Pastor Valle-Garay • Toronto
Entre los cuadrúpedos el más testarudo es el burro. Cuando se aferra a que ‘esta mula es mi macho’ al burro nadie lo saca de sus cuatro. Por ahí rebuznan también algunos bípedos. Entre ellos el novelista Mario Vargas Llosa, peruano por nacimiento, español por conveniencia y latinoamericanista de mentira por ignorante.
La semana pasada Vargas Llosa viajó a la República Dominicana. Asistiría al estreno de La fiesta del chivo, película basada en su novela destacando los horrores de la dictadura de la familia Trujillo en ese país. No discutió ni película ni novela. En rueda de prensa con la dirigencia del Listín Diario, Vargas Llosa se limitó a repetir el ridículo papelón que hiciera semanas atrás en Nicaragua cuando el servilismo del presidente Enrique Bolaños Geyer le otorgó la Orden Rubén Darío sin ton ni son.
En Managua Vargas Llosa, oportunista por excelencia, abusó de la hospitalidad arremetiendo contra el Frente Sandinista, contra Cuba, contra Venezuela y contra los movimientos de izquierda en la América latina. Quedó bien con Bolaños. Quedó bien con Washington, ambos enemigos acérrimos del sandinismo. Quedó mal parado con los nicaragüenses. Por abusivo.
En Santo Domingo volvió a las andadas el flamante ex candidato presidencial de Perú quien, a pesar de la contundente humillación sufrida en las elecciones de 1990 a manos del ahora prófugo de la justicia peruana Alberto Fujimori, insiste en hacerse pasar por estadista internacional. En sus divagaciones Vargas Llosa se aproxima al fascista José María Aznar, su conciudadano y ex Primer Ministro de España. Ambos se comportan como petulantes sabetodos y perritos falderos de la Casa Blanca. Aves del mismo inmundo corral. El diablo los cría. Ellos se juntan.
Esta vez Vargas Llosa tomó el turno de sermonear a la prensa caribeña sobre las amenazas de los movimientos indigenistas en Venezuela, Bolivia y Perú. La entrevista tuvo éxito solam,ente en un aspecto: dejó sentado el arrogante clasismo del autor y confirmó que su ignorancia política encaja bien con la terquedad del burro. A propósito de nada, el ahora guionista de La fiesta del chivo las emprendió contra los movimientos populistas e indigenistas de la América latina tildándolos de racistas y comparándolos al sistema nazi.
Haciendo caso omiso del fracaso electoral que en lo político le desacredita internacionalmente, Vargas Llosa vuelve a la carga. Para ello se arroga de nuevo el mal habido papel de estadista, incursiona en la política progresista del hemisferio y al pretender dictar cátedra de civismo a los mandatarios y a los indigenistas de Venezuela, de Perú y de Bolivia, se da en la pura madre. Tal actitud se comprende en un ignorante palurdo demagogo. En Vargas Llosa es imperdonable.
El escritor aseguró al matutino dominicano que los movimientos populistas “que promueve el comandante Hugo Chávez con chorros de petrodólares no irán muy lejos” porque “están creando una desestabilización muy grande en el continente.” Cabe preguntarse ¿dónde? ¿cómo? ¿por qué? Inconsecuente cuestionamiento. La perorata carece de pruebas o de argumento lógico que la apoye. Monótono monólogo típico de la masturbación intelectual del autopromotor de cine en búsqueda de atención. Sin embargo, al igual que el chivo del cuento, el autor baila al son de la Casa Blanca. Perversamente repite el asqueroso estribillo de sus amos al caracterizar los “casos populistas” como “un sistema tan antidemocrático…y tan absolutamente anacrónico, tan en contradicción con la modernidad, con lo que es el progreso…que creo que es una anomalía que no debería durar más de lo que dure la bonanza excepcional que tiene en este momento Venezuela, gracias al precio del petróleo. Es algo muy circunstancial, no creo que sea un fenómeno de larga duración.” Palabras textuales. Joyas literarias. Soberanas estupideces.
En referencia al Perú el ex patriado subraya que los peruanos apoyan la candidatura presidencial de Ollanta Humala porque “el caso de la popularidad del señor Humala en el Perú” refleja un rechazo a la corrupción reinante del que se aprovechan los demagogos. ¡Elemental, querido Watson! Así nomás. En dos líneas Vargas Llosa subestima la inteligencia del pueblo y atribuye su elección de Humala a una reacción simplista y pasajera contra la corrupción ¡Genial!
Más adelante en la entrevista Vargas Llosa da indicios de que su residencia en España simultáneamente le desconecta de la realidad en las antiguas colonias y le agiliza la senilidad. Obviamente no reconoce el hemisferio que le vio nacer. De otro modo es incomprensible que el letrado ignore los grandes éxitos obtenidos por las campañas nacionales de alfabetización tanto en Venezuela como en Bolivia. Quizá no le interese hacerlo porque a diferencia del pasado esta vez la educación se extiende hasta los últimos rincones de Venezuela, de Bolivia y de América hispana. ¿O será que Vargas Llosa aboga por la elitista educación tradicional, arma principal de la burguesía utilizada por generaciones para mantener en la ignorancia y en la explotación al pobre y particular y odiosamente al indígena?
Por otra parte es inverosímil que el consumado político y economista descarte la creciente oposición a los tratados de libre comercio y a la privatización que amenazaban subyugar la soberanía de la América latina. Sin embargo Vargas Llosa la descarta y advierte que “la democracia en la región debe fortalecer la educación de los pueblos, incentivar la propiedad privada y establecer mecanismos que sancionen de forma contundente la corrupción.”
Cabe preguntarse entonces qué tan divorciado está Vargas Llosa del personaje principal de la novela La fiesta del chivo. El clan de los Trujillo, al igual que el de los Somoza, de los Batista, de los Fujimori y de tantos otros criminales defensores de la propiedad privada, era tan adepto a la corrupción que educaba a sus hijos en centros privados y en los Estados Unidos para perfeccionar su peritaje en privatizar a través del robo y de la corrupción las cuantiosas propiedades adquiridas en las naciones que desgobernaban.
De ahí que el escritor peque de paternalismo y de soberana hipocresía al sugerir, como quien descubre el nuevo mundo, que los gobiernos inviertan mucho esfuerzo y dinero en educación, “que los pobres sientan que es un instrumento de progreso, de desarrollo, que les crea oportunidades”. ¿Dónde ha estado, señorito? Esas son precisamente las metas de los gobiernos de Chávez, de Morales y de Humala que usted tanto se esmera en satanizar.
Por respeto a sí mismo, Vargas Llosa debería medirse las palabras. Al no hacerlo, se pone en ridículo. Acto seguido, en el incomparable estilo de diarrea bucal del Presidente George W. Bush, a quien el escritor inexplicablemente elogia por apoyar a los indocumentados en los Estados Unidos, Vargas Llosa favorece la diseminación de la propiedad privada. “Eso es fundamental. Cuando uno es dueño de algo quiere que haya estabilidad, quiere que la ley funcione, que no venga una persona a desestabilizar todo, diseminar la propiedad es una cosa fundamental” porque “si una persona que vive en el fondo del pozo ve que arriba las cosas van bien y él se siente completamente dejado de lado, eso crea un resentimiento, un odio y eso explica a Evo Morales, Humala y Hugo Chávez.” Palabras textuales. Si el ocupante de la Casa Blanca leyese un poco más, no lo explicaría tan sucintamente como el residente peninsular.
Lo más perverso de su discurso se lo reserva Vargas Llosa para el final de la entrevista. Es entonces que la temeridad de Vargas Llosa alcanza el zenith del cinismo. Lo inicia fingiendo simpatía hacia el indigenismo. Inmediatamente después procede a revelar su arraigado racismo al comparar el sistema del movimiento indigenista de “los Humalas” (aludiendo a los presidentes Chávez de Venezuela y de Morales de Bolivia) con el sistema racista nazi.
“Me parece muy positivo que todo lo que sea promover el desarrollo de las culturas indígenas forme parte de una agenda política; ahora, ese no es exactamente el caso de los llamados movimientos indigenistas en la actualidad. Muchas veces son movimientos políticos que tienen un clarísimo contenido racista, que reinvidican, por ejemplo, como la auténtica nacionalidad la indígena. Los Humala han prometido que si toman el poder en Perú van a establecer dos tipos de nacionalidades, una nacionalidad auténtica, que es la de la raza cobriza, y después los otros, los no cobrizos, blancos, negros, chinos, japoneses, italianos, etc., que son una buena parte del país, eso serían sólo ciudadanos, que tendrían algunas prerrogativas y no tendrían otras. Eso es racismo puro. No hay diferencia ninguna con lo que fue el sistema nazi... Hay que combartirlo porque es una demagogia peligrosísima.”
Más claro no rebuzna el burro. Luego del estreno de la película, el Presidente de la República Dominicana recibió en palacio al autor. No lo merece Vargas Llosa. Los gobernantes de América tiene la obligación de demandar que se respete la dignidad de nuestros pueblos y que ningún agitador internacional utilice su territorio para atacar a países hermanos. Esta cuestión de dejarse impresionar por faranduleros y permitir que patanes maleducados tilden a nuestros indigenistas de nazis, es humillante y vergonzosa. Una cosa es el derecho de expresarse libremente y otra muy diferente es permitir que charlatanes extranjeros de la calaña de Vargas Llosa crucen el charco e insulten a nuestra continente y a nuestra población. No hay burro letrado que merezca tal distinción.
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