Revista Democracia
Oscar Fernández. Investigador y Profesor en Ciencias Políticas.
Al respecto del papel de los grandes medios de comunicación en El Salvador, dos cuestiones son objetivamente demostrables: uno, que han pasado de ser canales de información veraz para convertirse en instrumentos de propaganda y contra-propaganda del poder oligárquico y el oficialismo gubernamental y dos, que su ideología es claramente militante es decir, con un claro pensamiento ultra-conservador y neoliberal. Su defensa vehemente y sostenida del actual sistema antidemocrático que desintegra el tejido social, es la mejor prueba de ello.
Su estrategia ideológico-propagandista hoy reforzada con los adelantos tecnológicos de la llamada mass media, sostiene un discurso de justificación del autoritarismo policial y la concentración de la riqueza, claramente a favor de la clase dominante a la cual pertenecen sus dueños y accionistas mayoritarios. Con la misma intensidad con que satura la opinión de los salvadoreños acerca de un “desarrollo social” inexistente y clama por la consolidación del poderío del mercado, arremete contra cualquier manifestación de oposición.
Desde la firma de los acuerdos de paz que propician la participación política legal del FMLN, la gran empresa de los medios escritos, radiados y televisivos ha mostrado una marcada tendencia a desacreditar la acción propositiva y contestataria de este partido especialmente, ligándole a la violencia y a la desestabilización nacional. La tendencia a distorsionar la realidad de la oposición obedece a una estrategia política del poder económico, elaborada por los costosos equipos de mercadotecnia política de ARENA, en asociación con los llamados “expertos” en guerra sucia, intoxicadores y toda suerte de “plumas fáciles” que se ofrecen al mejor postor.
Se utiliza y desacredita la noble profesión del periodista, convirtiéndoles en “agitadores” de opinión política. Si el poder oligárquico y sus empleados en el gobierno pudieran dirigir a dóciles súbditos, bastaría hacerse obedecer y no tendrían necesidad de todo este carísimo aparato de propaganda mentirosa. Pero, la realidad social actual evidencia una clara y creciente ingobernabilidad y por eso la necesidad de manipular conciencias complementada con la amenaza constante de la represión brutal.
Los grandes medios de comunicación de la derecha neoliberal, utilizan para esto la información desfigurada, la falsa información o la información con una clara opinión partidaria. Cuando se publica que la propaganda de calle del oficialismo ha sido manchada, por ejemplo, se tilda a sus autores de “vándalos”, pero cuando aparece el rostro de la candidata a Alcaldesa por el FMLN, desfigurado por pintas también irrespetuosas, el pie de página de un periódico matutino reza más o menos así: “ingeniosidad de artista”.
En materia de propaganda se denomina “objeto de la mentira” aquello sobre lo cual se miente, bien sea ocultando, inventando o deformando algo, y su complemento son los destinatarios de la mentira. Al analizar los objetos de la mentira (Guy Durandain. La mentira en la propaganda política) resulta que se puede mentir acerca de uno mismo, como hace el Presidente con su obra social fantasma –FOSALUD e ISSS-, mientras minimiza las epidemias y enfermedades propias de la marginación, que en el mundo civilizado ya no existen. También mienten respecto al estado del país.
La campaña de mentira e intoxicación propagandística que mantienen los grandes medios a favor del oficialismo que pretende perpetuarse en el poder, consiste en presentar un panorama ficticio de la realidad social, económica y política, pretendiendo efectos sicológicos y no materiales. Así, para lograr votos se presenta una realidad engañosa, propagandizando hechos deformados y culpando a fantasmas de la caótica situación económica y social.
El incremento de la violencia, de causas estructurales y resultado de la incapacidad de gobernar, es manipulado y magnificado por los medios para culpar al “enemigo político” pero, no dan cuenta de la violencia del Estado y del sistema a la que suelen llamar la “violencia legal”, que no es necesariamente legítima. A las clases desposeídas por ejemplo, se les recuerda con un bombardeo por los medios, todas las cosas materiales y suntuosas de las que disponen otros, diciéndoles que están al alcance de su mano, pero que ellos no poseen y que muy probablemente jamás lleguen a poseer.
Como verdaderos agentes del libre mercado, los grandes medios están creando valores y normas que aumentan y alimentan estas expectativas de un modo irreal especialmente en los pobres y marginados, contribuyendo a la frustración de millones y por consiguiente a la agresión y a la violencia que pueden derivarse de ello.
Cuando los medios condenan la violencia, lo hacen selectivamente. No se condenan todas las formas de violencia en los medios ni todas las conductas violentas. Los grandes medios adoptan un enfoque negativo y punitivo frente a otros problemas sociales y a todas las formas de protesta social. Son partidarios de la pena de muerte, de los castigos corporales, del disciplinamiento social y las “manos súper duras”. En general, expresan su ideología ultraderechista, se oponen a un derecho penal civilizado, evidencian opiniones racistas y se muestran contrarios a una sociedad de iguales.
La situación actual, reforzada por la gran empresa de medios de comunicación, se caracteriza por un curioso hiato: se exige una formación académica supeditada al mercado, se plantea la necesidad de que todos hablemos inglés y se proclama la “organización racional” de las empresas, pero de lado del consumo se explota la irracionalidad e inconciencia del “consumidor”.
La mentira oficial y la propaganda negra de los medios, está al servicio de la destrucción de cualquiera que se oponga a su ideología ultra-conservadora. El problema moral de esta actitud es que una mentira es mucho menos tolerable cuando se le emplea para un fin peor. Al oficialismo y al poder económico les ha resultado hasta hoy factible manipular con la mentira de que a pesar de los grandes problemas, se gobierna por una “buena causa”, pero cuando esto ya no le funcione, no vacilará si la situación se le complica, en emplear los peores medios.
Oscar Fernández. Investigador y Profesor en Ciencias Políticas.
Al respecto del papel de los grandes medios de comunicación en El Salvador, dos cuestiones son objetivamente demostrables: uno, que han pasado de ser canales de información veraz para convertirse en instrumentos de propaganda y contra-propaganda del poder oligárquico y el oficialismo gubernamental y dos, que su ideología es claramente militante es decir, con un claro pensamiento ultra-conservador y neoliberal. Su defensa vehemente y sostenida del actual sistema antidemocrático que desintegra el tejido social, es la mejor prueba de ello.
Su estrategia ideológico-propagandista hoy reforzada con los adelantos tecnológicos de la llamada mass media, sostiene un discurso de justificación del autoritarismo policial y la concentración de la riqueza, claramente a favor de la clase dominante a la cual pertenecen sus dueños y accionistas mayoritarios. Con la misma intensidad con que satura la opinión de los salvadoreños acerca de un “desarrollo social” inexistente y clama por la consolidación del poderío del mercado, arremete contra cualquier manifestación de oposición.
Desde la firma de los acuerdos de paz que propician la participación política legal del FMLN, la gran empresa de los medios escritos, radiados y televisivos ha mostrado una marcada tendencia a desacreditar la acción propositiva y contestataria de este partido especialmente, ligándole a la violencia y a la desestabilización nacional. La tendencia a distorsionar la realidad de la oposición obedece a una estrategia política del poder económico, elaborada por los costosos equipos de mercadotecnia política de ARENA, en asociación con los llamados “expertos” en guerra sucia, intoxicadores y toda suerte de “plumas fáciles” que se ofrecen al mejor postor.
Se utiliza y desacredita la noble profesión del periodista, convirtiéndoles en “agitadores” de opinión política. Si el poder oligárquico y sus empleados en el gobierno pudieran dirigir a dóciles súbditos, bastaría hacerse obedecer y no tendrían necesidad de todo este carísimo aparato de propaganda mentirosa. Pero, la realidad social actual evidencia una clara y creciente ingobernabilidad y por eso la necesidad de manipular conciencias complementada con la amenaza constante de la represión brutal.
Los grandes medios de comunicación de la derecha neoliberal, utilizan para esto la información desfigurada, la falsa información o la información con una clara opinión partidaria. Cuando se publica que la propaganda de calle del oficialismo ha sido manchada, por ejemplo, se tilda a sus autores de “vándalos”, pero cuando aparece el rostro de la candidata a Alcaldesa por el FMLN, desfigurado por pintas también irrespetuosas, el pie de página de un periódico matutino reza más o menos así: “ingeniosidad de artista”.
En materia de propaganda se denomina “objeto de la mentira” aquello sobre lo cual se miente, bien sea ocultando, inventando o deformando algo, y su complemento son los destinatarios de la mentira. Al analizar los objetos de la mentira (Guy Durandain. La mentira en la propaganda política) resulta que se puede mentir acerca de uno mismo, como hace el Presidente con su obra social fantasma –FOSALUD e ISSS-, mientras minimiza las epidemias y enfermedades propias de la marginación, que en el mundo civilizado ya no existen. También mienten respecto al estado del país.
La campaña de mentira e intoxicación propagandística que mantienen los grandes medios a favor del oficialismo que pretende perpetuarse en el poder, consiste en presentar un panorama ficticio de la realidad social, económica y política, pretendiendo efectos sicológicos y no materiales. Así, para lograr votos se presenta una realidad engañosa, propagandizando hechos deformados y culpando a fantasmas de la caótica situación económica y social.
El incremento de la violencia, de causas estructurales y resultado de la incapacidad de gobernar, es manipulado y magnificado por los medios para culpar al “enemigo político” pero, no dan cuenta de la violencia del Estado y del sistema a la que suelen llamar la “violencia legal”, que no es necesariamente legítima. A las clases desposeídas por ejemplo, se les recuerda con un bombardeo por los medios, todas las cosas materiales y suntuosas de las que disponen otros, diciéndoles que están al alcance de su mano, pero que ellos no poseen y que muy probablemente jamás lleguen a poseer.
Como verdaderos agentes del libre mercado, los grandes medios están creando valores y normas que aumentan y alimentan estas expectativas de un modo irreal especialmente en los pobres y marginados, contribuyendo a la frustración de millones y por consiguiente a la agresión y a la violencia que pueden derivarse de ello.
Cuando los medios condenan la violencia, lo hacen selectivamente. No se condenan todas las formas de violencia en los medios ni todas las conductas violentas. Los grandes medios adoptan un enfoque negativo y punitivo frente a otros problemas sociales y a todas las formas de protesta social. Son partidarios de la pena de muerte, de los castigos corporales, del disciplinamiento social y las “manos súper duras”. En general, expresan su ideología ultraderechista, se oponen a un derecho penal civilizado, evidencian opiniones racistas y se muestran contrarios a una sociedad de iguales.
La situación actual, reforzada por la gran empresa de medios de comunicación, se caracteriza por un curioso hiato: se exige una formación académica supeditada al mercado, se plantea la necesidad de que todos hablemos inglés y se proclama la “organización racional” de las empresas, pero de lado del consumo se explota la irracionalidad e inconciencia del “consumidor”.
La mentira oficial y la propaganda negra de los medios, está al servicio de la destrucción de cualquiera que se oponga a su ideología ultra-conservadora. El problema moral de esta actitud es que una mentira es mucho menos tolerable cuando se le emplea para un fin peor. Al oficialismo y al poder económico les ha resultado hasta hoy factible manipular con la mentira de que a pesar de los grandes problemas, se gobierna por una “buena causa”, pero cuando esto ya no le funcione, no vacilará si la situación se le complica, en emplear los peores medios.
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