Pastor Valle-Garay
Universidad York
Toronto, Canadá – Ya es rutina. En cada aniversario del triunfo de la revolución Toronto proclama el Día de la Amistad con Cuba. En la alcaldía de esta gran metrópolis ondea orgullosa la bandera de Cuba.
Presidido por el alcalde de Toronto, el solemne acto tradicionalmente cuenta con la distinguida presencia de la Gobernadora General de Canadá, de Laureano Cardoso, Cónsul General de Cuba en Toronto, de diplomáticos acreditados, de numerosos parlamentarios, de la Asociación de Amistad Cuba-Canadá, de destacados miembros de la comunidad académica, artística y comercial y de nutrido público. Como de costumbre cierra la función con broche de oro la contagiosa música de la isla.
Lo que definitivamente no es nada rutinario es que la ceremonia se repite con igual entusiasmo en muchas otras ciudades canadienses. En efecto la conmemoración de la magna fecha se ha convertido en simbólico reconocimiento nacional de los extraordinarios 62 años de ininterrumpidas y respetuosas relaciones entre Cuba y Canadá.
No ha sido fácil. Pero a través de seis décadas y contra los vientos y mareas de la Casa Blanca, la ejemplar relaciones entre Cuba y Canadá ha devenido en una hermosa lección de soberanía a los pueblos del mundo y en contundente manifestación de dignidad y de integridad ante las embestidas de Washington.
En un principio solamente Canadá y México en el Hemisferio rechazaron las imperiales orientaciones que pretendían obligarles a romper con Cuba. Sin lugar a la menor duda, la inalterable posición de Ottawa refleja la solidaridad del pueblo canadiense que en todo momento hizo suyo el derecho a mantener relaciones normales con Cuba, apoyar los principios de autodeterminación cubana y de no-intervención, reclamar por la liberación del niño Elián González, secuestrado por autoridades estadounidenses en Miami, repudiar al encarcelamiento de los Cinco de Cuba y demandar el cierre de la ilegal base militar en Guantánamo
Como resultado, la hermandad Cuba-Canadá se ha convertido en una celebración de las extraordinarias relaciones diplomáticas, comerciales, educacionales, artísticas, culturales y turísticas que, enmarcadas en respeto mútuo, enriquecen a ambas naciones. Lo comprueba un breve vistazo -a vuelo de pájaro, por decirlo así y por las restricciones de tiempo y espacio- a la grata acogida canadiense ante el fenomenal despliegue de cubanidad que observan provincias y ciudades y que se manifiesta en la amplia gama de realizaciones cubanas tanto en las artes como en los negocios, el comercio y sobre todo en la condición humana. .
Por el volumen y por la magnífica calidad de las expresiones culturales de Cuba que recorren este país, no es exagerado afirmar que realmente somos testigos presenciales de la cubanización artística de Canadá. Quizás parezca un poco exagerado pero nuestro cotidiano contacto con esta realidad nos dice que tal concepto no está muy lejos de la verdad.
En los últimos meses el público canadiense una y otra vez abarrotó los teatros y centros nocturnos más importantes de la nación para ovacionar las espectaculares actuaciones del Buena Vista Social Club, de Juan Formell y los Van Van, de la cantautora de la Nueva Trova Liuba María Hevia, del Ballet Cuba de Lizt Alonso con Omara Portuondo, de los Muñequitos de Matanza, del trovador Carlos Valera, el animador Antolín el Pichón, el baladista Pablo FG y Elite, el cantante Adalberto Álvarez, la cantautora de rap Telmary, la orquesta Cuban All Stars, el grupo coral del Ensemble Vocal Nexos, el ragaetton de Zona Franca y Manuel Simonet y su Trabuco.
Esta explosión cultural cubana, sin comparación en los anales artísticos canadienses, se ganó el cariño y la admiración del público y de la prensa. Tan apoteósico fue el recibimiento de la magistral coreografía de VIDA del Ballet Cuba de Linz Alfonso durante el Festival Luminato de las Artes y de la Creatividad Toronto 2007 que el prestigioso y centenario teatro Royal Alexandra de Toronto prorrogó la estadía del espectáculo por varias semanas más de lo programado. En el Concurso de Canto Coral en Laval, Québec 2007, el Ensemble Vocal Nexos de La Habana no solo capturó el Primer Premio y Medalla de Oro en el concurso internacional de canto coral sino que se mereció el premio del público logrado con el 82% del voto de los espectadores que asistieron a los conciertos.
La legendaria actuación de reconocidos artistas cubanos ha dejado tan profundas huellas en nuestra cultura que un sinnúmero de restaurantes y centros nocturnos especializándose en la música y en la cocina cubana predominan en las ciudades canadienses. Para muestra un botón: en Toronto el programa Café Latino que conduce la talentosa cantautora Amanda Martínez en la popular estación de radio Jazz.FM-91, dedica gran parte de su programación a la música cubana. Amanda, de descendencia mexicana y surafricana, no oculta su admiración por Cuba. Varias visitas a la isla reflejan la influencia de la música cubana en su repertorio que culminará en la realización de dos sueños de la exquisita artista el próximo mes: Amanda contraerá matrimonio y cantará en el Festival de Jazz de La Habana. Mágico simbolismo. Ineludible. Romántico. Encaja perfectamente bien en la especial y recíproca relación entre las dos naciones. Cuba será su luna de miel.
Tan significativo como la música popular es el impactante efecto de las bellas artes y de la ciencia cubana. Importantes conferencias de investigadores científicos cubanos, especialmente en la medicina nuclear, de renombrados escritores, poetas, académicos así como cautivantes muestras de renombrados artistas visuales, de especialistas en la comunicación y en la cinematografía continúan contribuyendo enormemente a la fibra cultural canadiense.
En la pintura tanto el Museo Real de Ontario como otras galerías canadienses han destacado las obras de los pintores Eduardo “Choco” Roca, Agustín Bejarano, Zaida del Río, Carlos Garaicoa, Annia Alonso, Wilfredo Prieto, Renier Rodríguez Méndez, Ramón Ramírez Ruiz y Abel Dumpierre entre otros. En la literatura Canadá ha compartido con Nancy Morejón, Israel Rodríguez y Laura Ruiz gracias a las gestiones del profesor canadiense Dr. Keith Ellis, miembro honorario de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba y especialista en las obras de Nicolás Guillén y de Pablo Creach Corrales, Director del Programa Martiano.
La rúbrica del turismo merece mención aparte. Es ahí donde se nota de forma masiva el cariño y la predilección del canadiense por Cuba. Más de 600 mil visitantes canadienses, una tercera parte de todos los turistas del mundo que optan por Cuba cada año para sus vacaciones, estrechan más aún los fuertes lazos existentes entre las dos naciones. Se calcula que solo de Toronto departen anualmente más de 200 mil visitantes para disfrutar del sol, de las playas, de la música y de la legendaria hospitalidad cubana.
Tampoco se quedan atrás los negocios bilaterales. Conforman un sólido tributo al acercamiento comercial. La minera canadiense Sherritt Mines explora sectores claves del niquel, del petróleo y de la electricidad en la isla mientras Cuba invierte en recursos mineros en la provincia de Saskatchewan. El famoso habano se distribuye desde la más humilde tabaquería canadiense hasta los elegantes y exclusivos salones de la Casa del Habano de Yorkville en Toronto donde se citan estrellas del cine, deportistas, políticos y turistas estadounidenses para darse el lujo de encender y degustar uno o más del famoso Cohiba que los desatinados de Washington les prohiben fumar en su país. Igual ocurre con la popularidad de la cerveza Cristal, embotellada por Labbatts en Canadá, con la distribución y acogida del ron Havana Club y los renombrados mariscos cubanos que complementan tan bien la cocina canadiense.
¿El liderazgo de la revolución? Canadá lo respeta y lo admira. La especulación no es cosa nuestra. A diferencia de los enfermizos apátridas de Miami y de la demente obsesión de la Casa Blanca y de la CIA e independiente de la afiliación del político de turno en Ottawa, la población canadiense no se inmiscuye en los asuntos internos de la nación amiga. Vive y deja vivir. El canadiense, por ejemplo, sinceramente se preocupó por el estado de salud del Presidente Fidel Castro. Pero en contraste a las aves de mal agüero al sur de la frontera, en Canadá nadie se involucró en perversa especulación sobre desenlaces fatales. De vez en cuando uno que otro amigo canadiense indagaría “¿Cómo sigue Fidel?” Era la pregunta de alguien que se interesaba por la mejoría del paciente y lo daba por descontado. Sonreían al decirlo, como anticipando con agrado la repuesta. Ya mejoraría Fidel. No se defraudaron. Mejor así.
¿La situación política de Cuba vis-a-vis Washington? No hay fuerza en el mundo que engañe a las decenas de millones de canadienses que han visitado Cuba en tantos años. Ver para creer. Son testigos fehacientes de los incuestionables logros de la revolución en la educación, en la medicina, en las relaciones humanas y en el orden social. Ninguna de ellos necesita ni quiere ser influenciado por retrógrados en Ottawa o en Washington. Han visto la vida en Cuba con sus propios ojos. Han compartido muchos años con el pueblo cubano. Sobran las advertencias necias. Los hechos hablan volúmenes. Han formado juicio. Se regocijan y admiran los triunfos y como siempre los celebrarán este 26 de julio y en cada oportunidad que visiten la isla.
Las metas humanitarias de ambas naciones son igualmente fascinantes. Cada año el pueblo canadiense se entrega con entusiasmo al éxito de la Caravana de Amistad de los Pastores por la Paz. Cada año la participación del pueblo cubano en el maratón Terry Fox en lucha contra el cáncer sienta record en Cuba y es fuente de inspiración. ¡Es simplemente maravilloso! Dos naciones totalmente diferentes en lenguaje, clima, bagaje cultural e ideología política se respetan, se complementan, se apoyan y celebran causan comunes. Al fin de cuentas, se llevan perfectamente bien. Más que suficiente razón para celebrar el triunfo de las ideas sobre la voluntad del opresor.
¿Qué hace posible la conmemoración de la revolución? En Cuba, el pueblo. En Canadá, es el compromiso de amor de los dirigentes conscientes, de la solidaridad, de los sindicalistas, de estudiantes y académicos respetuosos del derecho cubano a sobrevivir y a sobreponerse a los obstáculos que lanzan los enemigos de la revolución.
En lo diplomático y gubernamental, el éxito corresponde a la denodada labor de individuos entregados al funcionamiento correcto de las relaciones entre Cuba y Canadá. En este rubro se destaca la brillante actuación de Ernesto Santí Darias, Embajador de Cuba y su extraordinario equipo en Ottawa, de Laureano “Paquito” Cardoso, Cónsul General de Cuba en Toronto, del Consulado General en Québec y de Carlos Zambrano, hábil director del Concejo de Turismo de Cuba en Toronto. Se trata en realidad de un puñado de individuos, pequeño en números pero grandes en humanidad y en su compromiso de desarrollar una labor titánica por el pueblo de Cuba y por la revolución. Cuba no podría pedir mejor representación en el exterior.
Es entonces apenas justo darle al césar lo que es del césar. Para los incansables impulsores de 62 años de luna de miel entre Canadá y Cuba, para el pueblo cubano, Canadá no puede hacer otra cosa que felicitarles, reiterarles su solidaridad incondicional, enviarles sus mejores deseos y decirles que mientras Cuba tenga tanta gente que la quiera, la revolución y la bandera de Cuba ondean orgullosas e invencibles.
Universidad York
Toronto, Canadá – Ya es rutina. En cada aniversario del triunfo de la revolución Toronto proclama el Día de la Amistad con Cuba. En la alcaldía de esta gran metrópolis ondea orgullosa la bandera de Cuba.
Presidido por el alcalde de Toronto, el solemne acto tradicionalmente cuenta con la distinguida presencia de la Gobernadora General de Canadá, de Laureano Cardoso, Cónsul General de Cuba en Toronto, de diplomáticos acreditados, de numerosos parlamentarios, de la Asociación de Amistad Cuba-Canadá, de destacados miembros de la comunidad académica, artística y comercial y de nutrido público. Como de costumbre cierra la función con broche de oro la contagiosa música de la isla.
Lo que definitivamente no es nada rutinario es que la ceremonia se repite con igual entusiasmo en muchas otras ciudades canadienses. En efecto la conmemoración de la magna fecha se ha convertido en simbólico reconocimiento nacional de los extraordinarios 62 años de ininterrumpidas y respetuosas relaciones entre Cuba y Canadá.
No ha sido fácil. Pero a través de seis décadas y contra los vientos y mareas de la Casa Blanca, la ejemplar relaciones entre Cuba y Canadá ha devenido en una hermosa lección de soberanía a los pueblos del mundo y en contundente manifestación de dignidad y de integridad ante las embestidas de Washington.
En un principio solamente Canadá y México en el Hemisferio rechazaron las imperiales orientaciones que pretendían obligarles a romper con Cuba. Sin lugar a la menor duda, la inalterable posición de Ottawa refleja la solidaridad del pueblo canadiense que en todo momento hizo suyo el derecho a mantener relaciones normales con Cuba, apoyar los principios de autodeterminación cubana y de no-intervención, reclamar por la liberación del niño Elián González, secuestrado por autoridades estadounidenses en Miami, repudiar al encarcelamiento de los Cinco de Cuba y demandar el cierre de la ilegal base militar en Guantánamo
Como resultado, la hermandad Cuba-Canadá se ha convertido en una celebración de las extraordinarias relaciones diplomáticas, comerciales, educacionales, artísticas, culturales y turísticas que, enmarcadas en respeto mútuo, enriquecen a ambas naciones. Lo comprueba un breve vistazo -a vuelo de pájaro, por decirlo así y por las restricciones de tiempo y espacio- a la grata acogida canadiense ante el fenomenal despliegue de cubanidad que observan provincias y ciudades y que se manifiesta en la amplia gama de realizaciones cubanas tanto en las artes como en los negocios, el comercio y sobre todo en la condición humana. .
Por el volumen y por la magnífica calidad de las expresiones culturales de Cuba que recorren este país, no es exagerado afirmar que realmente somos testigos presenciales de la cubanización artística de Canadá. Quizás parezca un poco exagerado pero nuestro cotidiano contacto con esta realidad nos dice que tal concepto no está muy lejos de la verdad.
En los últimos meses el público canadiense una y otra vez abarrotó los teatros y centros nocturnos más importantes de la nación para ovacionar las espectaculares actuaciones del Buena Vista Social Club, de Juan Formell y los Van Van, de la cantautora de la Nueva Trova Liuba María Hevia, del Ballet Cuba de Lizt Alonso con Omara Portuondo, de los Muñequitos de Matanza, del trovador Carlos Valera, el animador Antolín el Pichón, el baladista Pablo FG y Elite, el cantante Adalberto Álvarez, la cantautora de rap Telmary, la orquesta Cuban All Stars, el grupo coral del Ensemble Vocal Nexos, el ragaetton de Zona Franca y Manuel Simonet y su Trabuco.
Esta explosión cultural cubana, sin comparación en los anales artísticos canadienses, se ganó el cariño y la admiración del público y de la prensa. Tan apoteósico fue el recibimiento de la magistral coreografía de VIDA del Ballet Cuba de Linz Alfonso durante el Festival Luminato de las Artes y de la Creatividad Toronto 2007 que el prestigioso y centenario teatro Royal Alexandra de Toronto prorrogó la estadía del espectáculo por varias semanas más de lo programado. En el Concurso de Canto Coral en Laval, Québec 2007, el Ensemble Vocal Nexos de La Habana no solo capturó el Primer Premio y Medalla de Oro en el concurso internacional de canto coral sino que se mereció el premio del público logrado con el 82% del voto de los espectadores que asistieron a los conciertos.
La legendaria actuación de reconocidos artistas cubanos ha dejado tan profundas huellas en nuestra cultura que un sinnúmero de restaurantes y centros nocturnos especializándose en la música y en la cocina cubana predominan en las ciudades canadienses. Para muestra un botón: en Toronto el programa Café Latino que conduce la talentosa cantautora Amanda Martínez en la popular estación de radio Jazz.FM-91, dedica gran parte de su programación a la música cubana. Amanda, de descendencia mexicana y surafricana, no oculta su admiración por Cuba. Varias visitas a la isla reflejan la influencia de la música cubana en su repertorio que culminará en la realización de dos sueños de la exquisita artista el próximo mes: Amanda contraerá matrimonio y cantará en el Festival de Jazz de La Habana. Mágico simbolismo. Ineludible. Romántico. Encaja perfectamente bien en la especial y recíproca relación entre las dos naciones. Cuba será su luna de miel.
Tan significativo como la música popular es el impactante efecto de las bellas artes y de la ciencia cubana. Importantes conferencias de investigadores científicos cubanos, especialmente en la medicina nuclear, de renombrados escritores, poetas, académicos así como cautivantes muestras de renombrados artistas visuales, de especialistas en la comunicación y en la cinematografía continúan contribuyendo enormemente a la fibra cultural canadiense.
En la pintura tanto el Museo Real de Ontario como otras galerías canadienses han destacado las obras de los pintores Eduardo “Choco” Roca, Agustín Bejarano, Zaida del Río, Carlos Garaicoa, Annia Alonso, Wilfredo Prieto, Renier Rodríguez Méndez, Ramón Ramírez Ruiz y Abel Dumpierre entre otros. En la literatura Canadá ha compartido con Nancy Morejón, Israel Rodríguez y Laura Ruiz gracias a las gestiones del profesor canadiense Dr. Keith Ellis, miembro honorario de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba y especialista en las obras de Nicolás Guillén y de Pablo Creach Corrales, Director del Programa Martiano.
La rúbrica del turismo merece mención aparte. Es ahí donde se nota de forma masiva el cariño y la predilección del canadiense por Cuba. Más de 600 mil visitantes canadienses, una tercera parte de todos los turistas del mundo que optan por Cuba cada año para sus vacaciones, estrechan más aún los fuertes lazos existentes entre las dos naciones. Se calcula que solo de Toronto departen anualmente más de 200 mil visitantes para disfrutar del sol, de las playas, de la música y de la legendaria hospitalidad cubana.
Tampoco se quedan atrás los negocios bilaterales. Conforman un sólido tributo al acercamiento comercial. La minera canadiense Sherritt Mines explora sectores claves del niquel, del petróleo y de la electricidad en la isla mientras Cuba invierte en recursos mineros en la provincia de Saskatchewan. El famoso habano se distribuye desde la más humilde tabaquería canadiense hasta los elegantes y exclusivos salones de la Casa del Habano de Yorkville en Toronto donde se citan estrellas del cine, deportistas, políticos y turistas estadounidenses para darse el lujo de encender y degustar uno o más del famoso Cohiba que los desatinados de Washington les prohiben fumar en su país. Igual ocurre con la popularidad de la cerveza Cristal, embotellada por Labbatts en Canadá, con la distribución y acogida del ron Havana Club y los renombrados mariscos cubanos que complementan tan bien la cocina canadiense.
¿El liderazgo de la revolución? Canadá lo respeta y lo admira. La especulación no es cosa nuestra. A diferencia de los enfermizos apátridas de Miami y de la demente obsesión de la Casa Blanca y de la CIA e independiente de la afiliación del político de turno en Ottawa, la población canadiense no se inmiscuye en los asuntos internos de la nación amiga. Vive y deja vivir. El canadiense, por ejemplo, sinceramente se preocupó por el estado de salud del Presidente Fidel Castro. Pero en contraste a las aves de mal agüero al sur de la frontera, en Canadá nadie se involucró en perversa especulación sobre desenlaces fatales. De vez en cuando uno que otro amigo canadiense indagaría “¿Cómo sigue Fidel?” Era la pregunta de alguien que se interesaba por la mejoría del paciente y lo daba por descontado. Sonreían al decirlo, como anticipando con agrado la repuesta. Ya mejoraría Fidel. No se defraudaron. Mejor así.
¿La situación política de Cuba vis-a-vis Washington? No hay fuerza en el mundo que engañe a las decenas de millones de canadienses que han visitado Cuba en tantos años. Ver para creer. Son testigos fehacientes de los incuestionables logros de la revolución en la educación, en la medicina, en las relaciones humanas y en el orden social. Ninguna de ellos necesita ni quiere ser influenciado por retrógrados en Ottawa o en Washington. Han visto la vida en Cuba con sus propios ojos. Han compartido muchos años con el pueblo cubano. Sobran las advertencias necias. Los hechos hablan volúmenes. Han formado juicio. Se regocijan y admiran los triunfos y como siempre los celebrarán este 26 de julio y en cada oportunidad que visiten la isla.
Las metas humanitarias de ambas naciones son igualmente fascinantes. Cada año el pueblo canadiense se entrega con entusiasmo al éxito de la Caravana de Amistad de los Pastores por la Paz. Cada año la participación del pueblo cubano en el maratón Terry Fox en lucha contra el cáncer sienta record en Cuba y es fuente de inspiración. ¡Es simplemente maravilloso! Dos naciones totalmente diferentes en lenguaje, clima, bagaje cultural e ideología política se respetan, se complementan, se apoyan y celebran causan comunes. Al fin de cuentas, se llevan perfectamente bien. Más que suficiente razón para celebrar el triunfo de las ideas sobre la voluntad del opresor.
¿Qué hace posible la conmemoración de la revolución? En Cuba, el pueblo. En Canadá, es el compromiso de amor de los dirigentes conscientes, de la solidaridad, de los sindicalistas, de estudiantes y académicos respetuosos del derecho cubano a sobrevivir y a sobreponerse a los obstáculos que lanzan los enemigos de la revolución.
En lo diplomático y gubernamental, el éxito corresponde a la denodada labor de individuos entregados al funcionamiento correcto de las relaciones entre Cuba y Canadá. En este rubro se destaca la brillante actuación de Ernesto Santí Darias, Embajador de Cuba y su extraordinario equipo en Ottawa, de Laureano “Paquito” Cardoso, Cónsul General de Cuba en Toronto, del Consulado General en Québec y de Carlos Zambrano, hábil director del Concejo de Turismo de Cuba en Toronto. Se trata en realidad de un puñado de individuos, pequeño en números pero grandes en humanidad y en su compromiso de desarrollar una labor titánica por el pueblo de Cuba y por la revolución. Cuba no podría pedir mejor representación en el exterior.
Es entonces apenas justo darle al césar lo que es del césar. Para los incansables impulsores de 62 años de luna de miel entre Canadá y Cuba, para el pueblo cubano, Canadá no puede hacer otra cosa que felicitarles, reiterarles su solidaridad incondicional, enviarles sus mejores deseos y decirles que mientras Cuba tenga tanta gente que la quiera, la revolución y la bandera de Cuba ondean orgullosas e invencibles.
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