Miraflores, 28 de enero de 2006
Compatriota:Tania Bichkova
Querida Tania:
Recibe un saludo fraterno y revolucionario junto con el más genuino testimonio de solidaridad parta ti. Quiero dejar hablar a mi sentir de camarada, amigo y hermano: la desaparición física de Schafick me ha conmovido en lo más hondo. Considero que eres la destinataria natural de estas líneas como su fiel compañera de vida en el amor y en la lucha.
Tania: no hay palabras para poder definir esta sensación de dolor y tristeza que me ha acompañado desde que me enteré de esta infausta nueva. Dolor y tristeza que son los de mi Pueblo porque Schafick se convirtió en un compatriota, en un ardiente defensor de la Revolución Bolivariana.
En verdad, el inigualable combatiente, el ser entrañable que se llamó y se llama Schafick Handal encarnó la dignidad del Pueblo Salvadoreño a lo largo de toda una vida consagrada a su liberación, a su redención. Siempre concibió al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional como un instrumento, como un medio, para conquistar el más trascendente fin: una Patria para todos los salvadoreños y las salvadoreñas. La Patria que avizoraron Farabundo Martí, Roque Dalton y Oscar Amulfo Romero.
Un revolucionario en toda la extensión de la palabra: así quiero definirlo. Con él desaparece físicamente una consecuencia y una firmeza que, en el presente, no podemos valorar en toda su magnitud.
Hablar del Schafick que yo conocí es hablar de un hermano. Así nos reconocimos desde la primera vez que nos encontramos: en la más diáfana fraternidad. Nunca olvidaré aquella memorable intervención suya en el Aló Presidente Nº 231 realizado en Pinar del Río, Cuba, el 21 de agosto de 2005. El Comandante Fidel Castro le hizo una pregunta: ¿Qué le dirías tú a los salvadoreños si Venezuela es agredida por el imperialismo? La respuesta de Schafick no se hizo esperar: Que, sin necesidad de una asamblea en una universidad, debemos ir cientos, y si se puede miles, a combatir a Venezuela.
Desde su adolescencia, hizo suyo el sagrado mandato martiano con la más apasionada convicción: Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar. Y la echó, sí, con una firmeza y una modestia que lo convirtieron en un vivo y hermoso ejemplo de consecuencia y desprendimiento. Es por eso que, y lo digo con la más absoluta certeza, Schafick no se va: su querida presencia se queda entre nosotros.
Leyendo estos versos del gran Roque Dalton, he escuchado, una y otra vez, la voz de Schafick hablándome a mí, hablándonos a todos:
Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
De todos, repito con Schafick, para reafirmar que la lucha continúa y que la muerte no puede matar a un combatiente por la vida. Si me preguntaran, ¿dónde está nuestro hermano?, no dudaría en contestar: donde estuvo siempre. Es decir: en la sangre unánime a la que Roque le sigue cantando.
Rindo homenaje a quien se jugó la vida en la lucha armada cuando llegó, como decía Martí, la hora de los hornos. Al Schafick guerrillero al que hay que entender en su circunstancia.
Criticar hoy a quienes en El Salvador y en toda Centroamérica tuvieron que tomar el camino de las armas, resulta muy cómodo y significa ignorar, deliberada e interesadamente, que a muchos hombres y mujeres no les quedó otra alternativa frente a la opresión. Basta con recordar el asesinato de Monseñor Romero y el de tantos salvadoreños anónimos para concluir que la más brutal represión, sin duda alguna, había cerrado todos los caminos.
A ningún revolucionario le gusta la violencia por sí misma. Así era en el caso de Schafick. Durante más de diez años de vida tuvo que empuñar el fusil para combatir a la violencia estructural: la violencia-desigualdad, la violencia-exclusión, la violencia-dominación, la violencia-explotación. Es decir, a la violencia ejercida por el imperialismo y sus lacayos nacionales sobre las grandes mayorías.
Por eso mismo, no tiene nada de extraño que su inquebrante lealtad y su infinito amor al Pueblo salvadoreño, lo convirtieran en uno de los artífices de los acuerdos de Paz firmados en 1992. Nadie mejor que Schafick entendió que las formas del combate transformador pueden cambiar y que una fuerza revolucionaria está condenada al fracaso si se queda aislada dentro del contexto político y social en el que actúa.
Nunca se rindió y nunca cedió en materia de principios: el retorno a la vida legal significó una nueva etapa en la batalla por la liberación de El Salvador. Cumplió una extraordinaria labor como parlamentario y se convirtió en el candidato del FMLN para los comicios presidenciales del año 2004. Schafick pudo haber sido Presidente para iniciar el nuevo tiempo salvadoreño: su opción era clara. De allí la real y verdadera campaña de terror -dirigida y orquestada desde Washington- que tuvo su más perversa expresión en una amenaza muy concreta: impedir la llegada de las remesas que son la principal fuente de ingresos para una economía extremadamente debilitada por años y años de neoliberalismo.
Al recordar el origen palestino de Schafick, acuden a mi memoria unos versos del gran poeta Mahmud Darwich:
Sea…
Que nuestro mañana esté aquí con nosotros.
Que esté nuestro ayer aquí con nosotros.
Que nuestro presente esté
con el banquete con que este día
honra a la mariposa, para que los soñadores crucen
de un cielo a otro… sanos y salvos
De un cielo a otro cruzan los soñadores…
Y con ellos va Schafick en la vanguardia: cruzando del cielo de Palestina al cielo de El Salvador.
Decir su nombre es decir El Salvador y es decir Nuestra América. Por eso, no podía faltar a la gran cita en Bolivia: para manifestar su inmensa solidaridad con el Pueblo boliviano y con el compañero Evo Morales. Schafick era nuestra tierra: nuestra Patria Grande. La dignidad de los Pueblos tenía en él a un genuino adalid: a un genuino adalid, sí, que hoy tiene nueva vida y se ha convertido en luz en nuestro camino. Honor y gloria al camarada Schafick Handal.
Tania: tu tristeza es compartida enteramente por todos los que quisimos y admiramos al indoblegable combatiente de Usulután. Recibe el testimonio de mi afecto y solidaridad y hazlo llegar a los hijos del Schafick, a sus familiares y amigos, y a todos los compañeros del FMLN: hazlo llegar a todo el heroico Pueblo de El Salvador.
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!
Hugo Chávez Frías
Compatriota:Tania Bichkova
Querida Tania:
Recibe un saludo fraterno y revolucionario junto con el más genuino testimonio de solidaridad parta ti. Quiero dejar hablar a mi sentir de camarada, amigo y hermano: la desaparición física de Schafick me ha conmovido en lo más hondo. Considero que eres la destinataria natural de estas líneas como su fiel compañera de vida en el amor y en la lucha.
Tania: no hay palabras para poder definir esta sensación de dolor y tristeza que me ha acompañado desde que me enteré de esta infausta nueva. Dolor y tristeza que son los de mi Pueblo porque Schafick se convirtió en un compatriota, en un ardiente defensor de la Revolución Bolivariana.
En verdad, el inigualable combatiente, el ser entrañable que se llamó y se llama Schafick Handal encarnó la dignidad del Pueblo Salvadoreño a lo largo de toda una vida consagrada a su liberación, a su redención. Siempre concibió al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional como un instrumento, como un medio, para conquistar el más trascendente fin: una Patria para todos los salvadoreños y las salvadoreñas. La Patria que avizoraron Farabundo Martí, Roque Dalton y Oscar Amulfo Romero.
Un revolucionario en toda la extensión de la palabra: así quiero definirlo. Con él desaparece físicamente una consecuencia y una firmeza que, en el presente, no podemos valorar en toda su magnitud.
Hablar del Schafick que yo conocí es hablar de un hermano. Así nos reconocimos desde la primera vez que nos encontramos: en la más diáfana fraternidad. Nunca olvidaré aquella memorable intervención suya en el Aló Presidente Nº 231 realizado en Pinar del Río, Cuba, el 21 de agosto de 2005. El Comandante Fidel Castro le hizo una pregunta: ¿Qué le dirías tú a los salvadoreños si Venezuela es agredida por el imperialismo? La respuesta de Schafick no se hizo esperar: Que, sin necesidad de una asamblea en una universidad, debemos ir cientos, y si se puede miles, a combatir a Venezuela.
Desde su adolescencia, hizo suyo el sagrado mandato martiano con la más apasionada convicción: Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar. Y la echó, sí, con una firmeza y una modestia que lo convirtieron en un vivo y hermoso ejemplo de consecuencia y desprendimiento. Es por eso que, y lo digo con la más absoluta certeza, Schafick no se va: su querida presencia se queda entre nosotros.
Leyendo estos versos del gran Roque Dalton, he escuchado, una y otra vez, la voz de Schafick hablándome a mí, hablándonos a todos:
Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
De todos, repito con Schafick, para reafirmar que la lucha continúa y que la muerte no puede matar a un combatiente por la vida. Si me preguntaran, ¿dónde está nuestro hermano?, no dudaría en contestar: donde estuvo siempre. Es decir: en la sangre unánime a la que Roque le sigue cantando.
Rindo homenaje a quien se jugó la vida en la lucha armada cuando llegó, como decía Martí, la hora de los hornos. Al Schafick guerrillero al que hay que entender en su circunstancia.
Criticar hoy a quienes en El Salvador y en toda Centroamérica tuvieron que tomar el camino de las armas, resulta muy cómodo y significa ignorar, deliberada e interesadamente, que a muchos hombres y mujeres no les quedó otra alternativa frente a la opresión. Basta con recordar el asesinato de Monseñor Romero y el de tantos salvadoreños anónimos para concluir que la más brutal represión, sin duda alguna, había cerrado todos los caminos.
A ningún revolucionario le gusta la violencia por sí misma. Así era en el caso de Schafick. Durante más de diez años de vida tuvo que empuñar el fusil para combatir a la violencia estructural: la violencia-desigualdad, la violencia-exclusión, la violencia-dominación, la violencia-explotación. Es decir, a la violencia ejercida por el imperialismo y sus lacayos nacionales sobre las grandes mayorías.
Por eso mismo, no tiene nada de extraño que su inquebrante lealtad y su infinito amor al Pueblo salvadoreño, lo convirtieran en uno de los artífices de los acuerdos de Paz firmados en 1992. Nadie mejor que Schafick entendió que las formas del combate transformador pueden cambiar y que una fuerza revolucionaria está condenada al fracaso si se queda aislada dentro del contexto político y social en el que actúa.
Nunca se rindió y nunca cedió en materia de principios: el retorno a la vida legal significó una nueva etapa en la batalla por la liberación de El Salvador. Cumplió una extraordinaria labor como parlamentario y se convirtió en el candidato del FMLN para los comicios presidenciales del año 2004. Schafick pudo haber sido Presidente para iniciar el nuevo tiempo salvadoreño: su opción era clara. De allí la real y verdadera campaña de terror -dirigida y orquestada desde Washington- que tuvo su más perversa expresión en una amenaza muy concreta: impedir la llegada de las remesas que son la principal fuente de ingresos para una economía extremadamente debilitada por años y años de neoliberalismo.
Al recordar el origen palestino de Schafick, acuden a mi memoria unos versos del gran poeta Mahmud Darwich:
Sea…
Que nuestro mañana esté aquí con nosotros.
Que esté nuestro ayer aquí con nosotros.
Que nuestro presente esté
con el banquete con que este día
honra a la mariposa, para que los soñadores crucen
de un cielo a otro… sanos y salvos
De un cielo a otro cruzan los soñadores…
Y con ellos va Schafick en la vanguardia: cruzando del cielo de Palestina al cielo de El Salvador.
Decir su nombre es decir El Salvador y es decir Nuestra América. Por eso, no podía faltar a la gran cita en Bolivia: para manifestar su inmensa solidaridad con el Pueblo boliviano y con el compañero Evo Morales. Schafick era nuestra tierra: nuestra Patria Grande. La dignidad de los Pueblos tenía en él a un genuino adalid: a un genuino adalid, sí, que hoy tiene nueva vida y se ha convertido en luz en nuestro camino. Honor y gloria al camarada Schafick Handal.
Tania: tu tristeza es compartida enteramente por todos los que quisimos y admiramos al indoblegable combatiente de Usulután. Recibe el testimonio de mi afecto y solidaridad y hazlo llegar a los hijos del Schafick, a sus familiares y amigos, y a todos los compañeros del FMLN: hazlo llegar a todo el heroico Pueblo de El Salvador.
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!
Hugo Chávez Frías
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