jueves, julio 06, 2006

Muerte de un gran militante: Herty Lewites, buen amigo, Sandinista hasta los huesos

Pastor Valle-Garay • Toronto
Senior Scholar, Universidad de York

En el teléfono la voz de Herty Lewites me alentaba a mantener la calma. “No jodás,” le respondí, “Fácil para vos decir eso. Estos hijos de puta cercaron la casa, dañaron la propiedad y aterrorizaron a mi familia por dos horas sin que nadie interviniera.”

“¡Qué no te intimiden los cabrones! Peores hemos pasado. Vendrán más. ¡Cuídate, hermano!” me dijo Herty. Fin de la conversación. Al día siguiente el Ministerio de Relaciones Exteriores elevó protesta oficial ante el gobierno canadiense por no tomar las medidas adecuadas para proteger la integridad del Consulado General de Nicaragua en Toronto, situado en mi casa de habitación.


La turba de unos 60 miembros de la Liga Judía de Defensa (Jewish Defense League), respondió violentamente a una perversa acusación de la periodista Barbara Amiel en su columna del Toronto Sun en donde un día antes la Amiel había demandado que la comunidad judía en Toronto se manifestara en contra del antisemitismo del gobierno sandinista en Nicaragua. La Liga obedeció atacando el Consulado.

Meses después Herty, judío-nicaragüense y Jefe de Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores, invitaría al Concejo Judío Canadiense (Canadian Jewish Council), para que comprobase por sí mismo que en la Nicaragua sandinista no se practicaba el antisemitismo. Así fue. La delegación del CJC regresó a Canadá convencida de que la falsa acusación y el bochornoso incidente eran parte de la campaña organizada por la administración de Ronald Reagan para derrocar al gobierno sandinista. El Concejo abandonó Nicaragua sin disculparse por el ataque. “Que vayan a joder a la madre que los parió. La revolución tiene cosas más importantes que hacer que perseguir judíos,” recalcó Herty. Fin del incidente. Típica reacción de Herty Lewites.

Este domingo Herty Lewites murió de paro cardíaco consternando a Nicaragua y al mundo simpatizante con el sandinismo. Herty entregó alma, vida y corazón a la lucha y cuando ya no hubo más que dar entregó la vida. Un extraordinario estratega político, el incansable y genial pilar de la revolución se guiaba por una misión. La resumió con la sencillez que le caracterizaba: “Nací en una dictadura y no quiero morir en otra.”

Herty tenía 66 años de edad. A pesar de numerosas complicaciones cardíacas, implante de marca-paso, by-pass y varias intervenciones quirúrgicas jamás desaceleró la marcha. Era inevitable que al fin de cuentas la lucha por su pueblo y por la revolución que tanto amó desgastaría la energía del bólido. No sería el primer Lewites en caer con las botas puestas. Su hermano Israel, combatiente del FSLN, murió en combate contra el somocismo.

Herty militó en las filas sandinistas durante 35 años. Vivió en el exilio, fue encarcelado por comprar armas para la revolución en los Estados Unidos y combatió en el Frente Sur. Nos conocimos en los años ´70. Herty coordinaba la solidaridad en los Estados Unidos mientras yo desempeñaba igual tarea en Canadá. Frecuentemente nos comunicábamos o reuníamos por razones de trabajo en los Estados Unidos, en Venezuela, en Cuba, en Costa Rica y finalmente, después del triunfo de la revolución en julio del ´79, en Nicaragua.

En el nuevo gobierno revolucionario Herty fue nombrado sucesivamente Director de Protocolo y Ministro de Turismo mientras yo desempeñé el puesto de Encargado de Negocios y Cónsul General en Nicaragua en Canadá. Las arremetidas de Reagan y la guerra de la Contra estrecharon más la comunicación y la amistad aunque a veces le irritaban las consultas. Nicaragua estaba en el ojo del huracán gringo y la prensa internacional reportaba hasta lo más inconsecuente. Herty la recibía jovialmente. Era su responsabilidad. Pero en lo privado me decía “Ya no me mandés más periodistas. Estos jodidos creen que los comandantes no tienen más que hacer que entrevistarse con ellos.”

Más recientemente cumpliría exitosamente con el cargo de Alcalde Managua. El año pasado Herty declaró su intención de postularse por el partido sandinista para las elecciones presidenciales de noviembre del 2006. A pesar de haber perdido los tres últimos comicios presidenciales, Daniel Ortega, Secretario General del partido, opuso la postulación de Lewites. Declarándose candidato único expulsó a Lewites de la militancia.

La desatinada decisión de Ortega hirió profundamente los sentimientos de Lewites pero no le amilanó. Apoyado por entusiastas militantes se formó el partido Movimiento Renovador Sandinista (MRS) con el propósito de lanzar la candidatura presidencial de Lewites, reestructurar las fragmentadas filas sandinistas y gobernar contra la galopante corrupción y los sucios pactos políticos que asediaban la nación.

La popularidad de Herty rápidamente le colocó entre los favoritos a triunfar en las elecciones. Además su formidable equipo de trabajo contaba con el respaldo de los comandantes revolucionarios Luis Carrión, Víctor Tirado, Joaquín Cuadra, Henry Ruiz, Hugo Torres, Dora María Téllez y Mónica Baltodano, el economista Edmundo Jarquín, ex Embajador de Nicaragua en Washington, los escritores y poetas Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Daisy Zamora y Alejandro Bendaña y otros prominentes sandinistas como Víctor Hugo Tinoco, ex Vice Ministro de Relaciones Exteriores y director de la campaña presidencial de Lewites; Fernando Cardenal, ex Ministro de Educación en el gobierno revolucionario y los cantautores Luis Enrique y Carlos Mejía Godoy.

Herty se entregó de lleno a la batalla electoral. Era honesto, carismático y su campechana sencillez desconocía la prepotencia. Un sandinista al estilo de Sandino. Su compañero de fórmula sería el respetado economista Jarquín. El domingo el destino les jugó una mala pasada al candidato y al pueblo nicaragüense. Sucumbió Herty.

Por una de esas deliciosas ironías del destino que tanto le fascinaban, sus honras fúnebres, a las que acudieron ex presidentes y dignatarios mezclados con masiva concurrencia del pueblo, se efectuaron en la iglesia católica Santiago Apóstol en Jinotepe, su ciudad natal. El féretro del “judío jinotepino,” como juguetonamente se autodenominaba Herty, entró cubierto por las banderas de Nicaragua y del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Oficiaron las exequias el arzobispo de Managua monseñor Leopoldo Brenes, el Nuncio Apostólico de Roma Jean Paul Goebel y el párroco de Dolores Nagib Esqualit, de la parroquia de Santiago Apóstol.

En muerte Herty aglutinó el kaleidoscopio nicaragüense sin distinción de credos, sin distinciones sociales, sin distinciones políticas. “La muerte de Lewites unió a la familia nicaragüense” indicó monseñor Brenes en su homilía.

“Alrededor del cuerpo inerte de Herty hemos visto a la familia reunida; no solamente a su familia biológica, sino a la familia nicaragüense. En este momento (debemos) pensar (que) somos en verdad esa familia. Herty despertó ese sentimiento y alrededor de él vemos a todos: diversos credos políticos, religiosos y sociales”, expresó la mañana de ayer monseñor Leopoldo Brenes, al oficiar la misa de cuerpo presente en memoria de Lewites.

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Hoy una semilla se siembra; una semilla que es la persona de Herty con sus ideales, con su mística y su carisma. Esta semilla de Herty fructificará para el bienestar de su familia; pero también para todos aquellos que estuvieron ligados a él”, agregó

Muy cierto. Muy ciertas también las palabras del periodista Edwin Sánchez que almorzó con Herty dos días antes de su muerte: “En Nicaragua el oficio de ser esperanza es peligroso.” Lo sabía Herty. Su compromiso le costó la vida. Sin embargo, al igual que en el ataque de la turba al Consulado, nada ni nadie le intimidó en su lucha por el pueblo nicaragüense. Cumplió hasta las últimas consecuencias. Deja el ejemplo. Deja la semilla.

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