Tomado de Colatino
Salvador Ventura
Muchos dirán que eso de la “agonía” de ARENA surge de las esperanzadas profundidades de la subjetividad, sobre todo de sus rivales políticos y de los que han soportado la carga autoritaria por largos años. No es broma, este partido de la extrema derecha no ha logrado sobreponerse a la derrota electoral del año recién pasado, lejos de ello cuadros importantes abandonaron el barco y hoy intentan con “uno nuevo”, odre viejo con dirigentes viejos. No está lejana la fecha, cuando vean seriamente amenazados sus intereses económicos, que todos se junten en el mismo charco para “librar las grandes batallas por la democracia y la libertad”.
De todas maneras, lo que en esta “agonía” resulta fascinante, sin olvidar que amenazador también, es como a gastados dirigentes de la derecha fascista se le van agotando sus “respuestas” históricas o coyunturales si ustedes lo prefieren.
¿Qué hacer, por ejemplo, con antiguos militantes o destacados cuadros que se atreven a levantar la voz contra el Padrino? O ¿cómo hacer para reactivar o darle vida a un cadáver ambulante, o hacer coherente el remedo de mensajes difundidos por algunos recalcitrantes como Mario Acosta o Milena Calderón? Es prácticamente una misión imposible, pues no se trata de luchar contra Molinos de Viento, sino contra la ira de la mayoría poblacional, incluso miles de salvadoreños que antes votaron por los tricolor, totalmente afectados y golpeados por la corrupción y la prepotencia de los dirigentes areneros y sus patrocinadores.
“Todo lo tenía previsto, menos esto”, dijo César Borgia cuando le informaron que su padre se había bajado para siempre de la silla de San Pedro. Tal vez, a juzgar por sus calculadas pero torpes respuestas, los actuales dirigentes de ARENA lo tenían todo previsto para 50 años o más, menos el descalabro y el cansancio del pueblo ante la corrupción y el saqueo millonario de las arcas del Estado. A ello, debe agregarse la agudización de sus propias contradicciones, los favorecidos de la “argolla dorada” y los que se cansaron de esperar el turno para obtener privilegios.
Si analizamos la composición del actual COENA, no parecen estar cambiando las reglas del juego; más bien es el juego el que se acerca a la desaparición. Desde luego, Cristiani y compañía se resisten a aceptar el triste destino, los políticos siempre se creen los escogidos, los aplaudidos por el pueblo, los justos y los llamados a continuar con el cetro; pero los antecedentes no se miden en vano, la misma agua no pasa dos veces bajo el puente.
Tenía que llegar la puntual paradoja: seremos nosotros, los salvadoreños testigos de la corrupción despiadada de los García Prieto, de los Majano, de los Gutiérrez, de los Saca, de los Perla, de los Mathies Hill y paremos de contar, los que prolonguemos la “agonía” del monstruo. Los pueblos sin memoria histórica que por indecisión y temor a los riesgos, por una falta de un nacionalismo bien entendido y practicado, son muchas veces los que prolongan el estado de cosas y detienen los cambios y procuran los últimos alientos al moribundo.
Los dirigentes de ARENA se aferran a antiguos temores, al miedo y a campañas propagandísticas infames para detener el colapso, la crónica de una muerte ya anunciada, para parafrasear el título de un libro del genial Gabriel García Márquez; pero eso, no es decisivo ni resulta clave para explicar o retardar esa prolongación de la agonía de un partido fascista: en el medio y detrás está, fundamentalmente, el uso que hicieron de los recursos del Estado, de las enormes regalías recibidas por los altos dirigentes, así como los privilegios obtenidos tanto por grandes empresas nacionales como por monopolios internacionales.
A los comparsas de otros países, aliados de los intereses de capitalistas criollos, quizás les divierte como sus “amigos” de antes, ahora pasan penas y se están reduciendo a migajas políticas. Nosotros no podemos saber si a tales personajes les falta “grandeza” o simple sentido histórico, de lo que estamos seguros es que están a la búsqueda de nuevos socios o tratando de salvar lo poco que resta del cadáver putrefacto.
Los hombres sagaces de los monopolios internacionales, saben reír confiados cuando los demagogos de los países débiles (antes eran llamados las “repúblicas bananeras”) caen en desgracia, nada más apuran a sus abogados para que rescaten sus ganancias y vendan sus cuotas de poder o la mayoría de sus acciones.
De las desgracias se alimenta la carroña, lo mismo hacen los capitalistas criollos cuando ya no les es útil un político, sea presidente de la república, Ministro de Estado o simple inspector de Hacienda, Economía o la Corte de Cuentas. Los magnates se congestionan con el pastel internacional, se aprovechan de todos los males que los pueblos sufren. Nada más aparecen en las fotografías y titulares de los periódicos como “grandes benefactores” donando medicinas y alimentos vencidos. Se ríen porque, además de saber y conocer de la avaricia de sus “aliados”, están convencidos que nunca más el cadáver se habrá de levantar de la sepultura.
El pueblo salvadoreño no tiene nada que agradecerle a ARENA y a sus dirigentes. Pueden seguir visitando cuanto pueblo, cantón o municipio se les ocurra, viejos y antiguos cuadros los recibirán, hasta con una taza de café y una tortilla caliente; pero eso es nada más el gesto característico de los humildes de este país; en el fondo hay resentimiento y hasta odio permanente, no lo detectan porque así son los políticos, ven triunfos en la derrota y éxitos en la calamidad. “El enemigo está dentro”.
Así como se dice de los pueblos débiles con oligarquías fuertes. Pero la hora señalada está cerca y aquí lo firmo y lo fecho: Arena nunca más se levantará de su fosa, por más sepultureros y jardineros que contraten, por más ruidos sin nueces que hagan, por más campañas mediáticas que impulsen. No puede resultar más chocante comprobar que las muletas del agónico se las proporcionan los mismos a los que siempre oprimió y explotó.
Salvador Ventura
Muchos dirán que eso de la “agonía” de ARENA surge de las esperanzadas profundidades de la subjetividad, sobre todo de sus rivales políticos y de los que han soportado la carga autoritaria por largos años. No es broma, este partido de la extrema derecha no ha logrado sobreponerse a la derrota electoral del año recién pasado, lejos de ello cuadros importantes abandonaron el barco y hoy intentan con “uno nuevo”, odre viejo con dirigentes viejos. No está lejana la fecha, cuando vean seriamente amenazados sus intereses económicos, que todos se junten en el mismo charco para “librar las grandes batallas por la democracia y la libertad”.
De todas maneras, lo que en esta “agonía” resulta fascinante, sin olvidar que amenazador también, es como a gastados dirigentes de la derecha fascista se le van agotando sus “respuestas” históricas o coyunturales si ustedes lo prefieren.
¿Qué hacer, por ejemplo, con antiguos militantes o destacados cuadros que se atreven a levantar la voz contra el Padrino? O ¿cómo hacer para reactivar o darle vida a un cadáver ambulante, o hacer coherente el remedo de mensajes difundidos por algunos recalcitrantes como Mario Acosta o Milena Calderón? Es prácticamente una misión imposible, pues no se trata de luchar contra Molinos de Viento, sino contra la ira de la mayoría poblacional, incluso miles de salvadoreños que antes votaron por los tricolor, totalmente afectados y golpeados por la corrupción y la prepotencia de los dirigentes areneros y sus patrocinadores.
“Todo lo tenía previsto, menos esto”, dijo César Borgia cuando le informaron que su padre se había bajado para siempre de la silla de San Pedro. Tal vez, a juzgar por sus calculadas pero torpes respuestas, los actuales dirigentes de ARENA lo tenían todo previsto para 50 años o más, menos el descalabro y el cansancio del pueblo ante la corrupción y el saqueo millonario de las arcas del Estado. A ello, debe agregarse la agudización de sus propias contradicciones, los favorecidos de la “argolla dorada” y los que se cansaron de esperar el turno para obtener privilegios.
Si analizamos la composición del actual COENA, no parecen estar cambiando las reglas del juego; más bien es el juego el que se acerca a la desaparición. Desde luego, Cristiani y compañía se resisten a aceptar el triste destino, los políticos siempre se creen los escogidos, los aplaudidos por el pueblo, los justos y los llamados a continuar con el cetro; pero los antecedentes no se miden en vano, la misma agua no pasa dos veces bajo el puente.
Tenía que llegar la puntual paradoja: seremos nosotros, los salvadoreños testigos de la corrupción despiadada de los García Prieto, de los Majano, de los Gutiérrez, de los Saca, de los Perla, de los Mathies Hill y paremos de contar, los que prolonguemos la “agonía” del monstruo. Los pueblos sin memoria histórica que por indecisión y temor a los riesgos, por una falta de un nacionalismo bien entendido y practicado, son muchas veces los que prolongan el estado de cosas y detienen los cambios y procuran los últimos alientos al moribundo.
Los dirigentes de ARENA se aferran a antiguos temores, al miedo y a campañas propagandísticas infames para detener el colapso, la crónica de una muerte ya anunciada, para parafrasear el título de un libro del genial Gabriel García Márquez; pero eso, no es decisivo ni resulta clave para explicar o retardar esa prolongación de la agonía de un partido fascista: en el medio y detrás está, fundamentalmente, el uso que hicieron de los recursos del Estado, de las enormes regalías recibidas por los altos dirigentes, así como los privilegios obtenidos tanto por grandes empresas nacionales como por monopolios internacionales.
A los comparsas de otros países, aliados de los intereses de capitalistas criollos, quizás les divierte como sus “amigos” de antes, ahora pasan penas y se están reduciendo a migajas políticas. Nosotros no podemos saber si a tales personajes les falta “grandeza” o simple sentido histórico, de lo que estamos seguros es que están a la búsqueda de nuevos socios o tratando de salvar lo poco que resta del cadáver putrefacto.
Los hombres sagaces de los monopolios internacionales, saben reír confiados cuando los demagogos de los países débiles (antes eran llamados las “repúblicas bananeras”) caen en desgracia, nada más apuran a sus abogados para que rescaten sus ganancias y vendan sus cuotas de poder o la mayoría de sus acciones.
De las desgracias se alimenta la carroña, lo mismo hacen los capitalistas criollos cuando ya no les es útil un político, sea presidente de la república, Ministro de Estado o simple inspector de Hacienda, Economía o la Corte de Cuentas. Los magnates se congestionan con el pastel internacional, se aprovechan de todos los males que los pueblos sufren. Nada más aparecen en las fotografías y titulares de los periódicos como “grandes benefactores” donando medicinas y alimentos vencidos. Se ríen porque, además de saber y conocer de la avaricia de sus “aliados”, están convencidos que nunca más el cadáver se habrá de levantar de la sepultura.
El pueblo salvadoreño no tiene nada que agradecerle a ARENA y a sus dirigentes. Pueden seguir visitando cuanto pueblo, cantón o municipio se les ocurra, viejos y antiguos cuadros los recibirán, hasta con una taza de café y una tortilla caliente; pero eso es nada más el gesto característico de los humildes de este país; en el fondo hay resentimiento y hasta odio permanente, no lo detectan porque así son los políticos, ven triunfos en la derrota y éxitos en la calamidad. “El enemigo está dentro”.
Así como se dice de los pueblos débiles con oligarquías fuertes. Pero la hora señalada está cerca y aquí lo firmo y lo fecho: Arena nunca más se levantará de su fosa, por más sepultureros y jardineros que contraten, por más ruidos sin nueces que hagan, por más campañas mediáticas que impulsen. No puede resultar más chocante comprobar que las muletas del agónico se las proporcionan los mismos a los que siempre oprimió y explotó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario