Empuñando los plegables que repartió casi a escondidas, este obrero guatemalteco quiso sumar un grano de arena a la lucha que están realizando centenares de personas, que quieren que el Gobierno de un programa especial para que los indocumentados logren un estatus legal en este país.
Por Ciro Alquichire V.
Por Ciro Alquichire V.
Diario El Popular de Toronto
ciroalve@yahoo.ca
ciroalve@yahoo.ca
Toronto.- “En estos momentos no sé qué es más cruel, si vivir como estoy viviendo aquí en Canadá, escondiéndome como si fuera un criminal, casi sin ser una persona, o como vivía en mi país, prácticamente muriéndome de hambre”...
Con esta frase que encierra gran parte del dolor que deben vivir los indocumentados en este país, la tragedia del día a día, que muchos no conocen y que otro tanto de inmigrantes han vivido, Juan Contreras quiso dejar salir un poco de la ira que lo acompaña junto a sus dos hijos y a su esposa; ese mismo dolor y esas dudas que llevan sobre sus espaldas alrededor de unas 250 mil personas que no han logrado un estatus legal porque las leyes los marginan a vivir en la clandestinidad.
Por ellos y para que puedan vivir y disfrutar libremente de todo lo positivo de este país, mañana sábado a partir de las 11 de la mañana se realizará una marcha (ver recuadro), a la que ni Juan, ni su esposa, ni sus hijos podrán asistir, pese a que lo desean, pero el temor a que los capturen y los deporten pueden más que sus propios deseos.
Nos encontramos con este guatemalteco a las afueras de un café, al que llegó casi bajo las sombras, totalmente embarrado, con las botas de obrero que lo acompañan siempre, con una cara de cansancio de esas que piden a gritos una cama, pero con ganas de aportar su granito de arena a la marcha.
Para concedernos la entrevista, Juan puso tantas condiciones que recuerda a los jefes de las guerrillas colombianas, pero a diferencia de ellos, Juan llegó totalmente desarmado, cargando solamente con una caja de herramientas y el morral que lo ha acompañado en los últimos años.
Como si fuera un símbolo de esta tragedia que embarga a tantas familias, este hombre de escasos 30 años, padre de familia y obrero de construcción, narró paso a paso todo lo que ha tenido que sufrir y vivir en los últimos 8 años, 6 de los cuales lleva en Canadá trabajando fuertemente y como él dice, con las maletas listas para el día que los capturen y los deporten.
Siendo niño a Juan le tocó vivir la guerra interna de su país, donde murieron muchos de sus familiares, de joven presenció las muertes y las masacres de los militares durante la época cruel entre 1986 y 1987, estudió en colegios de misioneros jesuítas para esconderse de la garras de la violencia, pero después de graduarse y ante la pobreza absoluta se enfrentó al hambre y a la miseria en que quedó sumido Guatemala después de 36 años de una guerra civil.
Ante este oscuro panorama, con su padre muerto en la guerra, dos hermanos perdidos y mucha miseria a su alrededor, como muchos de los jóvenes de su pequeña ciudad, Juan salió de Agatenango en busca del denominado sueño americano. A sus escasos 20 años se metió en una travesía dolorosa, costosa y humillante, llegó a México, sufrió toda clase de abusos por parte de las autoridades corruptas del país azteca, pagó en carne propia el abuso de cruzar la frontera como ilegal, vivió de la caridad ajena y duró dos años trabajando en lo que lo pusieran a hacer, sólo para ahorrar unos pesos que le permitieran pagar su ingreso a Estados Unidos.
Pese a las historias de horror que se cuentan en el paso con la frontera con el coloso del norte, Juan se lanzó a la aventura y llegó sin mayores problemas a Texas, donde trabajó durante dos años en fincas recolectando siembras, en ese lugar conoció a la que es su actual esposa, una mexicana que apenas rondaba los 18 años y con la cual empezó a construir su historia de amor que lo trajo hasta Canadá en busca de un mejor futuro para él y su familia.
En Estados Unidos aprendió a escondérsele a la policía, a la “migra” y mantener un código de silencio que pocas veces rompe, pues según relata, “el que habla pierde, lo mejor para un ilegal es no decir que lo es, pues todos de alguna forma tratan de aprovecharse, hay personas que creo que hasta disfrutan cuando denuncian a un indocumentado, perdí a muchos de mis amigos y sufrí pensando cuándo nos llegaría ese día, pues mi esposa tampoco tiene documentos y seguro a ella la sacarían para México y mi para Guatemala”. “En Estados Unidos es terrible vivir bajo esa amenaza, la “migra” no tiene ninguna contemplación, muchos trabajadores como yo fueron expulsado, sacados a la fuerza y ni les dieron tiempo de decirle a sus hijos o esposas que se quedaron esperándolos, yo ya no quería vivir así, por eso cuando alguien nos contó que era más fácil conseguir documentos en Canadá, con mi mujer tomamos las maletas y nos vinimos”.
Según Juan, ya lleva pagados más de 40 mil dólares a abogados, paralegales y demás vendedores de ilusiones que le han vendido la idea de poderlos legalizar, por eso actualmente, dice, no confía en ninguno y prefiere vivir en la clandestinidad, “pero no quiero morir siendo un ilegal, ni vivir siendo un clandestino, ni en Toronto, ni en ninguna parte del mundo, parecemos judíos errantes, sin patria, sin tierra y sin nadie”.
“Hace 6 años, en diciembre ingresamos a Canadá con mi mujer, en el baúl de un carro, nos cobraron 4 mil dólares por pasarnos, nos trajeron hasta Toronto y nos botaron literalmente a la calle, fue una Navidad muy triste, pero realmente esta ciudad nos acogió como nunca, pues pese a que no conocíamos a nadie, llegamos a una iglesia cristiana y ahí la gente nos empezó a ayudar, nos metimos en el sótano de una casa que pudimos pagar con los ahorros que traíamos y a la semana siguiente yo ya estaba trabajando en una panadería, todo fue tan fácil, que nos parecía imposible”.
“Aquí no pagan lo mismo que en Estados Unidos, pero podíamos vivir más tranquilos, pues no escuchábamos de redadas, ni de capturas, ni de deportaciones, eso nos dio cierta seguridad y mucha tranquilidad; a tal punto que con mi esposa decidimos tener un hijo, pues realmente estábamos convencidos que nos darían aquí papeles para quedarnos”.
“Pese a todo y que no teníamos mucho miedo, la vida en estados Unidos ya nos había enseñado a vivir en soledad, no salíamos a sitios públicos, menos a bares, antros, o discotecas, donde podría presentarse algún problema y llegar la policía, no teníamos amigos hispanos, no hablamos con nadie de nuestra situación, no corríamos ninguna clase de riesgo, pues realmente después de casi 6 años de estar por fuera de mi país era la primera vez que me sentía un poco libre y muy feliz”.
Mi esposa quedó embaraza al finalizar nuestro primer año en Canadá, eso fue muy grande, eso nos dio vida, mi hijo Juan Pablo se convirtió en el centro de nuestras vidas, además porque él ya no era un ilegal, el tenía papeles, él podía seguir sin problemas, eso hermano es mucho, aunque nadie lo sienta así, sólo los que no lo tenemos”.
El obrero, sucio, casi muerto de cansancio se transformó en otro relatando lo del nacimiento de su primogénito, y cómo él ya tenía papeles, cómo era ciudadano canadiense, cómo tenía la seguridad de que su hijo no pasaría por todas las penurias que él y su esposa han tenido que cruzar para llegar a este país. “Viejo, eso fue grandioso, pero no era todo, queríamos más y mi esposa conoció a un señor muy importante de aquí, al cual le limpiaba la casa, quien nos aconsejó que aplicáramos a refugio, pues podíamos tener los documentos de esa forma, él nos dio el teléfono de un amigo y así llegamos a un abogado, quien nos aseguró que obtendríamos los documentos sin problemas”.
“El abogado nos recomendó inventar una historia para sustentar el caso, en el que debíamos hablar de amenazas de muerte, secuestro y muchas otras cosas, como si fuera verdad que todo eso nos había pasado; lo cierto fue que le hicimos caso y aplicamos bajo su asesoría legal”.
Según narró Juan, el abogado durante 3 años consecutivos les cobró por cada documento que necesitaban, pese a que los trámites de refugio son gratuitos, pero en ningún momento se sintió estafado, pues por primera vez tenía un documento como peticionario de refugio que le permitía trabajar legalmente y sin ser explotado, como lo había venido haciendo durante los últimos 6 años.
“Pasé de ganar de 7 dólares a 15 por hora, eso era genial, pero además no teníamos que escondernos, como peticionarios de refugio éramos personas, por fin, pero la dicha nos duró muy poco, pues a los dos años nos negaron el refugio, apelamos y nos lo volvieron a negar, eso fue muy duro porque ya teníamos nuestro segundo hijo”.
Para esta pareja de hispanos, el último año de sus vidas ha sido toda una transformación, un regreso al miedo y al sufrimiento, pues saben que existe una orden de deportación en su contra y que en el momento que los capturen serán deportados, pues no les queda ningún recurso legal para salvarse de la expulsión del país.
“No es justo, mi esposa y yo sólo hemos trabajado y demostrado ser buenas personas, por qué no nos dejan vivir en paz, ahora nos toca escondernos de nuevo, pero ya no solos, sino con dos niños que quieren disfrutar el mundo y que no tienen la culpa de lo que pasa, por ellos, por mi hijos, por mi familia y por mí; es que hoy cuento mi historia, para que se enteren por qué mañana sábado deben salir a marchar, yo no lo puedo hacerlo, ustedes sí, háganlo, creo que realmente es la única opción que tenemos de salir de la clandestinidad a la que estamos sometidos”.
Juan y su esposa han debido cambiar en el último año en 4 oportunidades de apartamento, se mueven a las partes menos transitadas y en algunas oportunidades hasta las más peligrosas de la ciudad, en donde tratan de ocultarse, viven de nuevo consignados a sus cuatro paredes de un sótano, que según este padre de familia, se ha convertido en una cárcel en el último mes, ante el miedo de las redadas que se están haciendo en Toronto. “Esto no es vida, por eso estoy intentando que todos salgan a la marcha, que protesten ya que nosotros no lo podemos hacer”, dijo Juan.
Llevando plegables de la marcha oficial del sábado, que va pegando casi a escondidas en cada poste o lugar que ve, Juan se despide de este diario, no sin antes empuñar su mano y decir “seguro venceremos, no se puede sufrir tanto en esta vida, yo sé que lo lograremos”.
Con esta crónica, de la cual los nombres fueron cambiados a petición del entrevistado, Diario El Popular sólo quiere recalcar que es importante que la comunidad hispana en general se sume a la marcha de mañana sábado, pues sin el apoyo de todos, difícilmente estos ciudadanos del mundo podrán tener una vida libre, feliz y en paz, sin miedo y sin zozobra.
Súmate a la marcha, por Juan y más de 250 mil indocumentados.
DIA: Sábado 22 de abril.
HORA: A partir de las 11:00 a.m.
LUGAR: Se inicia frente a las instalaciones del Parlamento de Ontario, en Queen's Park, de donde saldrá la marcha que culminará en el City Hall, justo en frente de la Alcaldía de Toronto, en el 100 Queen Street West.
OBJETIVO: Un programa transitorio que detendría inmediatamente todas las órdenes de deportación, le daría permiso temporal de trabajo a los indocumentados y sus familiares y les permitiría vivir sin inconvenientes a las personas que no han cometido ningún delito en Canadá, hasta que se reforme el sistema de Inmigración y se establezcan las nuevas políticas migratorias.
ORGANIZADORES: Coalición 'Support, Don't Deport' o 'Apoyar, No Deportar' de la que hacen parte sindicatos, comunidades de portugueses, hispanos, pakistaníes, asiáticos, organizaciones que trabajan con los inmigrantes, medios de comunicación, defensores de derechos humanos y el Congreso Hispano Canadiense, que lideró la idea.
Las personas que marcharán por las calles del centro de la ciudad, hasta el City Hall, lugar al que fueron invitados formalmente el Ministro de Inmigración de Canadá, Monte Solberg; el Ministro de Inmigración de la Provincia de Ontario, Mike Colle y el Alcalde de Toronto, David Millar, lo mismo que varios parlamentarios entre otros, quienes recibirán la propuesta.
La lucha de la coalición, 'Apoyar, no deportar', tras la búsqueda de una reforma a las políticas de Inmigración canadiense, se inició hace algunos días, cuando se pudo establecer que se han triplicado las deportaciones y que según muchas personas de la comunidad se estarían realizando redadas en Toronto para capturar indocumentados, ante lo cual se unieron grupos de inmigrantes, sindicatos, empleadores, organizaciones políticas, centros comunitarios, estudiantes, líderes religiosos y simpatizantes de los trabajadores sin estatus migratorio en Canadá, quienes decidieron realizar un gran acto público para hacer sentir su voz de protesta por lo que está pasando.
La petición a los ministros, que será trasladada al Parlamento, es que se deben tomar acciones inmediatas para detener las deportaciones, especialmente de las personas que están trabajando, pues esto afectaría sustancialmente la economía de la región, pero antes que nada porque se puede demostrar que estas familias aportan al país y requieren con urgencia legalizar su situación en Canadá.
Como una manera de lograr una balanza entre las necesidades económicas y los valores propios de la sociedad canadiense, los organizadores de la marcha pone en consideración del Gobierno, el Parlamento y la comunidad en general la siguiente proposición:
1. Parar deportaciones y otorgar un permiso de estadía y trabajo a todos aquellos que hayan estado laborando en Canadá, permiso especial transitorio que cobijará también a sus familiares.
2. Para ingresar al programa transitorio, mientras se les otorga la residencia, las personas solo deben tener un buen récord laboral y ningún antecedente criminal.
3. Que el programa transitorio especial, se implementará hasta que se cambie la actual política de Inmigración a Canadá y a Ontario, que será previamente reformada y ajustada a las verdaderas necesidades laborales del país.
Para presionar a que se de este gran cambio, los organizadores realizarán la gran marcha, a la que se espera una asistencia masiva, pues de ella dependerá en gran parte que el proyecto sea tenido en cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario