miércoles, febrero 08, 2006

El sur es el norte

El mundo anda desnorteado, vocablo derivado de la brújula, cuya aguja apunta hacia el Norte. El modelo imperante es el capitalismo neoliberal, mercadocéntrico. Y para justificarlo el lenguaje hace peripecias retóricas, asocia democracia con “mercado libre”, crecimiento del PIB con desarrollo, especulación financiera con inversión.

Habitus tabagium, bucalis degenerium (el uso de la pipa deja la boca torcida) decían los romanos mucho antes de que Marco Polo les enseñe a preparar un rico ravióli. Es eso, de tanto repetir mentiras ellas acaban con aires de verdad. Como estas bien contadas mentiras: los italianos inventaron la pasta, Hollywood es la mayor productora mundial de películas, el mercado es libre.

Pregúntese si el mercado es libre a quien abre una panadería, una gasolinera o una fábrica de fósforos. El hecho es que vivimos bajo la dictadura del lucro exorbitante, a tal punto que el Presidente celebraba el haber erradicado la deuda de Brasil con el FMI, por un valor de US$ 15 mil millones de dólares. Mejor si hubiera pasado por encima de la deuda y destinado el dinero para pagar la deuda social. El valor corresponde a un poco más que el presupuesto anual del Ministerio de la Salud.

Los datos de la ONU revelan que la coyuntura mundial se agrava: de 6,3 mil millones de habitantes, 4 mil millones viven bajo la línea de la pobreza, con un ingreso mensual inferior a US$ 60. ¿Donde está la salida?, pregunta el Foro Social Mundial, reunido en Caracas. Lux ex Oriente, decían los antiguos. Esta vez, la luz viene de América del Sur. Se invierte la punta de la brújula de la esperanza: el Sur es el norte.

Después de décadas de dictaduras en el Cono Sur, la población se muestra saturada con el embuste de las políticas neoliberales. Rechaza el ALCA, condena la invasión de Irak y vota por cambios. Es lo que explica la elección de Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Lucio Gutiérrez en el Ecuador, Kirchner en Argentina y, ahora, Tabaré Vázquez en Uruguay, Michelle Bachelet en Chile y Evo Morales en Bolivia.

En la práctica, la teoría es otra. Una vez elegidos, algunos gobernantes ruegan para que olvidemos lo que escribieron, hablaron, prometieron. Fue el caso de Gutiérrez, que asumió en 2003 y fue depuesto del poder dos años después, por el pueblo ecuatoriano. Y, en Brasil, Lula aún nos debe una política económica menos sumisa al gran capital y la reforma agraria. Pero, las placas tectónicas de la política se mueven en el suelo de América del Sur.

¿Ahora que hay de nuevo? Primero, un rechazo a la élite conservadora. El electorado se cansó de los viejos caciques, de las familias tradicionales instaladas como verdaderas dinastías en el poder. Y, ahora, cree en quien le es imagen y semejanza, nació pobre (Chávez, Lula y Evo), padeció bajo dictaduras militares (Lula, Tabaré y Bachelet), expresa las demandas de los sectores excluidos de la población.

Aunque de boca hacia afuera, los nuevos gobernantes se sienten obligados a priorizar las políticas sociales, a reconocer la autonomía de los movimientos populares, a defender la soberanía de Cuba y a mantener la debida distancia frente a las injerencias de la Casa Blanca. Aún es pronto para evaluar cuánto hay de demagogia en esa renovación política de la parte Sur del continente. El hecho es que ella hace emerger un nuevo sujeto político: los movimientos populares.

Otrora tutelados por partidos o instituciones como la Iglesia y las ONGs, los movimientos populares (indígenas, mujeres, negros, sin-tierra, barrios de la periferia, sindicatos, etc.) son el fiel de la balanza en la nueva coyuntura. Mejor gobernar con ellos que contra ellos. Ya no hay como criminalizarlos o ignorar sus demandas, como hizo Fernando Henrique Cardoso (FHC) en ocho años de mandato. Eso no significa que tendrán sus reivindicaciones atendidas. Los dueños del poder ponen trabas a los gobiernos. Pero ya son un avance políticas compensatorias que, como la “Bolsa Familia”, distribuyen renta a millones de personas, aunque se sepa que la remuneración del capital, a través del garrote fiscal, es muy superior a los recursos destinados a los más pobres.

Este año el elector brasileño es, de nuevo, convocado a las urnas. Se espera que vote en sintonía con el proceso de renovación política de América del Sur, que en breve podrá extenderse por otros países, como Perú, Nicaragua y México, que tendrán elecciones presidenciales en le 2006. Tal vez no se pueda escoger el ideal, pero sí el posible.

Entre muchos criterios, el Evangelio acentúa los derechos de los más pobres. Sin vida para todos, asegurada por reformas de la estructura agraria, de la educación y ofertas de empleo, el Sur no tendrá norte. Tendrá muerte.

(Traducción ALAI)

- Frei Betto es escritor, autor de “Treze contos diabólicos e um angélico

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