Licda. Norma Guevara de Ramirios
Se anuncia un invierno adelantado y copioso acompañado de huracanes, los expertos tratan de comunicarnos que estamos frente a manifestaciones naturales que en las condiciones del territorio nuestro y la vulnerabilidad social en que vivimos representan riesgos severos y esto indica que si bien no podemos evitar el daño hecho en el pasado a la naturaleza de donde se desprenden las alteraciones que ahora nos afectan, al menos debemos encarar con la mayor responsabilidad los efectos y ojalá detengamos las conductas dañinas e irresponsables que acarrean daños socio ambientales con consecuencias graves para la vida y la economía.
Para hacernos una idea de esos peligros anunciados los expertos nos remiten a recordar la tormenta Stan; y las imágenes de destrucciones que la temporada lluviosa dejó también en otros países como Guatemala, México incluso en Estados Unidos deben darnos suficientes referencias para intentar preparar al menos nuestra actitud. Los efectos recientes de huracanes nos muestran que en pocos días quedan destruidos desarrollos naturales vitales en nuestra geografía y también paralizados y destruidos recursos económicos.
Es lógico esperar que habrá rebalse de ríos y quebradas, que en las calles y caminos podemos vernos de repente como si estamos en un cause, o con vientos y caídas de techos, elementos de publicidad, postes o árboles.
Tener muy en cuenta los pronósticos inmediatos deberá ser una necesidad para preparar la acción responsable de todas y todos, en instancias públicas y también como familias o las empresas.
Esta situación pronosticada vale para todo el país, pero es importante no olvidar que hay situaciones diferenciadas en la costa, en las comunidades que se han construido prácticamente en los causes y cuencas y se requiere que desde todos los espacios desatemos cuanto antes un proceso para sensibilizar especialmente a quienes llegado el momento se niegan a evacuar zonas de peligro y para entrenarnos en organización de prevención de riesgos, contribuir a preparar planes de contingencia que permitan responder con organización y solidaridad.
Evitar la conducta irresponsable de votar basura, ripio en la calle o las quebradas es una de las mayores urgencias; limpiar nuestras casas, organizamos en las formas más apropiadas. Las alcaldías tienen el primer nivel de atención estatal frente a problemas de este tipo y desplegar estos trabajos con la conciencia de que nos enfrentaremos a un nivel superior de riesgos es muy importante; pero entidades estatales encargadas de dar permiso o demandar obras están más obligadas a pensar primero en el bien de la comunidad más que en la conveniencia particular de cualquier empresa que se plantea la alteración del suelo, de los causes, de las corrientes y especialmente el Ministerio de Medio Ambiente y Obras Públicas debieran actuar con mayor responsabilidad.
La construcción de obras que representan destrucción de protección natural como las que se realizan sin permisos de OPAMS ni de las alcaldías en la región metropolitana debieran detenerse, la destrucción de la Finca El Espino, las pretensiones de romper el Cerro San Jacinto o los Planes de Renderos son negativas y acarrean mayores peligros para la población, colocan al gobierno central como causante de nuevas y mayores vulnerabilidades.
Si la tormenta Stan nos dejó a millares de familia sin viviendas debido a la destrucción es lógico esperar que se requerirá de responder desde las instancias estatales a este problema que sin duda se agravará con el invierno copioso que se inicia. Las escuelas públicas pueden ser sitios apropiados para albergue temporal más no deben ser sacrificadas al punto de limitar el desarrollo normal de las mismas y esto ocurre porque se ha sido incapaz de encontrar forma de responder con vivienda digna a una población que es al mismo tiempo víctima de la precariedad económico social y de los fenómenos naturales.
La responsabilidad para encarar los efectos de un invierno adelantado y copioso requiere niveles superiores de articulación y cooperación entre el Estado en sus distintos niveles y de actuación responsable de las empresas, las comunidades, las familias, las iglesias, las organizaciones sociales, las universidades; es preciso hacer algo más que esperar los pronósticos del SNET.
Se anuncia un invierno adelantado y copioso acompañado de huracanes, los expertos tratan de comunicarnos que estamos frente a manifestaciones naturales que en las condiciones del territorio nuestro y la vulnerabilidad social en que vivimos representan riesgos severos y esto indica que si bien no podemos evitar el daño hecho en el pasado a la naturaleza de donde se desprenden las alteraciones que ahora nos afectan, al menos debemos encarar con la mayor responsabilidad los efectos y ojalá detengamos las conductas dañinas e irresponsables que acarrean daños socio ambientales con consecuencias graves para la vida y la economía.
Para hacernos una idea de esos peligros anunciados los expertos nos remiten a recordar la tormenta Stan; y las imágenes de destrucciones que la temporada lluviosa dejó también en otros países como Guatemala, México incluso en Estados Unidos deben darnos suficientes referencias para intentar preparar al menos nuestra actitud. Los efectos recientes de huracanes nos muestran que en pocos días quedan destruidos desarrollos naturales vitales en nuestra geografía y también paralizados y destruidos recursos económicos.
Es lógico esperar que habrá rebalse de ríos y quebradas, que en las calles y caminos podemos vernos de repente como si estamos en un cause, o con vientos y caídas de techos, elementos de publicidad, postes o árboles.
Tener muy en cuenta los pronósticos inmediatos deberá ser una necesidad para preparar la acción responsable de todas y todos, en instancias públicas y también como familias o las empresas.
Esta situación pronosticada vale para todo el país, pero es importante no olvidar que hay situaciones diferenciadas en la costa, en las comunidades que se han construido prácticamente en los causes y cuencas y se requiere que desde todos los espacios desatemos cuanto antes un proceso para sensibilizar especialmente a quienes llegado el momento se niegan a evacuar zonas de peligro y para entrenarnos en organización de prevención de riesgos, contribuir a preparar planes de contingencia que permitan responder con organización y solidaridad.
Evitar la conducta irresponsable de votar basura, ripio en la calle o las quebradas es una de las mayores urgencias; limpiar nuestras casas, organizamos en las formas más apropiadas. Las alcaldías tienen el primer nivel de atención estatal frente a problemas de este tipo y desplegar estos trabajos con la conciencia de que nos enfrentaremos a un nivel superior de riesgos es muy importante; pero entidades estatales encargadas de dar permiso o demandar obras están más obligadas a pensar primero en el bien de la comunidad más que en la conveniencia particular de cualquier empresa que se plantea la alteración del suelo, de los causes, de las corrientes y especialmente el Ministerio de Medio Ambiente y Obras Públicas debieran actuar con mayor responsabilidad.
La construcción de obras que representan destrucción de protección natural como las que se realizan sin permisos de OPAMS ni de las alcaldías en la región metropolitana debieran detenerse, la destrucción de la Finca El Espino, las pretensiones de romper el Cerro San Jacinto o los Planes de Renderos son negativas y acarrean mayores peligros para la población, colocan al gobierno central como causante de nuevas y mayores vulnerabilidades.
Si la tormenta Stan nos dejó a millares de familia sin viviendas debido a la destrucción es lógico esperar que se requerirá de responder desde las instancias estatales a este problema que sin duda se agravará con el invierno copioso que se inicia. Las escuelas públicas pueden ser sitios apropiados para albergue temporal más no deben ser sacrificadas al punto de limitar el desarrollo normal de las mismas y esto ocurre porque se ha sido incapaz de encontrar forma de responder con vivienda digna a una población que es al mismo tiempo víctima de la precariedad económico social y de los fenómenos naturales.
La responsabilidad para encarar los efectos de un invierno adelantado y copioso requiere niveles superiores de articulación y cooperación entre el Estado en sus distintos niveles y de actuación responsable de las empresas, las comunidades, las familias, las iglesias, las organizaciones sociales, las universidades; es preciso hacer algo más que esperar los pronósticos del SNET.
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