Convenio Rel-Uita, Uruguay
Enildo Iglesias
Fueron tres décadas en la que los pueblos de América Latina sufrieron el más feroz, extendido y sincronizado terrorismo de Estado que se recuerde. Aquella guerra sucia impulsada por los Estados Unidos y sus aliados -las oligarquías y fuerzas armadas locales- se extendió a partir de mediados de los años 60 hasta fines de los 80, desde Centroamérica hasta el Cono Sur pasando por Brasil, como una ola brutal impulsada por la mal llamada Guerra Fría. En el lapso de aquellos 30 años se contabilizaron en nuestro continente centenares de miles de hombres y mujeres asesinados, desaparecidos y salvajemente torturados que pagaron ese precio en nombre de “la democracia”.
Este 24 de marzo se cumplen 30 años del golpe que daba inicio a la larga y sangrienta dictadura militar en Argentina. También este 24 de marzo se cumplen 26 años del asesinato de Monseñor Arnulfo Romero cuando oficiaba misa en la catedral de San Salvador. Asesinado por un francotirador al servicio de Roberto D’Aubuison -jefe de la organización de extrema derecha ORDEN- y con complicidad de la CIA, consideramos a Monseñor Romero un símbolo de todos nuestros mártires. Calificado como “la voz de los sin voz”, días antes de su asesinato, en un llamado dirigido al ejército había proclamado desde el púlpito: “Les imploro, les ordeno, en nombre de Dios, que cese la represión, que no obedezcan si reciben una orden de matar”.
Finalizando la década de los ’90, desaparecido el “peligro comunista” junto con la Unión Soviética se entroniza el Imperio, el que pone fin a la Guerra Fría y a las dictaduras militares que había prohijado. Pero el sufrimiento de las capas más desposeídas de nuestra América Latina no desaparece, pues nuevas armas de dominación aparecen en el horizonte inmediato. Surge el Consenso de Washington (Instituto de Economía de Washington, FMI y Banco Mundial) para consolidar el modelo neoliberal, con lo cual se abren nuevos frentes, dos entre otros: petróleo y agua. El primero, disimulado bajo la guerra contra el terrorismo islámico está provocando las más atroces carnicerías. El segundo, sin ninguna solución razonable en el reciente Foro Mundial del Agua celebrado en la ciudad de México, ya provoca millones de muertes cada año y comienza a constituirse en una seria amenaza para la paz mundial. En ambos casos, el interés y las razones del Imperio se miden en litros.
A todo esto, en la tierra de Monseñor Romero se celebraron, el pasado 12 de marzo, elecciones municipales y legislativas donde quedó en claro la pugna entre dos conceptos de país: el defendido por la derecha, basado en el neoliberalismo y el TLC y el del histórico FMLN que promueve cambios orientados hacia el socialismo, los que se iniciarían a partir de las elecciones presidenciales de 2009. Para esa fecha se conmemorarán 29 años de la muerte de Monseñor Romero y el pueblo todavía seguirá aguardando, ¿seguirá?
Enildo Iglesias
Fueron tres décadas en la que los pueblos de América Latina sufrieron el más feroz, extendido y sincronizado terrorismo de Estado que se recuerde. Aquella guerra sucia impulsada por los Estados Unidos y sus aliados -las oligarquías y fuerzas armadas locales- se extendió a partir de mediados de los años 60 hasta fines de los 80, desde Centroamérica hasta el Cono Sur pasando por Brasil, como una ola brutal impulsada por la mal llamada Guerra Fría. En el lapso de aquellos 30 años se contabilizaron en nuestro continente centenares de miles de hombres y mujeres asesinados, desaparecidos y salvajemente torturados que pagaron ese precio en nombre de “la democracia”.
Este 24 de marzo se cumplen 30 años del golpe que daba inicio a la larga y sangrienta dictadura militar en Argentina. También este 24 de marzo se cumplen 26 años del asesinato de Monseñor Arnulfo Romero cuando oficiaba misa en la catedral de San Salvador. Asesinado por un francotirador al servicio de Roberto D’Aubuison -jefe de la organización de extrema derecha ORDEN- y con complicidad de la CIA, consideramos a Monseñor Romero un símbolo de todos nuestros mártires. Calificado como “la voz de los sin voz”, días antes de su asesinato, en un llamado dirigido al ejército había proclamado desde el púlpito: “Les imploro, les ordeno, en nombre de Dios, que cese la represión, que no obedezcan si reciben una orden de matar”.
Finalizando la década de los ’90, desaparecido el “peligro comunista” junto con la Unión Soviética se entroniza el Imperio, el que pone fin a la Guerra Fría y a las dictaduras militares que había prohijado. Pero el sufrimiento de las capas más desposeídas de nuestra América Latina no desaparece, pues nuevas armas de dominación aparecen en el horizonte inmediato. Surge el Consenso de Washington (Instituto de Economía de Washington, FMI y Banco Mundial) para consolidar el modelo neoliberal, con lo cual se abren nuevos frentes, dos entre otros: petróleo y agua. El primero, disimulado bajo la guerra contra el terrorismo islámico está provocando las más atroces carnicerías. El segundo, sin ninguna solución razonable en el reciente Foro Mundial del Agua celebrado en la ciudad de México, ya provoca millones de muertes cada año y comienza a constituirse en una seria amenaza para la paz mundial. En ambos casos, el interés y las razones del Imperio se miden en litros.
A todo esto, en la tierra de Monseñor Romero se celebraron, el pasado 12 de marzo, elecciones municipales y legislativas donde quedó en claro la pugna entre dos conceptos de país: el defendido por la derecha, basado en el neoliberalismo y el TLC y el del histórico FMLN que promueve cambios orientados hacia el socialismo, los que se iniciarían a partir de las elecciones presidenciales de 2009. Para esa fecha se conmemorarán 29 años de la muerte de Monseñor Romero y el pueblo todavía seguirá aguardando, ¿seguirá?
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