Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá - En marzo el presidente de los Estados Unidos George W. Bush recorrió la América latina. La misión contemplaba el ambicioso propósito de derrumbar las vallas erigidas por las incumplidas promesas de Washington de prestarle mayor atención al Hemisferio y de revertir el giro a la izquierda política.
Bush fracas. Olas de protestas contra la presencia del mandatario reiteraron que el abismo entre el Hemisferio y la Casa Blanca es profundo e irreversible y reafirmaron la popularidad de los gobiernos izquierdistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Aparentemente Bush no abandona las pretensiones de hegemonía en el otrora patio trasero. Su ilimitada terquedad le insta a volver a la carga en territorio hostil. Lo vemos en Afganistán e Iraq.
Esta vez utiliza al alter ego canadiense. Retrazando los pasos del mentor nuestro primer ministro Stephen Harper vuela en relámpago viaje veranero a Colombia, Chile, Barbados y Haití. Su misión: promover intercambio e inversiones, aunar fuerzas en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia transnacional organizada (narcotráfico) y velar por los derechos humanos. En no más de 24 horas de estancia por país, Harper cumplirá el cometido. Irrisoria agenda. Nada original. Réplica casi exacta del fallido plan Bush de marzo.
Es más, los ultra conservadores vínculos entre Ottawa y Washington, se prestan a que los líderes latinoamericanos sospechen que Harper les visita como emisario de la Casa Blanca. Es más que curioso que Harper programara su visita en la víspera de firmarse el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Perú y Colombia. Coincide más bien con los constantes atentados de Washington de contrarrestar el progreso del plan de libre comercio Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), firmado por Bolivia, Cuba, Venezuela y Nicaragua y con el repudio regional del tratado del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovido por la Casa Blanca.
Harper camina en terreno minado. En Colombia el mandatario canadiense se reuniría con el presidente colombiano Álvaro Uribe, uno de los pocos amigos conque cuenta Bush. Uribe lucha batalla campal contra el narcotráfico y la insurgencia. También se le acusa de apañar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por grupos paramilitares que han transformado a Colombia en una de las naciones más violentas del mundo. ¿Quién sermonea sobre derechos humanos? ¿Uribe o el lamentable historial de abusos gubernamentales contra los indígenas canadienses.
Santiago, Chile es testigo de otra curiosa experiencia. El mandatario se reuniría el 18 de julio con la transnacional minera Barrick Gold. Señalado como el aspecto “más controversial” de la gira, Harper tratará de deslindar responsabilidades con la compañía canadiense acusada por la legislatura chilena de erosionar más de la mitad de tres glaciares en la exploración de yacimientos de oro y plata del proyecto de minería de Pascua Lama, situado en la frontera Chile-Argentina de los Andes.
Mal augurio para tratados bilaterales o para la defensa de derechos humanos. Coincide con alarmantes denuncias de estragos ambientales y daños a la población provocados por la minería a cielo abierto de transnacionales canadienses en Guatemala, Honduras, y México. Mal calculado el viaje. Harper debería prestarle más atención a la viga en el ojo propio que a la paja en el ajeno.
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá - En marzo el presidente de los Estados Unidos George W. Bush recorrió la América latina. La misión contemplaba el ambicioso propósito de derrumbar las vallas erigidas por las incumplidas promesas de Washington de prestarle mayor atención al Hemisferio y de revertir el giro a la izquierda política.
Bush fracas. Olas de protestas contra la presencia del mandatario reiteraron que el abismo entre el Hemisferio y la Casa Blanca es profundo e irreversible y reafirmaron la popularidad de los gobiernos izquierdistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Aparentemente Bush no abandona las pretensiones de hegemonía en el otrora patio trasero. Su ilimitada terquedad le insta a volver a la carga en territorio hostil. Lo vemos en Afganistán e Iraq.
Esta vez utiliza al alter ego canadiense. Retrazando los pasos del mentor nuestro primer ministro Stephen Harper vuela en relámpago viaje veranero a Colombia, Chile, Barbados y Haití. Su misión: promover intercambio e inversiones, aunar fuerzas en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia transnacional organizada (narcotráfico) y velar por los derechos humanos. En no más de 24 horas de estancia por país, Harper cumplirá el cometido. Irrisoria agenda. Nada original. Réplica casi exacta del fallido plan Bush de marzo.
Es más, los ultra conservadores vínculos entre Ottawa y Washington, se prestan a que los líderes latinoamericanos sospechen que Harper les visita como emisario de la Casa Blanca. Es más que curioso que Harper programara su visita en la víspera de firmarse el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Perú y Colombia. Coincide más bien con los constantes atentados de Washington de contrarrestar el progreso del plan de libre comercio Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), firmado por Bolivia, Cuba, Venezuela y Nicaragua y con el repudio regional del tratado del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovido por la Casa Blanca.
Harper camina en terreno minado. En Colombia el mandatario canadiense se reuniría con el presidente colombiano Álvaro Uribe, uno de los pocos amigos conque cuenta Bush. Uribe lucha batalla campal contra el narcotráfico y la insurgencia. También se le acusa de apañar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por grupos paramilitares que han transformado a Colombia en una de las naciones más violentas del mundo. ¿Quién sermonea sobre derechos humanos? ¿Uribe o el lamentable historial de abusos gubernamentales contra los indígenas canadienses.
Santiago, Chile es testigo de otra curiosa experiencia. El mandatario se reuniría el 18 de julio con la transnacional minera Barrick Gold. Señalado como el aspecto “más controversial” de la gira, Harper tratará de deslindar responsabilidades con la compañía canadiense acusada por la legislatura chilena de erosionar más de la mitad de tres glaciares en la exploración de yacimientos de oro y plata del proyecto de minería de Pascua Lama, situado en la frontera Chile-Argentina de los Andes.
Mal augurio para tratados bilaterales o para la defensa de derechos humanos. Coincide con alarmantes denuncias de estragos ambientales y daños a la población provocados por la minería a cielo abierto de transnacionales canadienses en Guatemala, Honduras, y México. Mal calculado el viaje. Harper debería prestarle más atención a la viga en el ojo propio que a la paja en el ajeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario