Licda. Norma Guevara de Ramirios
De cada 10 salvadoreñas y salvadoreños, siete expresan que el país necesita cambiar.
Esto se debe a la percepción sobre los problemas que vive nuestra sociedad y que se expresan en pérdidas de vidas, falta de oportunidades, pocos empleos y bajas remuneraciones, carencia de espacios para la convivencia y recreación familiar, hambre y pobreza, delincuencia y corrupción; en fin, tantas cosas que hacen sentir el vehemente deseo de mejorar las condiciones en que vivimos.
Frente a situaciones que a veces percibimos como extremas, indignas o inaguantables siempre hay más de un camino que se puede asumir, y ésta que hoy vive nuestra sociedad ha motivado por bastante tiempo el camino del escape. Se ha creído que lo que no encontramos aquí, que nos es negado aquí, lo debemos buscar en otros lugares aunque corramos peligros.
Así la emigración asumió dimensiones enormes, transformo en mucho hasta ciertos patrones culturales. Ese escape tomó la forma de cierto heroísmo y milagro que permite disfrazar problemas, al permitir postergar deformaciones de nuestra economía; sin embargo están allí.
Ahora parece que más personas, somos conscientes de que en nuestras manos está tomar otro camino, cambiar las condiciones de nuestro país. Sabemos que puede hacerse desde lo político, desde el cambio del gobierno.
Desde la ciudadanía, desde el ejercicio de derechos políticos.
¿Qué ideal más grande puede haber que alcanzar la edificación de una sociedad próspera, justa, solidaria, humana y soberana?
Sabemos que en nuestra gente hay talento, capacidad, conocimiento, ideas y proyectos para sacar adelante una actividad, una comunidad, un sector, y es tan así, que muchas y muchos salvadoreños puestos en condiciones propicias fuera de nuestras fronteras se convierten en trabajadores ejemplares, empresarios exitosos, científicos destacados y reconocidos.
¿Es que acaso son diferentes al cruzar las fronteras? La diferencia viene de las condiciones creadas en nuestro suelo patrio.
Pequeñas cosas hacen a veces la diferencia.
El sitio que alberga a un buen estudiante, el grupo que reconoce su capacidad y le alienta a seguir adelante, la familia que se sacrifica para forjar a los suyos, la pareja que se apoya mutuamente.
Mucho está en ese núcleo básico que es nuestra cuna, nuestra casa, nuestra familia extensa; pero si contando con ello, se bloquean esas posibilidades, propiciando desde el Estado protectorados ilegítimos que construyen distorsionando la naturaleza de servicio de la política y de la función pública; es lógico que aparece la asfixia, la abulia, la incredulidad, el conformismo que lleva a pensar que nada se puede hacer contra esos poderes mafiosos.
Ahora se conjunta una serie de situaciones que vuelven propicia la conciencia colectiva propiciadora de los cambios.
Cada vez más la emigración es menos la salida del problema; las deportaciones masivas nos lo indican. El ciclo que culmina el partido de gobierno nos recuerda que es el mismo que duró el pecenato como gobierno de dictadura (18 años).
Se vislumbra el agotamiento de un partido que ha abusado de la confianza popular y ha extremado las desigualdades operando como protector de minorías privilegiadas.
Sí, podemos hacer el cambio. Por medios democráticos, dignificando nuestra Constitución para darle vida y expresión positiva.
Por ello es oportuna la apertura del FMLN para que hable el pueblo, que sitúe con su propia voz las urgencias, posibilidades, prioridades, condicionalidades y restricciones, en un diálogo social abierto que permita precisar lo que nuestro gobierno, y una sociedad activa, debemos hacer para alcanzar El Salvador de nuestros sueños.
El horizonte de progreso se construye.
Si deseamos que sea de las mayorías, debemos construir con esas mayorías, profundizando la politización de la gente, su ejercicio ciudadano, expresión libre y capacidad de concertación.
Los enemigos del progreso de las mayorías promueven el miedo.
Los que tenemos esperanza y decisión debemos promover la alegría. Ambos son contagiosos, pero sólo el camino de la liberación depara a las mayorías.
El FMLN ha abierto sus puertas para construir, entre todos, el ideal de país que queremos, necesitamos y merecemos.
La gente tiene la palabra; tras ella el compromiso con fuerza surgirá para mejorar nuestra querida patria.
De cada 10 salvadoreñas y salvadoreños, siete expresan que el país necesita cambiar.
Esto se debe a la percepción sobre los problemas que vive nuestra sociedad y que se expresan en pérdidas de vidas, falta de oportunidades, pocos empleos y bajas remuneraciones, carencia de espacios para la convivencia y recreación familiar, hambre y pobreza, delincuencia y corrupción; en fin, tantas cosas que hacen sentir el vehemente deseo de mejorar las condiciones en que vivimos.
Frente a situaciones que a veces percibimos como extremas, indignas o inaguantables siempre hay más de un camino que se puede asumir, y ésta que hoy vive nuestra sociedad ha motivado por bastante tiempo el camino del escape. Se ha creído que lo que no encontramos aquí, que nos es negado aquí, lo debemos buscar en otros lugares aunque corramos peligros.
Así la emigración asumió dimensiones enormes, transformo en mucho hasta ciertos patrones culturales. Ese escape tomó la forma de cierto heroísmo y milagro que permite disfrazar problemas, al permitir postergar deformaciones de nuestra economía; sin embargo están allí.
Ahora parece que más personas, somos conscientes de que en nuestras manos está tomar otro camino, cambiar las condiciones de nuestro país. Sabemos que puede hacerse desde lo político, desde el cambio del gobierno.
Desde la ciudadanía, desde el ejercicio de derechos políticos.
¿Qué ideal más grande puede haber que alcanzar la edificación de una sociedad próspera, justa, solidaria, humana y soberana?
Sabemos que en nuestra gente hay talento, capacidad, conocimiento, ideas y proyectos para sacar adelante una actividad, una comunidad, un sector, y es tan así, que muchas y muchos salvadoreños puestos en condiciones propicias fuera de nuestras fronteras se convierten en trabajadores ejemplares, empresarios exitosos, científicos destacados y reconocidos.
¿Es que acaso son diferentes al cruzar las fronteras? La diferencia viene de las condiciones creadas en nuestro suelo patrio.
Pequeñas cosas hacen a veces la diferencia.
El sitio que alberga a un buen estudiante, el grupo que reconoce su capacidad y le alienta a seguir adelante, la familia que se sacrifica para forjar a los suyos, la pareja que se apoya mutuamente.
Mucho está en ese núcleo básico que es nuestra cuna, nuestra casa, nuestra familia extensa; pero si contando con ello, se bloquean esas posibilidades, propiciando desde el Estado protectorados ilegítimos que construyen distorsionando la naturaleza de servicio de la política y de la función pública; es lógico que aparece la asfixia, la abulia, la incredulidad, el conformismo que lleva a pensar que nada se puede hacer contra esos poderes mafiosos.
Ahora se conjunta una serie de situaciones que vuelven propicia la conciencia colectiva propiciadora de los cambios.
Cada vez más la emigración es menos la salida del problema; las deportaciones masivas nos lo indican. El ciclo que culmina el partido de gobierno nos recuerda que es el mismo que duró el pecenato como gobierno de dictadura (18 años).
Se vislumbra el agotamiento de un partido que ha abusado de la confianza popular y ha extremado las desigualdades operando como protector de minorías privilegiadas.
Sí, podemos hacer el cambio. Por medios democráticos, dignificando nuestra Constitución para darle vida y expresión positiva.
Por ello es oportuna la apertura del FMLN para que hable el pueblo, que sitúe con su propia voz las urgencias, posibilidades, prioridades, condicionalidades y restricciones, en un diálogo social abierto que permita precisar lo que nuestro gobierno, y una sociedad activa, debemos hacer para alcanzar El Salvador de nuestros sueños.
El horizonte de progreso se construye.
Si deseamos que sea de las mayorías, debemos construir con esas mayorías, profundizando la politización de la gente, su ejercicio ciudadano, expresión libre y capacidad de concertación.
Los enemigos del progreso de las mayorías promueven el miedo.
Los que tenemos esperanza y decisión debemos promover la alegría. Ambos son contagiosos, pero sólo el camino de la liberación depara a las mayorías.
El FMLN ha abierto sus puertas para construir, entre todos, el ideal de país que queremos, necesitamos y merecemos.
La gente tiene la palabra; tras ella el compromiso con fuerza surgirá para mejorar nuestra querida patria.
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