Liset Salgado*, E-Mail: serviex@prensa-latina.cu
Redacción Central (PL).- Más de 400 mil centroamericanos abandonan cada año sus naciones de origen y emprenden el largo camino de la emigración, fundamentalmente hacia Estados Unidos, opción que en 2006 mantuvo entre sus principales causa una creciente pobreza.
Las escasas opciones alternativas propuestas por los gobiernos del área a este fenómeno pesan más que las limitaciones de la Casa Blanca e inciden en el incremento del mismo debido a la falta de oportunidades, la inestabilidad económica y el aumento de la pobreza.
Actualmente el desempleo y la inseguridad propician que los centroamericanos opten por emigrar a contrapelo del aumento de controles fronterizos, la militarizacin y de las acciones de grupos antiinmigrantes.
Durante la primera mitad del siglo pasado, los movimientos de población en América Central fueron básicamente internos y a lo sumo alcanzó a algunas regiones fronterizas, mayoritariamente con carácter temporal y entre ámbitos rurales.
A partir de la década de los setenta, la emigración en los países centroamericanos se incrementó principalmente por los conflictos armados que llevaron a la región a condiciones inestables y de pobreza.
En la actualidad, la búsqueda de nuevas oportunidades y el dinero suficiente para subsistir y ayudar a quienes quedan atrás no deja lugar a dudas y por cientos se embarcan en una aventura que promete alcanzar el sueño americano.
De narices contra el muro
Para radicarse, los centroamericanos prefieren hoy territorio estadounidense, fundamentalmente por su cercanía con ese país, donde viven unos 5,1 millones de ellos, más del 50 por ciento ilegales, según la Organización Internacional para las Migraciones.
Sin embargo, la nación que por largas décadas les ha empleado y utilizado, decidió endurecer en 2006 su política migratoria y aprobó la construcción de un segundo muro en su frontera sur con México, dando al traste con las aspiraciones de miles.
La proyectada extensión por parte de Estados Unidos del doble muro de mil 200 kilómetros provocó este año una enérgica protesta de los gobiernos de Centroamérica, que se unieron a México con la intención de impedirlo.
En el ámbito del Tratado de Libre Comercio, autoridades centroamericanas y mexicanas solicitaron a Estados Unidos el libre tránsito de personas en sus fronteras.
A pesar de la indiferencia de Washington, los países de América Central advirtieron que continuarían gestionando respetuosamente ante el gobierno estadounidense una reforma migratoria integral, porque ese fenómeno constituye una realidad humana, reiteraron.
La petición de los gobiernos de la región se produjo en ocasión de un recorrido del presidente norteamericano, George W. Bush, por puntos de cruce clave en la frontera para promover su plan de enfrentamiento a la inmigración ilegal.
Según cifras de la patrulla fronteriza de EE.UU., unas 400 personas son detenidas diariamente tratando de entrar a territorio estadounidense sin la documentación necesaria y se presume que sean más los que logran pasar.
A los gobiernos se han unido sectores sociales y religiosos para condenar la pretensión de Estados Unidos de levantar muros en su frontera con México como parte de sus medidas para atajar el ingreso de indocumentados.
En ese sentido, la XVI Cumbre Iberoamericana efectuada en Montevideo, Uruguay, en noviembre último, unió a gobernantes de 22 naciones quienes abogaron por los derechos de los migrantes y rechazaron el proyectado muro.
Una cuestión de remesas
La importancia del fenómeno migratorio en la estabilidad de los países centroamericanos se ha vuelto cada día mayor, debido, entre otras causas, a la cantidad de remesas que reciben anualmente.
Con diferentes grados de reconocimiento, las administraciones del área han aceptado que esos envíos, procedentes mayoritariamente de Estados Unidos, son esenciales para la supervivencia de familias pobres y un apoyo regular a las economías nacionales en su conjunto.
En opinión de expertos, constituyen la fuente más estable de ingresos financieros para la región, pues no representan erogaciones adicionales en relación con honorarios ni condiciones.
A diferencia de la ayuda exterior, las remesas no están sujetas a las duras condiciones que las instituciones multilaterales de préstamo exigen y que aumentan la deuda exterior de esos países.
Según datos oficiales, en los últimos años las remesas familiares superaron a las inversiones extranjeras directas y las ayudas gubernamentales a América Latina debido al incremento de la migración.
En El Salvador, por ejemplo, alrededor de un millón 300 mil personas se benefician de las remesas, las que superan el 14 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
El 25 por ciento de la población adulta centroamericana depende de la ayuda que le ofrecen sus familiares en EE.UU. y según analistas, en caso de cortarse el envío de ese dinero, los países se irían a la bancarrota en menos de tres meses, provocando un caos económico.
Indican que si las remesas a América Latina y el Caribe continúan creciendo a una tasa anual de siete por ciento, el total recibido por esa zona en la década (2001-2010) superará los 400 mil millones de dólares.
Centroamérica tuvo en 2005 un récord en la recepción de remesas familiares gracias al trabajo de millones de sus emigrantes, quienes enviaron más de ocho mil millones de dólares, la mayoría desde Estados Unidos, un 14,5 por ciento más que en 2004.
Guatemala, El Salvador y Honduras son los países centroamericanos cuyas economías dependen cada vez más de los dólares por concepto de remesas.
Según fuentes oficiales, 2,4 millones de salvadoreños viven en Estados Unidos y en 2005 enviaron una cifra récord en remesas familiares, 2.830,2 millones de dólares, la mayor parte desde Estados Unidos, según el Banco Central de Reserva (BCR).
En Honduras, el tercer país centroamericano en recibir mayores volúmenes de remesas, éstas sumaron en 2005 un récord de 1.500 millones de dólares, según fuentes gubernamentales, mientras que en 2004 ascendieron a unos 1.250 millones.
Se espera que en 2006 Centroamérica reciba cerca de nueve mil 260 millones de dólares repartidos principalmente entre Guatemala, El Salvador (17 por ciento del PIB) y Honduras (el equivalente al 26 por ciento de su Producto Interno Bruto).
*La autora es periodista de la Redacción de América Latina y el Caribe de Prensa Latina.
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