domingo, abril 23, 2006

EEUU y las meretrices políticas

Misión de embajador gringo: convertir Nicaragua en burdel electoral

Por: Pastor Valle-Garay
Senior Scholar, Universidad de York
www.lajiribilla.cu

Toronto, Canadá – Las películas de largo metraje advierten que cualquier parecido con seres reales o imaginarios es mera coincidencia. El público no debe confundir la realidad con la pantalla.

En Nicaragua ocurre lo contrario. Cualquier parecido entre el gobierno del actual presidente Enrique Bolaños Geyer y la despótica dinastía de los Somoza del siglo pasado en sus incestuosos amoríos con el Embajador de turno de los Estados Unidos no es coincidental. La vida real imita la pantalla al detalle. Además, en el estricto sentido católico de la palabra, dicha intimidad entre alcahuete y meretriz también engendra bastardos.


Ocurrió cuando las dictaduras somocistas acataban las directivas de Washington. El embajador, eterno pariente de los Somoza, seguía al pie de la letra las órdenes de la Casa Blanca. El canciller actuaba de mensajero. En la Organización de Estados Americanos (OEA) los serviles representantes nicaragüenses obedientemente aguardaban el voto de los colegas gringos para votar de acuerdo con los paladines de la democracia. Un gobierno de dóciles patos alineados en pabellón de tiro al blanco indiscutiblemente conduce a la ilegitimidad.

Ocurre ahora con Bolaños. En la víspera de elecciones presidenciales, el humillante injerencismo gringo se repite hasta el vómito. Democracia a la Washington. Presidente por dedazo. El procónsul gringo Paul Trivelli, embajador en plenas funciones de titiritero del mandatario, tira de los hilos y decide públicamente cuál candidato es aceptable a la Casa Blanca y quién no lo es. Lo pregona a diario en los medios de comunicación. Lo discute vergonzosa y abiertamente con los favoritos de Washington en la ultra derecha.

Siguiendo la pauta del patán en la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, Trivelli ignora su condición de huésped e irrespetuosamente se inmiscuye en los asuntos internos de la nación. Cualquier otro país le declararía persona no grata y le pondría en el primer vuelo de regreso a la guarida de hampones en Washington. No así en Nicaragua. Su colega y socio, el canciller Norman Caldera, ex sargento del ejército gringo, asquerosamente se somete a los caprichos de Trivelli.

Según declaró Caldera a la prensa, Trivelli no incurre en injerencismo porque “cuando tenemos un país que está recibiendo cooperación de 500 millones de dólares al año, ese país como otros que dan esa cooperación, puede pronunciarse y decidir si quieren continuar recibiendo de mis contribuyentes, yo voy a decir bajo qué condiciones doy esa cooperación.”

Doblegándose al mejor postor, Caldera alcahuetea a Nicaragua como quien le pone precio al incesto de la hija. De hecho, el canciller admite que prostituye la nación al ofertar la soberanía nicaragüense. Lo sabemos dispuesto a vender la presidencia por las consabidas 30 monedas de plata. Queda por decidirse cuál de las putas favoritas manejará el burdel. A pesar de que Bolaños respalda a Trivelli y a Caldera, no será fácil tarea.

En defensa del servil canciller y del oportunista gringo el septuagenario mandatario se pregunta “¿Quiénes son los que se oponen a esta lucha? ¿Quiénes desearían que los países y pueblos amigos de Nicaragua no nos apoyen en esta lucha? Ustedes (los periodistas) lo saben, no nos apoyan los que se ven afectados: los corruptos, los que han establecido instituciones al servicio de la impunidad y del crimen organizado.” Estúpido argumento. Inaudita hipocrecía. Bolaños carece de autoridad moral para desproticar contra corruptos y contra impunidad. El mandatario es uno de ellos.

Durante la presidencia del ahora reo Arnoldo Alemán, convicto de lavado de dinero, corrupción, fraude y cuantioso robo al estado en exceso de US $100 millones de dólares, Bolaños era su vicepresidente. Entre otros beneficios, el vice se recetó generosa pensión vitalicia antes de dejar el poder y en la actualidad se le acusa de apropiarse de millonarias cantidades de fondos del estado para subvencionar su elección presidencial. Obvia corrupción. Nada extraño entre los amigotes de la Casa Blanca. Al igual que Alemán al comienzo de su término presidencia, Bolaños también goza del beneplácito de Bush.

Aparentemente el favoritismo de Washington le nubla la memoria y le agiliza la galopante senilidad al mandatario nicaragüense. Bolaños habla a tontas y a locas. Debería recapacitar. Pocos países en América o en el mundo han sufrido tan brutalmente las sangrientas consecuencias del crimen organizado de gobiernos estadounidenses como Nicaragua. Al igual que muchos, Nicaragua también rechazará a los injerencistas. Lo ha demostrado ampliamente en su debida ocasión.

Desde el siglo XIX, cuando Washington se declaró dueño perpetuo del derecho a construir el canal transoceánico, Nicaragua se ha visto sometida a décadas de ocupaciones gringas. En esa época, aprovechándose de riñas políticas similares a las que ocurren hoy, el filibustero gringo William Walker se declaró presidente y gobernó Nicaragua por un año hasta que fue expulsado por el ejército centroamericano. Para escapar con vida Walker incendió la colonial ciudad de Granada. Un año más tarde intentó regresar. Afortunadamente se le capturó en Honduras en donde un pelotón de fusilamiento le ajustició como a cualquier vulgar asaltante.

En el siglo XX regresaron los asaltantes del norte. Décadas de ocupaciones de los Infantes de Marina gringos exterminaron a miles de nicaragüenses hasta que los derrotó y expulsó de Nicaragua el General de Hombres Libres Augusto César Sandino. Las masacres continuaron en los ’80. Como de costumbre las auspiciaba Washington. Primero, como resultado del apoyo a la dinastía somocista durante la insurrección popular sandinista y luego por el apoyo a la Contra del verdugo Ronald Reagan obsesionado por derrocar al legítimo gobierno sandinista, aproximadamente 100 mil nicaragüenses perdieron la vida en nueve años de lucha contra el imperialismo criollo y extranjero. La única moraleja del injerencismo de Washington es que tanto los aventureros foráneos como los traidores nacionales pagaron con sus vidas por maltratar al pueblo nicaragüense. Al igual que Walker, Somoza padre y Somoza hijo también fueron ajusticiados. Deberían recordarlo Bolaños y Caldera.

Es obvio la limitación de la memoria histórica de Trivelli. Públicamente ha dicho que su misión es prevenir el inminente triunfo del partido sandinista en las elecciones de noviembre. Para ello ha descargado el peso político y el apoyo financiero de su Embajada en los candidatos más reaccionarios en el proceso electoral nicaragüense. En un dos por tres, Trivelli procreó a los bastardos de una Casa Blanca tan preocupada por el progreso de la izquierda en Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, El Salvador, Nicaragua y proximamente México que se dispone a acostarse con cualquier meretriz política con tal de detenerlos.

Como chulo rico en barrio pobre, Trivelli habla hasta por los codos. Busca conquistas. Quizás se lo sugirió Karen Hughes, subsecretaria de Diplomacia Pública y Asuntos Públicos y Consejera presidencial de George W. Bush. En reciente entrevista con el Miami Herald, la Hughes instó a los Embajadores gringos a expresar sus puntos de vistas sin pelos en la cochina lengua indicándoles que “los enviados diplomáticos no tienen que pedir permiso a Washington antes de hablar con los medios de comunicación.”

Mal consejo. Más le valdría a Trivelli no hacerlo. Más le valdría medirse bien las palabras. Más le valdría familiarizarse con la pútrida historia de los Estados Unidos en Nicaragua y sus nefastas consecuencias. Por el momento sus sandeces le han convertido en el diplomático más repudiado en la nación. Camina mano a mano con la conducta de hampones del departamento de Estado. La injerencia gringa en el hemisferio le merece el repudio de Cuba, de Nicaragua, de Venezuela, de Bolivia, de Argentina, de Perú, de El Salvador y de Brasil. Vendrán otros. A medida que los pueblos de América continúen pronunciándose en contra de la insensatez de Washington, sus denuncias le garantizan a Bush la imagen presidencial más despreciable en la historia de los Estados Unidos.

Lacayos como Bolaños y Caldera podrán decir misa si quieren. No importa. Sus días en el poder están contados. ¡Pobres tarados! Les saldrá el tiro por la culata. Si hay una fórmula en Nicaragua que provoque la ira general del pueblo, es la de doblegarse ante el chulo gringo. Trivelli podrá pantallear a sus anchas. De nada le servirá. Cuando las meretrices cortejadas den luz a candidatos bastardos, éstos pierden elecciones. Entonces Trivelli se dará cuenta que la vida y la muerte política en Nicaragua no es guión de película. Es cuestión de honor. En asuntos nacionales el pueblo no vota por putas ajenas.

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