Por Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá – Tres soldados canadienses de la provincia de Québec murieron esta semana en dos diferentes encuentros. Las muertes ocurrieron al explotar minas de contacto debajo de los vehículos acorazados LAV III que conducían en Afganistán.
Simon Longtin sucumbió en Kandahar a principios de la semana. Christian Duchesne, otro combatiente no identificado a solicitud de la familia y un intérprete afgano perecieron el miércoles en el distrito de Zhari. Dos periodistas del servicio francocanadiense de Radio Canadá, adscritos a la unidad de Longtin, resultaron heridos de gravedad en las fatales emboscadas. Hasta la fecha, 69 soldados canadienses y un diplomático, Glyn Berry, han muerto en Kandahar desde el comienzo de la misión en 2002.
El Primer Ministro canadiense Stephen Harper declaró que los soldados perdieron la vida apoyando la seguridad y la estabilidad de Afganistán. Harper añadió “Nos sentimos orgullosos de estos excepcionales canadienses y agradecidos por su sacrificio.”
En Toronto Dalton McGuinty, Premier de Ontario, anunció que su gobierno está dispuesto a nombrar Autopista de los Héroes las 170 millas de la carretera 101 que separan Trenton, la base de las fuerzas armadas canadienses, y Toronto, en donde se les practica la autopsia de rigor a los caídos antes de las exequias fúnebres. ¡Ironía de ironías! En diferentes circunstancias los violentos accidentes en la 101, la carretera más traficada de Canadá, le han merecido el sobriquete del callejón de la carnicería.
Palabras huecas de Harper. Curiosa propuesta de McGuinty. Diametralmente opuestas a la opinión pública en Québec. En encuesta conducida en la provincia francocanadiense entre el 17 y 20 de agosto, antes de anunciarse las tres muertes, el 65% de los encuestados se oponían a la participación de Canadá en la guerra contra Afganistán. Un 31% estaba parcial o totalmente a favor. Lo más seguro es que a raíz las últimas tragedias humanas, se incrementará cuantiosamente la bien establecida feroz oposición de la ciudadanía de Québec al servil compromiso de Harper con el Presidente George W. Bush de mantener tropas canadienses a Afganistán.
Para el impopular y minoritario gobierno conservador de Harper las bajas en Afganistán no podrían llegar en peor momento. No tanto por la acción criminal de invadir una nación que jamás atentó contra la seguridad o la soberanía de Canadá o del mundo sino porque las bajas canadienses inconvenientemente amenazan con mermarle los pocos votos que el gobierno de Harper pretende captar en las próximas elecciones provinciales en Québec y en el resto de Canadá.
Tal es la preocupación de Harper porque las bajas no se traduzcan en pérdidas electorales en la provincia francocanadiense que esta semana envió al bisoño Ministro de Defensa Peter MacKay a la base militar Valcartier en Québec a dirigirle la palabra a otro grupo de soldados que departía a Afganistán.
Obviamente Harper se siente hostigado por el fuerte sentimiento antimilitarista de Québec, por la oposición parlamentaria en Ottawa y por el universal repudio canadiense a la invasión de Afganistán. Lo experimentó la semana pasada en la Cumbre de Montebello, Québec. La policía canadiense utilizó gases lacrimógenos contra miles de manifestantes que protestaban la presencia de Bush en Canadá, la invasión de Afganistán y de Irán y la exclusiva participación de corporaciones norteamericanas en las discusiones de secretas agendas económicas para México, los Estados Unidos y Canadá. Harper y Bush se merecen el hostigamiento.
A pesar de ello, la testarudez de Harper es ilimitada. En lamentable y obediente imitación de la desprestigiada lucha antiterrorista del tutor Bush, Harper se aferra en mantener tropas de ocupación en Afganistán hasta 2009. A corto plazo, le costará caro en las urnas.
Para Canadá, a largo plazo, será mucho más costoso aún. La nación que justamente se enorgullece del papel humanitario que ha desempeñado con honra en múltiples conflictos internacionales, hoy se identifica con la nación más detestable en el mundo por su brutal intervencionismo en Afganistán y en Iráq.
Aún cuando Québec logre repudiar en las urnas la negativa imagen creada por el primer ministro, en Canadá, al igual que en los Estados Unidos, pasará mucho tiempo antes de que ambas naciones reparen los enormes daños causados por Harper y Bush.
Senior Scholar, Universidad de York
Toronto, Canadá – Tres soldados canadienses de la provincia de Québec murieron esta semana en dos diferentes encuentros. Las muertes ocurrieron al explotar minas de contacto debajo de los vehículos acorazados LAV III que conducían en Afganistán.
Simon Longtin sucumbió en Kandahar a principios de la semana. Christian Duchesne, otro combatiente no identificado a solicitud de la familia y un intérprete afgano perecieron el miércoles en el distrito de Zhari. Dos periodistas del servicio francocanadiense de Radio Canadá, adscritos a la unidad de Longtin, resultaron heridos de gravedad en las fatales emboscadas. Hasta la fecha, 69 soldados canadienses y un diplomático, Glyn Berry, han muerto en Kandahar desde el comienzo de la misión en 2002.
El Primer Ministro canadiense Stephen Harper declaró que los soldados perdieron la vida apoyando la seguridad y la estabilidad de Afganistán. Harper añadió “Nos sentimos orgullosos de estos excepcionales canadienses y agradecidos por su sacrificio.”
En Toronto Dalton McGuinty, Premier de Ontario, anunció que su gobierno está dispuesto a nombrar Autopista de los Héroes las 170 millas de la carretera 101 que separan Trenton, la base de las fuerzas armadas canadienses, y Toronto, en donde se les practica la autopsia de rigor a los caídos antes de las exequias fúnebres. ¡Ironía de ironías! En diferentes circunstancias los violentos accidentes en la 101, la carretera más traficada de Canadá, le han merecido el sobriquete del callejón de la carnicería.
Palabras huecas de Harper. Curiosa propuesta de McGuinty. Diametralmente opuestas a la opinión pública en Québec. En encuesta conducida en la provincia francocanadiense entre el 17 y 20 de agosto, antes de anunciarse las tres muertes, el 65% de los encuestados se oponían a la participación de Canadá en la guerra contra Afganistán. Un 31% estaba parcial o totalmente a favor. Lo más seguro es que a raíz las últimas tragedias humanas, se incrementará cuantiosamente la bien establecida feroz oposición de la ciudadanía de Québec al servil compromiso de Harper con el Presidente George W. Bush de mantener tropas canadienses a Afganistán.
Para el impopular y minoritario gobierno conservador de Harper las bajas en Afganistán no podrían llegar en peor momento. No tanto por la acción criminal de invadir una nación que jamás atentó contra la seguridad o la soberanía de Canadá o del mundo sino porque las bajas canadienses inconvenientemente amenazan con mermarle los pocos votos que el gobierno de Harper pretende captar en las próximas elecciones provinciales en Québec y en el resto de Canadá.
Tal es la preocupación de Harper porque las bajas no se traduzcan en pérdidas electorales en la provincia francocanadiense que esta semana envió al bisoño Ministro de Defensa Peter MacKay a la base militar Valcartier en Québec a dirigirle la palabra a otro grupo de soldados que departía a Afganistán.
Obviamente Harper se siente hostigado por el fuerte sentimiento antimilitarista de Québec, por la oposición parlamentaria en Ottawa y por el universal repudio canadiense a la invasión de Afganistán. Lo experimentó la semana pasada en la Cumbre de Montebello, Québec. La policía canadiense utilizó gases lacrimógenos contra miles de manifestantes que protestaban la presencia de Bush en Canadá, la invasión de Afganistán y de Irán y la exclusiva participación de corporaciones norteamericanas en las discusiones de secretas agendas económicas para México, los Estados Unidos y Canadá. Harper y Bush se merecen el hostigamiento.
A pesar de ello, la testarudez de Harper es ilimitada. En lamentable y obediente imitación de la desprestigiada lucha antiterrorista del tutor Bush, Harper se aferra en mantener tropas de ocupación en Afganistán hasta 2009. A corto plazo, le costará caro en las urnas.
Para Canadá, a largo plazo, será mucho más costoso aún. La nación que justamente se enorgullece del papel humanitario que ha desempeñado con honra en múltiples conflictos internacionales, hoy se identifica con la nación más detestable en el mundo por su brutal intervencionismo en Afganistán y en Iráq.
Aún cuando Québec logre repudiar en las urnas la negativa imagen creada por el primer ministro, en Canadá, al igual que en los Estados Unidos, pasará mucho tiempo antes de que ambas naciones reparen los enormes daños causados por Harper y Bush.
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