viernes, marzo 30, 2007

¿Dónde está el fin de la impunidad?

Licda. Norma Guevara de Ramirios

En las manos del pueblo está la verdad, y de cierto modo, el fin de la impunidad. Después de 27 años del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, ese crimen sigue judicialmente sin esclarecerse; pero en el corazón y la mente de miles, cientos de miles, millones de personas dentro y fuera de nuestro territorio; vive una verdad: Lo mataron los enemigos del pueblo, los que creyeron que con ese golpe paralizarían la lucha y la fuerza de un mensaje cristiano y humano que libera.

Hacer daño sin responder por las consecuencias ni social ni judicialmente, eso es impunidad; nuestro pueblo martirizado en lo más profundo, incluso en la persona de su profeta, puede y debe rehacer y tejer nueva fuerza moral y social para que se cumpla la profecía de Monseñor cuando afirmaba “resucitaré en el pueblo” Y ciertamente en cada acción liberadora, en el despertar y fortalecer nuestra conciencia, en el conocimiento de la verdad histórica, en la valentía para criticar lo negación o atropello de los derechos humanos, en la organización y solidaridad popular y social, en la formación de valores, en la lucha contra la injusticia; en todo eso que solo puede hacer un pueblo conciente, allí está sin lugar a dudas, la presencia de Monseñor y una base para alcanzar un día, la reducción de la impunidad.

Cuando hechos dolorosos, nuevos, dramáticos nos sorprenden y pensamos estar frente algo nunca visto, algo imposible de soportar, tenemos la tendencia a creer que ni antes ni después habrá algo que nos estremezca igual; pero el tiempo que estamos viviendo en el mundo de hoy, obliga a agregar otra conclusión; y es que al dejar pasar esos hechos dolorosos y dramáticos sin lograr que los responsables sean señalados y castigados, nuestra sociedad se expone al incremento de tales daños.

Eso es lo que nos pasa a los salvadoreños cuando vemos nuestra historia contemporánea y hacemos la enorme lista de asesinatos que se cometieron antes, durante y después del conflicto armado sin esclarecer ni castigar. Monjas, sacerdotes, periodistas, dirigentes sindicales, campesinos, maestros, catequistas, jóvenes de todas las condiciones sociales; decenas de miles de casos que dejan heridas que no se sanan con decretos de amnistía, o con ocultamiento; es preciso abrir espacio a procesos que permitan a las instituciones públicas cumplir su papel; pues pretender utilizar al Estado para mantener la impunidad es contraproducente, alienta a los criminales, multiplica la doble moral, intimida a quienes formalmente son depositarios del poder público.

No es hacia abajo ni hacia atrás la vida; escribió Pablo Neruda; por eso es necesario creer que el empeño de personas, comunidades e instituciones profundamente comprometidas que luchan cotidianamente por mantener viva la esperanza y lograr avances en el conocimiento de la verdad como antesala de la justicia, y la reconciliación, han alcanzado ya y sin duda alcanzarán mayores frutos; en el centro de esos esfuerzos de comunidades cristianas, organizaciones sociales, sacerdotes, religiosas y entidades de la iglesia católica, comunicadores sociales, está la dedicación a conocer, reconocer, recordar a nuestro Obispo Mártir, Monseñor Oscar Arnulfo Romero a quién el pueblo sufrido considera ya un Santo.

Monseñor Romero es un símbolo de la lucha por el reconocimiento de la dignidad de las personas, proclamó la dedicación a las personas mas pobres, excluidas y oprimidas como la prioridad de la iglesia, denunció el sufrimiento del pueblo, las responsabilidades del Estado y de sus gobernantes y por eso su prédica y su vida ejemplar es símbolo de lucha por la justicia, la voz de los sin voz que continúa viva y exigente.

Cuando la injusticia estructural produce fenómenos sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales que dañan a pueblos enteros, estamos frente a manifestaciones globales de impunidad, porque esos hechos son consecuencias de otros que generalmente se producen por el desequilibrio entre el interés público (siempre sacrificado) frente al interés egoísta de personas o grupos que buscan atesorar ganancias sin importar consecuencias; para encarar los desafíos de este tiempo, tenemos una vida ejemplar, una herencia moral a la cual acudir para aportar y cumplir nuestra responsabilidad con nuestro pueblo y nuestro tiempo, ese es entre otros el valor de Monseñor Romero.

5 comentarios:

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