Mauricio Funes
¿Y quién dice que el periodista no debe tener compromisos? Ejercer el periodismo en una sociedad estructuralmente injusta exige asumir el compromiso de transformarla.
Con frecuencia, algunos colegas que con el tiempo se han acomodado a las circunstancias y a los placeres que se derivan de su cercanía con el poder, esgrimen un falso estandarte: suelen decir que el periodista no puede ni debe tener compromisos porque de esa forma se adultera su razón de ser. Pero, qué otra cosa sino la búsqueda incansable de la verdad es el compromiso que en las actuales circunstancias debemos asumir los periodistas?
Hace ya casi treinta años, Monseñor Romero decía que “un periodista, o dice la verdad, o no es periodista” Y es que no se puede asumir la responsabilidad de mantener informada a la población poniendo en primer plano la mentira.
La mentira, la que se construye para justificar el estado de cosas existente, goza de mucha popularidad entre algunos colegas que se presentan como profesionales de la comunicación. La mentira es un fiel acompañante del poder y es al mismo tiempo, un hijo espúreo de éste. Por supuesto, no me refiero a cualquier clase de poder.
Existe una forma de poder que necesita de la mentira para perpetuarse, para sobrevivir. Se trata de un poder excluyente, marginador, degradante de la condición humana, que deforma la realidad y que promueve una imagen que no corresponde a los hechos. Es el poder que invita a los periodistas a ir a la cama con él para despojarlos de su independencia editorial. Es el poder que tienta a los periodistas y las empresas de comunicación para que hagan dinero con la mentira.
Es el mismo que se rasga las vestiduras en una aparente defensa de la libertad de expresión y prensa, cuando en el fondo no hace más que mancillarla. Contra ese poder es que debemos enfilar nuestro trabajo y esfuerzo los periodistas honestos y comprometidos con la verdad.
Monseñor Romero decía que “la verdad muchas veces no produce dinero, sino amarguras. Pero más vale ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira…”. Por esa facilidad con que fluye el dinero para quiénes propagan la mentira es que “hay tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia, porque es la que produce”. Por eso también es que se ha producido un vaciado de credibilidad de los medios de comunicación que en el pasado habían superado a otras instituciones en prestigio y confianza.
Vivimos una época de dictadura mediática, de medios de comunicación que han perdido la fuerza de la razón y que han hecho de la propagación de la mentira un negocio rentable. La involución es evidente: agendas informativas cohonestadas con el ejecutivo; temas tabúes que no son explorados ni investigados para evitar poner el descubierto los intereses que esconden; campañas mediáticas diseñadas para desacreditar al adversario político; corrupción de periodistas, quiénes transan con el poder para enriquecerse y alcanzar una posición de influencia.
En este 31 de Julio, fecha en que se conmemora el Día Nacional del Periodista, hacemos votos para que se corrija esta tendencia involucionista y alentamos a quiénes por el contrario, hacen denodados esfuerzos por desarrollar un periodismo honesto, profesional, libre de ataduras, y que haga posible que el imperio de la verdad se imponga para que nuestro país pueda alcanzar mayores niveles de desarrollo y democracia.
Sólo el compromiso con la búsqueda inagotable de la verdad es lo que hace posible que la labor periodística en el país tenga sentido y se convierta en un pilar para la construcción de una nueva sociedad, de una sociedad diferente.
¿Y quién dice que el periodista no debe tener compromisos? Ejercer el periodismo en una sociedad estructuralmente injusta exige asumir el compromiso de transformarla.
Con frecuencia, algunos colegas que con el tiempo se han acomodado a las circunstancias y a los placeres que se derivan de su cercanía con el poder, esgrimen un falso estandarte: suelen decir que el periodista no puede ni debe tener compromisos porque de esa forma se adultera su razón de ser. Pero, qué otra cosa sino la búsqueda incansable de la verdad es el compromiso que en las actuales circunstancias debemos asumir los periodistas?
Hace ya casi treinta años, Monseñor Romero decía que “un periodista, o dice la verdad, o no es periodista” Y es que no se puede asumir la responsabilidad de mantener informada a la población poniendo en primer plano la mentira.
La mentira, la que se construye para justificar el estado de cosas existente, goza de mucha popularidad entre algunos colegas que se presentan como profesionales de la comunicación. La mentira es un fiel acompañante del poder y es al mismo tiempo, un hijo espúreo de éste. Por supuesto, no me refiero a cualquier clase de poder.
Existe una forma de poder que necesita de la mentira para perpetuarse, para sobrevivir. Se trata de un poder excluyente, marginador, degradante de la condición humana, que deforma la realidad y que promueve una imagen que no corresponde a los hechos. Es el poder que invita a los periodistas a ir a la cama con él para despojarlos de su independencia editorial. Es el poder que tienta a los periodistas y las empresas de comunicación para que hagan dinero con la mentira.
Es el mismo que se rasga las vestiduras en una aparente defensa de la libertad de expresión y prensa, cuando en el fondo no hace más que mancillarla. Contra ese poder es que debemos enfilar nuestro trabajo y esfuerzo los periodistas honestos y comprometidos con la verdad.
Monseñor Romero decía que “la verdad muchas veces no produce dinero, sino amarguras. Pero más vale ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira…”. Por esa facilidad con que fluye el dinero para quiénes propagan la mentira es que “hay tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia, porque es la que produce”. Por eso también es que se ha producido un vaciado de credibilidad de los medios de comunicación que en el pasado habían superado a otras instituciones en prestigio y confianza.
Vivimos una época de dictadura mediática, de medios de comunicación que han perdido la fuerza de la razón y que han hecho de la propagación de la mentira un negocio rentable. La involución es evidente: agendas informativas cohonestadas con el ejecutivo; temas tabúes que no son explorados ni investigados para evitar poner el descubierto los intereses que esconden; campañas mediáticas diseñadas para desacreditar al adversario político; corrupción de periodistas, quiénes transan con el poder para enriquecerse y alcanzar una posición de influencia.
En este 31 de Julio, fecha en que se conmemora el Día Nacional del Periodista, hacemos votos para que se corrija esta tendencia involucionista y alentamos a quiénes por el contrario, hacen denodados esfuerzos por desarrollar un periodismo honesto, profesional, libre de ataduras, y que haga posible que el imperio de la verdad se imponga para que nuestro país pueda alcanzar mayores niveles de desarrollo y democracia.
Sólo el compromiso con la búsqueda inagotable de la verdad es lo que hace posible que la labor periodística en el país tenga sentido y se convierta en un pilar para la construcción de una nueva sociedad, de una sociedad diferente.
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