jueves, febrero 12, 2009

Crímenes a la orden del día

Por Magdalena Flores
Salvapress


SAN SALVADOR – Por el actual contexto electoral la problemática de la violencia y criminalidad del país ha pasado a segundo plano, cuando en realidad ésta continúa a la orden del día causando luto y dolor en muchas familias salvadoreñas.

En las últimas semanas las autoridades de seguridad reportaron un incremento en la ola de asesinatos que abate al país, a tal punto que diariamente 12 personas fueron ejecutadas en diferentes hechos violentos. En total 374 personas murieron a manos de criminales en el mes de enero.

La muerte asecha de día y de noche

De acuerdo a la Policía Nacional Civil (PNC), las regiones más afectadas son el occidental departamento de Sonsonate, algunos municipios de la zona metropolitana, como Soyapango y Ciudad Delgado, y el departamento de La Libertad, en la zona central del país. De los 374 homicidios ejecutados en el mes de enero, 262 ocurrieron en dichos lugares.

Una serie de hechos dantescos siguen aconteciendo en el país. El pasado 31 de enero una cabeza de un hombre fue encontrada envuelta en una toalla en la Catedral Basílica de San Miguel; mientras que en Quezaltepeque, municipio de La Libertad, dos masacres fueron perpetuadas el mes pasado. De acuerdo a familiares de las víctimas, en horas de la noche sujetos vestidos de policías se llevaron a sus familiares, a quienes horas después encontraron muertos.

Durante los últimos años las autoridades de seguridad han implementado una serie de planes represivos, como el Plan Mano Dura y Súper Mano Dura, para erradicar las pandillas o maras, ya que consideran que estos grupos son los principales causantes de la ola de violencia y criminalidad que impera en el país. Expertos independientes sostienen lo contrario.

El director de Policía Nacional Civil (PNC), José Luis Tobar Prieto, señaló a medios locales que el 70% de los homicidios están relacionados con las pandillas.

Unas de las premisas principales en las cuales se basan las autoridades policiales para afirmar que las pandillas son la causa de tanta violencia y asesinatos, es que los pandilleros han cambiado sus modalidades para incorporar a nuevos miembros. Ahora se les exige asesinar, como rito de iniciación.

“Las pandillas han incrementado acciones orientadas a gravar la cifra de homicidios”, indicó a ContraPunto, el subdirector de Investigaciones de la División de Investigaciones de Homicidios (DIHO) de la PNC, Mauricio Ramírez.

Ramírez señaló que han comprobado que muchos homicidios han sido ordenados desde los centros penales por miembros de maras, aunque no especificó en qué porcentaje; y que actualmente las pandillas, para garantizar que sus miembros no se reincorporen a la sociedad al salir de la cárcel, les ordenan cometer cierta cantidad de homicidios, entre otros argumentos.

De acuerdo a Ramírez aunque la tendencia de los homicidios desde el 2006 es atribuible en un 60% a las pandillas, “hay lugares que se ha agravado, como es el caso de La Libertad y Sonsonate, donde las cifras – atribuibles a las pandillas- son cercanas a un 100% de los hechos.

Tanto porque el hechor o la víctima tiene cierta relación con padillas”. Sin embargo, estos datos son cálculos, y no hay informes oficiales que los respalden.

Por su parte, el padre Antonio Rodríguez, director del Centro de Formación y Orientación (CFO) “Padre Rafael Palacios” –una organización que trata de reinsertar a jóvenes involucradas en actividades criminales—, sostiene que la participación de las pandillas en los homicidios podría rondar entre el 16% y 25%.

Según Jannette Aguilar, miembro de la Coalición Centroamericana para la Prevención de la Violencia Juvenil (CCPVJ), ese dato del 25% fue proporcionado por la oficina gubernamental que manejaba los datos del plan Súper Mano Dura en el año 2005. Desde entonces no se conocen cifras actualizadas.

Ambos coinciden en que ya es tiempo de que las autoridades reconozcan que la violencia y criminalidad que impera en el país es más que el accionar de pandillas, sino que se debe a un problema económico y social que debe ser solucionado desde una perspectiva preventiva más que represiva.

En el pasado, las autoridades de seguridad han utilizado a las pandillas como chivo expiatorio para explicar el fenómeno de la criminalidad. Pero en el 2006, del total de homicidios que se cometieron en ese año (3 mil 928), según datos del Instituto de Medicina Legal (IML) sólo un 11.8% fueron atribuidos a las pandillas.

Planes gubernamentales sin mayor efecto

A pesar que la cifra de homicidios en el último año diminuyó significativamente, al pasar de 3 mil 497 en 2007 a 3 mil 174 en 2008, según datos de la PNC, la tasa de homicidios continua siendo elevada.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el país posee un cuadro de criminalidad “epidémica”, ya que los crímenes exceden de 10 por cada 100 mil habitantes. Sólo en el 2008 la tasa de homicidios fue de 55 por cada 100 mil habitantes, de acuerdo datos de la PNC. Esta cifra llevo al país a ubicarlo en el más violento de América Latina y del mundo.

Incluso el estudio “Mapa de la violencia: Los jóvenes de América Latina”, presentado el año pasado por la Red de Información Tecnológica Latinoamericana (RITL), detalla que de los 83 países analizados, 16 de éstos latinoamericanos, El Salvador posee la tasa más alta de homicidios de jóvenes entre los 15 y 24 años, y el segundo lugar a nivel mundial.

En el sector juvenil la tasa es de 92 homicidios por cada 100.000 habitantes, y a nivel general es de 48,8 por el mismo número de personas, según el RITL.

El Padre Rodríguez, quien ayuda a niños y adolescentes que viven en zonas de alta incidencia de pandillas y apoya en su rehabilitación a jóvenes pandilleros, sostiene que la represión “no funciona” y que lo importante sería impulsar en todas sus dimensiones la prevención. Pero que ésta no debe ser desde una “visión adulto centrista, sino desde una visión juvenil porque los jóvenes no pueden ser como nosotros queramos que sean”, enfatizó.

Por su parte, Aguilar sostiene que ninguna de las políticas impulsada en los últimos años ha tenido el efecto esperado, pues “la problemática continua agravándose”.

Violencia genera violencia

“La violencia genera violencia, entre más planes pongan, más violencia van a generar”, afirma un joven que durante su infancia creció en una ambiente rodeado de pandillas y que por un año anduvo delinquiendo con ellos. Por motivos de seguridad lo llamaremos José.

Cuando era pequeño, a José, al igual que muchos niños de este país, le gustaba bastante jugar fútbol; también era muy bueno en sus estudios, pues en más de una ocasión se llevó los primeros lugares en la escuela por su rendimiento académico. Pero poco a poco las maras lo fueron conquistando con zapatos y ropa bonita hasta tal punto que comenzó a andar “vacilando” con ellos.

“Yo no me brinqué, pero sí anduve vacilando con ellos como un año”, afirma el joven de complexión delgada y tez morena, quien sostiene que su mayor motivación para meterse fue porque en la mara la gente lo veía como alguien fuerte, y además así podía vengarse de esa sociedad que muchas veces lo hizo sentirse discriminado.

José es el último de seis hermanos, a quien su madre sacó adelante con lavar y planchar ajeno, ya que su padre se suicidó cuando a penas tenía 10 meses de nacido.

A pesar de que a los 16 años comenzó a andar en la Mara Salvatrucha, en la colonia Montreal, de Mejicanos, nunca dejó de estudiar, aunque al finalizar noveno grado tuvo que suspender momentáneamente sus estudios, debido a que su mamá ya no podía costeárselos. Ahora, a sus 20 años, se encuentra estudiando bachillerato a distancia.

El joven, que actualmente trabaja en un centro de rehabilitación que ayuda pandilleros y a niños que viven en ambientes de alta incidencia de pandillas, sostiene que la mara se convierte como una segunda familia para ellos, incluso mejor que la propia familia. Pero que en muchas ocasiones tienen que realizar cosas indebidas.

“Estuve a punto de matar, pero gracias a Dios me salí antes de involucrarme más”, reflexiona.

Para José todo sería diferente si en ese entonces que se sentía tan discriminado (2005) por su forma de vestir, ya que siempre le ha gustado el estilo urbano, el hip hop y todo el tipo de música callejera, hubiera conocido un lugar como el centro en el que está actualmente. “Quizás ni me hubiera metido a la mara”, destacó.

Como el caso de José hay muchos jóvenes que por no contar con el apoyo y los centros de prevención adecuados terminan involucrándose en las pandillas. Esto respalda la opinión de muchos expertos que siguen sosteniendo que ya es hora de que las autoridades gubernamentales reconozcan sus errores y reorienten las políticas para contrarrestar la violencia y criminalidad que cada día sigue ocasionando luto y dolor en muchas familias, sobre todo en está época electoral, en la cual los homicidios han experimentado un repunte a 12 homicidios diarios.

¿Hasta cuándo detendrán esta vorágine?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta vorágine terminara hasta que toda la sociedad civil se pronuncie y denuncie constantemente esta problematica hasta lograr politicas de incidencia real para detener esta epidemia.

Esta claro los gobiernos areneros no han hecho nada al respecto en 20 años.

Seguira la sociedad civil soportando otros cinco años esta epidemia?