Se promoverá reciclada imagen presidencial en América latina
Pastor Valle-Garay • Toronto
Senior Scholar, Universidad de York
Pastor Valle-Garay • Toronto
Senior Scholar, Universidad de York
Publicado en www.lajiribilla.cu
En los Estados Unidos la cirugía estética es la industria más cotizada entre el inconforme y el estupendamente feo. En una sociedad donde las apariencias cuentan más que nada, los obsesionados por la belleza física acuden a la fuente de juventud del moderno quirófano e invierten más de 10 mil millones de dólares al año para retroceder el envejecimiento o mejorar desperfectos. El bisturí aplancha arrugas, endereza senos caídos, rectifica narices torcidas, reduce panzas abultadas y eleva egos.
Algunos resultados satisfacen. Otros, no. Hay pacientes cuyos rostros se estiran hacia la eternidad. Dan la impresión de rígidos cueros, abatidos en túneles de vientos por incalculables fuerzas centrífugas. Excelente templado para congas. Horroroso para el ser humano. Una acaudalada dama neoyorquina quedó tan desfigurada que los rasgos le dan el inconfundible aspecto de reseca leona envejecida. En funciones sociales y públicas los papparazis no perdonan. Fotografían sus peores ángulos. Publican las fotos en los tabloides para consolación y diversión de los desgraciados sin recursos para embellecerse.
La cirugía es popular entre hombres y mujeres, viejos y jóvenes, buenos y malos. El mexicano Amado Carrillo Fuentes, billonario traficante de drogas, la intentó para eludir captura y extradición a los Estados Unidos. No lo logró. Por ironía del destino, escogió mal día. Murió en el quirófano el 4 de julio de 1997, fecha de la independencia gringa. Fatal para el paciente. Fatal para los artistas del bisturí. Uno por uno aparecieron asesinados en el Distrito Federal los galenos que operaron al mafioso. A pesar de las consecuencias, los aficionados al silicón no se descorazonan fácilmente.
En la carrera por la perfección nadie presta atención al viejo adagio castellano que nos dice que “Lo que natura no da, Salamanca no presta.” Menos Washington, la capital del espejismo. Pero no hay quien se atreva a recordárselo al presidente George W. Bush. Prueba de ello es que esta semana el mandatario descargó en su Consejera Karen Hughes la menuda tareíta de mejorar su destartalada imagen en la América latina.
Le adjudicó a Hughes el rimbombante título de Directora Ejecutiva para Estrategias de Imagen. Algo así como consultora de belleza para certámenes de Míster Universo Político. No es pesada jugarreta. Hughes goza de absoluta confianza presidencial. Tanto así que repuso al infame cubano americano Otto Reich en la subsecretaría de estado, Diplomacia Pública y Asuntos Públicos. Bush, arquitecto de los fracasados ‘spin doctors,’ una recua de incompetentes especializados en convertir estupideces gubernamentales en acciones positivas para confundir al incauto, le confió a Hughes la engorrosa meta de hacerle ‘simpático’ en el hemisferio.
En efecto, Bush pretende que Hughes lo reinvente. Ni más ni menos. Misión imposible. Para comenzar, la cirujana de relaciones públicas carece de materia prima conque trabajar adecuadamente. Después de 5 desastrosos años en el poder, cambiar semejante imagen en la América latina requiere milagros nunca vistos. Ni Dios es tan fundamentalista ni hay santos que orinen.
Hughes sabe lo monumental del desafío. Sondeos de la encuestadora chilena Latinobarómetro indican que tres de cada cinco latinoamericanos desconfían de los Estados Unidos. En otra encuesta del verano pasado, del Miami Herald, la Universidad de Miami y Zogby-Internacional, solamente una de cuatro personas de las elites latinoamericanas sostienen opinión favorable de Bush. En los Estados Unidos su popularidad registra los más bajos niveles en los anales presidenciales. No lo apoyan ni los ex generales de su destartalado ejército. Más claro no canta el gallo. Reinventar a Bush para los dos años y medio que le restan usurpando la Casa Blanca es labor de titanes sin lógica ni sentido.
Entonces ¿por qué se les ocurre practicar cirugía estética en la desvencijada imagen presidencial? ¿por qué hacerle el cuestionable favor a la América latina cuando donde más lo necesita Bush es en su propio suelo? En una entrevista con el Miami Herald Hughes intentó responder a la incógnita. Declaró que “compartimos problemas similares en nuestro propio país y a través de la América. Lo que queremos es entregar democracia a nuestra ciudadanía.”
Así se expresó luego de concluir un segundo viaje por el hemisferio en el que visitó Brasil, Panamá, El Salvador, Chile y Colombia. Hughes encapsuló su jira repitiendo el cansado estribillo de rigor “somos amigos, somos vecinos y podemos hacer más por nuestros pueblos al trabajar juntos.” Solo le faltó ponerle música. Pero se equivoca. Seremos vecinos pero no somos amigos. En cuanto a lo de “trabajar juntos”… ¡quién sabe! Quizás por la proximidad. Pero mientras más pronto se convenza Washington de lo equivocado de su preocupación por la vuelta a la izquierda en la política latinoamericana cuanto mejor sabrá que no se trata de una bofetada dirigida a Bush. Independiente de lo que crea la Casa Blanca, el cambio de dirección política en la América hispana señala el fracaso de las democracias hechizas impuestas desde Washington y reclama su absoluto derecho a manejar sus destinos sin interferencia gringa.
Hughes considera que al doblar Washington la ayuda económica a US $1.7 mil millones de dólares en 2007, mejorará la imagen de Bush en el hemisferio. Según Hughes la Casa Blanca destinará US $41 millones de dólares a programas de intercambio estudiantil a fin de llevar jóvenes a los Estados Unidos y “combatir actitudes anti US” en el continente. Peca de ingenua la Hughes. El chantaje y el lavado de cerebro pasaron de moda en las décadas de los ´80. Más le valdría aprender la lección del mafioso Carrillo Fuentes. Por mucha plata que le tiren al especialista, no hay garantías en la transformación de imágenes.
Por supuesto que Hughes habla como perrito amaestrado. Para eso le pagan. Pero la única similitud entre los problemas de imagen que sufre Bush en su país y en nuestra América es que en ambos entornos se reconoce y se rechaza la perversidad del carnicero incapaz de respetar a media humanidad. En ambos se condena su indecente conducta. En estas circunstancias la megalomanía de Bush no tiene nada que ver con ‘entregarle democracia’ a nadie. La mera mención del término democracia es hipócrita y vergonzosa en labios de una administración que además de pisotear la integridad territorial de Afganistán, Iraq e Irán, continúa violando los más elementales principios democráticos al proferir descaradas amenazas y acciones contra la soberanía y la integridad territorial de Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua y El Salvador.
Puesto que Bush no tiene la menor intención en regenerar el criminal comportamiento condenado universalmente, el proyecto de Hughes está destinado al fracaso. En nuestro hemisferio abundan las razones. Mientras Bush confíe las decisiones de su política latinoamericana a la criminal pacotilla de Reich, Emilio González, Mel Martínez, Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln y Mario Diaz Balart la furia contra Washington continuará creciendo. Mientras la prisión militar en Guantánamo siga funcionando nada será normal. Mientras Embajadores y funcionarios del Departamento de Estado desestabilicen e interfieran en los asuntos internos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua y El Salvador no habrá más que desprecio para Washington. Mientras Bush proteja al verdugo Luis Posada Carriles y los Cinco Héroes cubanos permanezcan retenidos en calidad de prisioneros políticos no habrá justicia. Mientras Washington expulse a millones de trabajadores indocumentados y construya murallas discriminatorias contra ciudadanos de México y de Centro América no habrá paz en la región.
Esta es la imagen de Bush que Hughes intenta mejorar. Fracasará. Con todos los recursos del mundo a su disposición, jamás podrá implementar cambios que por muy cosméticos y superficiales que sean no serían otra cosa que una pantalla de humo. La esencia del individuo no cambia. Es imposible. Los defectos de Bush son profundos. Permanentes. Inalterables. Genéticos. Patológicos. Su padre George W. H. Bush, primero en funciones de Director de la Agencia Central de Inteligencia y luego de Presidente de los Estados Unidos, se ensañó contra la América latina vertiendo la sangre de miles de sus mejores hijos . Al hijito de su papá le viene la arraigada mala costumbre por ponzoñosa herencia.
Por más que el asno se pinte franjas, nunca será cebra. Sigue siendo asno. Por más que traten de reciclar la imagen, Bush continuará igual. Más éxito tendría Karen Hughes en una mortuoria, pintándoles a los occisos apariencias más lindas de las que tuviesen en vida. En la Casa Blanca su habilidad en confeccionarle una imagen popular a un individuo carente de decencia está condenada al fracaso. En el aguerrido mundo corporativo el flamante nombramiento de Hughes no es un ascenso. Equivale más bien a suicidio político
En los Estados Unidos la cirugía estética es la industria más cotizada entre el inconforme y el estupendamente feo. En una sociedad donde las apariencias cuentan más que nada, los obsesionados por la belleza física acuden a la fuente de juventud del moderno quirófano e invierten más de 10 mil millones de dólares al año para retroceder el envejecimiento o mejorar desperfectos. El bisturí aplancha arrugas, endereza senos caídos, rectifica narices torcidas, reduce panzas abultadas y eleva egos.
Algunos resultados satisfacen. Otros, no. Hay pacientes cuyos rostros se estiran hacia la eternidad. Dan la impresión de rígidos cueros, abatidos en túneles de vientos por incalculables fuerzas centrífugas. Excelente templado para congas. Horroroso para el ser humano. Una acaudalada dama neoyorquina quedó tan desfigurada que los rasgos le dan el inconfundible aspecto de reseca leona envejecida. En funciones sociales y públicas los papparazis no perdonan. Fotografían sus peores ángulos. Publican las fotos en los tabloides para consolación y diversión de los desgraciados sin recursos para embellecerse.
La cirugía es popular entre hombres y mujeres, viejos y jóvenes, buenos y malos. El mexicano Amado Carrillo Fuentes, billonario traficante de drogas, la intentó para eludir captura y extradición a los Estados Unidos. No lo logró. Por ironía del destino, escogió mal día. Murió en el quirófano el 4 de julio de 1997, fecha de la independencia gringa. Fatal para el paciente. Fatal para los artistas del bisturí. Uno por uno aparecieron asesinados en el Distrito Federal los galenos que operaron al mafioso. A pesar de las consecuencias, los aficionados al silicón no se descorazonan fácilmente.
En la carrera por la perfección nadie presta atención al viejo adagio castellano que nos dice que “Lo que natura no da, Salamanca no presta.” Menos Washington, la capital del espejismo. Pero no hay quien se atreva a recordárselo al presidente George W. Bush. Prueba de ello es que esta semana el mandatario descargó en su Consejera Karen Hughes la menuda tareíta de mejorar su destartalada imagen en la América latina.
Le adjudicó a Hughes el rimbombante título de Directora Ejecutiva para Estrategias de Imagen. Algo así como consultora de belleza para certámenes de Míster Universo Político. No es pesada jugarreta. Hughes goza de absoluta confianza presidencial. Tanto así que repuso al infame cubano americano Otto Reich en la subsecretaría de estado, Diplomacia Pública y Asuntos Públicos. Bush, arquitecto de los fracasados ‘spin doctors,’ una recua de incompetentes especializados en convertir estupideces gubernamentales en acciones positivas para confundir al incauto, le confió a Hughes la engorrosa meta de hacerle ‘simpático’ en el hemisferio.
En efecto, Bush pretende que Hughes lo reinvente. Ni más ni menos. Misión imposible. Para comenzar, la cirujana de relaciones públicas carece de materia prima conque trabajar adecuadamente. Después de 5 desastrosos años en el poder, cambiar semejante imagen en la América latina requiere milagros nunca vistos. Ni Dios es tan fundamentalista ni hay santos que orinen.
Hughes sabe lo monumental del desafío. Sondeos de la encuestadora chilena Latinobarómetro indican que tres de cada cinco latinoamericanos desconfían de los Estados Unidos. En otra encuesta del verano pasado, del Miami Herald, la Universidad de Miami y Zogby-Internacional, solamente una de cuatro personas de las elites latinoamericanas sostienen opinión favorable de Bush. En los Estados Unidos su popularidad registra los más bajos niveles en los anales presidenciales. No lo apoyan ni los ex generales de su destartalado ejército. Más claro no canta el gallo. Reinventar a Bush para los dos años y medio que le restan usurpando la Casa Blanca es labor de titanes sin lógica ni sentido.
Entonces ¿por qué se les ocurre practicar cirugía estética en la desvencijada imagen presidencial? ¿por qué hacerle el cuestionable favor a la América latina cuando donde más lo necesita Bush es en su propio suelo? En una entrevista con el Miami Herald Hughes intentó responder a la incógnita. Declaró que “compartimos problemas similares en nuestro propio país y a través de la América. Lo que queremos es entregar democracia a nuestra ciudadanía.”
Así se expresó luego de concluir un segundo viaje por el hemisferio en el que visitó Brasil, Panamá, El Salvador, Chile y Colombia. Hughes encapsuló su jira repitiendo el cansado estribillo de rigor “somos amigos, somos vecinos y podemos hacer más por nuestros pueblos al trabajar juntos.” Solo le faltó ponerle música. Pero se equivoca. Seremos vecinos pero no somos amigos. En cuanto a lo de “trabajar juntos”… ¡quién sabe! Quizás por la proximidad. Pero mientras más pronto se convenza Washington de lo equivocado de su preocupación por la vuelta a la izquierda en la política latinoamericana cuanto mejor sabrá que no se trata de una bofetada dirigida a Bush. Independiente de lo que crea la Casa Blanca, el cambio de dirección política en la América hispana señala el fracaso de las democracias hechizas impuestas desde Washington y reclama su absoluto derecho a manejar sus destinos sin interferencia gringa.
Hughes considera que al doblar Washington la ayuda económica a US $1.7 mil millones de dólares en 2007, mejorará la imagen de Bush en el hemisferio. Según Hughes la Casa Blanca destinará US $41 millones de dólares a programas de intercambio estudiantil a fin de llevar jóvenes a los Estados Unidos y “combatir actitudes anti US” en el continente. Peca de ingenua la Hughes. El chantaje y el lavado de cerebro pasaron de moda en las décadas de los ´80. Más le valdría aprender la lección del mafioso Carrillo Fuentes. Por mucha plata que le tiren al especialista, no hay garantías en la transformación de imágenes.
Por supuesto que Hughes habla como perrito amaestrado. Para eso le pagan. Pero la única similitud entre los problemas de imagen que sufre Bush en su país y en nuestra América es que en ambos entornos se reconoce y se rechaza la perversidad del carnicero incapaz de respetar a media humanidad. En ambos se condena su indecente conducta. En estas circunstancias la megalomanía de Bush no tiene nada que ver con ‘entregarle democracia’ a nadie. La mera mención del término democracia es hipócrita y vergonzosa en labios de una administración que además de pisotear la integridad territorial de Afganistán, Iraq e Irán, continúa violando los más elementales principios democráticos al proferir descaradas amenazas y acciones contra la soberanía y la integridad territorial de Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua y El Salvador.
Puesto que Bush no tiene la menor intención en regenerar el criminal comportamiento condenado universalmente, el proyecto de Hughes está destinado al fracaso. En nuestro hemisferio abundan las razones. Mientras Bush confíe las decisiones de su política latinoamericana a la criminal pacotilla de Reich, Emilio González, Mel Martínez, Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln y Mario Diaz Balart la furia contra Washington continuará creciendo. Mientras la prisión militar en Guantánamo siga funcionando nada será normal. Mientras Embajadores y funcionarios del Departamento de Estado desestabilicen e interfieran en los asuntos internos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua y El Salvador no habrá más que desprecio para Washington. Mientras Bush proteja al verdugo Luis Posada Carriles y los Cinco Héroes cubanos permanezcan retenidos en calidad de prisioneros políticos no habrá justicia. Mientras Washington expulse a millones de trabajadores indocumentados y construya murallas discriminatorias contra ciudadanos de México y de Centro América no habrá paz en la región.
Esta es la imagen de Bush que Hughes intenta mejorar. Fracasará. Con todos los recursos del mundo a su disposición, jamás podrá implementar cambios que por muy cosméticos y superficiales que sean no serían otra cosa que una pantalla de humo. La esencia del individuo no cambia. Es imposible. Los defectos de Bush son profundos. Permanentes. Inalterables. Genéticos. Patológicos. Su padre George W. H. Bush, primero en funciones de Director de la Agencia Central de Inteligencia y luego de Presidente de los Estados Unidos, se ensañó contra la América latina vertiendo la sangre de miles de sus mejores hijos . Al hijito de su papá le viene la arraigada mala costumbre por ponzoñosa herencia.
Por más que el asno se pinte franjas, nunca será cebra. Sigue siendo asno. Por más que traten de reciclar la imagen, Bush continuará igual. Más éxito tendría Karen Hughes en una mortuoria, pintándoles a los occisos apariencias más lindas de las que tuviesen en vida. En la Casa Blanca su habilidad en confeccionarle una imagen popular a un individuo carente de decencia está condenada al fracaso. En el aguerrido mundo corporativo el flamante nombramiento de Hughes no es un ascenso. Equivale más bien a suicidio político
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