Carlos Bucio
Los próximos 16 y 17 de noviembre se llevará a cabo en la ciudad de Toronto la llamada “Segunda Mesa Redonda con Salvadoreños Residentes en Canadá”.
El concepto de “mesa redonda” implicaría que quienes se sentasen a ésta tendrían igual poder de debate y decisión.
Sin embargo, el caso del “encuentro” o foro “presidencial” con la diáspora salvadoreña en Canadá no se tratará sino de una muy bien calculada denominación que intenta sorprender y violentar la dignidad de quienes sostienen la economía salvadoreña —junto con otras comunidades salvadoreñas en el exterior—, al indicar una supuesta relación de simetría entre el gobierno de ARENA y la diáspora salvadoreña en Canadá, la segunda más amplia después de la de los Estados Unidos.
Este montaje no es más que un espejo más en el juego de ilusiones que caracteriza las diferentes políticas de ARENA. Pero como en todos los juegos de espejos y lentejuelas, estas no son ilusiones que se sostienen: La distancia que marca la asimetría entre el gobierno de ARENA y la diáspora salvadoreña es la misma que caracteriza la condición de doble explotación padecida por esta última, al producir, por un lado, plusvalía en el exterior, y sostener la economía salvadoreña al mismo tiempo.
La asimetría a la que me refiero consiste en que, mientras el aporte de las remesas del exterior ascienden a más del 17% del producto interno bruto —el insumo más fuerte de la economía nacional—, los diferentes gobiernos de ARENA se han negado a otorgarles el legítimo derecho constitucional a la participación política y ciudadana a quienes producen ese insumo, es decir, a más de 3 millones de ciudadanas y ciudadanos salvadoreños radicados en el exterior.
La pavorosa condición de asimetría entre el pueblo trabajador salvadoreño y las políticas sociales y económicas del gobierno de ARENA es tal, que mientras estas líneas están siendo escritas y posteriormente leídas —y durante el lapso que media ambas acciones—, cientos, sino miles de salvadoreñas y salvadoreños estarán arriesgando sus vidas en montes, selvas, ríos, desiertos, mares y tempestades, escapando la miseria y la injusticia dictadas por el régimen gobernante.
Y miles más lo están y lo estarán pensando. Y al mismo tiempo, el régimen intentará —y en realidad ya lo ha iniciado con su campaña de difamación contra el candidato presidencial Mauricio Funes— disfrazar las razones que producen la simetría señalada con máscaras semánticas —nada más que eso— de “libertad” y de un “mercado” rectificado cual divinidad pagana y absoluta de las mitologías.
Pero si ya no vivimos en el pasado, y aspiramos a un futuro transparente, donde las injusticias sociales y políticas sean sustituidas por un orden de libertad auténtico.
Para esto es necesario hacer vigentes, ya, los derechos políticos y ciudadanos contenidos en la Constitución Política Salvadoreña, entre otros el fundamental derecho al voto de la ciudadanía salvadoreña en el exterior.
Pero para esto se requiere de una voluntad política real —y no demagógica— orientada a dichos fines, voluntad ausente en los diferentes gobiernos y la ideología del partido ARENA.
Por esto se hace urgente la discontinuidad del actual régimen político, social y económico, el cual expulsa a millones de compatriotas a sostener la economía nacional en el exterior al tiempo que les aliena de sus más elementales derechos políticos y constitucionales.
Sólo esto dará al traste con las asimetrías políticas y económicas enmascaradas o engalanadas con espejos y lentejuelas.
Los próximos 16 y 17 de noviembre se llevará a cabo en la ciudad de Toronto la llamada “Segunda Mesa Redonda con Salvadoreños Residentes en Canadá”.
El concepto de “mesa redonda” implicaría que quienes se sentasen a ésta tendrían igual poder de debate y decisión.
Sin embargo, el caso del “encuentro” o foro “presidencial” con la diáspora salvadoreña en Canadá no se tratará sino de una muy bien calculada denominación que intenta sorprender y violentar la dignidad de quienes sostienen la economía salvadoreña —junto con otras comunidades salvadoreñas en el exterior—, al indicar una supuesta relación de simetría entre el gobierno de ARENA y la diáspora salvadoreña en Canadá, la segunda más amplia después de la de los Estados Unidos.
Este montaje no es más que un espejo más en el juego de ilusiones que caracteriza las diferentes políticas de ARENA. Pero como en todos los juegos de espejos y lentejuelas, estas no son ilusiones que se sostienen: La distancia que marca la asimetría entre el gobierno de ARENA y la diáspora salvadoreña es la misma que caracteriza la condición de doble explotación padecida por esta última, al producir, por un lado, plusvalía en el exterior, y sostener la economía salvadoreña al mismo tiempo.
La asimetría a la que me refiero consiste en que, mientras el aporte de las remesas del exterior ascienden a más del 17% del producto interno bruto —el insumo más fuerte de la economía nacional—, los diferentes gobiernos de ARENA se han negado a otorgarles el legítimo derecho constitucional a la participación política y ciudadana a quienes producen ese insumo, es decir, a más de 3 millones de ciudadanas y ciudadanos salvadoreños radicados en el exterior.
La pavorosa condición de asimetría entre el pueblo trabajador salvadoreño y las políticas sociales y económicas del gobierno de ARENA es tal, que mientras estas líneas están siendo escritas y posteriormente leídas —y durante el lapso que media ambas acciones—, cientos, sino miles de salvadoreñas y salvadoreños estarán arriesgando sus vidas en montes, selvas, ríos, desiertos, mares y tempestades, escapando la miseria y la injusticia dictadas por el régimen gobernante.
Y miles más lo están y lo estarán pensando. Y al mismo tiempo, el régimen intentará —y en realidad ya lo ha iniciado con su campaña de difamación contra el candidato presidencial Mauricio Funes— disfrazar las razones que producen la simetría señalada con máscaras semánticas —nada más que eso— de “libertad” y de un “mercado” rectificado cual divinidad pagana y absoluta de las mitologías.
Pero si ya no vivimos en el pasado, y aspiramos a un futuro transparente, donde las injusticias sociales y políticas sean sustituidas por un orden de libertad auténtico.
Para esto es necesario hacer vigentes, ya, los derechos políticos y ciudadanos contenidos en la Constitución Política Salvadoreña, entre otros el fundamental derecho al voto de la ciudadanía salvadoreña en el exterior.
Pero para esto se requiere de una voluntad política real —y no demagógica— orientada a dichos fines, voluntad ausente en los diferentes gobiernos y la ideología del partido ARENA.
Por esto se hace urgente la discontinuidad del actual régimen político, social y económico, el cual expulsa a millones de compatriotas a sostener la economía nacional en el exterior al tiempo que les aliena de sus más elementales derechos políticos y constitucionales.
Sólo esto dará al traste con las asimetrías políticas y económicas enmascaradas o engalanadas con espejos y lentejuelas.
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