Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá – William Ewart Gladstone (1809-1898), elegido cuatro veces Primer Ministro de Inglaterra, fue uno de los más grandes y humanitarios políticos de todos los tiempos. El líder del partido Liberal simpatizó con las naciones oprimidas y se caracterizó por su anti imperialismo. A nivel nacional Gladstone implementó reformas tan radicales y progresistas en educación, justicia, impuestos y comercio que hoy le acreditan como una fuerza mayor en la formación de la Inglaterra moderna.
Denunciando la injusticia de la corona al arrastrar los pies en reconocer los derechos de Irlanda, Gladstone puntualizó que “justicia demorada es justicia negada.” Hoy los politiqueros de montón vulgarmente abusan del pronunciamiento de Gladstone hasta el punto de incluirlo en el Acta de Libertad de Información de los Estados Unidos.
Es obvio que en la descabellada violación de los derechos de prisioneros de Afganistán, de Iraq y de otras naciones del Medio Oriente, el actual Primer Ministro inglés Tony Blair hace caso omiso de las visionarias pautas de su predecesor. Menos aún que las recuerde el soberano ignorante de la Casa Blanca. George W. Bush no tendrá idea del pronunciamiento de Gladstone. La historia jamás fue su fuerte.
Obsesionados por exterminar un terrorismo de su propia creación, ambos gobernantes se especializan en pisotear los más elementales derechos humanos. Este es el caso de Omar Kadhr, ciudadano canadiense de origen egipcio que durante cinco años ha languidecido primero en las cárceles de Afganistán y trasladado después a las mazmorras de Guantánamo por sospechas de combatir con Al Qaeda.
Esta semana el gobierno estadounidense por fin anunció que seguiría juicio militar contra Kadhr. Se le acusa de asesinato, de intento de asesinato, colusión con el enemigo, complot y espionaje. Será el primer juicio de un prisionero de Guantánamo y la primera vez en la historia que un gobierno enjuicia a un menor de edad. Kadhr tenía 15 años de edad al ser capturado por el ejército invasor estadounidense.
Independiente de la arbitraria e inmoral manipulación de las medidas antiterroristas de Bush, los cargos contra Kadhr se caracterizan por inexplicables e irracionales en cualquier sistema de justicia.
Si los Estados Unidos le acusan de terrorismo, Kadhr debería comparecer ante una corte de lo criminal y no ante una corte militar. Si por otra parte el gobierno estadounidense considera que Kadhr es combatiente en un conflicto armado, la Convención de Ginebra firmada por los Estados Unidos demanda que se trate con respeto al prisionero de guerra. En casos de combate armado, exceptuando crímenes contra la humanidad, la acusación de asesinato, espionaje y/o colusión contra el enemigo carece de validez ante una corte militar. En ambas instancias cuando el acusado es menor de edad al momento de caer prisionero, las leyes de los Estados Unidos estipulan que el individuo debe ser juzgado ante un tribunal juvenil.
Por otra parte, en ningún país civilizado es permitido que un individuo permanezca en prisión por 5 años sin que se pronuncien cargos en su contra. En ningún país civilizado contempla la ley, particularmente en los Estados Unidos, que se enjuicie como adulto a un menor de edad. Finalmente en ningún sistema de justicia se permite levantar causa contra un prisionero de guerra o contra un individuo acusado de terrorismo o de cualquier otro crimen sin que el Procurador militar o civil revele los argumentos y pruebas en que se basa la acusación del estado. Sin embargo, en el juicio contra Kadhr, Washington ha indicado que le suprimirá al abogado defensor y a la corte el acceso a los datos en que Washington basa la acusación alegando que tal información compromete la seguridad del estado. En otras palabras, se juzgará culpable a Kadhr sin que el estado presente pruebas que apoyen la acusación.
Peligroso precedente. Aparte de violar las reglas de combate establecidas en la Convención de Ginebra y las leyes civiles y criminales de los Estados Unidos, la testarudez y la arrogancia de la Casa Blanca arriesgan que tarde o temprano se le aplique el mismo tratamiento criminal a los 200 mil soldados estadounidenses de ocupación en Afganistán e Iraq así como al Comandante en Jefe Bush.
La farsa judicial no pasa desapercibida en las mismas filas del ejército estadounidense. Así lo reconoció nada menos que Colby Volkey, el teniente coronel de los Infantes de Marina a quien el gobierno de los Estados Unidos nombró abogado defensor de oficio del Kadhr.
En declaraciones al diario Toronto Star, Volkey señaló que el juicio de Kadhr no es más que un “kangoroo court,” expresión que en la jerga gringa significa un tribunal irresponsable, desautorizado. Según declaración escrita emitida por Volkey el 24 de abril, el gobierno canadiense debería intervenir y negociar la libertad del reo. “Ahora es cuando los gobierno de Canadá y de los Estados Unidos deben negociar una resolución política (al caso) porque el sistema militar de comisión es incapaz de (actuar con) justicia. De lo contrario, garantizan que en el más espectacular juicio en la tierra se declare culpable a Omar, ahora de 20 años y un menor de edad al momento de cometer el crimen que se le imputa. Esto no debe ser el legajo (judicial) de Canadá o de los Estados Unidos.”
Lamentablemente las palabras de Volkey caen en oídos sordos. El gobierno del Primer Ministro canadiense Stephen Harper, fiel admirador de Bush e incondicional de su política guerrerista, se hace el desentendido. En junio de este año la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró inconstitucional el primer proceso judicial contra Kadhr. Harper no hizo nada entonces ni hará nada esta vez.
Harper no se atrevió a hacer lo que hizo el Primer Ministro de Australia, otro amigote de Bush. Antes de comenzar el juicio del prisionero australiano David Hicks, el gobierno australiano amarró un acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos que permitiría que Hicks se declarara culpable de terrorismo a cambio de una condena de nueve meses que el reo cumpliría en una cárcel de Australia. Dicho y hecho.
Kadhr no correrá la misma suerte. En el circo de Bush las sabias palabras de Gladstone obviamente carecen de valor. Sin embargo si Washington cree que este asunto de “Justicia demorada es justicia negada” es un componente necesario de los juegos de guerra en Guantánamo o en otros de los campos de concentración de Washington, Bush debería haberlo pensado bien antes de embarcarse en tan cruel aventura.
Se trata de un peligrosísimo juego. En la situación de Omar Kadhr y de cientos de otros prisioneros en similares circunstancias la justicia tardía es arma de doble filo. Es inconcebible que el espíritu de un jovencito como Kadhr no sufra cambios radicales después de cinco años de formación en la cárcel. Tanto para Kadhr como para los otros, la prolongada reclusión sin cargo alguno, sin representación legal, incomunicados, sometidos a interrogaciones día y noche y a torturas físicas y sicológicas equivale a pasar cinco años en una escuela de duro entrenamiento básico en el arte de odiar al carcelero. Si en un principio solamente se sospechaba que el prisionero simpatizaba con grupos terroristas, la Casa Blanca puede estar segura que la justicia tardía y las privaciones sufridas en condiciones infrahumanas habrán convertido al prisionero en enemigo acérrimo de los Estados Unidos.
En treinta días Kadhr comparecerá ante la corte militar estadounidense. Sin duda Washington armará un jurado espectacular. A bomba y platillo el ejército del país de las maravillas iniciará el juicio de un niño que ha madurado en los confines de Guantánamo. Lejos de todo. Por diseño. Mientras más alejado del público, menos que nos percatemos del proceso secreto que le depara al acusado el tribunal militar.
En este lado del charco, el primer ministro Harper se hace el desentendido. Pareciera que un canadiense más, un canadiense menos no le quita el sueño a Harper. Además no querrá llevarle la contraria a su mentor en Washington. Volkey, el abogado defensor, da por descontado que la Corte Militar fallará en contra del acusado. Igual piensan los medios de comunicación. En realidad, nadie debe sorprenderse de la decisión. Es lo que pasa popr justicia en los Estados Unidos estos días. Guantánamo es otra pista más en el circo judicial de Bush. El destino de Kadhr está sellado. Se las juega todas entre los prejuicios del incompetente aparato militar y el corrompido sistema de un Ministerio de Justicia que ya descartó la previa decisión de la Corte Suprema a favor de Kadhr.
¿Difícil imaginarse semejante escenario? Ni tanto. Especialmente al percatarse que el maestro de ceremonias circense de Bush no es otro que el Procurador General Alberto González, hoy bajo investigación del Congreso por abuso de poder. González, asqueroso lame botas presidencial, dirigió el juicio contra cinco patriotas cubanos acusados injustamente de terrorismo por tratar de impedir que los verdaderos terroristas de la mafia cubano americana en Miami continuaran causando estragos en Cuba.
Más recientemente el “Misterio” de Justicia de González concedió libertad bajo fianza al terrorista internacional Luis Posada Carriles, verdugo y criminal confeso en múltiples asesinatos de inocentes civiles en Cuba y en el resto del Hemisferio. ¿Justicia gringa? ¡Ni pensarlo! Simplemente se trata de un mundo patas para arriba y de un sistema inmoral en donde un degenerado y sus esbirros convierten en héroe al terrorista, en terroristas a los cinco heroicos cubanos y enjuician a niños por terrorismo mientras campantemente asesinan a cientos de miles de civiles en Iraq dizque para que la justicia tardía de la Casa Blanca les sirva en baño de sangre la democracia estadounidense.
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá – William Ewart Gladstone (1809-1898), elegido cuatro veces Primer Ministro de Inglaterra, fue uno de los más grandes y humanitarios políticos de todos los tiempos. El líder del partido Liberal simpatizó con las naciones oprimidas y se caracterizó por su anti imperialismo. A nivel nacional Gladstone implementó reformas tan radicales y progresistas en educación, justicia, impuestos y comercio que hoy le acreditan como una fuerza mayor en la formación de la Inglaterra moderna.
Denunciando la injusticia de la corona al arrastrar los pies en reconocer los derechos de Irlanda, Gladstone puntualizó que “justicia demorada es justicia negada.” Hoy los politiqueros de montón vulgarmente abusan del pronunciamiento de Gladstone hasta el punto de incluirlo en el Acta de Libertad de Información de los Estados Unidos.
Es obvio que en la descabellada violación de los derechos de prisioneros de Afganistán, de Iraq y de otras naciones del Medio Oriente, el actual Primer Ministro inglés Tony Blair hace caso omiso de las visionarias pautas de su predecesor. Menos aún que las recuerde el soberano ignorante de la Casa Blanca. George W. Bush no tendrá idea del pronunciamiento de Gladstone. La historia jamás fue su fuerte.
Obsesionados por exterminar un terrorismo de su propia creación, ambos gobernantes se especializan en pisotear los más elementales derechos humanos. Este es el caso de Omar Kadhr, ciudadano canadiense de origen egipcio que durante cinco años ha languidecido primero en las cárceles de Afganistán y trasladado después a las mazmorras de Guantánamo por sospechas de combatir con Al Qaeda.
Esta semana el gobierno estadounidense por fin anunció que seguiría juicio militar contra Kadhr. Se le acusa de asesinato, de intento de asesinato, colusión con el enemigo, complot y espionaje. Será el primer juicio de un prisionero de Guantánamo y la primera vez en la historia que un gobierno enjuicia a un menor de edad. Kadhr tenía 15 años de edad al ser capturado por el ejército invasor estadounidense.
Independiente de la arbitraria e inmoral manipulación de las medidas antiterroristas de Bush, los cargos contra Kadhr se caracterizan por inexplicables e irracionales en cualquier sistema de justicia.
Si los Estados Unidos le acusan de terrorismo, Kadhr debería comparecer ante una corte de lo criminal y no ante una corte militar. Si por otra parte el gobierno estadounidense considera que Kadhr es combatiente en un conflicto armado, la Convención de Ginebra firmada por los Estados Unidos demanda que se trate con respeto al prisionero de guerra. En casos de combate armado, exceptuando crímenes contra la humanidad, la acusación de asesinato, espionaje y/o colusión contra el enemigo carece de validez ante una corte militar. En ambas instancias cuando el acusado es menor de edad al momento de caer prisionero, las leyes de los Estados Unidos estipulan que el individuo debe ser juzgado ante un tribunal juvenil.
Por otra parte, en ningún país civilizado es permitido que un individuo permanezca en prisión por 5 años sin que se pronuncien cargos en su contra. En ningún país civilizado contempla la ley, particularmente en los Estados Unidos, que se enjuicie como adulto a un menor de edad. Finalmente en ningún sistema de justicia se permite levantar causa contra un prisionero de guerra o contra un individuo acusado de terrorismo o de cualquier otro crimen sin que el Procurador militar o civil revele los argumentos y pruebas en que se basa la acusación del estado. Sin embargo, en el juicio contra Kadhr, Washington ha indicado que le suprimirá al abogado defensor y a la corte el acceso a los datos en que Washington basa la acusación alegando que tal información compromete la seguridad del estado. En otras palabras, se juzgará culpable a Kadhr sin que el estado presente pruebas que apoyen la acusación.
Peligroso precedente. Aparte de violar las reglas de combate establecidas en la Convención de Ginebra y las leyes civiles y criminales de los Estados Unidos, la testarudez y la arrogancia de la Casa Blanca arriesgan que tarde o temprano se le aplique el mismo tratamiento criminal a los 200 mil soldados estadounidenses de ocupación en Afganistán e Iraq así como al Comandante en Jefe Bush.
La farsa judicial no pasa desapercibida en las mismas filas del ejército estadounidense. Así lo reconoció nada menos que Colby Volkey, el teniente coronel de los Infantes de Marina a quien el gobierno de los Estados Unidos nombró abogado defensor de oficio del Kadhr.
En declaraciones al diario Toronto Star, Volkey señaló que el juicio de Kadhr no es más que un “kangoroo court,” expresión que en la jerga gringa significa un tribunal irresponsable, desautorizado. Según declaración escrita emitida por Volkey el 24 de abril, el gobierno canadiense debería intervenir y negociar la libertad del reo. “Ahora es cuando los gobierno de Canadá y de los Estados Unidos deben negociar una resolución política (al caso) porque el sistema militar de comisión es incapaz de (actuar con) justicia. De lo contrario, garantizan que en el más espectacular juicio en la tierra se declare culpable a Omar, ahora de 20 años y un menor de edad al momento de cometer el crimen que se le imputa. Esto no debe ser el legajo (judicial) de Canadá o de los Estados Unidos.”
Lamentablemente las palabras de Volkey caen en oídos sordos. El gobierno del Primer Ministro canadiense Stephen Harper, fiel admirador de Bush e incondicional de su política guerrerista, se hace el desentendido. En junio de este año la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró inconstitucional el primer proceso judicial contra Kadhr. Harper no hizo nada entonces ni hará nada esta vez.
Harper no se atrevió a hacer lo que hizo el Primer Ministro de Australia, otro amigote de Bush. Antes de comenzar el juicio del prisionero australiano David Hicks, el gobierno australiano amarró un acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos que permitiría que Hicks se declarara culpable de terrorismo a cambio de una condena de nueve meses que el reo cumpliría en una cárcel de Australia. Dicho y hecho.
Kadhr no correrá la misma suerte. En el circo de Bush las sabias palabras de Gladstone obviamente carecen de valor. Sin embargo si Washington cree que este asunto de “Justicia demorada es justicia negada” es un componente necesario de los juegos de guerra en Guantánamo o en otros de los campos de concentración de Washington, Bush debería haberlo pensado bien antes de embarcarse en tan cruel aventura.
Se trata de un peligrosísimo juego. En la situación de Omar Kadhr y de cientos de otros prisioneros en similares circunstancias la justicia tardía es arma de doble filo. Es inconcebible que el espíritu de un jovencito como Kadhr no sufra cambios radicales después de cinco años de formación en la cárcel. Tanto para Kadhr como para los otros, la prolongada reclusión sin cargo alguno, sin representación legal, incomunicados, sometidos a interrogaciones día y noche y a torturas físicas y sicológicas equivale a pasar cinco años en una escuela de duro entrenamiento básico en el arte de odiar al carcelero. Si en un principio solamente se sospechaba que el prisionero simpatizaba con grupos terroristas, la Casa Blanca puede estar segura que la justicia tardía y las privaciones sufridas en condiciones infrahumanas habrán convertido al prisionero en enemigo acérrimo de los Estados Unidos.
En treinta días Kadhr comparecerá ante la corte militar estadounidense. Sin duda Washington armará un jurado espectacular. A bomba y platillo el ejército del país de las maravillas iniciará el juicio de un niño que ha madurado en los confines de Guantánamo. Lejos de todo. Por diseño. Mientras más alejado del público, menos que nos percatemos del proceso secreto que le depara al acusado el tribunal militar.
En este lado del charco, el primer ministro Harper se hace el desentendido. Pareciera que un canadiense más, un canadiense menos no le quita el sueño a Harper. Además no querrá llevarle la contraria a su mentor en Washington. Volkey, el abogado defensor, da por descontado que la Corte Militar fallará en contra del acusado. Igual piensan los medios de comunicación. En realidad, nadie debe sorprenderse de la decisión. Es lo que pasa popr justicia en los Estados Unidos estos días. Guantánamo es otra pista más en el circo judicial de Bush. El destino de Kadhr está sellado. Se las juega todas entre los prejuicios del incompetente aparato militar y el corrompido sistema de un Ministerio de Justicia que ya descartó la previa decisión de la Corte Suprema a favor de Kadhr.
¿Difícil imaginarse semejante escenario? Ni tanto. Especialmente al percatarse que el maestro de ceremonias circense de Bush no es otro que el Procurador General Alberto González, hoy bajo investigación del Congreso por abuso de poder. González, asqueroso lame botas presidencial, dirigió el juicio contra cinco patriotas cubanos acusados injustamente de terrorismo por tratar de impedir que los verdaderos terroristas de la mafia cubano americana en Miami continuaran causando estragos en Cuba.
Más recientemente el “Misterio” de Justicia de González concedió libertad bajo fianza al terrorista internacional Luis Posada Carriles, verdugo y criminal confeso en múltiples asesinatos de inocentes civiles en Cuba y en el resto del Hemisferio. ¿Justicia gringa? ¡Ni pensarlo! Simplemente se trata de un mundo patas para arriba y de un sistema inmoral en donde un degenerado y sus esbirros convierten en héroe al terrorista, en terroristas a los cinco heroicos cubanos y enjuician a niños por terrorismo mientras campantemente asesinan a cientos de miles de civiles en Iraq dizque para que la justicia tardía de la Casa Blanca les sirva en baño de sangre la democracia estadounidense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario