martes, julio 03, 2007

El Salvador: ¿Qué pasa con las personas deportadas desde EE. UU.?

Licda. Norma Guevara de Ramirios

En la campaña electoral presidencial que culminó en Marzo de 2004, el eje utilizado por el partido oficial para despertar el miedo a un cambio giró alrededor de las remesas y las deportaciones posibles desde Estados Unidos, el partido en el gobierno presentaba al entonces Presidente Francisco Flores como el “amigo del hombre”, es decir el amigo del Presidente George W. Bush y a ARENA como el único partido que por esa amistad estaba en capacidad de proteger a los emigrantes salvadoreños.

Más de 500 anuncios televisivos se presentaron a la población para inducirle a pensar que si votaban por el FMLN se desatarían deportaciones y se impedirían los envíos de remesas de nuestros compatriotas hacia sus familiares; aunque semejantes afirmaciones fueran falsas y hasta difamantes, contra el gobierno estadounidense, las repitieron tanto que lograron su objetivo de intimidar a gran parte de la ciudadanía y entre otras cosas, este fue uno de los factores que motivó a muchos ciudadanos a votar por Arena.

El envío de tropas salvadoreñas a Irak, aún violando importantes principios constitucionales se justificó como el pago de favores al gobierno estadounidense y una garantía para evitar las deportaciones de quienes abandonaron el país buscando oportunidades de trabajo inexistentes en su propio suelo patrio. Más que amistad, el servilismo hace que todavía las tropas salvadoreñas sean expuestas e involucradas en un conflicto que nada tiene que ver con nuestro país a contrapelo de la opinión mayoritaria que se opone a ello y a las evidencias de retiro de todos los países latinoamericanos y europeos que acompañaron en un inicio.

Ahora decenas de miles de familias sabemos perfectamente que Saca mintió, sabemos que las políticas anti-inmigrantes en Estados Unidos tienen una lógica propia de aquélla sociedad. Se logró el enjuiciamiento de quienes prestaron su nombre para esa campaña difamatoria contra el FMLN y Schafik Handal; dejando claro que la libertad de que hablaba y continua hablando el Presidente es la libertad de mentir, la libertad de emigrar, la libertad de esconder las verdades incómodas. Ahora cada semana llegan al menos cinco vuelos con un estimado de 120 personas que vienen deportadas desde Estados Unidos, se practican redadas para detener extranjeros, se vuelve a dividir a la familia y a los cientos que salen del país cada día y les detectan en el trayecto también regresan deportados por tierra.

Las deportaciones desde el norte constituyen un grave problema. Quienes regresan de ese modo son estigmatizados, tratados injusta e ilegalmente como criminales sin distinción. Estudios serios sobre el fenómeno indican que es una minoría la que tiene antecedentes delictivos en EE.UU. y aunque nuestra legislación establezca que se juzga a las personas por delitos cometidos en nuestro territorio el gobierno de Saca les trata como delincuentes. Quien viene con dinero en la bolsa es “bien venido a casa”, a los que logran tener éxito se les invita a recordar siempre a su país, a venir como turistas; se crean sectores de la economía que se benefician directamente del flujo migratorio como líneas aéreas, áreas de turismo, comercio; pero a esta otra “clase de salvadoreños” a las y los deportados ¿quién les recibe y trata como tales? Algunos registros indican que más de cien mil personas han sido deportadas y que el fenómeno crece semana a semana. Vienen sin remesas, muchos vienen sin vínculos familiares con capacidad de acogerles, son vistos y tratados como criminales, que se fichan desde la entrada aunque sean menos de 15 por ciento los que tengan antecedentes penales. ¿Dónde queda en este caso el gobierno con sentido humano?

Más allá de lo que pasa sobre iniciativas legales en el parlamento estadounidense buscando favorecer la legalización de más de 12 millones de inmigrantes de origen latinoamericanos, el problema de cómo recibir a nuestros compatriotas expulsados es un problema al cual el gobierno debe atender adecuadamente.

Ningún esfuerzo legislativo y de relaciones exteriores está demás para lograr el respeto a los derechos humanos de nuestros compatriotas que viven en Estados Unidos; pero la inserción y asimilación de las y los deportados urge de una política eficaz que ponga en el centro la calidad de seres humanos y de salvadoreños de quienes se ven involucrados en tan traumático proceso.

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