La derecha estaría muy feliz con una izquierda complaciente, no cuestionadora, dócil, racional pero pro sistema, manejable, comprable, culta pero aburguesada. Una izquierda que aceptara sin protestar ni cuestionar argumentos como esos de que se trata del "interés nacional", una izquierda que renegara del socialismo y de la lucha de clases.
Una izquierda convencida de que sistema democrático es sinónimo de sistema capitalista y que por ende los empresarios capitalistas son defensores de la democracia y que por tanto es preciso respetarlos, honrarlos y adorarlos porque gracias a ellos es que los trabajadores tienen empleos.
En una sola palabra todo ello se puede expresar en una izquierda domesticada.
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