“¿El neoliberalismo es sostenible? No. ¿Podrá subsistir mucho tiempo? Absolutamente no. ¿Cuestión de siglos? Categóricamente no. ¿Durará sólo décadas? Si, sólo décadas, pero más temprano que tarde tendrá que dejar de existir" . Fidel Castro, Encuentro Internacional de Economistas , La Habana, Cuba.
Oscar A. Fernández O.
El FMLN está decidido y convencido de ganar por la vía democrática su acceso a la conducción del Estado salvadoreño, por dos razones fundamentales: la primera, por que es la única opción histórica para acompañar al pueblo salvadoreño en la construcción de la añorada vida de bienestar y justicia; la segunda, por que el neoliberalismo sufre una crisis irreversible, acelerada por la incapacidad manifiesta del ultraderechista partido gobernante ARENA y la voracidad de la oligarquía económica.
Para entender la segunda afirmación arriba expuesta, no se necesita ser ni economista ni politólogo, solo basta ver la situación calamitosa que vivimos la mayoría de salvadoreños, sin medicinas en los hospitales públicos ni atención médica que valga la pena y con la amenaza de privatizarla; sin acceso a la educación de calidad, sin empleo, comiendo salteado, expulsados de su país por la miseria y la indolencia de los gobernantes, padeciendo de la más brutal de las explotaciones y abusos cuando logran un trabajo, violados diariamente en sus más elementales derechos, victimizados por la violencia social incontrolable y cómo epílogo de esta tragedia, criminalizados por las leyes penales promulgadas por el gobierno del Presidente Saca, como si fuera una venganza de clase.
Después de la grandilocuencia seudo teórica de los ideólogos del librecambismo en foros, universidades y programas de gobierno, sumada a la aplastante propaganda mediática acerca de un fabuloso futuro de desarrollo nacional que nunca llegó, el “neoliberalismo” ha demostrado ser nada más que una versión computarizada de la vieja consigna de los fisiócratas de la segunda mitad del siglo XVIII, el laissez-faire (dejar hacer) y por tanto el estímulo principal al surgimiento de un capitalismo salvaje, dónde la propiedad privada pierde su función social, para convertirse en un asunto exclusivo del gran propietario, dejando al Estado en una función de espectador pasivo. La fábrica de sueños que cautivó al mundo, se ha convertido en una pesadilla.
El neoliberalismo es un subproducto de la post guerra fría, que ha hecho del mercado en objeto de adoración, como triste alternativa del derrumbado estatismo económico en el ex-sistema soviético. ¡Del purgatorio al infierno! Es un intento de reordenar el pensamiento económico para ajustarlo a la economía mundializada del gran capital.
El pueblo deberá decidir si continúa en la vía de profundizar su pobreza y empeorar su vida o si se decide a derrotar a ARENA principal impulsador de esta desgracia nacional que nos abate, para pasar a construir un futuro mejor para nuestros hijos. Debemos estar claros que privatizando todo lo que nos pertenece como pueblo, liberalizando los mercados y las finanzas, desregulando todo y permitiendo que muy pocos se apropien de la riqueza nacional para llevar una vida de lujos y desenfreno, sólo estamos firmando la sentencia de muerte de una nación que siempre ha sido orgullosa y cuya riqueza principal es su propia gente.
El mercado es un legado histórico de la humanidad, tan antiguo como el ser humano, pero al mismo tiempo se fundamenta en la desigualdad de las condiciones de los hombres y los pueblos, condición que los acaparadores de la riqueza han profundizado hasta límites intolerables. Esta actividad de intercambio entre los pueblos y las personas debe seguir existiendo, pero conciertas condiciones, con un Estado fuerte como contrapeso, que promueva políticas sociales activas de consenso popular, con las cuales las condiciones de vida dignas estén aseguradas para todos.
No debemos confundir el derecho legítimo de cada persona de querer superarse y escribir su propia biografía familiar, con el egoísmo que promueve el mercado al cual prefiero llamar la tiranía del individualismo, “el sálvese quien pueda”, dónde la sobrevivencia del que tiene más está garantizada y las mayorías desposeídas están condenadas al ostracismo y a la esclavitud de la pobreza; donde la propia vida se proyecta como una empresa en la que debemos comportarnos como capitalistas, ordenando nuestras prioridades y necesidades en base a las leyes del mercado y olvidando los valores que nos enaltecen como seres humanos.
No obstante, debemos reconocer que la globalización es la respuesta lógica a la revolución tecnológica de las comunicaciones, es un hecho de la humanidad o como dice Fidel Castro en su alocución a los economistas reunidos en La Habana, “Es un fruto de la civilización humana. Se alcanzó en un brevísimo período de no más de tres mil años en la larga vida de nuestros antecesores sobre el planeta”
Una sociedad dónde el individuo y la colectividad se complementen para enarbolar el desarrollo social, basado en la ciudadanía, la solidaridad y la equidad, es aún la deuda histórica de esta nación.
No obstante, en esta realidad de profundos y rápidos cambios, dónde los pueblos especialmente los latinoamericanos, resurgen con fuerza por su legítimo derecho a vivir independientes y libres, es menester comprender que las dictaduras, las guerras y la impunidad del poderío económico para preservar la injusticia y el acaparamiento de la riqueza ya no tienen cabida en el futuro, así como no la tiene la violencia para alcanzar los cambios. Al contrario, es hoy el tiempo del pluralismo, el consenso nacional y el debate de opiniones para construir un nuevo El Salvador, pues todos tenemos algo que decir, todos podemos influirnos unos a otros, todos podemos enseñarnos algo nuevo unos a otros. El pueblo es la suma de todos, sin excluir a nadie.
Oscar A. Fernández O.
El FMLN está decidido y convencido de ganar por la vía democrática su acceso a la conducción del Estado salvadoreño, por dos razones fundamentales: la primera, por que es la única opción histórica para acompañar al pueblo salvadoreño en la construcción de la añorada vida de bienestar y justicia; la segunda, por que el neoliberalismo sufre una crisis irreversible, acelerada por la incapacidad manifiesta del ultraderechista partido gobernante ARENA y la voracidad de la oligarquía económica.
Para entender la segunda afirmación arriba expuesta, no se necesita ser ni economista ni politólogo, solo basta ver la situación calamitosa que vivimos la mayoría de salvadoreños, sin medicinas en los hospitales públicos ni atención médica que valga la pena y con la amenaza de privatizarla; sin acceso a la educación de calidad, sin empleo, comiendo salteado, expulsados de su país por la miseria y la indolencia de los gobernantes, padeciendo de la más brutal de las explotaciones y abusos cuando logran un trabajo, violados diariamente en sus más elementales derechos, victimizados por la violencia social incontrolable y cómo epílogo de esta tragedia, criminalizados por las leyes penales promulgadas por el gobierno del Presidente Saca, como si fuera una venganza de clase.
Después de la grandilocuencia seudo teórica de los ideólogos del librecambismo en foros, universidades y programas de gobierno, sumada a la aplastante propaganda mediática acerca de un fabuloso futuro de desarrollo nacional que nunca llegó, el “neoliberalismo” ha demostrado ser nada más que una versión computarizada de la vieja consigna de los fisiócratas de la segunda mitad del siglo XVIII, el laissez-faire (dejar hacer) y por tanto el estímulo principal al surgimiento de un capitalismo salvaje, dónde la propiedad privada pierde su función social, para convertirse en un asunto exclusivo del gran propietario, dejando al Estado en una función de espectador pasivo. La fábrica de sueños que cautivó al mundo, se ha convertido en una pesadilla.
El neoliberalismo es un subproducto de la post guerra fría, que ha hecho del mercado en objeto de adoración, como triste alternativa del derrumbado estatismo económico en el ex-sistema soviético. ¡Del purgatorio al infierno! Es un intento de reordenar el pensamiento económico para ajustarlo a la economía mundializada del gran capital.
El pueblo deberá decidir si continúa en la vía de profundizar su pobreza y empeorar su vida o si se decide a derrotar a ARENA principal impulsador de esta desgracia nacional que nos abate, para pasar a construir un futuro mejor para nuestros hijos. Debemos estar claros que privatizando todo lo que nos pertenece como pueblo, liberalizando los mercados y las finanzas, desregulando todo y permitiendo que muy pocos se apropien de la riqueza nacional para llevar una vida de lujos y desenfreno, sólo estamos firmando la sentencia de muerte de una nación que siempre ha sido orgullosa y cuya riqueza principal es su propia gente.
El mercado es un legado histórico de la humanidad, tan antiguo como el ser humano, pero al mismo tiempo se fundamenta en la desigualdad de las condiciones de los hombres y los pueblos, condición que los acaparadores de la riqueza han profundizado hasta límites intolerables. Esta actividad de intercambio entre los pueblos y las personas debe seguir existiendo, pero conciertas condiciones, con un Estado fuerte como contrapeso, que promueva políticas sociales activas de consenso popular, con las cuales las condiciones de vida dignas estén aseguradas para todos.
No debemos confundir el derecho legítimo de cada persona de querer superarse y escribir su propia biografía familiar, con el egoísmo que promueve el mercado al cual prefiero llamar la tiranía del individualismo, “el sálvese quien pueda”, dónde la sobrevivencia del que tiene más está garantizada y las mayorías desposeídas están condenadas al ostracismo y a la esclavitud de la pobreza; donde la propia vida se proyecta como una empresa en la que debemos comportarnos como capitalistas, ordenando nuestras prioridades y necesidades en base a las leyes del mercado y olvidando los valores que nos enaltecen como seres humanos.
No obstante, debemos reconocer que la globalización es la respuesta lógica a la revolución tecnológica de las comunicaciones, es un hecho de la humanidad o como dice Fidel Castro en su alocución a los economistas reunidos en La Habana, “Es un fruto de la civilización humana. Se alcanzó en un brevísimo período de no más de tres mil años en la larga vida de nuestros antecesores sobre el planeta”
Una sociedad dónde el individuo y la colectividad se complementen para enarbolar el desarrollo social, basado en la ciudadanía, la solidaridad y la equidad, es aún la deuda histórica de esta nación.
No obstante, en esta realidad de profundos y rápidos cambios, dónde los pueblos especialmente los latinoamericanos, resurgen con fuerza por su legítimo derecho a vivir independientes y libres, es menester comprender que las dictaduras, las guerras y la impunidad del poderío económico para preservar la injusticia y el acaparamiento de la riqueza ya no tienen cabida en el futuro, así como no la tiene la violencia para alcanzar los cambios. Al contrario, es hoy el tiempo del pluralismo, el consenso nacional y el debate de opiniones para construir un nuevo El Salvador, pues todos tenemos algo que decir, todos podemos influirnos unos a otros, todos podemos enseñarnos algo nuevo unos a otros. El pueblo es la suma de todos, sin excluir a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario