y sin más ambición que el poder por el poder la oposición, asesorada por la Casa Blanca, concentra propósitos en satanizar al partido Sandinista. Sin el tío Sam de por medio, nadie la reconocería.
Nada de esto sería posible sin la constante e insultante injerencia gringa. Durante los últimos tres gobiernos cada embajador y cada “delegación especial” de la Casa Blanca, comenzando con el ex secretario de Estado Collin Powell, viaja a Nicaragua con la expresa agenda de evitar que el sandinismo retome la presidencia.
Esta semana le tocó el turno a Tom Shannon, subsecretario de Estado para América Latina. Shannon acaba de viajar a Nicaragua supuestamente a entrevistarse con Bolaños, y en particular con Eduardo Montealegre, líder del partido Alianza Liberal Nicaragüense y favorecido de Washington en la boleta electoral.
En declaraciones a la prensa Montealegre manifestó que “Vamos a hablar con él (Shannon) de temas sobre democracia, de América Latina, cómo Estados Unidos puede beneficiar el crecimiento del país y así como en los años 80 se trazó la raya para que no se expandiera el comunismo, hoy vamos a trazar la raya en Nicaragua para que el intervencionismo y expansionismo de (el Presidente venezolano Hugo) Chávez no se pasen a Centroamérica.”
Simultáneamente Preeti Shah, portavoz de la Embajada de los Estados Unidos en Managua, indicó que “estamos financiando esfuerzos para promover la concurrencia de votantes y para asegurar que cada ciudadano nicaragüense que desee votar pueda ejercitar su derecho constitucional.”
Sin más ni más. Sin pelos en la lengua, sin la menor vergüenza, sin el más elemental sentido de decencia se manifiesta públicamente el injerencismo estadounidense en los asuntos de Nicaragua y la servil sumisión del candidato ante los padrinos de la mafia gringa.
La visita de Shannon subraya la nueva realidad política de la América latina y la preocupación de Washington por que no llegue al poder otro gobierno de tendencia izquierdista. En Nicaragua el mensaje no pasa desapercibido. El triunfo contra el imperialismo, contra la opresión y contra las oligarquías tradicionales siempre ha requerido guerra sin cuartel. Lo sabía Sandino. Lo sabía Fidel en Cuba. Lo sabía el Che en todas partes. Lo sabía Allende en Chile. Lo sabía el Frente Farabundo Martí en El Salvador. Lo supo Chávez en Venezuela. Lo supo Evo Morales en Bolivia. Y triunfaron. Perdura el ejemplo.
Lo sabe Washington y de ahí sus desesperadas movidas en el Hemisferio. No les servirán. Esta vez, Shannon y compañía se quedarán sin Beatriz y sin retrato. En noviembre se impondrá la decisión del nicaragüense. Con o sin la intervención de la Casa Blanca.
El pueblo de Nicaragua lo sabe tan bien como sabe la historia de otro vocablo que suena similar al sin. En Nueva York. Se trata de Sing Sing, el merecido paradero de la mafia delictiva del hampa, de la de cuello blanco, de los políticos corruptos. Es ahí donde realmente pertenecen el injerencista extranjero y el vende patria nacional. Sin misericordia alguna. Sin lugar a la menor duda en noviembre desaparecerá de una vez por todas el maldito legajo gringo del sin y de la servil sumisión criolla. Sin asco. Quizás entonces se les dirá a los Shannon “Yanqui, go home.” Sin contemplación alguna.
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