miércoles, abril 11, 2007

Orwell en la Casa Blanca: Monstruosidad de Posada Carriles sintomática del caos reinante en Secretaría de Justicia de EE. UU.

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York


Toronto, Canadá - Libertad bajo fianza para Luis Posada Carriles. Canalla decisión. Consecuente con el monstruo beneficiado. No sorprenda el fallo de la jueza Kathleen Cordone ni su lugar de origen, Texas. Tanto la una como lo otro concuerdan servil y cínicamente con los intereses creados del presidente George W. Bush, ex gobernador del estado.

El fallo es característico de la perversa manipulación Orwelliana del ocupante de la Casa Blanca y de la mal llamada lucha contra el terrorismo. Por una parte inventa cargos de espionaje y encarcela a cinco patriotas que intentaban prevenir actos terroristas contra Cuba. Por otra protege a Posada Carriles acusándole del flojo cargo de incursionar ilegalmente al país y concediéndole libertad bajo fianza por su avanzada edad y enfermedades ficticias mientras deliberadamente ignora los crímenes atroces del terrorista ex agente de la CIA, autor confeso de la voladura de un avión cubano y de la muerte de 73 inocentes pasajeros en 1976 así como de numerosos ataques violentos contra instalaciones turísticas habaneras en 1997.


Cabe preguntarse dónde habrá aprendido Bush el doblepensar. ¿Sería otro George la fuente de inspiración, el de “George Orwell: 1984?” De ser así tal fenómeno solamente se explica por osmosis. Bush es prácticamente analfabeta. No lee. Por lo tanto es imposible que se las apañe por sí mismo para seguir al pie de la letra el pronunciamiento de Orwell que reza “la guerra es paz/la libertad es esclavitud/la ignorancia es la fuerza/el Gran Hermano te vigila.” Sin embargo lo aplica en cada oportunidad que se le presenta.

De aquí que el sobriquete de Orwelliano le encaje como anillo al dedo. Lo habrá heredado en parte del nefasto padre, George W. H. Bush y en parte del lamentable mentor Ronald Reagan. Bush padre dirigía la CIA que al enlistar los servicios de Posada Carriles institucionalizó el terrorismo estadounidense contra Cuba, Venezuela y Centro América dizque para salvarnos del comunismo. A consecuencia de ello la democracia del tío Sam, en coordinación con Posada Carriles, asesinó a decenas de miles de centroamericanos durante la guerra criminal conque la Contra atacó al gobierno sandinista y al pueblo nicaragüense y apoyó la represión militar contra el FLMN y el pueblo salvadoreño en la década de los ´80.

Reagan en efecto fue el precursor de la política orwelliana moderna. Le siguió Bush. Adoptaron a Orwell. El criminal es héroe/el héroe es criminal. Sin el menor desenfado Reagan bautizó a los asesinos de la Contra los “paladines de la libertad.” Años después Bush le imitaría declarando a los brutales invasores “libertadores y defensores de la democracia.” En nombre de Dios, nada menos. Convirtió en eje del mal a todo aquel que opusiera sus diseños de hegemonía mundial.

¿Doble moral? Por supuesto. ¿Irreversible? Lo dudo. ¿Se rebalsó la copa de la apatía política norteamericana? Probablemente. A poco rato de despertarse a la realidad y condenar la perversa política de Reagan en el Hemisferio, la prensa estadounidense se da a la tarea de desenmascarar a Bush. Lo califican el peor presidente en la historia y hasta sugiere que se le procese. Los correligionarios republicanos le huyen. La mayoría demócrata en ambas cámaras del congreso abiertamente se opone a que continúe la ocupación de Afganistán e Iraq. La población le considera un payaso, peligroso pero payaso al fin. Los aliados tradicionales le ignoran. Obviamente sus días en Washington están contados. Cada escándalo martilla un clavo más en su ataúd político.

Nada lo demuestra tan claro como la inminente renuncia de Alberto González, Secretario de Justicia y al fin de cuentas el Procurador Federal responsable de que un asesino de la calaña de Posada Carriles ande libre por las calles de Miami. Una de las serviles argollas de Bush en sus días de gobernador en Texas, Bush premió su lealtad ascendiéndole a juez de la Corte Suprema de Justicia de ese estado. Luego le hizo su Consejero presidencial y de ahí lo elevó al cargo de Secretario de Justicia, puesto que tendrá que desalojar más temprano que tarde. ¿Por qué? Sencillamente porque se le pasó la mano al Procurador sirviendo los intereses del jefe en vez de servir a la nación y mintiéndole al Congreso y al público. González es un desastre anunciado. Incompetente. Irresponsable. Inmoral. Anteriormente al episodio actual González provocó la ira nacional al contravenir las disposiciones del Acta Patriótica contra el terrorismo. El Procurador le dio carta blanca al FBI para que espiase en la vida privada de la ciudadanía. Sin sospechas ni justificación alguna.

El año pasado González obedientemente le agradeció a Bush que le convirtiese en su perrito faldero. El Secretario de Justicia le devolvió el favor al jefe. Siguiendo instrucciones de la Casa Blanca González despidió a ocho procuradores federales por haber iniciado investigaciones judiciales contra los desmanes de funcionarios republicanos allegados a Bush. La indignación de la nación y de los procuradores despedidos, todos ellos poseedores de inmaculadas credenciales provocaron tal escándalo que le salió el tiro por la culata a González. Hasta los más altos miembros del partido Republicano denunciaron la corrupta medida. Como resultado González no tendrá otra opción que renunciar. Cuanto antes, mejor. Mientras más se demore en marcharse, mayor daño le causará al destartalado presidente, al partido republicano y a la podrida imagen de lo que pasa por justicia en los Estados Unidos.

¿Es González sintomático del caos reinante en la Secretaría de Justicia? Definitivamente. ¿Habrá cambios? Ya comienzan. El mes pasado, por ejemplo, ocurrió algo inusual en las cortes de Texas en donde presidiera González en otros días. El programa nacional 20/20 de la cadena televisiva ABC denunció la dualidad de la justicia tejana. Hace 18 años Tyrone Brown, de 17 años de edad, fue condenado a prisión perpetua por el juez Keith Dean. ¿Su delito? Fumarse un cigarrillo de marihuana. Brown sirvió 17 años de la condena. En otro caso ante la corte del mismo juez Dean y en la mismo período, Dean declaró a Alex Wood culpable de asesinar de un balazo por la espalda a un individuo que se prostituía en las calles de Dallas. Wood, hijo del ex regente de la Universidad de Baylor y cuñado de un prominente congresista, fue condenado a … libertad bajo fianza y, a pesar de que Wood contravino su libertad condicional al practicar su adicción a la cocaína, no sirvió un día en la cárcel.

Brown, el condenado, es negro y pobre. Word, el asesino confeso y libre, es blanco y miembro de una acaudalada familia. Justicia orwelliana en blanco y negro. Nada menos. Afortunadamente para Brown el contraste judicial presentado por la ABC produjo mejores resultados. El juez Dean no fue reelegido al puesto. Brown fue perdonado por el Gobernador Rick Perry y puesto en libertad el 16 de marzo.

No se sabe qué fue de Wood. Quizás haya desaparecido entre el hampa de los ricachones, al igual que Posada Carriles. Un criminal más ambulando libre entre unos 600 mil fugitivos de la justicia en los Estados Unidos. Quizás en la nación con la mayor población de criminales en el mundo el que un prisionero más un prisionero menos guarde cárcel no signifique mucho. Quizás de ahí que el gobierno de Bush ignore la condición ilegal e inmoral de los cinco prisioneros políticos cubanos. Quizás ante semejante récord de injusticia tampoco le concierna a Bush la condición infrahumana de los rehenes políticos en Guantánamo.

¡Quién sabe! La dimisión del secretario de justicia González demuestra obviamente que hay algo podrido en la Casa Blanca. La actitud del público indica que al echar de la corte al juez Dean aún cuenta el peso de la opinión pública y se pueden rectificar las arbitrarias violaciones de Washington. La ciudadanía recapacita. La prensa igual. La justicia comienza a retomar su imparcialidad. Un poco demorada pero segura. Para Bush los ajustes llegan demasiado tarde. Debería haber leído Orwell. Pero era esperar mucho de un soberano ignorante. Lo cierto es que no hay redención para el mandatario. Tampoco la habrá para el monstruo de Posada Carriles. La opinión pública y el clamor universal cobran valor y deben continuar demandando que la justicia se dé cita con el terrorista.

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