Revista Memoria de México
Mercader, José y Koldo
Tambaleándose como consecuencia del cáncer fulminante y terminal que, asegura la CIA y allegados, afecta a Fidel desde hace alrededor de cuarenta años, y con visibles muestras de dolor por sus últimos cinco accidentes cardiovasculares escondidos a los medios de comunicación, el comandante llegó hasta la tribuna instalada en la Universidad de La Habana sin poder disimular la cojera que, tras su percance el pasado año, hizo que tuviera que pasar repetidas veces por el quirófano para ser operado por sus múltiples fracturas.
Entre gestos de acusado padecimiento por las secuelas de su conocida insuficiencia renal aguda, el dirigente cubano, antes de dirigirse a los presentes, levantó a duras penas su puño derecho en el que eran evidentes las huellas del mal de Parkinson y esbozó una sonrisa que puso en evidencia el terrible mal del escorbuto que, al parecer, contrajo en su juventud.
En contra del parecer del equipo médico habitual, que siempre lo acompaña por si sufre otra recaída en su cirrosis hepática, Fidel Castro desechó la silla que se le ofrecía y optó por dirigirse a su auditorio de pie, luego de respirar profundamente buscando renovar el aire de sus enfermos pulmones tras sufrir cuatro edemas y seis enfisemas sólo el mes pasado.
Una vez que pudo beber un vaso de agua, al parecer mezclado con un fuerte analgésico que le permitiera sobrellevar los dolores que ha dejado en su decaído organismo la osteoporosis degenerativa que sufre desde su infancia, el comandante Fidel Castro esperó a que cesaran algunos gritos de júbilo de los congregados, aprovechando para masajearse él mismo el corazón y superar, sin que nadie lo advierta, excepto la CIA y allegados, otra arritmia coronaria semejante a las 22 que ha padecido en lo que va de mes.
Hecho el oportuno silencio, Fidel Castro, agónico presidente de Cuba, tras algunos carraspeos con los que disimular la gravísima afección de sus cuerdas vocales, superó otro nuevo ataque de difteria, se recuperó de la acusada disentería que padece y se sobrepuso a otra arremetida de la gripe aviar, antes de terminar conversando durante sólo seis horas con los miles de estudiantes habaneros que, presuntamente, también están enfermos.
Escrito en clave de humor e ironía
Mercader, José y Koldo
Tambaleándose como consecuencia del cáncer fulminante y terminal que, asegura la CIA y allegados, afecta a Fidel desde hace alrededor de cuarenta años, y con visibles muestras de dolor por sus últimos cinco accidentes cardiovasculares escondidos a los medios de comunicación, el comandante llegó hasta la tribuna instalada en la Universidad de La Habana sin poder disimular la cojera que, tras su percance el pasado año, hizo que tuviera que pasar repetidas veces por el quirófano para ser operado por sus múltiples fracturas.
Entre gestos de acusado padecimiento por las secuelas de su conocida insuficiencia renal aguda, el dirigente cubano, antes de dirigirse a los presentes, levantó a duras penas su puño derecho en el que eran evidentes las huellas del mal de Parkinson y esbozó una sonrisa que puso en evidencia el terrible mal del escorbuto que, al parecer, contrajo en su juventud.
En contra del parecer del equipo médico habitual, que siempre lo acompaña por si sufre otra recaída en su cirrosis hepática, Fidel Castro desechó la silla que se le ofrecía y optó por dirigirse a su auditorio de pie, luego de respirar profundamente buscando renovar el aire de sus enfermos pulmones tras sufrir cuatro edemas y seis enfisemas sólo el mes pasado.
Una vez que pudo beber un vaso de agua, al parecer mezclado con un fuerte analgésico que le permitiera sobrellevar los dolores que ha dejado en su decaído organismo la osteoporosis degenerativa que sufre desde su infancia, el comandante Fidel Castro esperó a que cesaran algunos gritos de júbilo de los congregados, aprovechando para masajearse él mismo el corazón y superar, sin que nadie lo advierta, excepto la CIA y allegados, otra arritmia coronaria semejante a las 22 que ha padecido en lo que va de mes.
Hecho el oportuno silencio, Fidel Castro, agónico presidente de Cuba, tras algunos carraspeos con los que disimular la gravísima afección de sus cuerdas vocales, superó otro nuevo ataque de difteria, se recuperó de la acusada disentería que padece y se sobrepuso a otra arremetida de la gripe aviar, antes de terminar conversando durante sólo seis horas con los miles de estudiantes habaneros que, presuntamente, también están enfermos.
Escrito en clave de humor e ironía
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